Como lo he prometido, luego de haber considerado los presupuestos teoréticos rahnerianos, que nos dan las razones de fondo que explican de algún modo su negación de la existencia de los condenados, podemos pasar a la exposición de su pensamiento sobre el infierno. Pero antes de ello será bueno recordar brevemente la doctrina católica sobre la virtud de la esperanza teologal, porque la negación rahneriana se configura exactamente como esperanza de que todos se salvan. Entonces nos preguntamos: el concepto católico de esperanza ¿autoriza a esperar en tal sentido? [En la imagen: fragmento -mitad superior- de "Infierno", óleo sobre tabla, obra de Peeter Huys, 1570, conservado y expuesto en el Museo Nacional del Prado, Madrid, España].
El objeto de la esperanza cristiana
----------Según la doctrina de la fe, la esperanza cristiana tiene por objeto lo que en la fe sabemos que son aquellos bienes últimos, supremos, eternos y deseabilísimos, tanto espirituales como corporales, tanto naturales como sobrenaturales, que Dios nos promete y está preparando para nosotros.
----------Objeto de la esperanza cristiana es, por consiguiente, nuestra salvación, es nuestra gloria celestial de Hijos de Dios, nuestra beatitud eterna en la visión inmediata del Dios Trinitario, en la resurrección de la carne, en la Jerusalén celestial, en la compañía de todos los santos y los ángeles, en aquellos cielos y tierra nuevos anunciados por los profetas, donde habita la justicia.
----------Esperamos también ser liberados para siempre de toda tentación y de todo mal, de nuestros opresores y de nuestros enemigos (demonios y seres humanos) y esperamos que, si las creaturas no se arrepintieran, tengan el justo castigo, si bien nosotros estamos dispuestos a perdonarles. Sabemos, en cambio, que los demonios son ya castigados; sin embargo, como deja entender el Apocalipsis, actualmente su castigo no es completo, porque gozan de una cierta libertad para dañarnos, pero su castigo será completo en el fin del mundo (Ap 20,10).
----------Es verdad que frente a esta esperanza los buenistas se retraen escandalizados y horrorizados, acusándola de egoísmo y de fundamentalismo (de hecho, cuando los buenistas no saben cómo suscitar desprecio por las tesis que a ellos les desagradan, y careciendo de argumentos para refutarlas, recurren al apelativo que consideran más infamante y que, si les fuera atribuido a ellos, lo considerarían el máximo de los insultos: "fundamentalista"). Pero no sé qué hacer con ello: también esto pertenece a la esperanza cristiana, tal como surge claramente de la Sagrada Escritura y de la Tradición. Estas convicciones no son, como quisiera hacernos creer Rahner, una opinión personal de santo Tomás, sino que son verdades de fe católica que podemos encontrar en cualquier catecismo (excepto en el catecismo holandés).
----------De hecho, y para citar uno de tantos pasajes en sus textos, Rahner dice al respecto: "Tomás de Aquino consideraba todavía que uno pudiera esperar sólo para sí y no para los demás. Hoy uno espera para sí porque sabe poder lícitamente hacerlo, es cuanto deberá esperar para los otros y lo puede hacer lícitamente para todos" (Nuevos Ensayos, vol. X, Ediciones Paulinas, 1986, pp. 410-411).
----------Ciertamente, como observa el mismo santo Tomás (Summa Theologiae, II-II, q.17, a.3), podemos extender nuestra esperanza de algún modo también a la salvación de otros, especialmente si son personas queridas, y debemos orar por la conversión de nuestros enemigos. Pero ellos saben, al menos oscuramente, qué es lo que les espera si no se convierten. La esperanza no puede ser, como cree Rahner, esperanza de salvación para la entera humanidad, dado que no todos se salvan.
----------"No podemos ya creer fríamente y pensar con una seguridad teorética, como nuestros antepasados cristianos, que el resultado definitivo y permanente de la historia del mundo en su máxima medida en un infierno eterno" (Nuevos Ensayos, vol. X, op.cit., pp. 178-179). "La reconciliación absoluta -individual y colectiva- ¿permanecerá siendo un objetivo eternamente lejano, siempre a perseguir solo de manera asintótica y existente a distancia, o será un objetivo alcanzable como futuro absoluto? […] El hombre realmente pleno de esperanza no puede dejar de esperar que la realidad de la historia a tales preguntas dé una respuesta en el sentido de la segunda parte de la alternativa" (Nuevos Ensayos, vol. VI, Ediciones Paulinas, 1978, p.545). Es también la idea de Von Balthasar, quien escribió precisamente el libro Esperar para todos.
----------No sólo la Iglesia del pasado, sino también la del presente -y por tanto también la Iglesia del Concilio- y la del futuro, no enseña y no enseñará en ninguna parte que debamos esperar que todos se salven, precisamente porque es verdad de fe que no todos se salvan. En efecto, Rahner no es capaz de aducirnos ningún pasaje del Magisterio, incluido el Concilio, que apoye su tesis.
----------Las falsedades escritas por Rahner saltan a la vista en textos como los siguientes: "Se da la esperanza -devenida clara en el Concilio- de una salvación realmente universal de todo el mundo. De hecho el Concilio, a diferencia de los tiempos pasados, presume, sobre la base de esta esperanza salvífica universal, la 'bona fides', una actitud moral positiva, una justificación sobrenatural de todos los hombres" (Nuevos Ensayos, vol. X, op.cit., p.178). "Con la voluntad salvífica universal y en todas partes eficaz de Dios enseñada por el Concilio, ¿puede la gracia todavía ser concebida como un acontecimiento espacio-temporalmente limitado que, provocado simplemente desde lo externo y desde lo alto, se verifica sólo de cuando en cuando -por más que continuamente- en la historia que, en cuanto para los demás, permanece siendo profana y natural?" (Ibid., p.179). "Partiendo de su revelación, que se llama Jesús, la Iglesia ha comenzado a esperar la salvación de todos en cuanto tal, una salvación que no sólo puede verificarse, sino que se verificará [...]. Ella ha aprendido a nutrir una esperanza universal para todos y a prohibirse una afirmación teorética y dogmáticamente vinculante acerca del acontecimiento efectivo de una perdición definitiva de una parte de la historia espiritual humana" (Ibid, p.410). "Hoy el Vaticano II muestra -casi sin reflexionar en ello- que existe hoy una esperanza universal del resultado feliz de toda la historia: nada más que esto" (Ibid.). "Aunque rechazando la doctrina teórica de una apocatástasis, la Iglesia adopta en el Concilio y en su comportamiento práctico el presupuesto de que la gracia de Dios no es sólo ofrecida a la libre decisión del hombre, sino que se impone también universalmente, en amplia medida, a tal libertad" (Nuevos Ensayos, vol. VIII, Ediciones Paulinas 1982, p.379).
----------Es verdad que el Catecismo de la Iglesia Católica, y parece con ello como que está retomando la oración dictada por la Virgen María a los pastorcillos de Fátima: "Lleva al cielo a todas las almas", afirma que "la Iglesia ora para que todos los hombres sean salvos" (n.1821). Uno podría decir: ciertamente Dios escucha esto que la Iglesia pide. Y por tanto todos se salvarán.
----------Salvo que la Virgen María, como se sabe, también ha mostrado a los pastorcillos una visión de los condenados en el infierno (obviamente, tratándose de una revelación privada, ella supone ya el dogma del infierno, y simplemente lo confirma). Con referencia a esta visión, debemos entender el sentido de aquellas plegarias: ellas no expresan la esperanza de un hecho, como cree Rahner, sino que expresan la amplitud del corazón materno de la Iglesia, que extiende su ansiosa premura salvífica y evangélica a la entera humanidad, no para esperar que todos se salven, sino porque no se sabe quien se salva y quién no, por lo cual hacia todos extiende su oración y su generosa acción salvífica.
----------Se puede y se debe ciertamente trabajar y rezar por la salvación de todos y de cada uno; de hecho, no podemos razonablemente esperar por nosotros si no esperamos por la salvación de los demás. Pero nosotros no podemos constreñir a todos a las mismas elecciones escatológicas. Nemo invitus ad fidem cogatur, decía el antiguo derecho canónico. Tampoco Dios lo hace, dejando a todos libres de hacer la propia elección, incluso la elección contra Él, aún cuando naturalmente tampoco Él puede evitar las consecuencias.
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