Los actuales inicios confrontativos de la Iglesia en Argentina con algunos aspectos de la actual administración del gobierno nacional, ponen en evidencia (por si alguno hubiera tenido todavía necesidad de convencerse) que en la Iglesia que peregrina en Argentina algo ha venido cambiando desde hace décadas, particularmente entre los Obispos, pero no sólo entre ellos, sino también en todo el clero, los religiosos y el laicado comprometido. Se trata de lo que podríamos llamar la vía social de la santidad o espiritualidad cristiana. Pero que éste sea hoy el camino, en una Iglesia "de puertas abiertas", "en salida" y a modo de "hospital de campaña", no quita nuestro deber de examinarnos acerca del modo como estamos implementando este tipo de espiritualidad.
Una Iglesia en Argentina muy distinta a la de otras épocas
----------El papa Francisco no ha podido visitar la Argentina durante su pontificado; sin embargo, ello no significa que la Iglesia y la sociedad en nuestro país no hayan estado entre sus principales preocupaciones. Lo dice también Washington Uranga, conocido periodista, docente e investigador de la comunicación, en un interesante artículo el pasado 17 de febrero en el diario argentino Página/12, que lleva por título La Iglesia y Milei: cambios de aire y toma de posición, con una foto (la misma que ilustra esta nota) de mons. Marcelo Colombo, arzobispo de Mendoza y actual presidente de la Conferencia Episcopal Argentina.
----------Digo, en primer lugar, que comparto substancialmente los conceptos vertidos en su artículo por Uranga, y considero que ya sería de utilidad para mis Lectores el transcribir aquí sus pasajes más importantes, lo cual haré, aunque agregando también mi reflexión personal sobre el tema.
----------Comienza el columnista de Página/12, por hacer un breve elenco de algunas recientes declaraciones de Obispos argentinos: "En medio de un panorama político en el que la oposición da señales de desconcierto frente a la avanzada autoritaria del mileismo, una serie de declaraciones de encumbrados representantes de la jerarquía católica resaltan en medio de la casi orfandad de todo tipo de la dirigencia política opositora. El arzobispo de Mendoza y presidente de la Conferencia Episcopal, Marcelo Colombo afirmó, en más de una ocasión, que las reformas económicas tienen que ser 'con todos adentro' y respaldó la marcha antifascista del sábado anterior contra los dichos de Javier Milei en Davos. En un sentido similar se pronunció el cardenal Ángel Rossi, arzobispo de Córdoba. La diócesis de Merlo-Moreno a través de sus equipos sociales respaldó y adhirió a la marcha. El arzobispo de La Plata, Gustavo Carrara, quien también preside Cáritas nacional, enfáticamente negó en una entrevista periodística que la gente no quiera trabajar, y afirmó que 'trabaja, y a veces en condiciones casi de semi esclavitud'. En la misma ocasión señaló que 'el Papa Francisco es un profeta de la dignidad humana' algo que seguramente rubricarían sus colegas. La Comisión Episcopal de Pastoral Social, a través de su presidente, el obispo Dante Braida (La Rioja), le pidió al Senado la sanción del proyecto de prevención de la ludopatía, regulación de juegos de azar y apuestas en línea. Antes la diócesis de Quilmes había advertido que 'no podemos permanecer indiferentes ante la discriminación y la violencia'.
----------Aquí y allá hay declaraciones, manifestaciones y pronunciamientos que surgen de la Iglesia Católica. Sola o en el marco de frentes como la llamada Mesa Ecuménica. Pero también hay acompañamiento de la crisis social en los territorios, a través Cáritas, de la pastoral social, grupos de curas y de muchos comedores populares en toda la Argentina. Sería inexacto especular que existe una estrategia que coordina y pone en escena estas declaraciones públicas, pero es correcto señalar que la concurrencia de los dichos es el resultado lógico de una mirada coincidente sobre los acontecimientos que se están dando en lo económico y en lo político. La preocupación por lo que sucede en el país es manifiesta en el ámbito eclesiástico y es un tema central en el intercambio cotidiano entre los obispos y otros niveles del espacio institucional.
----------Todo ello habla de una actitud que crece entre la jerarquía y que no es ajena a lo que, desde Roma, impulsa y promueve el Papa insistiendo, una y otra vez, en el compromiso con los excluidos, sean pobres, inmigrantes ilegales o personas sometidas a esclavitudes o discriminaciones diversas".
----------Entiendo que ningún Lector me preguntará qué tienen que ver estas constataciones de los Obispos argentinos con lo que he afirmado al inicio, acerca de que el papa Francisco no ha dejado de tener en estos doce años de su pontificado a la Argentina como una de sus principales preocupaciones. La relación es evidente: las ideas de estos Obispos son las mismas ideas que ha venido expresando desde los inicios de su pontificado el Santo Padre y, por otra parte, ha sido el mismo papa Francisco el que ha elegido a estos Obispos o ha elegido las importantes sedes episcopales desde las que ellos guían al Pueblo de Dios.
El papa Francisco y el cambio de rostro de la CEA
----------Para quienes hemos vivido el rumbo tomado en estas últimas seis décadas por la Conferencia Episcopal Argentina y por los particulares Obispos argentinos en sus respectivas diócesis, está a la vista que hoy nuestros Pastores han modificado el perfil pastoral que venían mostrando en otros tiempos, han cambiado su enfoque de la relación Iglesia-sociedad. Las causas de este cambio de impostación son muchas y, por supuesto no son las menores entre ellas las directivas pastorales tomadas por el Concilio Vaticano II fundadas en sus nuevas doctrinas, lo mismo que la continuidad de tales directivas en el Magisterio de los Papas del postconcilio. Pero la causa directa que esto ocurriera en la CEA y entre la gran mayoría de los Obispos argentinos ha sido la acción de gobierno firme y decidida del Cardenal Jorge Mario Bergoglio ya desde sus tiempos de arzobispo de Buenos Aires y presidente de la CEA, como sobre todo durante su supremo pontificado.
----------Eso mismo es lo que explica Uranga en el citado artículo: "Uno de los propósitos que se trazó Jorge Bergoglio desde que asumió su condición de máxima autoridad de la Iglesia Católica fue renovar a fondo el perfil del episcopado de su país, hasta entonces considerado como uno de los más conservadores de América Latina. [...] Francisco decidió bajar el promedio de edad del episcopado designando obispos más jóvenes y afines con los lineamientos que él mismo viene impulsando desde Roma. También utilizó otro resorte que el Papa puede manejar de manera discrecional: ubicar en sedes episcopales claves a hombres de su confianza y afines con su perspectiva pastoral, a quienes, por otra parte, respalda toda vez que ello sea necesario. De esta manera cambió sustancialmente el perfil del episcopado católico argentino, que ahora aparece mucho más cercano a 'la iglesia de puertas abiertas' y en diálogo permanente con la sociedad que Francisco pregona desde Roma y que reinstala permanentemente con su agenda temática".
----------El articulista de Página/12 señala luego algunos ejemplos para evidenciar lo expresado, y allí, en las cualificaciones o valoraciones o juicios concretos dados a determinados Obispos argentinos de las últimas décadas, uno puede estar de acuerdo o no estar de acuerdo con Uranga, pero no se puede sino concordar que, a diferencia de lo que ocurre con otras Iglesias locales en el mundo, el papa Francisco no ha soltado en estas últimas dos décadas el timón de la Iglesia en Argentina, ha seguido de cerca su accionar, y ha hecho todo lo que estaba en sus manos para cambiar el rostro del Episcopado Argentino hacia una mayor conformidad con el objetivo que se ha propuesto: avanzar cada vez más en la implementación de las nuevas doctrinas y directivas pastorales del Concilio Vaticano II. Pero no sólo en lo que le cabe a los Obispos argentinos, sino también en el clero argentino en general y también en el laicado católico comprometido de nuestro país.
----------De modo que, como decíamos al inicio, Francisco no ha podido venir hasta ahora a la Argentina, pero ello no quiere decir que se haya olvidado de su país.
----------Ahora bien, una vez constatados estos hechos, y queriendo superar la mirada sólo pastoral de estos cambios producidos en la Iglesia en Argentina (Obispos, clero, religiosos, laicado), para poder preguntarnos y respondernos por sus fundamentos teológicos, se impone una reflexión en el ámbito de lo doctrinal-dogmático. Pues no debemos olvidar que este nuevo enfoque, estas nuevas directivas (incluidas las del Concilio y las de los Papas del postconcilio) se ubican, en cuanto directivas pastorales, en el orden de lo contingente, de lo transitorio, de lo variable, de lo corregible. Vale decir, por grande y justificada que sea la obediencia que le debamos al Vicario de Cristo respecto a sus directivas pastorales, no debemos olvidar que en este ámbito el Papa es falible, pues el carisma de su infalibilidad aquí no entra para nada. Por consiguiente, debemos preguntarnos: ¿en qué medida el modo como estamos realizando esta "Iglesia de puertas abiertas", esta "Iglesia en salida", esta "Iglesia hospital de campaña", es un modo fiel al mandato evangelizador de Jesucristo?
La santidad en el obrar social
----------En el fondo de la cuestión planteada constatamos la existencia de una modalidad de santidad o espiritualidad cristiana, la cual, no siendo nueva, es una modalidad que ha adquirido nueva difusión y diferente impostación desde hace sesenta años. Pero no debemos maravillarnos al constatar cómo en el curso de la historia desde los inicios del cristianismo hasta hoy el ideal de santidad, sin dejar de estar caracterizado por sus esenciales e inmutables exigencias, respondiendo a la definición misma del concepto católico de santidad, ha estado sujeto a una cierta evolución, por la cual la Iglesia, profundizando la Palabra de Dios y liberándose progresivamente de equívocos y errores provenientes del paganismo, ha entendido y entiende siempre mejor las características propias del ideal evangélico de la santidad.
----------Un aspecto propio de esta evolución, sobre todo desde el Humanismo y el Renacimiento, es la aparición de una santidad ligada a la vida activa, laica, social. Una santidad que exalta todo el campo de los valores terrenos de la familia, del trabajo, de la economía, de la política, del arte, de la cultura. En precedencia, como es sabido, los santos canonizados eran elegidos sobre todo entre los monjes, los ermitaños, los religiosos, los sacerdotes. Toda la santidad era, por así decirlo, proyectada hacia el cielo, mientras que la santidad moderna, como para volver a sentir mejor los efectos de la Encarnación, permanece siempre proyectada hacia el cielo, pero mayormente evidencia la posibilidad de la santificación del mundo presente.
----------La situación actual, casi en reacción a la concepción pasada, que exageraba el desprecio por el cuerpo, el desapego del mundo y el ascetismo individual, ve las preferencias de muchos católicos por aspirar a un género de santidad todo tomado por preocupaciones sociales, por la organización de centros de asistencia a los pobres y necesitados, hasta las vanguardias extremas de sacerdotes y religiosos que parecen no tener otros intereses que el de procurar al prójimo un bienestar material, quizás con el uso de medios políticos a veces cuestionables y evangélicamente improbables: véase por ejemplo la teología de la liberación.
----------Se invoca, en sostenimiento de esta nueva concepción, reconducida con beneplácito a la espiritualidad del Concilio Vaticano II (aquello que es llamado el "espíritu del Concilio"), la eficacia del testimonio frente a la gente común, quizás no creyente: las necesidades de los pobres, se dice, sobre todo en los países menos desarrollados, son muy grandes; Cristo indudablemente ha mostrado una gran entrega en beneficio de los pobres; la solidaridad hacia ellos es una actitud moral que todos, incluso los no-creyentes, pueden comprender y apreciar. De ahí el cambio ocurrido sobre todo en el post-concilio en muchos institutos misioneros, los cuales parecen limitarse a la sola promoción humana, económica y social, minimizando la instrucción catequética y la exposición cuidadosa de los misterios de la fe, con la consiguiente disminución de la administración de los sacramentos y de la organización de las comunidades eclesiales.
----------En algunos casos es la misma situación sociopolítica la que obliga a ciertos institutos, en ciertos y determinados países, a limitarse al trabajo social, ya que una tentativa de evangelización sería tomada como indebido "proselitismo", con carácter delictivo, y sería a veces formalmente prohibido por las autoridades locales, tal vez expresión de otras religiones, como por ejemplo el islamismo.
----------Sin embargo, ¡con qué frecuencia, cuando se habla de "pobres", se observa que la expresión se limita a pensar sólo en los pobres en sentido material, y cuando se habla de "caridad" se piensa sólo en la asistencia a los pobres en sentido material! El viejo Catecismo de san Pío X elencaba, en cambio, junto a siete obras de misericordia corporal, siete obras de misericordia espiritual, en sí mismas más preciosas, así como son más importantes las necesidades del alma respecto a las del cuerpo, aunque sea evidente que en muchos casos es más urgente socorrer las necesidades del cuerpo. Y es cierto que dando testimonio en el campo de la caridad material, se obtiene aquella confianza y aquella credibilidad que nos permiten tocar de modo persuasivo los más delicados y difíciles temas del espíritu y del mundo sobrenatural.
----------No hay duda que la laboriosidad social (por ejemplo, la asistencia a los enfermos, a los ancianos, a los minusválidos, la instrucción y promoción económica de base -pensemos sin ir más lejos en las famosas "reducciones" de los Jesuitas en el Brasil del siglo XVII-, el cuidado de los peregrinos, el interés por los huérfanos, los desocupados, los nómadas, los emigrantes, los presos, los ex-convictos y cosas afines) puede ser una excelente materia para construir la propia santidad, aparte del hecho de que ciertos institutos religiosos tienen estas mismas finalidades entre sus competencias institucionales.
----------Y una característica de la caridad social de las instituciones cristianas siempre ha sido la de atender aquellas necesidades en las cuales nadie pensaba o de las cuales nadie se preocupaba, necesidades que cambian con el correr de los tiempos y con el variar de las situaciones (los ejemplos actuales de ello son abundantísimos). Por lo cual son incontables las iniciativas de caridad promovidas por la Iglesia y por los santos, iniciativas que luego subsecuentemente han sido asumidas por el gobierno civil, de por sí deputado al cuidado del bien común temporal y a la promoción de la justicia y de la dignidad humana.
----------Pensemos, por ejemplo, en la asistencia a los enfermos a domicilio, a la cual han seguido los hospitales, pensemos en aquellos "montes de piedad" que después han dado origen a los bancos, pensemos en los hospedajes para peregrinos, a los cuales han sucedido los albergues, en las escuelas de las catedrales, que han sido los primeros inicios de las modernas universidades, etc.
----------Sin embargo, debemos tener presente que no basta el ejercicio de tal laboriosidad para hacer emerger al santo: es necesario ver con qué espíritu, para cuáles fines, sobre cuál base, con cuáles motivaciones de fondo se cumple una cierta actividad social. En efecto, hay modo y modo de cumplirla. Y con una mirada atenta se ve la diferencia entre cómo una cierta actividad, quizás en sí misma buena y óptima, es desarrollada por un santo y cómo en cambio es desarrollada por alguien que santo no es.
----------La actividad del santo surge sí, ciertamente, de un mínimo de competencia humana y a veces también de alta profesionalidad (pensemos por ejemplo en un san Giuseppe Moscati, médico), pero el motor de fondo que impulsa la actividad del Santo es la contemplación y la adoración del Misterio Divino, es la práctica sacramental, es la conciencia de ser instrumentos de la divina bondad, es un ejercicio ferviente de todas las virtudes, es la capacidad de ver a nuestro Señor Jesucristo en el pobre y en el necesitado y, si se trata de un Religioso, es la observancia diligente de la Regla. Sobre todo es una intensa caridad, empujada a veces hasta el heroísmo, es aquella caridad que hacía decir a san Pablo Apóstol: "el amor de Cristo nos apremia", porque "ya no soy yo que vivo, sino que es Cristo quien vive en mí".
----------Y el prójimo en cierto momento se da cuenta de ello, queda asombrado y maravillado de ello y comienza a preguntarse el por qué de tanta generosidad y cuál es la fuerza que impulsa a cumplir actos de tanta virtud. Lo que sorprende en el santo no es tanto el cuánto hace, sino el cómo y el por qué lo hace. Por ejemplo, los estadounidenses en la post-guerra (y fue ciertamente un bellísimo gesto) distribuyeron una cantidad inmensa de bienes de todo tipo a las poblaciones italianas empobrecidas y postradas por la guerra.
----------Quedan todavía hoy muchos europeos que viven en agradecido recuerdo de aquellos beneficios recibidos cuando niños. Y, sin embargo, siempre se podría decir: ¿pero no habrá sido este un modo, aunque disimulado, por parte de los estadounidenses, de obtener en tal manera una sumisión de los italianos o de los demás pueblos europeos? ¿Una manera de mostrarles el gran poder de la democracia estadounidense? Por el contrario, en la acción del Santo no caben las dudas: toda su acción está, en cambio, caracterizada por el total desinterés y el único propósito de hacerse mediador y transmisor de la bondad divina y de la gracia de Cristo.
----------No tenemos más que ir al Evangelio para que nos demos cuenta de que el problema todavía vivo en nuestro mundo católico es el de la relación entre Marta y María (cf. Lc 10,38-42). Me temo que muchos de entre nosotros prefieran la primera a la segunda, no obstante las claras palabras del Señor a favor de la primera.
----------Si nos viene espontáneo el apreciar más a Marta que a María, eso es señal de que algo anda mal en nuestro concepto de la santidad. Estamos más cercanos a Napoleón que a Jesucristo. En efecto, es sabido que cuando Napoleón suprimió los institutos religiosos, se la tomó con los monasterios y los contemplativos, pero dejó subsistir muchas congregaciones de Hermanas, en cuanto juzgadas "útiles" a la sociedad, mientras que los primeros eran considerados parásitos y ociosos. Sin embargo, san Agustín de Hipona, como verdadero cristiano, decía: "Otium sanctum quaerit caritas veritatis; negotium justum quaerit necessitas caritatis". Tengamos cuidado: no sea cosa que estemos inclinados a encontrar más cristianismo en Napoleón que en san Agustín.
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