jueves, 20 de noviembre de 2025

María nunca sin Cristo

¿Amar a María significa repetir cualquier título surgido de la devoción popular sin medir su alcance? La Iglesia educa el lenguaje para custodiar la fe: no todo lo sublime es verdadero. Nuestro Señor Jesucristo es el único mediador; María Santísima brilla en referencia a Él, nunca en paralelo. La claridad doctrinal no divide: purifica, fortalece y conduce a la unidad. [En la imagen: fragmento de la "Madonna del Cardellino", óleo sobre panel, entre 1505 y 1506, obra de Rafael Sanzio, conservada en la Galleria degli Uffizi, Florencia, Italia].

«Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador
entre Dios y los hombres: Cristo Jesús,
hombre también, que se entregó a sí mismo
como rescate por todos»
San Pablo, 1 Timoteo 2, 5-6
   
La claridad doctrinal exige depurar el lenguaje
   
----------La reciente Nota Mater Populi fidelis, emanada del Dicasterio para la Doctrina de la Fe y refrendada explícitamente por el Santo Padre, sigue teniendo ecos en la vida de la Iglesia. No es un documento aislado, sino una pieza que se inserta en el largo camino de la mariología posterior al Concilio Vaticano II, donde la fidelidad al Magisterio exige tanto purificar el lenguaje como custodiar la verdad de la fe.
----------Dejando a un lado las reacciones fuera de lugar de comunidades cismáticas y de sectores pasadistas que les son afines, como se dejan fuera los ruidos insistentes de una calle congestionada al cerrar puertas y ventanas para recogerse en la meditación, los Obispos en plena comunión con el Sucesor de Pedro han ofrecido en los medios su lectura sobre el alcance de la Nota.
----------Eligiendo entre tantas intervenciones desde diversas partes del universo eclesial me hago eco de dos entrevistas realizadas por Bruno Volpe en el portal informazionecattolica.it, a sendos Obispos eméritos italianos. Sus experimentadas palabras, aunque diversas en matices, coinciden —como no podía ser de otro modo— en reconocer la centralidad de Cristo y la necesidad de una mariología equilibrada. Al mismo tiempo, dejan ver las tensiones que aún subsisten en torno al título de “Corredentora”, tensiones que reclaman una clarificación teológica seria y profunda, a la que el Papa mismo impulsa a los teólogos. 
----------Examinaré en esta nota esas intervenciones episcopales, presentándolas con fidelidad en sus pasajes principales o más controvertidos, y las someteré a un análisis crítico. Debemos reconocer que la Nota del DDF abre un espacio de reflexión donde la analogía teológica debe aplicarse con rigor: semejanza y desemejanza, cooperación y subordinación, devoción y cristocentrismo. Sólo así la verdadera devoción mariana se purifica y se fortalece, permaneciendo fiel al misterio que custodia.
   
Mons. Michele Pennisi: entre fidelidad cristocéntrica e insuficiencia analógica
   
----------La entrevista concedida por Mons. Michele Pennisi, arzobispo emérito de Monreale, ofrece un testimonio significativo de la recepción de la Nota Mater Populi fidelis. Sus afirmaciones, sin embargo, aunque valiosas en varios aspectos, requieren una lectura crítica para evitar reducciones indebidas.
----------En primer lugar, entre los aspectos positivos que advertimos en las respuestas de mons. Pennisi, resalta la continuidad con el Vaticano II, pues el prelado sitúa el documento en la tradición conciliar, diciendo: «No veo nada verdaderamente nuevo y estamos en la línea de la doctrina tradicional de la Iglesia. El texto retoma lo que fue elaborado con sabiduría en el Concilio Vaticano II». Esta referencia afirma que la Nota no rompe con los textos mariológicos del magisterio precedente, sino que los prolonga, como no podía ser de otro modo, tratándose de un documento del magisterio ordinario del Papa.
----------Por otra parte, el obispo emérito de Monreale resalta un cristocentrismo explícito, cuando recuerda que «la misma Escritura nos dice que el único Redentor es Cristo». Esta afirmación es irreprochable y mantiene la primacía absoluta del Hijo en la obra de la salvación.
----------Ahora bien, ya en el ámbito de lo pastoral, el prelado también tiene en cuenta la preocupación ecuménica del documento. El obispo advierte que el título de Corredentora «es inoportuno por motivos ecuménicos, ya que corre el riesgo de crear ulteriores divisiones con algunas confesiones». La referencia a la sensibilidad ortodoxa muestra una legítima atención pastoral.  
----------Por otra parte, reconoce que «cada fiel bautizado está llamado a cooperar en la obra redentora de Cristo, por tanto también María», pero añade que «no es absolutamente el caso, y mucho menos existe la necesidad, de un título específico y de un dogma». Aquí se aprecia la intención de evitar inflaciones dogmáticas.
----------Al comentar la narración evangélica de las bodas de Caná, afirma: «El milagro lo realiza el Hijo, no María, que desempeña, en cambio, el papel de quien intercede, como de hecho hacen los santos». Esta distinción es correcta y mantiene la centralidad de Cristo.  
----------Sin embargo, la intervención de este Obispo no carece de aspectos problemáticos, por decir lo menos. Y lo primero que me llama la atención, y con lo que francamente no puedo estar de acuerdo es lo que parece ser su negación global del título mariano, pues Pennisi sostiene que el título de Corredentora «no sólo es inoportuno sino también teológicamente inadecuado». Aquí se advierte una desestimación total del término, sin distinguir entre su uso analógico legítimo y su deformación e incluso su eventual definición dogmática.  
----------Además se advierte una reducción del rol de María como colaboradora en nuestra salvación. Al afirmar que «desde este punto de vista todos somos corredentores, incluida María», sin hacer ningún matiz diferencia entre ella y nosotros, diluye la singularidad de la Virgen en la economía de la salvación. No distingue entre la cooperación común de los fieles y la cooperación única de María en la Encarnación y en la Pasión.  
----------Se nota también cierta confusión entre devoción popular y doctrina, pues mons. Pennisi sostiene que «las jaculatorias en muchos casos son fruto de devoción y piedad popular, deben ser interpretadas y a veces incluso corregidas y purificadas». Aunque es cierto que la piedad popular requiere discernimiento, esta afirmación puede sonar en gran medida reductiva, pues muchas fórmulas de plegarias han sido aprobadas por la Iglesia y reflejan intuiciones teológicas legítimas (por no decir que reflejan doctrina).  
----------Finalmente, no termina de convencer la oportunidad de su advertencia de idolatría. Pennisi llega a decir que el título podría derivar en «una forma de idolatría de María, una visión exagerada que puede incluso minar la visión cristocéntrica de la fe». Aunque la intención es pastoral, la formulación resulta problemática, pues parece desconfiar de la tradición mariana que siempre ha sabido distinguir entre latría y veneración.
----------Resumiendo mis observaciones críticas, habría que decir que de las propias palabras de mons. Pennisi se deduce que, siendo Cristo el único Redentor, el cristiano colabora en una obra corredentora: «cada fiel bautizado está llamado a cooperar en la obra redentora de Cristo, por tanto también María». En consecuencia, ser cristiano no es más que ser corredentor. María, entonces, no posee un poder paralelo al de Cristo ni se sitúa por encima de los fieles sino sólo en el sentido en que realiza de manera eminente lo que todos realizan en virtud de la gracia preveniente: colaborar con Cristo en la obra de la Redención.
----------Por ello, dos precisiones se imponen. La primera es que el término es “inoportuno” sólo si se malinterpreta; entendido correctamente, es plenamente conforme con la verdad de la cooperación mariana. Y la segunda es que la calificación de “teológicamente inadecuado” no corresponde a la realidad. Si el mismo Pennisi reconoce que todos somos corredentores, incluida María, ¿cómo puede ser inadecuado el título aplicado a la Virgen? La inadecuación no está en el término, sino en su uso equívoco.
----------En definitiva, la postura de mons. Pennisi acerca del título mariano de Corredentora oscila entre la fidelidad cristocéntrica y la insuficiencia analógica: afirma que todos somos corredentores, pero niega la adecuación del título para María. En realidad, el término es teológicamente válido si se entiende en clave subordinada y analógica. Lo inoportuno no es el título, sino su mal uso.
   
Mons. Giovanni D’Ercole: entre prudencia pastoral y ambigüedad terminológica
   
----------La entrevista concedida por Mons. Giovanni D’Ercole, obispo emérito de Ascoli Piceno, hoy misionero en Marruecos, ofrece un testimonio interesante sobre la recepción de la Nota Mater Populi fidelis. Sus palabras muestran sensibilidad pastoral y fidelidad cristocéntrica, pero también dejan ver ciertas ambigüedades que requieren precisa clarificación de nuestra parte.
----------Entre los aspectos ciertamente positivos que se advierten en las respuestas del prelado, tenemos que destacar su clara declaración de cristocentrismo. El obispo afirma: «En cualquier caso bien, porque si se habla de María, inevitablemente se habla de Cristo; por tanto, aun siendo un documento de mariología, es claramente cristocéntrico y cristológico». Esta afirmación es plenamente conforme al Magisterio y sitúa correctamente a María en referencia al Hijo.
----------También hay que valorar en este Obispo su reconocimiento de la cooperación mariana, pues sostiene que «usar esta expresión [Corredentora] no es herético y, es más, si queremos, María colabora en el proyecto de salvación y en la redención del hombre». Aquí se reconoce la cooperación eminente de la Virgen, en continuidad, por ejemplo, con la enseñanza de san Juan Pablo II.
----------Por otra parte, se nota en sus expresiones tanto prudencia pastoral como ecuménica, pues mons. D’Ercole subraya que el documento es «deliberadamente prudente […] para frenar algunos impulsos que quieren ir demasiado adelante», y advierte que el dogma de la Corredentora «quizá sería divisivo y correría el riesgo de minar la primacía de Jesús». Esta cautela pastoral es legítima en el contexto actual y aparentemente de acuerdo con la directriz pastoral del papa León. Sin embargo, y siempre salvada la obediencia, no le está prohibido al fiel mantener en esto respetuoso disenso teórico.
----------Sin embargo, no faltan también en esta entrevista aspectos que son problemáticos, en primer lugar la reducción de la cooperación mariana a la cooperación común de los fieles. D’Ercole dice: «Esto vale también para cada uno de nosotros, llamados a la redención propia y de los demás». Al poner a María en el mismo nivel que los fieles, se corre el riesgo de diluir su cooperación única en la Encarnación y en la Pasión.
----------Por otra parte, se nota en este Obispo el subrayar excesivamente una supuesta dependencia del Magisterio a la “conciencia popular”. Mons. D’Ercole sostiene que «hoy falta la conciencia popular para declarar tal dogma». Ciertamente el sensus fidelium es un criterio importante, pero no puede ser el único parámetro para discernir la verdad de fe. La doctrina no depende de encuestas, sino de la Revelación custodiada por la Iglesia. Y a este respecto, además, al afirmar que el documento «bien ha hecho» en frenar las presiones, corre el riesgo de presentar la prudencia pastoral como si fuera una negación doctrinal. En realidad, el Santo Padre no ha declarado el título ilegítimo, sino simplemente “no oportuno”.
----------En definitiva, la posición de mons. D’Ercole da la impresión de ser más matizada que la de mons. Pennisi, pues reconoce que el título de Corredentora no es herético y que san Juan Pablo II lo empleó legítimamente, pero lo considera innecesario como dogma. Sin embargo, su punto más débil es reducir la cooperación mariana a la de los fieles en general, con lo cual oscurece la singularidad del papel de María en la historia de la salvación. Además, su apelación a la “conciencia popular” como criterio para definir dogmas es insuficiente. Una definición dogmática de I° grado depende de la verdad revelada, de la autoridad docente de la Iglesia y de la necesidad pastoral, no de la eventual percepción sociológica del momento. De hecho, como sabemos, al haber sido utilizado este título mariano por varios Romanos Pontífices, se ubica en el ámbito del magisterio ordinario infalible y, por lo tanto, pasible del ser elevado al I° grado dogmático.
   
Unidad en la Iglesia por la fidelidad al Magisterio
   
----------Ciertamente, la Nota doctrinal y pastoral Mater Populi fidelis, aprobada por el papa León, ha venido suscitando reacciones intensas y contrapuestas, las cuales se perciben en el Pueblo de Dios mucho más que lo que ocurría en otras épocas con cualquier otro documento del Magisterio. Pero sabemos que esto se debe a los actuales medios masivos de comunicación y a las redes sociales. Aún así, las reacciones no son nunca masivas, y la enorme mayoría del Pueblo de Dios se mantiene ajena al ruido generado desde los extremos. En esos extremos, precisamente, algunos han recibido esta Nota con dolor e indignación, otros más bien con desdén, y otros incluso con triunfalismo. El resultado es una polarización de minorías que oscurece lo esencial: la centralidad de Cristo y la fidelidad de la Iglesia a su misión.
----------Se notan en ciertos sectores —siempre muy obvios en sus eslóganes y frases efectistas— algunas objeciones recurrentes. Así, se les escucha decir que el documento es inoportuno, que proviene de un dicasterio desacreditado, que divide a los fieles, que contradice a Papas anteriores, que busca agradar a los protestantes. Estas objeciones, aunque nacen de recta intención en muchos casos, se insertan sin embargo en una narrativa pasadista más amplia de desconfianza hacia el Concilio Vaticano II, hacia el ecumenismo y hacia el Magisterio reciente. No se trata sólo de mariología, sino de una crisis de confianza en la autoridad eclesial.
----------Frente a esas objeciones, es necesario señalar los criterios de discernimiento. Y para juzgar con serenidad, conviene recordar cuatro principios: 1. Ninguna afirmación que contradiga explícitamente la Escritura puede formar parte de la tradición católica. 2. La fe requiere lenguaje preciso: no es indiferente cómo nombramos lo que creemos. 3. No es lo mismo usar un término en un contexto devocional que definirlo dogmáticamente. 4. El rechazo selectivo del Magisterio legítimo conduce a la lógica del protestantismo.  
----------Por lo demás, hay un claro argumento histórico, que sostiene que la Iglesia ha depurado siempre su lenguaje. Hubo épocas pasadas en que se habló de María como “sacerdotisa”, o se habló de Santo Tomás de Aquino como “Divus Thomas”, o de “adoración” a los santos, o incluso de “llegar a ser Dios”. Hoy esas expresiones ya han sido corregidas. Lo mismo parece que debe ocurrir con el título de “Corredentora”: no se niega la cooperación eminente de María, pero se evita un título que oscurece la mediación única de Cristo.
----------¿Qué respuestas podemos dar a las objeciones que estos días circulan contra la Nota del DDF? Quienes objetan que el Papa haya valorado de inoportuno el uso del título de Corredentora, lo que se debe responder es que tras décadas de debate, el momento oportuno es aquel en que la Iglesia juzga necesario clarificar. En cuanto a las objeciones surgidas a partir de la figura del prefecto, lo que se debe decir es que la validez de la Nota no depende de simpatías personales, sino de la aprobación pontificia, que siempre está supuesta en cualquier documento del DDF, lleve o no lleve la firma del Papa. Por cuanto respecto a la objeción de que esta Nota crea confusión y división, lo que hay que responder es que el apego popular al título es limitado; la fe de los sencillos no se destruye por esta precisión doctrinal y pastoral que ha hecho el Papa. En cuanto a las objeciones nacidas de la piedad popular y la liturgia, lo que debe responderse es que los cambios son parte de la vida de la Iglesia; y así, por ejemplo, la solemnidad de María Madre de Dios sustituyó a la memoria de la Circuncisión del Señor. Por último, por cuanto respecta a la supuesta contradicción con Papas anteriores, lo que hay que decir es que tal contradicción no existe, sino evolución del lenguaje y adecuación a las necesidades históricas. Por un lado, los usos devocionales no equivalen a definiciones dogmáticas y, por otro lado, los usos doctrinales que los anteriores Romanos Pontífices han hecho del título Corredentora, indican que se trata de una verdad de fe, aunque no del I° grado en el presente, aunque eventualmente pueda serlo en el futuro, en otro contexto pastoral.
----------Por cuanto respecta a los motivos que pudieran surgir del ecumenismo, vale recordar que el documento menciona el ecumenismo sólo de modo secundario, subordinado siempre a la fidelidad a la identidad católica. No se trata de agradar a otros, sino de obedecer a Cristo que pidió la unidad de sus discípulos.
----------En conclusión, podemos decir que, sin lugar a dudas, la unidad de la Iglesia no se construye con gritos ni descalificaciones como las que hoy lanzan sectores muy minoritarios y ruidosos, sino con oración, reflexión y humildad. El desprecio global hacia el Papa y el Magisterio causa más daño que el que pretende reparar. La auténtica devoción mariana exige fe, caridad, prudencia y celo por la verdad. Cristo es Señor de la Iglesia, el Espíritu Santo no la abandona, y María intercede por todos, especialmente por el Papa.
   
Fr Filemón de la Trinidad
Mendoza, 18 de noviembre de 2025

4 comentarios:

  1. Estimadísimo Padre Filemón, gracias por el artículo de hoy. Todo su desarrollo es sumamente útil para lograr una visión equilibrada del problema que ciertas minorías recalcitrantes han creado en torno a la Nota del DDF.
    Puntualmente, me parece muy oportuno que haya recordado cómo la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, vino a ocupar el lugar que antes tenía la fiesta de la Circuncisión del Señor. Es un detalle que suele olvidarse, y sin embargo dice mucho sobre la evolución de nuestra liturgia y sobre la manera en que la Iglesia ha querido subrayar la maternidad divina de María sin perder de vista el cumplimiento de la Ley por parte de Cristo.
    Es interesante la evolución histórica de la liturgia. En la antigüedad, el 1 de enero —octava de la Navidad— se celebraba en Roma la Circuncisión del Señor, en referencia a Lucas 2,21: *«Al cumplirse los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús»*. Durante la Edad Media, la fiesta se mantuvo con ese título, aunque en algunos lugares se añadían elementos marianos, porque la octava de la Navidad estaba naturalmente vinculada a la maternidad de María. Con la reforma litúrgica de 1969, Pablo VI decidió dar mayor relieve a la figura de María en el misterio de la Encarnación. Así, el 1 de enero pasó a ser la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, dentro de la octava de Navidad.
    Claro que todo esto entiendo que tiene un fuerte sentido teológico. La Iglesia quiso subrayar el dogma proclamado en Éfeso (431): María es verdaderamente *Theotokos*, Madre de Dios, en continuidad con la Navidad. Al mismo tiempo, el Evangelio del día (Lc 2,16-21) conserva el relato de la circuncisión y la imposición del nombre de Jesús. De este modo, la memoria bíblica no desaparece, sino que queda integrada en un marco más amplio. La maternidad divina de María y la circuncisión de Jesús se complementan: María da a luz al Salvador, y Él entra en la historia humana cumpliendo la Ley, recibiendo su nombre y manifestando su misión.
    En conclusión, la fiesta de la Circuncisión del Señor como título independiente ya no existe en el calendario romano actual. Fue absorbida por la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios. Sin embargo, la liturgia conserva el recuerdo de la circuncisión y del nombre de Jesús en las lecturas evangélicas, de modo que el aspecto cristológico sigue presente, aunque el acento principal se haya desplazado hacia la maternidad divina de María.
    Creo que este cambio en la liturgia, lejos de ser una pérdida, nos recuerda que la liturgia es un organismo vivo: sabe integrar la memoria bíblica en un horizonte más amplio, y sabe poner en el centro lo que más edifica la fe del pueblo de Dios.

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    1. Estimada Domna Mencía,
      le agradezco su intervención, tan documentada como clara. La precisión histórica que aporta —desde la práctica romana antigua hasta la reforma litúrgica de san Paulo VI— enriquece notablemente el sentido de la nota.
      Comparto plenamente su conclusión: este desplazamiento litúrgico no implica pérdida, sino integración y progreso, tal como ha ocurrido con toda la reforma litúrgica impulsada por el Concilio Vaticano II.
      Por cuanto respecta al caso concreto que se ha señalado, la maternidad divina de María y la circuncisión del Señor no se excluyen, sino que se iluminan mutuamente. La liturgia, como usted bien señala, es un organismo vivo, capaz de conservar la memoria bíblica en un horizonte más amplio y de poner en el centro lo que más edifica la fe del pueblo de Dios según las necesidades pastorales de cada época de la historia.

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  2. Gracias, padre Filemón, por su postura tan clara y equilibrada frente a tanto pasadismo golpista disfrazado de celo doctrinal. Se agradece la lucidez con que ha planteado el tema, sin caer en simplificaciones ni en gestos de ruptura.
    Dicho esto, me ha sorprendido que la reflexión final de esta entrada coincida bastante con lo que escuché hace poco en un video de Fray Nelson Medina. ¿Será que están trabajando sobre los mismos ejes? En todo caso, me alegra ver que el tema se está abordando desde distintos ángulos, y que se va consolidando una línea de pensamiento fiel y pastoral.

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    1. Estimado Dino,
      le agradezco por su lectura atenta y por el aprecio que manifiesta hacia el tono de la nota.
      En cuanto a la reflexión final, efectivamente, algunas ideas allí sintetizadas coinciden con las que ha expresado recientemente Fray Nelson Medina, a quien valoro positivamente por su claridad y fidelidad doctrinal. De todos modos, sus planteamientos no le son exclusivos, sino que se trata de nociones que se han ido clarificando en el curso de la discusión en días recientes. Si conoce su reflexión sobre el tema habrá advertido que en algún punto no concordamos.
      De ahí que no se trata de una transcripción, sino de una refundición que recoge argumentos que circulan en el debate actual, y que han sido formulados —con matices diversos— por varios autores y predicadores.
      Me alegra que esta convergencia sea percibida como signo de comunión.

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