¿Qué es lo que muere cuando morimos? ¿El hombre entero, o solo su cuerpo? ¿Es el espíritu una ilusión de la materia, o una sustancia inmortal creada por Dios? Entre el exceso del idealismo que absolutiza el yo y la miopía del materialismo que lo disuelve en la nada, ¿dónde se encuentra la verdad del alma humana? ¿Cómo reconocer en nuestra experiencia cotidiana —en el pensar, en el amar, en el esperar— la huella de una vida espiritual que trasciende la carne sin despreciarla? La pregunta por la inmortalidad del alma (y por sus actividades en el más allá) no es un lujo filosófico, sino la encrucijada decisiva entre la nada y la eternidad. [En la imagen: detalle de "El Juicio Universal", témpera sobre madera, de alrededor de 1431, obra del beato Fra Angelico, conservado y expuesto en el Museo Nacional de San Marcos, Florencia, Italia].
"Habitaré en la casa del Señor
por larguísimos años" (Sal 23,6)
¿El espíritu es inmortal?
Non omnis moriar
----------Si nosotros reflexionamos sobre nosotros mismos, y sobre nuestro obrar y sobre nuestro ser, salvo que no estemos totalmente inmersos en la animalidad, es imposible que no nos demos cuenta de estar compuestos de una dualidad de espíritu y cuerpo, dos formas de ser muy diversas entre sí y subordinadas la una (la material) a la otra (la espiritual). Yo soy un cuerpo, pero soy también espíritu.
----------¿Y cómo no interrogarnos sobre la cuestión de nuestra evidente e inexorable corruptibilidad? Todos sabemos que debemos morir. Pero ¿qué es la muerte? ¿Qué nos sucede cuando morimos? ¿Nos es tan evidente, como pensaba Descartes, que en ese momento nuestro espíritu inmortal abandona nuestro cuerpo a la disolución? ¿De dónde nace, en cambio, el miedo de que todo termine? ¿No podría ser verdadero? ¿Cómo es que, desde la antigüedad, muchísimos, los materialistas, bien conscientes de la veracidad de los sentidos, están convencidos de que a nuestra muerte somos completamente destruidos y no sobrevive ninguna alma?
----------¿Cómo se demuestra que ellos se equivocan? ¿No es evidente que el cadáver se disuelve? Ciertamente, ese cuerpo ya no vive. Pero ¿por qué razón –dicen ellos– el principio de su vivir debería ser algo subsistente independientemente del cuerpo? No se lo puede dar por descontado. Por esto, si no es necesario demostrar que tenemos un cuerpo, es necesario demostrar que nuestra alma es inmortal.
----------Descartes procede al revés: para él es evidente que somos un espíritu. En cambio, hay que demostrar que tenemos un cuerpo. Él parte de lo que es medianamente conocido para demostrar lo que es inmediatamente conocido. Descartes parte de las conclusiones para demostrar las premisas. Dejo al lector razonable juzgar un procedimiento semejante. Que haya tenido éxito desde hace cuatro siglos no significa nada. La verdad no depende del número de consensos, sino de la inteligibilidad del objeto. La verdad no depende de un millón de seguidores en mi red telemática, sino de la certeza de mis demostraciones.
----------Descartes sabía que el espíritu es inmortal, pero lo da por descontado como si fuese verdad evidente. Pero no es en absoluto así. No es en absoluto fácil saber qué cosa es el espíritu y es necesario demostrar que es una sustancia inmaterial e inmortal. Se dice que el cardenal Tomás De Vio, llamado el Gaetano, uno de los más grandes comentaristas de santo Tomás de Aquino, al final de su vida, estuvo muy afligido por dudas sobre la demostrabilidad de la inmortalidad del alma y se refugió en la fe.
----------¿Y luego quién ha dicho –como pretende Descartes– que yo soy un espíritu? ¿Mi cuerpo no es parte de mí mismo? ¿Y por qué motivo debería demostrar –como pretende Descartes– que tengo un cuerpo? Que yo tenga un cuerpo es evidente, si no soy un tonto. Pero el problema es si verdaderamente poseo un espíritu, que escapa a mis miradas y del cual no tengo ninguna experiencia sensible.
----------Todos conocemos el famoso cogito cartesiano, del cual Descartes saca la conclusión de que nosotros somos un espíritu, una res cogitans. Pero Descartes, que quiere partir de la verdad más evidente y originaria, no nos explica qué cosa entiende por «yo pienso» y por «espíritu». Supone que todos sabemos qué cosa son, como si fueran nociones primarias conocidas por todos. Lo cual no es en absoluto verdadero. No es en absoluto fácil saber qué cosa es el pensamiento y qué cosa es el espíritu, aunque es verdad que todos hacemos la experiencia de pensar y de allí descubrimos la esencia de nuestro espíritu. Pero Descartes se equivoca al concluir que yo soy un espíritu. En absoluto: yo soy una sustancia compuesta de espíritu y cuerpo.
----------Es verdad, de todos modos, que tenemos conciencia de ser un único ente, un único sujeto, una única persona o sustancia, un único yo. Pero ¿cómo no advertir al mismo tiempo en nosotros la presencia de diversos planos o grados de ser, de vida, de actividad, que requieren principios diversos? ¿Cómo no advertir en nosotros contrastes interiores entre fuerzas adversas? ¿Y entonces, cuál de ellas debe prevalecer?
----------Esta conciencia es provocada por la diferencia real que notamos entre nuestro pensamiento de las cosas que nos rodean, que es un acto espiritual, y las mismas cosas materiales que nos rodean. Ciertamente, si nos ponemos a indagar la naturaleza de estas dos realidades, nos encontramos delante de un gran misterio, pero esta dualidad es innegable. Es de esta conciencia que nace la antiquísima convicción de la inmortalidad del alma y de la mortalidad del cuerpo, hasta llegar a la exageración de concebir, en la doctrina de la reencarnación, el cuerpo como un vestido que puede ser cambiado por otro.
----------Delante de un cadáver inerte, inmóvil y privado de vida nos viene efectivamente la impresión de que se trata de una masa en descomposición de materia o de un instrumento del alma o de una habitación material del alma, que el alma del difunto ha abandonado porque se le ha vuelto ya inservible para usarla, de modo que el alma se ha ido a otra parte. ¿Pero adónde?
----------¿No nos viene acaso, como le viene al materialista, el pensamiento de que en realidad el alma no haya ido a ninguna parte, sino que simplemente se haya extinguido? El alma no era algo fuera del cuerpo que movía el cuerpo, sino que no era otra cosa que la expresión externa de la actividad del cuerpo; así como la llama que quema la leña manifiesta el poder del fuego. Si la llama ha cesado y queda la ceniza (el cadáver), esto quiere decir que el fuego se ha apagado. Si la llama cesa es porque el fuego se ha apagado. Por consiguiente, muerto el cuerpo, todo el hombre muere: muere el alma.
----------Por otra parte, aquellos que en nombre de la unidad de nuestra persona quisieran negar esta distinción terminan o materializando el espíritu, concibiendo por ejemplo una materia pensante, o volatilizando la materia, reduciéndola a un nuestro pensamiento.
----------Ciertamente existen también concepciones que exageran la dualidad, dividen lo que está unido y caen en el dualismo deletéreo de contraponer espíritu y cuerpo como si fueran dos enemigos, creando en nuestra vida una insoportable y trágica laceración.
----------Es verdad que sentimos la carne rebelarse contra nuestro espíritu y nos viene el deseo de liberarnos de la carne para gozar de la libertad del espíritu. ¿Pero es tan seguro que la carne no sea parte esencial de nuestra persona? ¿Por qué motivo el Verbo se ha encarnado? ¿Por qué motivo Cristo nos da de comer su carne?
----------Es verdad que, encontrando por una parte la problemática del espíritu demasiado abstracta y de difícil comprensión, y presionados por otra parte por los estímulos y las seducciones de la carne, somos llevados a creer que los razonamientos sobre el espíritu son abstracciones y discursos inútiles y vacíos y que nuestra felicidad, en definitiva, consiste en satisfacer sin más los deseos de la carne.
----------De esa manera, nos viene la idea de que no haya ninguna necesidad de concebir un alma por sí subsistente, existente sola sin el cuerpo, sino más bien que el alma no sea otra cosa que materia semoviente, por lo cual en el momento de la muerte, todo termina.
----------¿Pero acaso podemos dar razón a Leopardi, que sostiene que todo viene de la nada y termina en la nada? (Severino tiene razón al decir que Leopardi era un nihilista, pero está equivocado al acusar de nihilismo al cristianismo que sostiene que Dios creó el mundo de la nada y que es absurdo admitir la existencia del devenir; véase su libro Cosa arcana e stupenda, BUR Saggi 2018) ¿Cómo ha hecho un espíritu elegido como Leopardi, que ha escrito poesías inmortales, para concebir un absurdo semejante? ¿No se daba cuenta de la dignidad de su espíritu? ¿Y cómo ha hecho él, tan inteligente, que incluso había tenido una educación cristiana, para acabar creyendo en el mito de Arimán? ¿Cómo ha podido olvidar al Dios creador, providente y bondad infinita, para arremeter contra un falso dios autor, según él, de todos los males? ¿No se daba cuenta de cuánta necedad es olvidar la justicia de los castigos divinos y la grandeza de la divina misericordia? ¿Cómo ha hecho un espíritu tan indagador y escrutador para perder de vista al ente sumo y supremo, creador de todas las cosas y creador de él mismo? ¿Qué le ha causado semejante ceguera sino otro espíritu astuto, poderoso y seductor, con el cual Dios pone a prueba nuestra fe y nuestra fortaleza?
----------La cuestión del espíritu está ligada a la cuestión del ser. Nuestra mente se da cuenta de la existencia de lo eterno, de lo necesario y de lo inmutable. Ella se da cuenta de que hay un ente contingente, sensible, material, que puede no ser y es corruptible. Pero luego se da cuenta de que, si este ente existe, aun pudiendo no existir, debe subsistir en virtud de un ente superior que existe por sí mismo. Este ente es Dios.
----------Así, en efecto, como bien sabemos, desde la antigüedad existen en la humanidad dos concepciones opuestas acerca de nuestro espíritu: una que sostiene que él es incorruptible, vive eternamente y cuya vida no se extingue. Tal concepción lo ve como mejor, superior y preferible a la materia, dueño, motor y dominador de la materia, la cual es su instrumento y su sierva, necesitado sí de la materia y del cuerpo, pero sólo como condición temporal, contingente y pasajera de posibilidad del ejercicio de sus actividades, no como causa eficiente o motriz o productiva o principio de su ser y obrar. Se lo considera no originado de la materia sino de un espíritu supremo, omnipotente y absoluto, su creador y señor, su sumo bien, providente, inspirador, promotor del bien, protector y defensor del mal, al cual llama «Dios».
----------Cuando decimos que la actividad espiritual depende de la sensitiva, por «dependencia» podemos entender dos cosas: o dependencia en la actividad (cualitativa) o dependencia respecto a las condiciones que hacen posible la actividad (funcional).
----------Las pruebas demostrativas de esta potencia e inmortalidad del espíritu son dadas por nuestras mismas actividades inmateriales y espirituales, cuya existencia no puede ser explicada suficientemente por las meras fuerzas materiales que, en cambio, no se explicarían suficientemente si no estuvieran animadas, sostenidas y movidas por un alma o espíritu inmortales.
----------¿Existe una experiencia del espíritu? ¿De nuestro espíritu? ¿Del espíritu ajeno? ¿Del Espíritu Santo? Ciertamente, cuando pensamos en los actos de nuestro espíritu, cuando abrimos los ojos del espíritu, cuando levantamos la mirada hacia el cielo, cuando entramos en nosotros mismos, meditamos y reflexionamos, cuando penetramos con la mirada en el interior de la realidad, más allá de las apariencias, cuando miramos lejos, hacia el horizonte, cuando hacemos la experiencia de la duda o de la certeza, cuando miramos en nuestro interior profundo, cuando ejercitamos nuestra autoconciencia y la memoria, cuando esperamos, creemos, amamos, cuando pensamos en Dios, en el coloquio con Él, cuando pensamos en los valores morales, en las verdades de fe, en la santa voluntad de Dios, cuando ejercitamos la virtud, cuando nos encontramos en culpa o inocentes o hacemos la experiencia de ser perdonados o de perdonar, cuando gozamos o sufrimos espiritualmente.
----------Ahora bien, ¿cuáles son las condiciones psicofísicas adecuadas para entrar en contacto con nuestra alma? Ciertamente, se requiere un lugar adecuado que recuerde los valores del espíritu o un lugar sagrado, posiblemente la belleza de un paisaje, un estado psíquico de buena salud, de serenidad, de calma y de tranquilidad, de soledad, de silencio físico y de callar de las pasiones, la imaginación deleitada por la belleza estética de alguna imagen sagrada, el local preferiblemente en penumbra.
----------Aun cuando estamos en la cama en la oscuridad sentimos tener un espíritu, independiente del cuerpo, aunque en la vida presente no podamos prescindir de usar el cuerpo y los sentidos. Las indisposiciones físicas, la agitación o el tumulto de las pasiones, la somnolencia, el cansancio, la melancolía, los estados delirantes, la debilidad mental, la depresión, pueden hacernos creer que nuestras actividades espirituales dependan de la materia o del estado de salud o de las emociones, en suma, del cuerpo y de la materia.
----------Pero si reflexionamos sobre su espiritualidad, notaremos que su ejercicio es autónomo de la materia y la domina erigiéndose en una realidad inmaterial inmensamente superior al mundo de la materia. ¿Qué es el pensamiento del ser, de la verdad, del absoluto, del infinito, del eterno, del amor, de la libertad, de la santidad, de Dios frente a las limitaciones, a la estrechez, a la caducidad, a la inestabilidad, a lo efímero, a lo fugaz y a la vanidad de las cosas del mundo material?
----------Algunos hablan de «experiencia trascendental» como experiencia del ser, del devenir, de lo otro, de lo diverso, de lo uno, de lo verdadero, de lo bueno, de algo, de la realidad. Ciertamente, en este sentido ella existe. Es la visión de la esencia, la experiencia metafísica y del misterio, la intuición del ser y de las cosas espirituales.
----------Las experiencias del éxtasis místico, basado en la fe y en la caridad, que encontramos en los grandes santos, son muy raras, pero testimonian de modo evidente la plena trascendencia e independencia cualitativa de la actividad espiritual respecto a las actividades sensibles. Aquellos que tienen semejantes experiencias adquieren una certeza absoluta de la supervivencia de la propia alma y una esperanza inquebrantable en la futura bienaventuranza, que los anima a realizar heroicas empresas por la venida del reino de Dios.
La espiritualidad del idealismo
----------Existe, sin embargo, también una sobrevaloración del espíritu en detrimento de la materia, un dualismo espíritu contra materia que paradójicamente concluye en el materialismo y en el sensualismo, y es el panteísmo. Este toma pretexto del hecho de la gran dignidad de nuestro espíritu, exagerando sus fuerzas y sus aspiraciones, hasta el punto de confundirlo con Dios mismo entendido como absolutización del yo que abarca la totalidad del ser, de modo que este Dios, que es el yo, concluye en la identidad de Dios y del mundo, y por lo tanto en el panteísmo, que no es otra cosa que la idolatría del propio yo.
----------El error del idealismo no está en esta toma de conciencia, es más, esto es un acto del espíritu de alto valor. El error del idealismo está en el hecho de que cuando el alma se descubre a sí misma, cree ser el espíritu absoluto y en cambio es un espíritu creado. Para encontrar el espíritu absoluto el idealista cree que es suficiente prescindir del propio yo empírico e imaginarse sin límites y sin confines, y en cambio no basta en absoluto porque su alma no es Dios sino que es creada por Dios.
----------El vicio propio del idealista no es tanto el de la alucinación, del dejarse engañar por los sentidos o de confundir sus ideas con la realidad –él sabe defenderse bien de estos peligros–, sino que es precisamente esta soberbia que consiste en absolutizar la propia alma como si fuese Dios.
----------La experiencia del idealista es ciertamente una experiencia espiritual que permite imaginar la condición del alma separada. Sin embargo, el idealista está más inclinado a pensar lo pensado que lo real, sus propios conceptos más que las cosas, lo que es inmanente a su conciencia más que la realidad que tiene delante.
----------Es, de todos modos, verísimo que nuestro espíritu por su naturaleza, como sienten fuertemente los idealistas, aspira a la posesión de la totalidad del ser, sus horizontes intelectivos y afectivos son infinitos e ilimitados, no está nunca saciado de lo que ha conquistado, sino que desea saber y poder siempre más, aspira a un progreso continuo en la ciencia y en la virtud, desea lo eterno más allá de lo temporal, lo absoluto más allá de lo relativo, lo universal más allá de lo particular, lo total más allá de lo parcial, lo uno más allá de lo múltiple.
----------Cuando el filósofo italiano Gustavo Bontadini se burla de aquellos que admiten dos órdenes distintos de entidades, el pensamiento y el ser, es decir, el espíritu y la materia, demuestra estar fuera de la realidad y trabajar con la imaginación confundiendo espíritu y cuerpo. El resultado de su monismo es sólo el de reducir el espíritu al cuerpo (Feuerbach) o el cuerpo al espíritu (Berkeley).
La miopía del materialismo
----------Y existe, por otra parte, una concepción del espíritu que supone una visión de la realidad basada solo en la experiencia sensible y no en el intelecto, que niega la existencia de algo eterno e inmutable, y sostiene que todo deviene, cambia, nace y muere, está en perenne evolución, surge y se extingue, incluido el espíritu, que esta concepción ve como una vida que después de cierto tiempo termina, se apaga, se extingue y cae en la nada, como las otras cosas materiales, como su cuerpo. El espíritu mismo es material.
----------El materialista se imagina que el espíritu, que vale más que la materia, sea causado por la materia, pero esta es una clara absurdidad, porque una causa, para poder dar razón del efecto, debe ser superior al efecto. Por lo tanto, es el espíritu el que está en el origen de la materia y es antes que la materia y no a la inversa.
----------La tesis del materialismo dice que el espíritu no puede existir sin la materia y, puesto que la materia es corruptible, por consiguiente también el espíritu es corruptible. Los fenómenos recordados en el párrafo precedente, excluido el éxtasis, deberían demostrar que el espíritu no puede actuar sin el cuerpo y que, por lo tanto, si el cuerpo no está, el espíritu se desvanece.
----------Para el materialista hablamos de espíritu solo porque se trata de una actividad material más compleja, más potente, más vasta, más duradera, más comunicativa, pero siempre de materia se trata, o sea de realidad compuesta experimentable, destinada a la disolución y a siempre nuevas recomposiciones.
----------El llamado «invisible», es decir, no sensible o suprasensible, como serían por ejemplo el pensamiento o nuestras ideas y conceptos, existe ciertamente, pero es siempre un complejo de cosas o fenómenos sutilísimos que escapan a nuestra experiencia, pero siempre de la materia provienen y a la materia retornan. En suma, no existe nada absolutamente inmaterial. Y si por espíritu se entiende esto, se debe decir que el espíritu no existe.
----------Para el materialista la materia que da origen a los vivientes y en la cual se resuelven los vivientes es siempre la misma. Cambian las formas, cambian las almas, pero la materia es la madre universal de todos y de todo. No es la materia la que es superada por el espíritu, sino que es ella misma la que sube y se convierte en espíritu y luego el espíritu desciende y vuelve a convertirse en materia.
----------El materialista reconoce que lo múltiple proviene de lo uno, solo que en vez de admitir que la forma da origen a la multiplicidad de las materias, considera que es la unidad de la materia la que da origen a las formas.
----------Para él la materia no es potencialidad de ser, sino que es el ser mismo. Ella es por sí misma activa y no tiene necesidad de ningún acto o forma para pasar al acto. No es la forma la que da forma a la materia, sino que es la materia la que hace brotar de sí las formas y las hace reingresar en sí misma. Si, por lo tanto, existe un Dios, este no es puro espíritu, sino pura materia, no es ser sino devenir, no es eternidad sino historia.
----------Y por esto, para explicar la existencia suya y de la cosa no es necesario postular un espíritu supremo llamado «Dios», sino que más bien se puede llamar Dios a la misma materia.

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