jueves, 23 de octubre de 2025

Lo que quiere el Concilio Vaticano II y la unidad del rito romano: superación del viejo ordo y afirmación de los principios más altos

¿Puede la Iglesia sostener dos formas concurrentes del mismo rito, o es esa una ficción que contradice la tradición más genuina? El rito de 1962 nació provisorio, “en espera de principios más altos”: ¿cómo puede entonces erigirse en bandera de eternidad? ¿No es el verdadero acto de fidelidad a la tradición aceptar que el Vaticano II fijó los "altiora principia" de la reforma litúrgica? ¿Qué paz puede nacer de un rito que divide comunidades y se opone al desarrollo orgánico de la liturgia? El rito más viejo, ¿es realmente más importante, o lo es menos, porque ha sido ya superado? [En la imagen: fragmento de "Presentación de ofrendas", acuarela sobre papel, 2025, obra de P.F., colección privada].

«Ut legem credendi lex statuat supplicandi»
Próspero de Aquitania, Indiculus de gratia Dei
   
Respondiendo a tres argumentos pasadistas
   
----------Es sorprendente que, en este mundo del revés, quien actualmente rechaza el Concilio Vaticano II acuse de odio a quien lo defiende. El Concilio de nuestro tiempo sigue guiando el caminar de la Iglesia.
----------Una voz del área pasadista ha criticado algunas de mis publicaciones acerca de la “invención de la forma extraordinaria”. Pues bien, responderé con este artículo punto por punto a las críticas y señalaré que, cuando se elude el debate recurriendo a eslóganes, se cae en la auto-referencialidad. La confrontación serena hace bien a todos, con tal de que tenga lugar en el plano de la razón común y en la comunión eclesial.
----------Pero vayamos al punto. Las críticas opuestas que he recibido son muy frágiles, porque no tocan el centro de la cuestión y, aunque con un estilo en apariencia muy respetuoso, insinúan juicios del todo errados que no es difícil rebatir. He aquí los tres puntos fundamentales que se deben refutar:
----------Primero, sobre la llamada “forma extraordinaria”. Se habla de mi “implacable aversión” hacia la forma extraordinaria. A decir estricta verdad, yo no puedo hablar de lo que no existe. Siendo la “forma extraordinaria” una invención de 2007, abrogada en 2021, me limito a constatar la realidad e invito a todos los que me leen a ser humilde y sinceramente realistas. Como en aquel famoso relato, aunque el traje nuevo del rey sea celebrado por muchos, yo me hago cargo de decir que el rey está desnudo.
----------La voz pasadista que se ha dignado "dialogar" para criticar mi postura, me propone, en cambio, denominar lo mismo como “usus antiquior” (una expresión del gusto de Burke), atribuyendo al término antiquior un sentido impropio —como si indicara el “rito más importante”—, cuando en realidad significa “anterior” o “precedente”. Por ende, el sofisma queda en evidencia, pues el rito precedente deja de estar en uso cuando el rito romano ha elaborado un rito posterior. Así de simple y obvio a toda honesta inteligencia.
----------Cuando digo cosas como la que acabo de decir, no faltan quienes perciben en mis palabras un “odium theologicum”, solo porque yo digo las cosas sin rodeos ni eufemismos. En mis palabras no hay ningún odio, sino que está presente el intento de pensar de modo rigurosamente católico la tradición litúrgica. Lo curioso es que para mi interlocutor, diciendo la verdad, como la digo, yo introduzco “ásperas contraposiciones”. Mientras él, encaramándose por los espejos, produciría paz. Lo que yo hago es contestar una lectura ficticia e ideológica. Las “contraposiciones” no nacen de decir la verdad, sino de la confusión de quien piensa que pueden estar vigentes, simultáneamente y dentro de la misma Iglesia, dos formas concurrentes del mismo rito. Esa tesis debe refutarse con argumentos, no con exhortaciones espirituales.
----------Segundo, acerca de doctrina, disciplina y pastoral. Se sugiere que una consideración “pastoral” de la cuestión que estamos considerando tornaría discutible y tediosa mi posición doctrinal. No es posible descalificar como “académica” (adjetivo que pretende decir discutible u opinable) una reflexión doctrinal y sistemática sobre la liturgia. El hecho es que el rito preconciliar ha sido reformado y ya no existe: así lo afirma, con autoridad tradicional, Traditionis custodes. Esta es la continuidad de la doctrina.
----------Toda pastoral posible (referida a los sacramentos de la penitencia, matrimonio, eucaristía, unción) debe configurarse con los ordines reformados, no con los anteriores, que no son mejores sino superados, según lo establecido por el Concilio Vaticano II y su reforma, que no puede considerarse un “golpe de mano” contra la tradición. Todo espacio de trabajo pastoral tiene esta única base ritual.
----------Quien sostenga lo contrario, entonces debería esforzarse por probarlo. Pero téngase presente que quienes lo han intentado en los últimos veinte años, han generado no mayor paz, sino mayor división. El “todos, todos, todos” —lema del pontificado de Francisco— solo es coherente dentro del rito reformado, no del precedente abrogado. Invocar al papa Francisco para respaldar opciones pasadistas es un grave malentendido, que no se puede de ningún modo aprobar, sin convertirnos en irresponsables.
----------Tercero, sobre Hegel, historia y desarrollo orgánico. Se me acusa de “hegelismo”. Hacer justicia a la historia, hacer cuentas con la historia, no viene de Hegel, sino del Concilio Vaticano II. La atención a la historia permite hablar precisamente de “desarrollo orgánico” de la liturgia. Los “signos de los tiempos” son huellas de una conciencia histórica que permite al Evangelio reconocer nuevas realidades y nuevos desafíos.
----------Como señaló por primera vez claramente san Juan XXIII en su última encíclica, la Pacem in terris, ante los signos de los tiempos la Iglesia también tiene siempre algo que aprender. Con la indagación histórica y una mejor reflexión doctrinal, los Padres conciliares, y nosotros con ellos, hemos reconocido los límites de la liturgia tridentina y se ha elaborado su reforma. Esto no es Hegel: es Vaticano II. Refugiarse en la liturgia anterior no combate el modernismo sino que rechaza el Concilio Vaticano II. La lucha contra el modernismo no es una batalla superada, como dicen los modernistas; está claro que debe ser continuada, y hoy más que nunca, pero el pasadismo se equivoca de enemigo cuando combate al Vaticano II como si se tratara de modernismo.
----------Los tres puntos anteriores son aquellos que deseaba refutar; pero añado dos puntos más para ampliar el cuadro. Si bien con lo dicho respondo acabadamente a los tres argumentos de escaso peso con que se me ha criticado, quisiera ahora agregar otras reflexiones que hacen comprender aún más la hondura del problema. Me refiero en primer lugar al tema de los criterios episcopales y la unidad ritual.
----------Pues bien, durante un período que va desde el año 2008 al 2018, aquellos que decían querer “la paz eclesial” o “la paz litúrgica” han usado el “rito precedente” como un criterio de ordenación episcopal (como incluso fue el caso de algunos obispos argentinos). Si un candidato no tenía buena disposición para celebrar con un rito que, de hecho, contesta la reforma, o no era sensible a su difusión, no podía ser propuesto como obispo. Se añadieron preguntas específicas en los cuestionarios de la Congregación para los Obispos. Es evidente cuán “pacificante” resultó la reintroducción de un rito no vigente desde hacía décadas, incluso para orientar —de modo distorsionado— las ordenaciones episcopales.
----------En segundo lugar, quisiera decir algo más sobre la “paz litúrgica”. Muchos actualmente se afanan en hacer presiones sobre el papa León, pidiendo una “pacificación”, que según ellos tendría lugar concediendo de nuevo una cierta libertad de utilizar el Misal de 1962. En realidad el papa León sabe bien que esta petición abriría una nueva guerra, pues reinstalaría el paralelismo de formas mutuamente excluyentes que dividen comunidades, incluso parroquiales. Sólo un trabajo serio sobre la única forma vigente puede generar una verdadera paz, donde todos se reconozcan en sus legítimas diversidades dentro de la única forma común. Como ha escrito de modo impecable el papa Francisco en el n.61 de Desiderio desideravi:
----------“No podemos volver a aquella forma ritual que los Padres conciliares, cum Petro e sub Petro, han sentido la necesidad de reformar, aprobando, bajo la guía del Espíritu y según su conciencia de pastores, los principios de los cuales nació la reforma. Los santos Pontífices Pablo VI y Juan Pablo II aprobando los libros litúrgicos reformados ex decreto Sacrosancti Oecumenici Concilii Vaticani II han garantizado la fidelidad de la reforma al Concilio. Por este motivo he escrito Traditionis Custodes, para que la Iglesia pueda elevar, en la variedad de las lenguas, una sola e idéntica oración capaz de expresar su unidad. Esta unidad, como ya he escrito, entiendo que sea restablecida en toda la Iglesia de Rito Romano.”
----------Quien quiera contestar mi lectura de la “forma extraordinaria” como una invención infeliz, debe desmontar el razonamiento de fondo y afrontar estas palabras del papa Francisco, sin insinuaciones sobre “odio teológico” (se trata sólo de razonamiento y argumentación lineales), sin instrumentalizar la inclusión del Papa para promover un rito excluyente y sin apelar al “hegelismo” como excusa para eludir la historia, el desarrollo orgánico del rito romano y las discontinuidades necesarias que la tradición ha conocido y exigido.
   
El Misal de 1962 a la espera de los principios más altos
   
----------Otro aspecto de la cuestión que aquí tratamos son los “altiora principia” que la vieja modalidad del rito romano no conoce. Este punto es importante para poner en su lugar otros inútiles argumentos que infructuosamente intentan justificar el uso de una forma o modalidad diversa del rito romano respecto a la única lex orandi ecclesiae, como es la reformada después del Concilio Vaticano II.
----------No repetiré aquí todos los detalles del tema, que ya he tratado en otra ocasión. A la vez, hay un elemento que me parece un deber reconocer positivamente en lo que escribe la voz pasadista que me ha criticado. Enhorabuena se renuncia a utilizar la locución “forma extraordinaria” del rito romano, dando a entender que se sabe que esta expresión, que ha sido acuñada ex novo, como un hapax legómenon, por el motu proprio Summorum Pontificum, constituye una construcción teórica forzada e infundada.
----------Vale decir, mi interlocutor reconoce que la circulación del Misal de 1962 ha tenido lógica derogatoria y excepcional. Como tal ha tenido y puede tener, solo en circunstancias particulares, el valor de excepción consentida, pero solo in extremis. No existe ninguna posibilidad de negar que, por la forma ritual y por la referencia eclesial que propone, aquella vieja modalidad del rito romano, aunque siga conservando valor sacro como expresión histórica de la única lex orandi divina, y que por eso será justo estudiar siempre en detalle y conocer bien en ámbito académico (pero claro que no en ámbito litúrgico), constituye sin embargo una contradicción con el aviso, expresado claramente por el Concilio Vaticano II, de que aquella forma del rito romano debía ser modificada, reformada, mejorada y enmendada.
----------Por eso es simplemente retórico afirmar, como hace la voz que me critica, que no se puede pensar que estuviesen contra el Concilio Vaticano II todos los Papas que han consentido el uso del Misal de 1962. No son los Papas los que están contra el Vaticano II, sino que es el rito viejo el que lo está. Pero de esto no se puede cargar la culpa al rito, sino a aquellos que hacen uso de él, con la conciencia de que aquel rito ha sido superado por una forma nueva del rito romano. La forma vieja está ya superada por el desarrollo litúrgico, exactamente como ha sucedido en los primeros siglos, en la edad carolingia, en época gregoriana, después del Concilio de Trento y ahora de nuevo. Muchas veces ha sucedido que de una forma se haya pasado gradualmente a otra, siempre del mismo rito, pero con palabras y acciones diversas.
----------Esa evolución litúrgica histórica es del todo tradicional. Por eso me parece muy sorprendente que mis palabras, que subrayan este hecho tradicional, sean leídas como “asertividad drástica”. Quizá para quien tiende a reconstruir a placer la tradición, incluso las cosas más clásicas se vuelven afirmaciones duras, casi agresivas. La tradición no ha conocido nunca, a nivel universal, la concurrencia entre formas contradictorias del mismo rito. El rito “más viejo” no es más importante, sino menos importante. No se juega a placer con la lengua latina, pretendiendo hacer decir a los antiguos lo que dicen los pasadistas posmodernos.
----------Una última cosa quisiera recordar. Cuando se hace la lista de los Papas que han “concedido” el uso del misal de 1962 (como hace la voz pasadista que me critica), olvidan citar a san Juan XXIII. Alguien dirá: pero cómo, san Juan XXIII ha vivido íntegramente en el uso del vetus ordo, habiendo expirado justamente en el año en que la constitución Sacrosanctum Concilium fue aprobada. Eso es cierto, y es bien sabido. Pero todos los pasadistas olvidan que aquel misal de 1962, que Benedicto XVI con Summorum Pontificum hizo durante algunos años utilizable como “forma extraordinaria” de la celebración eucarística, ha nacido de una reforma querida por san Juan XXIII, pero con una reserva decisiva.
----------Invito a quien aquí me lee a recurrir al motu proprio Rubricarum instructum de 1960 en el cual el papa Juan se plantea la cuestión: ¿qué debo hacer con la herencia del trabajo cumplido por mi predecesor Pío XII para la reforma del misal? El embarazo del Santo Pontífice se debía a la condición “procesual” de la Iglesia en 1960, porque, por un lado, se trabajaba en la preparación de un Concilio Ecuménico, y por el otro, estaban las urgencias de la pastoral, y entre ellas la absoluta necesidad de reforma la modalidad del rito romano.
----------Eran tantas las carencias, lagunas y anacronismos del rito romano preconciliar que no se podía esperar a lo que resolviera el recién convocado Concilio Vaticano II. De tal modo, la decisión tomada por san Juan XXIII fue llevar a cumplimiento una reforma del misal, que, aunque parcial y limitada, sirviese al menos para la experiencia eclesial durante todo el tiempo de elaboración y desarrollo del Concilio. Pensándolo bien, ¿quién habría podido apostar sobre la duración del Concilio? Quizá bromeando el Papa pensaba que un nuevo Concilio podía durar incluso solo algunos meses, pero en la historia hemos visto concilios durar también muchos decenios. Por esto el papa Juan decidió lanzar una “pequeña reforma”, en espera de que el Concilio fijase los “altiora principia” en base a los cuales hacer una verdadera reforma litúrgica.
----------Tenga presente el lector que la expresión “altiora principia” (los principios más altos), es una locución latina que, diversamente del término “antiquior”, no se deja interpretar de modo equívoco. Son los “altiora principia” de los que hablaba en 1960 el papa Juan los que dicen una palabra clara a todos, incluso nos la dicen a nosotros hoy, sesenta y cinco años después, y nos dicen que la reforma sucesiva al Vaticano II no sólo pretende sustituir los ritos precedentes, según tradición, sino que puede encontrar también en el modo en que el misal de 1962 ha sido concebido una confirmación “anticipada” de esta verdad. El misal de 1962 ha nacido provisorio, ha nacido para ser sustituido. La pretensión de encontrar en el rito viejo los principios más altos es un error histórico además de un deslumbramiento teológico.
----------Por esto no digo una nada absurdo cuando repito que las diversas sensibilidades eclesiales, que conozco y que aprecio, no se expresan en ritos diversos, sino en la aplicación diferenciada de la única lex orandi. Y es equivocado decir que yo no tendría “ninguna admiración y ninguna comprensión”. Comprendo y admiro solo a quien no juega en dos mesas. En la única mesa será bello saber admirar y poder comprender formas diferenciadas, ciertamente también muy ricas e intensas, de celebración del único rito romano vigente, sin que nadie quiera o deba huir a la vieja modalidad del rito romano para no querer vérselas con principios más altos.
   
Fr Filemón de la Trinidad
Mendoza, 25 de septiembre de 2025

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