En el caso único de María el concepto de muerte debe adaptarse a su caso. Su muerte, de hecho, no tiene todas las características de la muerte. De aquí la incertidumbre y los contrastes entre mariólogos sobre si María ha muerto o no ha muerto. Que el curso de la vida terrena de María haya tenido un término, esto, en cualquier caso, hace pensar en la muerte. Pero permanece misteriosa la causa de la interrupción del curso de su vida. No puede haber sido un término causado por la corrupción de la naturaleza, sino causado directamente por el mismo Dios. [En la imagen: fragmento de "Asunción de la Virgen", óleo sobre lienzo, s/d, obra de Giovanni-Battista Tiepolo, conservado y expuesto en el Musee des Beaux-Arts Andre Malraux, Le Havre, Francia].
Gratitud a la mujer, gratitud a María
El misterio de la asunción de María al cielo
----------En torno a la vicisitud histórica de María hay un conjunto de creencias, narraciones, hechos y cosas misteriosas que bien se adecúan a la Madre del Señor, la criatura humana que más que ninguna otra está en comunión con el misterio de Cristo y envuelta por el misterio de Dios. Es extraño, por ejemplo, que ninguno de los Evangelistas se haya preocupado por decirnos cuál ha sido el fin de la vida terrena de María.
----------Por el contrario, es bien sabido que aparece prontísimo en los primeros siglos cristianos, a nivel popular, la voz de que María habría sido asunta al cielo, una cosa milagrosa y extraordinariamente grandiosa, privilegio único de la Virgen María, y sin embargo conveniente para la Madre de Dios, una narración popular nacida de la devoción a María, un misterio de salvación que sin embargo pronto encontró crédito entre los fieles. Pero el concepto mismo de asunción al cielo es misterioso y de difícil comprensión. Veremos en este artículo cuáles son las dificultades que presenta, pero también la maravilla de su significado.
----------La asunción al cielo de Nuestra Señora, la Virgen María, aunque no poseamos oficialmente los nombres de los testigos de tal hecho, comenzó a ser anunciada y narrada prontísimo en las comunidades cristianas, como un hecho realmente ocurrido y al mismo tiempo como verdad de fe, convirtiéndose en una certeza común, difundida, gozosa y consoladora, que con los siglos se ha venido reforzando cada vez más, hasta recibir el consenso y el apoyo de los Padres, de los Doctores, de los Santos y de los Papas.
----------Con el cisma de 1054 la doctrina de la Asunción permaneció entre los cismáticos de fe eclesial. En cambio, esta fe se convirtió en verdadera y propia fe divina y católica entre nosotros, los católicos, gracias a su famosa proclamación como dogma de fe hecha por Pío XII en 1950.
----------Abro aquí un brevísimo paréntesis. La certeza y la consideración de esta verdad de la Asunción de Nuestra Señora al cielo, es muy inferior entre los ortodoxos orientales respecto a la que tenemos nosotros los católicos. Esto ha perjudicado a su espiritualidad, que se ha estancado en un cierto misoginismo que nosotros los católicos hemos superado. Basta pensar en el Monte Athos, que prohíbe el acceso a las mujeres. Una realidad de este tipo para nosotros los católicos sería inconcebible. Tengamos en cuenta que mantener a las mujeres alejadas conlleva la pérdida de contacto con familias y niños. ¡Qué diferencia con la tradición monástica latina, que en los siglos ha dado origen a una infinidad de núcleos urbanos!
----------Es verdad, sin embargo, que ya desde entonces comenzó el uso de ese razonamiento en mariología, por el cual, partiendo de verdades reveladas sobre María, se decía: si María ha sido así, ciertamente tiene que haber sido también así, aunque no se tuvieran en mano las pruebas documentadas de que las cosas habían sucedido efectivamente así. Esta manera de razonar, si se usa con moderación, amplía ciertamente nuestro conocimiento del misterio de María y hace crecer en nosotros nuestra devoción por ella.
----------¿Acaso también la asunción es una conclusión de este tipo? Ciertamente en los siglos siguientes este razonamiento fue hecho, pero sobre la base de la convicción precedente de que, en todo caso, María era asumida al cielo. Por ello, estamos obligados a concluir que aquella convicción está fundada en un dato de hecho, un hecho referido o por personas que asistieron al mismo hecho o que fueron bien informadas del hecho por quienes habían asistido al hecho (María Valtorta nos ha dejado la visión que tuvo del tránsito de la Virgen, una descripción que refleja la finura de su alma, aunque se trate de simple revelación privada).
----------Sabemos por la narración del Evangelio que la Santísima Virgen María fue hospedada por san Juan Apóstol en su casa, probablemente en Éfeso (como se sabe, la casa de la Virgen en Éfeso fue encontrada por indicaciones recibidas milagrosamente por Caterina Emmerick). Por tanto, cabe pensar que Juan asistiera al tránsito de la Virgen. Sin embargo, él no nos dice nada en sus escritos.
----------Es ridículo pensar que un buen día María desapareciera repentinamente sin dejar rastro de sí, de modo que el hecho o doctrina de la asunción sería solo una deducción hecha por los fieles para dar una explicación adecuada acerca de cuál podía ser el fin terrenal digno de la Madre de Dios.
----------No obstante, desafortunadamente —y esto es realmente extraño, pero es así— no sabemos quién haya sido ni cómo haya dado primero noticia y haya difundido el conocimiento del hecho de la asunción al cielo, cuya fama pronto se consolidó en las comunidades cristianas, y se difundió hasta tal punto que se convirtió en una convicción sólidamente asentada, de fe. Solamente contamos con el testimonio de Dionisio el Areopagita, discípulo de san Pablo Apóstol, que relata haber estado presente en el tránsito de la Virgen.
----------Yo considero atendible y fiable este testimonio, como ha hecho todo el Medioevo, aunque hoy la mayoría de los estudiosos sostenga que el Corpus dionysianum sería en realidad obra de un monje siríaco del siglo VI. En cualquier caso, es un hecho que ni la revelación neotestamentaria ni los primeros cristianos hasta el siglo IV hablan de la asunción de María al cielo. La cosa es ciertamente extraña. ¿Un hecho de tal magnitud no debería haber entrado en la predicación de los apóstoles? Y, sin embargo, de él no hay ninguna huella ni en los Hechos de los Apóstoles ni en la predicación oficial de la Iglesia primitiva. Y, sin embargo, esta fe tan tenaz desafió siglos y milenios hasta ser consagrada como dogma de fe por Pío XII en 1950.
----------¿Qué importancia o interés tiene la asunción de María para nuestra salvación? Constituye un motivo de júbilo, de estímulo, de consuelo y de esperanza para nuestra salvación y resurrección gloriosa. El saber que María ha sido salvada y glorificada de manera tan maravillosa, y al mismo tiempo saberla nuestra abogada e intermediaria, bajo Cristo ante el Padre en el Espíritu Santo, para nuestra salvación, es motivo que robustece nuestra fe y nuestra gratitud a Dios, nuestra voluntad de hacernos santos y de responder plenamente a la voluntad de Dios, de estar totalmente a su servicio para su gloria y la salvación de los hermanos.
----------El dogma de la Asunta presenta una particular dificultad, que consiste en la obligación que nos viene hecha de imaginar y representar ese cuerpo femenino, del cual la castidad nos ordena, en determinadas circunstancias, desviar la mirada. Pero el dogma, en cambio, nos concede la gracia de contemplarlo con pureza de corazón. Por otra parte, este dogma es motivo de orgullo para la mujer, que no debe avergonzarse de su cuerpo; ocultarlo sí, pero solo para impedir la concupiscencia masculina. En cambio, a la luz del edén y en la gracia de Cristo puede mostrarlo como signo y expresión de su espiritualidad.
----------El misterio de la Asunta es rico de enseñanzas que nos ayudan a obrar la conciliación entre elementos, principios, inclinaciones y factores que en la vida presente se encuentran en conflicto entre sí, provocándonos vergüenza, sentimientos de culpa remordimientos, irritación, disgusto y sufrimiento (hasta hacer estallar en un grito a san Pablo Apóstol: "¿quién me librará de este cuerpo destinado a la muerte?", Rm 7,24), estimulándonos a la impiedad y a la blasfemia y sin saber cómo conciliar.
----------En efecto, María Santísima, con el perfectísimo equilibrio de su persona, con la perfecta conciliación en ella se da de la carne y del espíritu, del sentido y del intelecto, del instinto y de la voluntad, de la desnudez y del atuendo, de la fruición y de la renuncia, de la relación del varón con la mujer, nos muestra con la maravilla de su asunción al cielo cuál es la conciliación entre el estado edénico, el actual estado de naturaleza caída y redimida, y el futuro estado de naturaleza resucitada y gloriosa.
----------En la vida presente, por cierto, no sabemos cómo conciliar el espíritu con la carne, el placer físico con el placer espiritual, la desnudez con el atruendo, el varón con la mujer. La meditación y la imitación del misterio de la Asunta nos iluminan sobre el significado de estos valores, y nos muestran cómo armonizarlos, cómo ponerlos de acuerdo, en esa síntesis que corresponde a la voluntad divina originaria, redentora y escatológica para la unidad interior y exterior de nuestra personalidad hecha de espíritu y de cuerpo, para la concordia de la sociedad hecha de varones y de mujeres y para nuestra comunión con Dios creador, redentor, salvador y glorificador de nuestra alma y de nuestro cuerpo.
----------Además, el dogma de la asunción desmiente la antigua convicción pagana —presente también en el hagiógrafo de la Biblia— según la cual el cuerpo femenino es un cuerpo masculino defectuoso, de modo que, puesto que en la resurrección gloriosa no habrá defectos, la mujer debe convertirse en varón. Por el contrario, el dogma muestra claramente que el cuerpo femenino posee perfecciones, por ejemplo las mamas, que el varón no tiene. Nuestra Señora en el cielo es más que nunca mujer, incluso mejor de lo que lo ha sido en la tierra.
----------Además, la igual dignidad y mutua reciprocidad del cuerpo masculino y femenino enseñadas por el dogma ya habían sido enseñadas por los avances de la biología, que en el siglo XIX descubrió en el óvulo femenino la contribución esencial propia de la mujer a la constitución ontológica del hijo. En precedencia, de hecho, ignorando dicha contribución, se creía que en la generación el individuo entero procedía del varón, mientras que el útero femenino se limitaba a desempeñar la función meramente pasiva de un vaso que fuera llenado por aquello que procedía del varón, es decir el individuo entero que se pensaba ya todo implícita y microscópicamente presente en el semen masculino.
----------Por otra parte, el hecho del dominio del varón sobre la mujer, y por tanto la tesis de la inferioridad de la mujer, eran considerados cosas naturales y no se había prestado atención al hecho de que en realidad son consecuencias del pecado (Gn 3,16) y no fueron en absoluto queridas por Dios en el plan originario de la creación, que en cambio preveía la unión de tal modo que se formara una sola carne.
El viviente mortal y el viviente inmortal
----------Para saber si María ha dejado este mundo muriendo o de otro modo, debemos recordar qué cosa es la muerte. Ella es la cesación o la pérdida de la vida en la sustancia material viviente, compuesta de alma y cuerpo, planta, animal y hombre. Es el momento en el cual el cuerpo, corrompido o por un motivo traumático o por enfermedad o por vejez, ya no es animable ni gobernable por el alma, por lo cual ésta cesa de informarlo y de animarlo, por lo cual el cuerpo se disgrega, se desorganiza, se descompone, se disuelve en sus elementos químicos que lo componían y lo organizaban.
----------Al arribarse al momento de su muerte el viviente pierde su existencia, ya que para el viviente el existir coincidía con su vivir, por lo cual de un difunto decimos que ya no está, ya no existe, aun cuando su alma continúa viviendo sin el cuerpo. Pero el alma no es el hombre o la persona; es sólo una parte de la persona. Permanecen eventualmente el cadáver o, en todo caso, en el caso de que el cuerpo haya sido desmembrado o despedazado, permanecen las partes de su cuerpo o, en el límite, quedan algunas reliquias o los componentes químicos de su cuerpo, aquella materia que la Biblia llama "polvo".
----------La cuestión de la muerte concierne evidentemente a los vivientes, ya que la muerte es el fin de la vida. No es la simple ausencia de vida. Es verdadero que una piedra o un átomo no vive, pero no decimos que esté muerto, porque no ha perdido la vida: no la posee por esencia. La vida está allí donde en la sustancia material está el alma: en las plantas, en los animales y en el hombre. Pero ella existe aún más en los espíritus: en la misma alma espiritual, en los ángeles y en Dios.
----------Sin embargo, la vida y el alma que es su principio en los vivientes infrahumanos es mortal; en cambio, donde está el espíritu la vida es inmortal. En el hombre muere el cuerpo. Pero no el alma. El alma de los vivientes infrahumanos, que no es espiritual, sino materia sutil, surge o se alza de la materia, es mortal y se extingue en el momento de la muerte volviendo a la materia de la cual proviene. Se puede decir que el alma de los entes vivientes infrahumanos es inmaterial, por su sutileza respecto a la materia densa de los no vivientes, pero no es espiritual. Se asemeja al espíritu por su poder de organizar la materia densa, pero ella misma no asciende al nivel del espíritu. El lobo conoce al cordero como cordero, pero no es capaz de formar el concepto de cordero, es decir, de abstraer la esencia universal del cordero singular. La gnoseología de Ockham y de Hume describe el conocimiento animal, no el humano.
----------Propiedad tanto del alma humana como de la infrahumana es la de ser un principio activo, directivo e informante que da vida al cuerpo, lo organiza y hace realizar a la materia actividades que por sí misma no sería capaz de realizar. Hay, sin embargo, una diferencia esencial entre el alma humana y la infrahumana, y es que mientras la primera es espíritu y por tanto inmortal, la segunda no es completamente independiente de la corporeidad, sino que pertenece al mundo de los cuerpos, aunque se asemeje al espíritu en la actividad vital. Por eso ella tiene una existencia limitada en el tiempo, mientras que el alma humana, aunque ejerza una actividad vivificante limitada en el tiempo, perdura para siempre.
----------Por tanto, lo espiritual es inmaterial; pero no siempre lo inmaterial es espiritual. Y esto porque la realidad creada está dividida en dos clases de entes: los cuerpos, hechos de materia y forma, y los espíritus, que son puras formas, los ángeles. En medio está el hombre, que está compuesto de espíritu y cuerpo. Y esta división de entes es también dogma de fe definido por el Concilio Lateranense IV de 1215 (Denz. 800).
----------Los vivientes materiales, a excepción del hombre, parecerían ser una tercera categoría entre los cuerpos y los espíritus, por lo que lo inmaterial parecería interponerse entre lo material y lo espiritual. En cambio, aunque lo inmaterial parezca tener afinidad con el espíritu, debe ser remitido a lo material, es decir, a lo corpóreo. Es, sin embargo, un corpóreo sutil que domina lo corpóreo denso.
----------Aquí tenemos la sustancia compuesta, mientras que el espíritu es sustancia simple. Ahora bien, siendo la muerte descomposición de lo compuesto, he aquí por qué las almas infrahumanas son mortales, mientras que el alma humana es inmortal. Sin embargo, el hombre muere porque una parte de su ser es material.
----------El alma humana es inmortal; la de los animales y de las plantas es mortal. ¿Qué significa esta tesis? Es una tesis filosóficamente demostrable, pero también es dogma de fe definido por el Concilio Lateranense V de 1513. Significa que el alma humana, al momento de la muerte, no sigue, como en los animales y las plantas, el destino del cuerpo que se disuelve, sino que mantiene intacto su ser, sobrevive a la muerte del cuerpo y continúa existiendo o subsistiendo para siempre por sí misma, por el momento separada e independientemente del cuerpo que se ha disuelto, pero, como enseña el Concilio Lateranense IV de 1215, a la espera de retomar su propio cuerpo en la Parusía de Cristo.
----------Así, de hecho, se expresa el Concilio Lateranense IV: "Cristo vendrá al fin del mundo para juzgar a los vivos y a los muertos y para dar a cada uno según sus obras, tanto a los réprobos como a los elegidos, los cuales todos resucitarán con ese mismo cuerpo que tienen ahora" (Denz. 801).
----------Por tanto, las almas de los difuntos, estén en el paraíso o en el infierno o en el purgatorio, están en espera de retomar su propio cuerpo al fin del mundo. De aquí vemos cómo la tesis de Rahner según la cual todos en el momento de la muerte somos asuntos al cielo como la Virgen María es absurda y herética. Absurda, pues, si la asunción al cielo en alma y cuerpo ocurre inmediatamente tras la muerte, ¿qué hace el cadáver en el sepulcro y qué sentido tiene el culto de los muertos? Herética, porque la asunción de María es un privilegio único de Nuestra Señora. Si fuera suerte común, ¿qué necesidad había de definir un dogma expresamente para María? Y, además de esto, ¿qué es del purgatorio, que es un período de purificación y de expiación del alma en espera de subir al paraíso?
----------En el caso único de María el concepto de muerte debe adaptarse a su caso. Su muerte, de hecho, no tiene todas las características de la muerte. De aquí la incertidumbre y los contrastes entre mariólogos sobre si María ha muerto o no ha muerto. Por esto algunos prefieren hablar de dormición en lugar de muerte. Pero tampoco este término parece adecuado, porque dormir supone un cierto período de tiempo en el que se duerme. En cambio María pasó directamente de esta vida al paraíso sin un intervalo de tiempo, sino en un instante. Su corazón no dejó de latir, sino que se transfiguró en el corazón del cuerpo glorioso.
----------Que el curso de la vida terrena de María haya tenido un término, esto, en cualquier caso, hace pensar en la muerte. Por lo demás, ¿podría haber vivido para siempre aquí abajo? Por tanto María, por voluntad de Dios, ha asumido bajo este punto de vista las consecuencias del pecado, aunque inmaculada. Pero permanece misteriosa la causa de la interrupción del curso de su vida. No puede haber sido un término causado por la corrupción de la naturaleza, sino causado directamente por el mismo Dios.
----------Asimismo no podemos imaginarnos a la Santísima Virgen María morir en la decadencia de la vejez. Nada excluía que ella pudiera morir por una causa traumática, como le sucedió a nuestro Señor Jesucristo. No sabemos a qué edad murió. La encontramos en el cenáculo con los apóstoles el día de Pentecostés y ciertamente debía tener una edad avanzada. No sabemos, sin embargo, a qué edad. No conviene pensar que haya conocido la decadencia de la vejez.
----------María ha sufrido algo similar a la muerte, pero al mismo tiempo algo más cercano a la vida. No hubo una separación del alma del cuerpo. El alma ha permanecido unida al cuerpo, pero ha habido solo un cambio instantáneo de condición espiritual: el pasaje del ejercicio de la fe a la visión beatífica. Lo que comúnmente ocurre a cada persona que muere en gracia, es decir, la adquisición de la visión por parte del alma separada, el alma de María lo ha adquirido continuando a animar el cuerpo. Dios le ahorró la corrupción física que conduce a la muerte así como los sufrimientos que ordinariamente preceden a este evento.
----------Un misterio es también el vestido con el que María estaba revestida al momento del tránsito (particularmente conmovedora es la reliquia del cinturón que María dejó al apóstol Tomás y que se conserva en la catedral de Prato). ¿Qué ha sido luego en el cielo de aquel vestido? ¿Es posible que haya subido al cielo con ese vestido? ¿O habrá asumido una nueva vestidura? Por otra parte, no podemos imaginarnos a María sin ningún vestido, aunque el atuendo esté ligado a la naturaleza caída.
----------La vestidura, como nos dice san Pablo Apóstol, es también símbolo de la gracia. En tal sentido resulta espontáneo pensar en María revestida de Cristo, como se expresa san Pablo.
----------Existe una bella tradición pictórica, piénsese por ejemplo en Tiziano, que nos muestra a María subir al cielo envuelta en espléndidas vestiduras. Pero está claro que aquí no logramos salir de esta representación. Lo que efectivamente ha sucedido con María, para nosotros es un misterio, porque es ridículo imaginar a un bienaventurado en el cielo con el mismo vestido que usaba aquí en la tierra. Por otra parte, el vestido nació como protección contra la concupiscencia consecuente al pecado original. Pero ¿qué sucede cuando la existencia es la de la inocencia edénica?
Estimado Fr. Filemón de la Trinidad,
ResponderEliminarhe leído con verdadero agrado el primer artículo de su serie sobre el Tránsito de la Virgen María en linumfumigans.blogspot.com. Su exposición conjuga admirablemente la riqueza patrística del tema con la delicadeza devocional que requiere un misterio tan entrañable. La claridad de sus referencias y la armonía de su prosa invitan tanto al estudio riguroso como a la contemplación reverente.
Le doy las gracias por este valioso aporte al acervo mariano de la red. Espero con interés las próximas entregas y ruego a Nuestra Señora que bendiga su labor de difusión y meditación.
Atentamente,
Domna Mencía
Estimada Domna Mencía,
Eliminaragradezco de corazón sus generosas palabras y su aprecio por esta humilde labor. Que la Santísima Virgen nos alcance a ambos la gracia de vivir siempre más unidos a su Hijo, y que Ella bendiga abundantemente sus intenciones.
Padre Filemón… gracias por traer estas páginas sobre la Virgen justo en estos días… antes de la Asunción… no todos saben preparar el corazón como se prepara la mesa… sin ruido… sin apuro… con lo que hay y con lo que falta… que la Señora le guarde bajo la sombra de su manto…
ResponderEliminarEstimada Rosa Luisa,
Eliminargracias por tan bella imagen y por su cercanía espiritual en estos días. Que la Señora le siga guardando y conduciendo suavemente hacia su Hijo, en el silencio fecundo de su manto.
Dignas de señalarse con las Revelaciones Celestiales de Santa Brígida que especifican el desprendimiento alma-cuerpo antes de la asunción (cap.21): "Entonces, como verdaderamente creemos que por la justicia de Dios todos los cuerpos humanos deben resucitar en el último día, para recibir con sus almas la recompensa según lo demandan sus obras (por el hecho de que, como el alma de cada uno, mediante el empleo de la voluntad había sido la iniciadora de todas las obras, así también el cuerpo unido al alma las había cumplido materialmente), por lo tanto debe creerse sin duda que, como el cuerpo del Hijo de Dios, que no pecó, resucitó de la muerte y al mismo tiempo fue glorificado con la divinidad, así también el cuerpo de su digna madre, que nunca cometió pecado, algunos días después de su entierro, por virtud y poder de Dios, fue asunto al cielo junto con su santísima alma, y glorificado junto con ella con todo honor"
ResponderEliminarAlgo similar también la beata Emmerick que en sus visiones sitúa el lugar del tránsito en Éfeso, pero el testimonio de santa Brígida, a mi parecer, es superior.
Estimado Anónimo,
Eliminaryo diría que la interpretación que hace santa Brígida de la asunción de María al cielo no corresponde a la fórmula del dogma de Pío XII:
https://www.vatican.va/content/pius-xii/la/apost_constitutions/documents/hf_p-xii_apc_19501101_munificentissimus-deus.html
En efecto, santa Brígida habla de una permanencia de la Virgen durante algunos días en el sepulcro. ¿Qué es que viene puesto en el sepulcro? No ciertamente una persona viva, en la cual el alma está unida al cuerpo, sino que se pone en el sepulcro un cuerpo que ha sido abandonado por el alma.
Ahora bien, Pío XII dice que María ha sido asunta al cielo al final del curso de su vida terrena. Esto quiere decir que entre el momento correspondiente a este término del curso y la asunción no ha habido ningún periodo de tiempo. Por consiguiente, María ha muerto sólo en cuanto ha terminado este curso, pero en este evento en María no ha jugado absolutamente ningún tipo de corrupción ni antes del término ni después. Por tanto, el alma de María no se ha separado de su cuerpo.
En efecto, esto habría ocurrido si el instante del término hubiera sido precedido por un proceso de corrupción. De hecho, la separación del alma del cuerpo ocurre en todos nosotros a causa de un precedente proceso de corrupción, que es de tal gravedad, por lo cual el alma abandona el cuerpo. Además, inmediatamente después de esta separación continúa un proceso de corrupción.
Ahora bien, el cuerpo de María nunca ha conocido ninguna corrupción y por lo tanto no se puede decir que en ella el alma se haya separado del cuerpo y por lo tanto, al no haber habido en ella ni corrupción ni separación del alma del cuerpo, en este sentido no se puede decir que haya muerto y por lo tanto no se puede aceptar la tesis según la cual ella fue depositada en el sepulcro.
Queriendo intentar reconstruir el episodio de la asunción, podríamos imaginar, como por lo demás nos sugiere una piadosa tradición, que María haya previsto el momento de la asunción, por lo cual es posible que ella haya advertido a los Apóstoles, de tal manera que ellos pudieron asistir a este prodigio único en toda la historia de la humanidad. Ella, por lo tanto, se preparó para este evento de tal manera que cuando ocurrió estaba dispuesta para recibir de Dios esta gracia especialísima, que es uno de los privilegios propios de Nuestra Señora.
Es posible que el momento de la asunción haya sido precedido por un breve intervalo de tiempo en el cual María ha dormido en un sueño místico. Habrá que decir además que el momento en que fue asunta debe haber sido un hecho que los mismos Apóstoles no fueron capaces de describir por la maravillosa trascendencia de este fenómeno sobrenatural.
Creo firmemente que María Santísima ha conocido la muerte y que Su Hijo vino a llevarla consigo al cielo donde Dios Trino ¡la ha coronado Reina del cielo y de la tierra!
ResponderEliminarEstimado José,
Eliminarel único aspecto de la muerte, que nosotros podemos admitir en María, es aquel que entra en la fórmula del dogma y es que María ha terminado el curso de su vida terrena. Por todo lo demás no podemos admitir en María el carácter de la muerte. En efecto, la muerte implica la separación del alma del cuerpo, como le ha sucedido a Jesús. En este caso hay que admitir un intervalo de tiempo entre la separación del alma del cuerpo y la resurrección del cuerpo. Por eso no podemos hablar de resurrección a propósito de Nuestra Señora, sino que tenemos el hecho único de la asunción, la cual no implica la separación del alma del cuerpo, sino el cambio de la condición terrenal a la condición celestial, por lo que el alma de María permanece unida al cuerpo.
En segundo lugar hay que considerar que, tan pronto como el alma abandona el cuerpo, el cadáver comienza a corromperse, como le sucedió al mismo Jesús. Ahora bien, el cuerpo de María, en virtud de su inmaculación, gozaba de la misma perfección del cuerpo humano del estado edénico; más aún podemos añadir que, estando llena de gracia, pudo pregustar la condición escatológica hasta esta vida.
Es indiscutible que María está muerta.
ResponderEliminarEstimado Jorge,
Eliminarel término "muerte" representa una síntesis de elementos según los cuales, si esta síntesis no es completa, no se puede hablar de muerte en sentido pleno. Fundamentalmente la muerte comporta dos cosas: el cese de la duración de la vida terrena y la separación del alma del cuerpo, por lo cual desde el primer instante de esta separación comienza el proceso de corrupción, de descomposición y de disolución del cadáver. Ahora bien, del dogma resulta que "la Virgen María, ha completado el curso de su vida terrena". En este mismo instante, sin intervalos de tiempo "fue asunta a la gloria celestial en alma y cuerpo". Esto quiere decir que en María, no habiendo habido ningún intervalo de tiempo entre la cesación y la asunción, no ha iniciado en su cuerpo el más mínimo proceso de corrupción. En este sentido ella no está muerta, ya que la muerte conlleva la mencionada corrupción. Su alma, por lo tanto, no ha abandonado el cuerpo, sino solo la condición terrenal, y de esta condición ha pasado a la condición celestial. Considerando estas cosas, tampoco parece adecuada la teoría oriental de la dormición (uspensky), por el hecho de que dormir implica una duración temporal, mientras que, según el dogma, María, terminado el curso de su vida terrena, ha ascendido inmediatamente al cielo, sin ningún intervalo de tiempo intermedio.
Muerte en sentido pleno, como la de Jesús.
EliminarEl padre Angel Bellon dice lo mismo.
EliminarDice lo mismo san Juan Pablo II: "Al pasar por la suerte común de los hombres, Ella es capaz de ejercer con más eficacia su maternidad espiritual hacia aquellos que llegan a la hora suprema de la vida".
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