Frente a las previsiones más o menos ciertas de catástrofes humanas y naturales para los próximos años o décadas, incluso con el peligro latente de una guerra nuclear planetaria que conduciría prácticamente a la extinción de la vida humana en la tierra, ¿cuál debe ser la mirada que brota de nuestra fe cristiana? ¿Hemos aprendido o no de lo sucedido en la reciente pandemia del Covid-19? ¿Acaso volveremos a repetir los mismos errores de hace un lustro atrás? [En la imagen: fragmento de "Pasarse de la raya", óleo sobre lienzo, obra de Alfred Bastien, conservado y expuesto por el Canadian War Museum, Ottawa, Canadá].
Prospectivas preocupantes que reclaman reflexión
----------No se trata de pronósticos brotados de pesimismo, sino de previsiones con algún grado de certeza. Por un lado, la posibilidad de una tercera guerra mundial no necesita ser argumentada, basta con informarse de las evidencias que hoy nos llegan de la situación en Medio Oriente, en Ucrania y en otras regiones del planeta. Por otro lado, la prospectiva de una nueva pandemia no es mera especulación alarmista, pues la OMS ha advertido que la humanidad debe prepararse para nuevas pandemias, incluso con potencial más letal que la del COVID-19. Aunque no se puede predecir con certeza qué patógeno será el próximo, se considera inevitable que surjan nuevos brotes debido a factores como la globalización, el cambio climático, la urbanización descontrolada y la interacción creciente entre seres humanos y fauna silvestre. En tal sentido se prevé la explosión de una nueva pandemia en algún momento de un plazo máximo de treinta años.
----------Sea cual sea el grado de certeza de tales prospectivas y de su cumplimiento a corto, mediano o largo plazo, lo que aquí me interesa es reflexionar acerca de la mirada cristiana de la actual situación, en la que existen pruebas más que suficientes de la frágil paz internacional, ya acosada por focos bélicos en muchos países, de la debilidad de la seguridad sanitaria, más que demostrada en la reciente pandemia de hace apenas un lustro, de la injusticia que clama al cielo entre minorías escandalosamente ricas frente a masas inconmensurables de pobres necesitados de lo más básico y esencial a la dignidad humana, y de la actual plaga de malos gobiernos en demasiados países, gobiernos con perfiles nazi-fascistas y obviamente nada democráticos. Una vez más, pero más acuciante que nunca, surge la pregunta: ¿Qué nos dice Dios a través de estos indudables signos de nuestro tiempo? ¿Qué es lo que ellos están significando a la mirada del fiel cristiano?
El creyente y la noción de castigo divino
----------La mirada cristiana hacia calamidades como las guerras, pandemias, terremotos, maremotos, sequías, inundaciones, hambrunas, pobreza, escandalosa distribución de los bienes de la tierra, malos gobiernos y desgracias similares, está vinculada indisolublemente a la noción de castigo divino.
----------En efecto, el concepto de castigo es una de las nociones fundamentales de la Sagrada Escritura, y son incontables los pasajes en los que en la Biblia se habla de castigo divino. Pero el problema consiste en tener claro qué es lo que la Escritura entiende por castigo divino.
----------Pues bien, por castigo divino, la Biblia entiende un acto de un Dios que es bueno, un Dios que es el Sumo Bien, y ya esta aserción es paradojal, pero es así tal como la he expresado, ella es lo que es. El castigo divino es un acto de amor, asociado a la misericordia, y éste es precisamente el concepto bíblico de castigo, concepto ciertamente contrapuesto al concepto corriente, según el cual el castigo es el acto de una persona que obra con maldad hacia nosotros. Pero esta noción usual no es el concepto bíblico.
----------Por otra parte, el castigo para la Biblia es la consecuencia del pecado, y ello es fundamental, y por eso es un reclamo o llamado de parte de Dios. Vale decir, el castigo tiene un valor correctivo. De modo que debemos estar atentos al hablar de castigo, y lo primero que debemos afirmar es que el castigo divino es el castigo de un pecado (por ende supone el pecado), y el castigo divino tiene una función pedagógica, en el sentido de que está orientado a que advirtamos que estamos viviendo en desacuerdo con el Señor; por eso el Señor nos avisa, y hace esto de muchas formas, también a través de las desventuras. ¿Y de qué nos avisa? De modo general, nos avisa que debemos convertirnos, que debemos pensar sobre nuestro modo de vivir, que debemos hacer un examen de conciencia. Todo esto implica el concepto bíblico del castigo.
----------Claro que también existe el castigo infernal, que es puramente aflictivo. Pero en el sentido bíblico fundamental y primario, el castigo es un reclamo paterno para que nos corrijamos. Y por supuesto, es doloroso, porque está ligado a la consecuencia del pecado. Por ende, negar el hecho del castigo divino significa no reconocer el pecado, y por eso es peligrosísimo no reconocer el castigo, pues en la práctica significa transformar el mal en bien, pues la esencia misma del pecado es la de ser un acto castigado o castigable; y entonces es importantísimo tener claro este concepto, no solo en el sentido bíblico, sino natural, en su fundamento en la religión natural, pues el concepto de castigo está presente en todas las religiones.
----------Durante la pasada pandemia de los años 2020-2021, sin embargo, debió lamentarse el que esta temática estuviera ausente también de la predicación en la Iglesia. Incluso el papa Francisco mostró imprudencia pastoral al respecto, pues recién después de varios meses de pandemia llegó a manifestar que Dios con ese sufrimiento ponía "a prueba" al pueblo fiel. Y otros vértices de la jerarquía fueron más allá del mero silencio sobre el castigo divino, llegando a ser explícitos en la negación de la cualidad de prueba o de castigo de Dios respecto al sufrimiento que se estaba viviendo. Un ejemplo notorio fue el del entonces predicador pontificio padre Raniero Cantalamessa (más tarde elevado a Cardenal).
----------Recuerdo que en aquellos años publiqué varios artículos de crítica a la predicación del hoy cardenal Cantalamessa, con argumentos cuyos detalles aquí no repetiré, y remito al lector interesado a los artículos ya publicados. En ellos hice un examen crítico de su discurso, en el que me he encontrado de acuerdo en algunos puntos y en otros he disentido, por no encontrar esta clara conciencia de que el castigo divino es una consecuencia lógica del pecado. Porque, como he dicho, en la definición misma de pecado existe el castigo, de lo contrario no es pecado. De esta lógica no podemos escaparnos, porque el concepto de castigo es ése, y ya está presente en la región natural. El castigo entra en la definición misma de pecado, por lo cual, si negamos el castigo, negamos el pecado, y si no hay pecado entonces no hay ley, no hay observancia de la voluntad de Dios. Por consiguiente, es evidente que la cuestión es sumamente seria.
----------El punto fundamental sobre el cual hago mi observación crítica al padre Cantalamessa es exactamente éste: que en su discurso no aparece absolutamente este aspecto de peligrosidad del pecado; y esto es de sumo riesgo para la vida del fiel cristiano. ¿Cuál riesgo? El de devaluar el pecado y, en consecuencia, el de minimizar el concepto del castigo divino. Es como decir que no damos ninguna importancia al hecho de que beber un veneno hace morir. Si nos convencemos de que el veneno no nos hace morir, entonces bebemos el veneno. Por consiguiente, es peligrosísimo no clarificar este concepto fundamental, no sólo de la Biblia, sino de la misma ética natural, pues todas las religiones tienen el concepto del castigo divino.
El buenismo
----------Otra visión es la de los buenistas, quienes dicen que Dios, en cuanto infinitamente bueno, no castiga. Los buenistas comienzan diciendo algo cierto: Dios no quiere el sufrimiento. Pero esto hay que entenderlo bien. Dios de por sí no quiere el sufrimiento, o sea el mal de pena. Sin embargo, cuando se verifican ciertas condiciones, Dios quiere el sufrimiento por un fin bueno, o más bien por dos finalidades.
----------Primera finalidad, que es fundamental: la cruz de Cristo, es decir, el sufrimiento de Cristo. Y es aquí que el padre Cantalamessa, ha sido demasiado débil en su discurso de hace un lustro. Mientras que nosotros podemos decirlo tranquilamente, sin ningún temor a equivocarnos: Dios Padre ha querido el sacrificio de su Hijo. Algunos preguntan: ¿cómo es que el Padre ha querido la muerte de su Hijo, Jesucristo? No. Esto hay que entenderlo bien, ¡sólo eso nos faltaría: un Padre que quiera la muerte del Hijo! No. El Padre ha querido el sacrificio de Jesucristo, Verbo encarnado, para glorificarlo, para nuestra salvación.
----------Solo que, ya que el sacrificio de Cristo ha implicado la muerte, entonces podemos decir que el Padre ha querido indirectamente la muerte de su Hijo, pero no la muerte como tal (pues esto sería una blasfemia) sino como un acto de amor. Tanto es cierto esto que Jesús, frente al Padre, siente en el Huerto de los Olivos toda la angustia de tener que renunciar a la vida, porque Jesús es un hombre normal y en cuanto hombre normal se retrae ante el sufrimiento, pero prevalece su amor, prevalece su obediencia al plan del Padre. Esto es fundamental en el dogma cristiano, y está ligado al misterio de la redención.
----------Segunda finalidad: Dios Padre no quiere el sufrimiento como tal, pero verificándose la condición del pecado, es decir, existiendo el pecado y queriendo salvar a la humanidad del pecado con el sacrificio de Cristo, en este sentido indirectamente ha querido el sufrimiento de Cristo. Si no hubiese existido el pecado, Dios no habría querido el sufrimiento, el cual existe para remediar el pecado y liberarnos del sufrimiento. Esta es la paradoja cristiana: el hecho de que el cristiano ama el sufrimiento en unión con Cristo, pero no ama al sufrimiento por sí mismo, sino para liberarse del pecado y para liberarse del sufrimiento. Es importante entenderlo, pues el cristiano no es un masoquista, ¡eso nos faltaría!
----------Pues bien, el buenismo es un aspecto del modernismo, del cual hablaba ya en 1966 Maritain en Le Paysan de la Garonne, indicando que el modernismo actual es más dañino y peligroso que el modernismo de los tiempos de Pio X. ¿Y qué es el modernismo? Lo dice ya la palabra: es la idolatría de la modernidad. Ciertamente el Concilio Vaticano II ha querido realizar una recuperación de los valores modernos, pero no se ha arrodillado frente a la modernidad como si ella fuera un ídolo, sino que el Concilio propone un mirada crítica hacia la modernidad, tal como lo dice san Pablo: "Probadlo todo, y quedaos con lo bueno" (1 Ts 5,21).
----------Entonces, dentro del modernismo, que tiene diversidad de modalidades y diversos grados de gravedad, existe el buenismo. ¿Y qué es el buenismo? El buenismo se vincula con el problema de los castigos, porque nosotros sabemos que hay castigos divinos y castigos humanos. Y este es un aspecto que todavía no hemos mencionado. Pero es de nuestra experiencia que un buen padre de familia, que cuida verdaderamente de sus hijos, de vez en cuando no puede evitar ser severo, en mayor o menor medida. Entonces, ¿qué es el buenismo? El buenismo es una falsa interpretación de la famosa frase de san Juan XXIII, al inicio del Concilio, cuando el Santo Pontífice dijo que hoy la Iglesia prefiere usar la misericordia a la severidad. Pero Juan XXIII no dijo en absoluto que se debe usar sólo la misericordia. Los modernistas se han aprovechado de esto para exagerar el empleo de la misericordia y para minimizar la severidad.
----------Ahora bien, se debe recordar que misericordia y severidad son dos virtudes. Y así como en una dieta alimentaria hay ingredientes que deben ser dosificados, así también el sabio pastor, el guía de las almas, al procurar el bien de las almas, debe saber dosificar estas sustancias, que son como medicinas, según la situación de las personas. Por lo cual, en ciertos casos, se necesita la misericordia y en otros casos se necesita un poco de severidad. Pero el modernismo sólo quiere misericordia y nada de severidad. Y esta actitud ha causado grandes problemas, tanto ignorando la justicia como exagerando la misericordia.
----------El ignorar la justicia es muy problemático, porque significa ser injustos, lo que es gravísimo. Y también el modernismo causa mucho daño exagerando la misericordia, que permite a los malhechores hacer de las suyas. Porque si, al fin de cuentas, Dios me perdona, entonces no importa y no hay problema por ejemplo en despedir a mis obreros, pues al fin y al cabo no tendré castigo divino.
----------En conclusión, eliminar el mal producido por el buenismo, implica solucionar el problema de cómo unir la misericordia a la justicia. Para ello el modelo supremo es Dios, pero, claramente, hay también un compromiso humano, que empeña también a las fuerzas políticas, empeña a la magistratura, empeña a las fuerzas del orden, etc. Pero en lugar de este compromiso con la justicia, se ha venido difundiendo este buenismo ligado a un cierto pacifismo, por el cual, al fin de cuentas y en definitiva, sacan provecho de esto los prepotentes, mientras quedan en el medio los pobres, que son los que no se pueden defender.
Insuficiencias en la pastoral
----------Teniendo en cuenta lo sucedido en la anterior pandemia del Covid-19, a mi modesto parecer, una cierta línea pastoral que se ha difundido en la Iglesia, se ha mostrado insuficiente. Se ha insistido mucho en la solidaridad, en la lucha contra la sufrimiento, lucha que es por supuesto una cosa sacrosanta, pero no olvidemos que esta es una actitud humana más que comprensible; pero la característica del cristianismo o la paradoja del cristianismo, es realmente una contradicción. El cristiano tiene al mismo tiempo odio y amor por la sufrimiento. Esto es fundamental para entender la ética cristiana, la paradoja cristiana.
----------Por un lado el cristiano odia la sufrimiento, porque va contra la naturaleza, como Jesús mismo, quien sudó sangre antes de la cruz, pues durante su vida terrena ha sido un hombre muy normal. Pero, como ya lo he dicho existe también un amor cristiano por el sufrimiento. Esta es la sabiduría cristiana, la característica del cristiano. Si no, el cristiano se limita a vivir a un nivel puramente humano, ciertamente bueno, pero que no es la sal del cristianismo, que es la capacidad maravillosa -por decirlo así- de reciclar los sufrimientos que nos manda el Señor. Es decir, entender que estos sufrimientos no nacen quien sabe de dónde, de la diosa Pachamama, por ejemplo. No. Vienen de un Padre, como ya se ha dicho.
----------Pero lo indudablemente grave es también que durante la anterior pandemia ha habido una crítica a esta doctrina que aquí estoy exponiendo, y esto es verdaderamente muy malo, porque es una crítica contra la sabiduría cristiana, sabiduría que da consuelo, da paz, hace entender lo que está sucediendo, nos lleva a ver la voluntad de Dios también en la desgracia. Donde cualquier hombre es tentado a la desesperación, a la blasfemia y al fatalismo, el fiel cristiano cuenta en cambio con esta sabiduría que sabe utilizar un hecho que, claramente por sí mismo va contra la naturaleza, como el sufrimiento; pero esta es la sabiduría cristiana, no hay otra. De lo contrario, ¿para qué sirve el cristianismo? Entonces, la esencia de la sabiduría cristiana es esta capacidad de ver en la prueba al Dios que nos interpela y nos llama a la penitencia. El hecho es que hace cinco años no se entendió que Dios con el Covid-19 llamaba a la humanidad a hacer penitencia.
----------Suele mencionarse a este respecto la actitud pastoral que tuvo un san Carlos Borromeo, pero en realidad todos los santos del pasado han subrayado este hecho, a partir del cual somos impulsados a preguntarnos: ¿Señor, qué he hecho? ¿De cuáles pecados me debo liberar? ¡Esto es lo que ha faltado en la predicación y en la pastoral hace un lustro! Porque está bien rezarle a la Santísima Virgen, está bien, ¡hagámoslo también! Pero luego María ¿qué nos dice? ¡Hijo, pórtate bien! Haz un examen de consciencia. ¡Esto es lo que ha faltado! Y desagrada mucho, porque la pandemia del Covid-19 era una ocasión importantísima, sobre todo durante la Cuaresma del 2020. ¡Y todos los grandes predicadores de la historia de la Iglesia han aprovechado la Cuaresma, porque ¿qué es la Cuaresma sino la aceptación cristiana del sufrimiento?
El castigo divino y la catequesis
----------Ahora bien, el problema del castigo es también un problema de todos los educadores, de los padres, de los sacerdotes, etc. Es una cuestión fundamental de justicia que debe ser acompañada de la misericordia, y en ello no deben existir dudas. Ciertamente todos podemos correr el riesgo de ser injustos, desde el Papa hasta el último catequista de iniciación, pero esto no nos exime de un empeño continuo por la justicia. De modo que yo insistiría en este punto y repito lo que he dicho antes, que el gran arte del pastor se asemeja al arte de un médico que le da a cada paciente la medicina correcta, o se parece al arte de un gran cocinero que prepara buenos platos sabiendo dosificar los variados ingredientes.
----------Y viene bien repetirlo: el defecto, hoy en día, en la tarea pastoral, es el de un exceso de misericordia. La misericordia de por sí es importantísima, pero es un alimento del cual no se debe causar indigestión. Fuera de metáfora: ¿qué sucede en ciertos casos cuando se excede en misericordia? Que se cae en el laxismo, se cae en el perdonismo, y las consecuencias son peligrosísimas, porque la misericordia se convierte en un pretexto para actuar independientemente de un compromiso moral.
----------Y subrayando al problema que ha producido la actual difusión del buenismo, hay que citar aquí el pensamiento teológico de Karl Raner, del cual tengo mucho conocimiento. Aquí su teología es sumamente peligrosa, pues según Rahner todos estamos en gracia, todos tendemos a Dios, todos somos buenos. He aquí el buenismo, todos nos salvamos, el infierno no existe. Por consiguiente, una concepción de este tipo acaba por suprimir el temor de Dios y crea una falsa confianza en Dios, por lo cual en un cierto punto uno se auto-convence de quedar libre de hacer lo que le parece, en la convicción de ser objeto de la misericordia. Esto es uno de los más graves problemas que es urgente resolver.
----------Manifiesto también un pedido al papa León, como lo pedí en su momento al papa Francisco, al reflexionar sobre estas mismas cosas, y lo pido con espíritu de hijo, porque no estamos en el ámbito doctrinal, donde el Papa es el Maestro de nuestra Fe, sino en el ámbito pastoral. En ámbito doctrinal, frente al Papa, Maestro infalible de la Fede, yo me inclino hasta la tierra; pero en el ámbito de la pastoral se trata de un terreno donde cada cristiano, con respeto, con esperanza, puede pedirle al Sumo Pontífice que revea sus directrices pastorales, los acentos y los subrayados de su predicación, y también sus omisiones, que podrían no ser prudentes, y lo insto en el sentido de recuperar una cierta severidad. Y esto está relacionado con el concepto del castigo divino, que aquí en este artículo hemos explicado. Vale decir, el empeño por predicar sobre la misericordia, algo tan marcado en el papa Francisco, debe ser mejor dosificado. No se puede ser misericordioso con quien no merece misericordia, pues quien no se arrepiente no puede ser perdonado.
----------Son principios de derecho natural que debemos respetar, tanto más si somos cristianos. No respetarlos es el riesgo de una cierta pastoral perdonista, misericordista, que acaba por falsificar la misericordia, porque acaba tomando en broma al Señor y lo que el Señor nos ha mandado. Y el apóstol san Pablo nos lo avisa muy severamente, cuando nos dice que estemos atentos, porque no se puede tomar en broma a Dios. Por ende, suceda lo que suceda en los próximos años, no repitamos los mismos recientes errores.
Su Dios es un dios pagano. Dios no castiga. El papa Francisco nos ha enseñado que Dios es siempre misericordia. El Dios del cual usted, padre Filemón, habla en este artículo, es uno de los dioses paganos... O quizás, habría que decir que si su Dios es un falso dios, entonces usted es de hecho ateo.
ResponderEliminarEstimado Anónimo,
Eliminarle agradezco su comentario, aunque no por su contenido sino por la oportunidad que me brinda de clarificar una confusión teológica que, por lo visto, se ha vuelto epidemia más peligrosa que cualquier pandemia pasada o futura.
Por cuanto respecta a su afirmación de que "Dios no castiga" y que "el papa Francisco nos ha enseñado que Dios es siempre misericordia", permítame recordarle que la misericordia divina no es la negación de la justicia, sino su plenitud: justicia y misericordia se complementan, y se practican según amerite el caso. Si Dios no castigara jamás, ¿de qué nos salvaría su misericordia? ¿De un malestar emocional? ¿De una metáfora? ¿O de nuestras propias fantasías teológicas?
La Escritura -esa que aún se lee en la liturgia, aunque a veces se predique como si no existiera- está llena de pasajes donde Dios castiga, corrige, purifica. ¿O acaso el diluvio, Sodoma, el exilio de Israel, la cruz misma, son invenciones de algún dios "precristiano"? Si usted desea un Dios que no castigue jamás, le sugiero que no lea ni el Antiguo ni el Nuevo Testamento. Le bastará con mirarse al espejo.
Por cuanto respecta a cuando usted dice que mi Dios es "uno de los dioses paganos". Curiosa acusación. Los dioses paganos eran caprichosos, vengativos, esclavos de sus pasiones. El Dios que yo confieso es justo, santo, lento a la ira y rico en misericordia. Pero también es fuego devorador (Heb 12,29). Si eso le parece pagano, temo que su catequesis ha sido más sentimental que cristiana.
Y finalmente, por cuanto respecta a la acusación que me hace de ser yo un ateo, tal acusación es una ironía, porque si el Dios que castiga es un "falso dios", entonces el Dios de la Biblia, el de los profetas, el de Cristo mismo, sería falso. Y si ese Dios es falso, entonces usted también es ateo, aunque no lo sepa. Como decía Jacques Maritain, hay quienes "creen no creer" y hay quienes "creen creer", pero en realidad adoran una proyección de su propio yo.
Por lo tanto, le invito a considerar si su rechazo no es contra Dios, sino contra una caricatura de Dios. Y le invito también a preguntarse si su misericordia no es más bien una indulgencia barata que niega la cruz, el juicio y la conversión.