La segunda parte de nuestra reflexión gnoseológica será algo más breve que la primera. Después de haber explicado de modo breve y sencillo lo referente a la esencia de la verdad, a la distinción entre lo verdadero y lo falso, y al camino por el cual se desarrolla el conocimiento de la verdad, veremos ahora lo concerniente al progreso en la verdad, y a la distinción y relación entre verdad de razón y verdad de fe. [En la imagen: fragmento de "Escuela de Domingo", pintura de Francesco Bergamini, pintura del siglo XIX].
"Calamum quassatum non conteret, et linum fumigans non extinguet" (Is 42,3). Blog de filosofía y teología católicas, análisis de la actualidad eclesial y de cuestiones de la cultura católica y del diálogo con el mundo.
viernes, 11 de julio de 2025
El concepto de verdad según santo Tomás de Aquino (2/2)
El progreso en la verdad
----------Podemos distinguir el específico acto intelectual del concebir y del juzgar, respecto del acto intelectual del razonar. Concepto, juicio y razonamiento son tres actos distinguibles y distintos. En el acto intelectual del juicio, subentra la obra de la razón, de manera que la mente pasa de la verdad del juicio a la verdad científica, que apunta al efecto de la obra de la razón. El juicio se pronuncia sobre la verdad o sobre la realidad de una cosa. La razón es el movimiento, regulado por leyes, del intelecto hacia la verdad.
----------La razón comporta dos orientaciones o funciones. Es razón especulativa en cuanto busca la verdad por sí misma, elevándose hasta Dios. Es razón práctica en cuanto busca el verdadero bien del hombre y, así, mira abajo a las cosas de este mundo para regularlas según la ley moral.
----------La razón especulativa sabe que existe algo más, que existe un otro, un más allá de las cosas, por lo cual la razón va más allá de la cosa singular o individual, la cual no satisface plenamente la sed humana de la verdad. La razón, entonces, se interroga por la cosa en sus causas y en sus fines, y se pone a su búsqueda e indagación, y así comienza un camino ascensional, una elevación, porque la causa excede al efecto. La razón, de hecho, posee por su naturaleza su propio dinamismo que la lleva no sólo a interrogarse sobre la esencia, la cualidad, la constitución y la propiedad de las cosas, sino también a buscar la causa y el fin de las cosas.
----------Para cumplir esta tarea, la razón elabora un método a fin de profundizar la búsqueda de la verdad, y éste es el llamado método científico. El método científico enseña cómo proceder expeditivamente, ordenadamente, fácilmente, con rigurosidad, seguridad y sin errar. El método es objeto de la ciencia, del arte, de la lógica y de la epistemología. En las materias, en las que no es posible la certeza, o sea, en el campo de las opiniones, se tiene necesidad de la dialéctica, que es la ciencia y el arte de las conclusiones probables.
----------Ahora bien, la búsqueda de la verdad no tiene fin o término sino en la visión beatífica del cielo. En muchos casos, con la perseverancia, con un buen método y con un trabajo colectivo, se puede encontrar lo que se busca, pero aún así el progreso del saber aquí abajo no tiene fin o término. Pero también le suele ocurrir al hombre, en su presente condición de naturaleza caída, el querer comprender y demostrar lo que en realidad supera nuestras posibilidades humanas terrenas, como por ejemplo los misterios de la divinidad. Aquí no se puede obtener nada más que un falso saber, llamado gnosis, como le ha sucedido a Hegel.
----------La razón, en su progresar en el camino hacia la verdad y en la necesidad de la verdad, se encuentra con un fenómeno antipático, esto es, se encuentra con la duda, que es un obstáculo del pensamiento a causa del cual el pensamiento no puede proceder, no puede avanzar en el camino de búsqueda emprendido, y no ve la verdad por el hecho de encontrarse entre dos alternativas sin saber cuál de ellas es la correcta.
----------Algunas dudas se pueden disolver, otras no. Y no toda duda es sincera, es decir, motivada por una real necesidad de la verdad y causada por una real impotencia del intelecto. Sino que a veces la duda puede ser pretextuosa y señal de doblez, de ese "servir a dos señores" del cual Cristo nos pone en guardia. El detenerse conscientemente o voluntariamente u obstinadamente o pertinazmente en la duda, tal vez con diversas excusas, es un fenómeno morboso, enfermizo, que es signo de una mente no confiable y desleal.
----------A propósito de esta cuestión, es necesario tener muy en cuenta que existen de hecho verdades originarias, fundamentales, primarias, inmediatas, evidentes, certísimas, intuitivas, indudables, acerca de las cuales el dudar no es en realidad un signo de sabiduría, sino de necedad o estupidez. Son aquellas verdades primarias e iniciales tanto del sentido como de la razón. Son la base del edificio del saber humano. Ellas no tienen necesidad de ser demostradas, a tal punto son evidentes.
----------Pues bien, toda tentativa de demostrar esas verdades primarias se destruiría por sí misma por el hecho de que el sujeto demostrante debería recurrir a esa misma verdad de la cual duda o que proclama inexistente. Quien dice, de hecho, que la verdad no existe, se supone que tenga por cierto que la verdad no existe. Pero con ello se está serruchando el piso bajo sus propios pies. Pues, en el ejemplo citado, entonces, está obligado a afirmar que la verdad existe, desde el momento en que quiere sostener que no existe.
----------Ahora bien, apenas la razón comienza a funcionar en el niño, el niño descubre que está en un mundo desconocido para él, y que él no ha hecho, y que comienza a explorar. Así va haciendo la experiencia de la verdad. Parte de la verdad más evidente, más a mano, que es la de carácter sensible, pero pronto le aparece la necesidad de la verdad y la idea del bien. Pronto es llamado a dar sentido a su vida y se le abre la posibilidad de elegir entre lo verdadero y lo falso, entre el bien y el mal. Pronto se encuentra frente al absoluto. Este es el camino de la razón. Cada uno hace su elección. Se trata de una opción fundamental en el niño, tal vez inconsciente o implícita, o por Dios o contra Dios, que hace de orientación a su vida futura.
----------Ahora bien, la razón, en este camino, procede en la verdad según dos direcciones, representadas por dos imágenes de la Biblia: la imagen de la edificación de una casa sobre sus sólidos cimientos y la imagen de la ascensión de un monte. La primera imagen representa el procedimiento inductivo que pone los fundamentos y construye sobre ellos. Es el descubrimiento de la causa a través del efecto. La segunda imagen representa la deducción de las consecuencias prácticas, o sea, el criterio de la acción.
----------Al avanzar por este camino, la razón descubre el fin último ascendiendo desde la planura de las cosas hacia la cima del monte. Y desde la cima del monte, es decir, de la contemplación del sumo bien, desciende para operar según la virtud. Las primeras e iniciales verdades, los primeros principios de la razón, son descubiertos por cualquier persona espontáneamente e inevitablemente desde el momento en el que la persona, el niño, comienza a pensar. Ya que si el pensamiento existe se intuyen esas verdades, concluimos que si no se intuyen, si no se entienden, entonces eso significa que falla o falta el pensamiento.
----------Para proceder de manera correcta y segura por el camino de la verdad y hacia la verdad, se necesita el ejercicio metódico de la razón y la voluntad animada del amor por la verdad. Claro que debe evidentemente tratarse de buena voluntad, dado que la verdad es el bien supremo del intelecto y en la visión beatífica celestial de la esencia de Dios es el bien supremo y último del hombre.
----------La razón, partiendo de la consideración de la limitación y de la contingencia de las cosas y aplicando el principio de causalidad, llega espontáneamente con certeza a saber que Dios, verdad suma, infinita, suprema, existe. Como dice san Pablo: "Invisibilia enim ipsius a creatura mundi per ea, quae facta sunt, intellecta conspiciuntur, sempiterna eius et virtus et divinitas, ut sint inexcusabiles" (Rm 1,20).
----------El ateísmo, por consiguiente, es una actitud infundada e irrazonable, un pecado en todos los casos, pues supone un desprecio por la verdad acompañado de soberbia. De hecho, el ateo, por su propia comodidad y finalmente para su desgracia, bloquea voluntariamente su razón en la realidad terrena y en ella permanece prisionero, voluntariamente encarcelado, impidiendo a la razón el subir a su suprema altura y dignidad. Esto por cuanto respecta a la razón especulativa.
----------Por cuanto respecta a la razón práctica, que es la encargada de juzgar sobre lo que es bueno hacer y lo que es bueno actuar, considerando el bien universal, funda la posibilidad del libre arbitrio de elegir un cierto bien o fin concreto, o Dios o la creatura, en lo interno del universal abstracto. Ejercitando el libre arbitrio en la elección del verdadero bien, según Dios, el hombre conquista la verdad.
De la verdad de la razón a la verdad de la fe
----------Razón y voluntad deben ayudarse y sostenerse recíprocamente en la búsqueda de la verdad. Como dice san Agustín, ninil volitum nisi cognitum. El camino del espíritu comienza con un acto del conocimiento que muestra a la voluntad el verdadero bien. En este punto, la voluntad se mueve a la consecución del bien, pero al fin de cuentas no encuentra la verdad sino quien la quiere encontrar. Y así el movimiento se invierte y nace una especie de circularidad. El conocimiento de lo verdadero es el efecto del buen querer.
----------En este dinamismo no se trata solamente de un trabajo personal, sino también de un trabajo colectivo, organizado y sistemático, de una búsqueda o indagación común a lo largo de los siglos, en la colaboración recíproca, en la conciencia de la universalidad y de la objetividad de lo verdadero, de la importancia del diálogo, tal como para permitir un enriquecimiento continuo del saber, de tal modo de iluminarse, estudiarse y corregirse mutuamente, donde la experiencia y el descubrimiento personal son importantes, pero son también importantes el aprendizaje y la adquisición de las verdades precedentemente descubiertas por la humanidad.
----------Es aquí que aparecen claros los graves defectos del método cartesiano, que además de concebir una duda irracional acerca de la verdad de los sentidos, pretende presuntosamente dispensarnos del aprendizaje de las verdades ya descubiertas por aquellos que nos ha precedido, y así viene a minar el principio de autoridad, con grave prejuicio por la posibilidad misma de una fe religiosa.
----------De aquí entonces, la importancia no sólo del estudio y de la reflexión personal, sino también de los aspectos sociales de la educación, de la escuela y de la cultura. Y es importante la confianza en la autoridad de quien conoce y sabe más que nosotros.
----------Y es aquí que se inserta la cuestión de la fe religiosa en general y de la fe cristiana en particular. Pues si es cierto que es razonable aceptar la autoridad falible de los hombres que nos han precedido o saben más que nosotros, tanto más razonable y cierto será aceptar la autoridad infalible de Dios que nos habla por medio del Magisterio de la Iglesia.
----------Por consiguiente, abrazando la fe, la razón extiende al infinito sus horizontes, convirtiéndose en partícipe de la verdad misma del pensamiento de Dios. En el recibir la verdad de la fe, el intelecto no se ve necesitado en su juicio por la evidencia del objeto, como ocurre en la ciencia, sino que está determinado a dar su asentimiento por la voluntad movida por la gracia, porque el sujeto, persuadido por los signos y señales de credibilidad del predicador evangélico o de Dios mismo, juzga bueno y, de hecho, obligatorio y necesario, el adherir a la verdad divina, aunque ella prescinda de la verdad racional, sin contradecirla.
----------Ahora bien, de manera similar a cuanto ocurre en el plano de los conocimientos naturales, la fe, que es el conocimiento de la verdad y del bien en el plano sobrenatural, empuja a la caridad a buscar este bien. También ocurre aquí algo similar a la citada circularidad en el plano natural. La búsqueda de la verdad divina es movida por la caridad, la que san Agustín de Hipona llama caritas veritatis.
----------Por cuanto respecta a la cuestión del uso de la caridad en la comunicación de la verdad, se debe tener en cuenta que la verdad siempre se dice con caridad, aunque en ciertas circunstancias la misma caridad requiere el modo de la severidad. La caridad no es verdadea si no es iluminada y movida por la verdad. Sin embargo, el simple conocimiento de la verdad no genera necesariamente la caridad, sino que requiere un acto de voluntad para actuar o aplicar o poner en práctica la verdad conocida.
----------Finalizando nuestra reflexión, digamos que el nivel más alto de la verdad cristiana en esta vida es dado por la verdad de la contemplación mística, por la cual el intelecto iluminado por la fe y la voluntad inflamada por el fervor de la caridad, aquello que santa Catalina de Siena llamaba "ardentísimo deseo", en fuerza de la moción del don del don de la sabiduría, gusta inefablemente la acción de la gracia que hace sentir la presencia de Dios en el alma, en preparación a la beatífica visión del paraíso del cielo.
Fr Filemón de la Trinidad
Mendoza, 29 de junio de 2025
La lectura de esta entrada me ha dejado con el alma en suspenso, como si el pensamiento tomista se desplegara ante mí no solo como doctrina, sino como una forma de respirar el mundo. La verdad, en Santo Tomás, no es una abstracción fría ni una fórmula lógica encerrada en sí misma: es una relación viva entre el ser y el entendimiento, una adecuación que exige humildad intelectual y apertura espiritual.
ResponderEliminarMe ha conmovido especialmente la insistencia en que la verdad no se agota en la mente humana, sino que encuentra su plenitud en Dios, verdad increada y ejemplar de todas las verdades creadas. Esta afirmación, lejos de clausurar el pensamiento, lo abre a una dimensión contemplativa que nuestra época, tan marcada por la sospecha y la fragmentación, necesita recuperar.
El texto acierta al mostrar cómo Santo Tomás no reduce la verdad a una fórmula, sino que la sitúa en el corazón mismo del universo como su fin último. En tiempos donde la verdad parece negociable, recordar que “la verdad es lo que es” —como dice Agustín y retoma Tomás— es un acto de resistencia espiritual.
Y sin embargo, no puedo evitar preguntarme: ¿cómo se vive hoy esta adecuación entre el entendimiento y lo que es? ¿No hemos perdido el hábito de juzgar conforme a lo real, prefiriendo lo útil, lo inmediato, lo que confirma nuestras emociones? Tal vez el tomismo no sea solo una escuela de pensamiento, sino una escuela de sanación.