El Misterio sobre el que estamos reflexionando es precisamente el misterio del Cuerpo Pascual de nuestro Señor Jesucristo, con lo que tenemos así una meditación para la Cuaresma y la Pascua que hemos vivido apenas hace semanas atrás. Este Cuerpo Pascual, muerto y resucitado del Salvador, está presente en la Eucaristía, aunque el modo de ofrecerlo sacramentalmente sea un modo diferenciado en diferentes momentos del tiempo y de la historia humana y en diferentes lugares de la tierra. Reflexionar sobre este Misterio es realmente una cosa muy difícil, y podemos estar contentos si en la práctica no hubieran dificultades sustanciales. Eventualmente, si fuera necesario, los lectores me pueden plantear preguntas, que en el foro de comentarios las responderé. [En la imagen: fragmento de una acuarela de Laura Cañal, representando una de las vistas del Convento de Santo Domingo y Basílica de Nuestra Señora del Rosario, en la ciudad de Mendoza].
----------Puede darse que in mente Dei, en la inteligencia divina, haya una correspondencia entre nuestro tiempo astronómico y el tiempo de las almas. Pero de por sí las almas no son medidas por el tiempo astronómico. Y entonces, el tiempo existe y no existe. Alguna cosa existe. Sin embargo, existe un tiempo llamado discreto. Es decir, existe una posibilidad también en el mundo espiritual de enumerar los instantes sucesivos de ese cambio del cual son susceptibles los ángeles y las almas separadas. ¿Qué instantes son? ¿De qué se trata? ¿Qué se mueve en el alma separada y en el ángel?
----------Lo que se mueve, no es más que su pensamiento. Es decir, son los actos interiores del pensar y del querer. Estos son sucesivos. Por lo tanto, también el ángel y el alma separada tienen pensamientos distintos, un pensamiento después de otro, una voluntad después de otra. Y en este sentido existe una especie de tiempo, pero no el tiempo astronómico. Y es por eso que se habla de la sempiternidad. Estas almas y los ángeles están destinados a durar para siempre. He aquí la sempiternidad. No tienen fin.
----------A la vez, sin embargo, existe una cierta sucesión de instantes, pero no de instantes exteriormente mensurables, sino de instantes interiores de vida psíquica. Entonces los Medievales, después de la eternidad de Dios, introdujeron una medida digamos intermedia, que llamaban eviternidad, que viene de la palabra aevum, que significa precisamente "evo", es decir, una época. Eviternidad.
----------En cambio nosotros, como bien sabemos, somos bien mensurables por el tiempo, precisamente porque el mundo corpóreo está sometido a las leyes del movimiento, en el sentido más verdadero y más profundo de la palabra, es decir, nuestro mundo corpóreo es un mundo en continuo devenir.
----------Y es por eso que los cuerpos tienen menos ser que cualquier otra realidad. Es decir, cuanto más espiritual es una realidad, tanto más tiene el ser. En cambio el mundo corpóreo tiene más devenir y menos ser. En efecto, el devenir, como bien sabemos, es un pasaje del poder ser al ser de hecho. Y este poder ser, es propio del devenir, porque, si no existe el poder ser, no se deviene, sino que se es ya.
----------Y este poder ser, vale decir, este no ser todavía, es obviamente una falta o carencia de ser. Y por lo tanto se trata de una imperfección. Por consiguiente, vemos cómo en el mundo corpóreo, en el mundo material, dada esta imperfección de ser, esta no plenitud de ser, existe un verdadero y propio devenir en todos los sentidos, tanto el devenir según el lugar como el devenir según la cantidad. Pensemos en un ente que crece. Una planta que crece, por ejemplo; es un aumento según la cantidad.
----------Existe un devenir puro, que es un devenir según la cualidad de las alteraciones. Pensemos, por ejemplo, en lo que sucede con los elementos químicos, los cuales están en continuo intercambio entre ellos y que también cambian la cualidad de las sustancias químicas según la diversidad de cada una de las composiciones individuales. Por consiguiente, éste es el movimiento de alteración.
----------Y luego -y esto es importantísimo- existe un movimiento, un cambio más profundo, la mutación más profunda, que es la mutación sustancial. Y esta se llama generación y corrupción. Y el mundo material en el sentido estricto de la palabra está precisamente sujeto también a este cambio más profundo, más incisivo, más radical, que es el de ser generable y corruptible.
----------El alma de por sí misma no es generable. El alma es creada por Dios, inmediatamente. Como bien sabemos, nosotros tenemos un alma, que el Señor personalmente e inmediatamente ha creado. Mientras que nuestro cuerpo ha sido engendrado por nuestros padres, el alma, no. ¿Por qué? Precisamente porque el alma está destinada a la eternidad. No es generable. En cambio los cuerpos son generables. Y siendo generables son también corruptibles, por tanto destinados a la corrupción. Están marcados prácticamente por esta ley de la corrupción, por esta ley de tener que morir.
----------Ahora bien, entonces, comprendemos que el cuerpo de nuestro Señor y Salvador es aquel cuerpo que Él posee, impasible y glorioso en el cielo. Y por tanto también en la Hostia Santa la presencia del Salvador es tal que la presencia del cuerpo de Cristo en la Eucaristía y de la sangre bajo la especie del vino, obviamente no cambia, no se altera, no se corrompe, no muere, no envejece.
----------Por lo tanto, como vemos, en este sentido, el cuerpo y la sangre del Salvador presentes en el altar están decididamente más allá y por encima no solo de las leyes del espacio, sino también de las leyes del tiempo. El lector me disculpará estas premisas, pero me parecía muy importante explicar precisamente el problema que se nos plantea, que es notable y que se puede encontrar también en la catequesis.
----------De hecho, a menudo se encuentran estos hechos prodigiosos de la existencia contemporánea del cuerpo del Señor en diferentes lugares de la tierra. ¿Cómo hacer para pensar que prácticamente cada fragmento contiene el cuerpo entero del Salvador? Naturalmente choca pensar que una pequeña partícula puede contener un cuerpo mucho más extenso. ¿Cómo responder a todo este problema?
----------Es necesario decir, en primer lugar, que la presencia del Salvador es la presencia de un cuerpo y de una sangre. Por tanto, evidentemente también la sangre es un cuerpo. Por consiguiente, decimos que tanto el cuerpo como la sangre del Salvador son juntos la presencia de alguna cosa corpórea. Y esto hay que subrayarlo bien, porque aquel Jesús que está presente, está presente verdaderamente todo con su verdadera corporeidad resucitada, ascendida a la gloria del cielo y glorificada precisamente junto al Padre.
----------Por lo tanto, es una corporeidad verdadera y propia, física, propiamente material. Insisto mucho porque, al día de hoy de nuevo existen ciertas extrañas concepciones un poco gnósticas. Como bien sabemos, los antiguos gnósticos decían que el cuerpo que padeció en la cruz hace dos mil años, no era un verdadero cuerpo, y que luego el cuerpo se unió de nuevo con el alma de Cristo en el momento de la resurrección.
----------Sin embargo, reafirmamos todo lo que se ha dicho: se trata de un verdadero cuerpo, no de una especie de fantasma espiritual o de un cuerpo aparente o de un cuerpo astral. Se trata de un verdadero cuerpo humano. Por tanto, la presencia en la Eucaristía es la presencia de un cuerpo. Y esto hay que subrayarlo.
----------Ahora bien, de por sí, un cuerpo presente debería estar sometido a las leyes del espacio y del tiempo, como ya hemos visto. Vale decir, todo cuerpo está presente de manera tal que sea cuantificable, mensurable, que sea extenso, es decir, para tener las individuales partes extrínsecas respecto a las otras (es decir, fuera de las otras), y luego de manera tal que esté bien colocado y situado en el lugar.
----------Por consiguiente, se puede decir que esta parte del cuerpo está situada en esta parte del espacio. Por ejemplo, mi mano está precisamente situada en esta parte del aire. Entonces se debería decir también, y con todo rigor de lógica, que, si el cuerpo está sometido esencialmente al devenir en todos estos aspectos de movimiento según el lugar, de alteración cualitativa, de aumento y de disminución cuantitativa, y sobre todo si un cuerpo está sometido a la ley del devenir sustancial, vale decir, de la generabilidad y de la corruptibilidad, entonces se debería pensar que también el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo presente en el altar, y presente en el tabernáculo, deba ser prácticamente un cuerpo sometido a estas leyes de la corrupción y por lo tanto tendiente a envejecer y a morir, cosa que obviamente es absurda.
----------Y entonces, ¿cómo explicar que el cuerpo, y se trata -repito- de un verdadero cuerpo, presente en el altar, es un cuerpo no sometido a las leyes del tiempo, un cuerpo que no envejece y no muere, un cuerpo que no es extenso, ni extenso en el sentido verdadero y propio de extensión local, es decir, de tal manera que una parte del cuerpo corresponda a una parte del espacio, ni extenso de tal manera que esté determinadamente en este lugar y no más en este otro lugar? ¿Cómo explicar todo esto?
----------Entonces, no hay otra explicación que la que se apoya precisamente en el misterio de la llamada transustanciación. Lamento poner a prueba una vez más la paciencia del lector con estos términos tan difíciles. Pero, si se tiene paciencia para muchas otras cosas, tanto banales como importantes en nuestra vida, podemos experimentar que con paciencia después se entiende de algún modo lo que nuestro pobre intelecto puede comprender de este gran misterio por revelación divina. Por ende, no será un esfuerzo inútil o en vano.
----------Entonces, pensemos bien en esto. Es necesario pensar en la manera en que el cuerpo y la sangre del Señor se hacen presentes sobre el altar, y que la Iglesia ha establecido dogmáticamente. El Concilio de Trento es extremadamente explícito sobre esto. La Iglesia ha establecido dogmáticamente que esta presencia del Salvador tiene lugar por medio de la llamada transustanciación. Transubstantiatio.
----------Nótese bien que hoy en día hay intentos de sustituir esta palabra con otras aparentemente más simples, como la de transignificación o bien la de transfinalización. Todas cosas extremadamente peligrosas. Porque, mientras que en el concepto de transustanciación la idea es la de toda una realidad que realmente cambia, en la idea de transignificación solo hay un cambio de significado. Pero no cambia nada más. Lo mismo en la idea de transfinalización: cambia el propósito, cambia la función, no cambia de por sí la realidad.
----------Por consiguiente, debemos mantenernos como buenos cristianos católicos afirmando que la presencia de nuestro Salvador en la Eucaristía ocurre por una verdadera conversión sustancial. Santo Tomás de Aquino la llama conversio substantialis, y el término apropiado es precisamente el de transubstanciación. Entonces, vemos que éste es el punto. Es decir, Jesús se hace presente en el altar en virtud de la forma sacramental, en virtud de las palabras que pronuncia el sacerdote, no tanto en virtud del sacerdote; sino que son las mismas palabras pronunciadas en el espacio, como hemos visto la otra vez, que reciben una virtud instrumental divina, una virtud divina creadora de este hecho de la transustanciación.
----------Entonces, en virtud de estas palabras, pero no en sí mismas, sino en virtud de la fuerza instrumental que Dios infunde a estas palabras, se produce este prodigio, es el caso de decir, de la transubstanciación. Esta transubstanciación consiste en esto, que hay un verdadero y propio cambio. Pero este cambio ocurre en estos precisos términos: toda la sustancia del pan y toda la substancia del vino, se cambia (el Concilio de Trento dice "se convierte") en toda la sustancia del cuerpo y de la sangre del Señor. Lo que en cambio no cambian paradójicamente son los llamados accidentes del pan y el vino.
----------Claro que ahora no es mi intención forzar la paciencia de mis amables lectores con todo un curso implícito de filosofía. Sin embargo, es importante e incluso necesario dirimir la cuestión sustancia y accidentes. ¿De qué se trata? A nosotros la sustancia, nos aparece a través de los accidentes, que son accesibles a los sentidos. Por lo tanto, la sustancia en sí misma no es perceptible por los sentidos, sino solamente de modo indirecto, con el razonamiento, o sea que se puede pensar que bajo estas apariencias, estos fenómenos llamados accidentales, debe haber un sujeto que los une, que les da unidad, consistencia y subsistencia.
----------Nosotros no vemos la sustancia de un hombre. Vemos lo que hace un hombre. Por ejemplo, podemos decir: ese hombre, Tizio, corre. Nosotros vemos algo que se mueve y que tiene la apariencia de ser un hombre. Se mueve y decimos: "Aquí, Tizio corre". En esta frase "Tizio corre" hay dos partes: está el sujeto y el predicado. Digo: "Tizio". Y digo: "corre". Y entiendo las dos cosas.
----------La carrera de Tizio, si lo pienso bien, es muy visible. En cambio es más difícil entender qué es lo que hace que Tizio sea Tizio y no más bien Cayo o Sempronio. En cambio, el correr es algo evidente, por lo visible. Entonces, hacemos este razonamiento: ¿cómo existe el correr? ¿Puede haber una carrera independiente de Tizio, de Cayo y de Sempronio? Respuesta: no. La carrera solo existe en un sujeto. Entonces, este gran filósofo de la antigüedad, que fue Aristóteles concluyó en estos términos. Decía: aquellas realidades, aquellas entidades que no pueden existir en sí, sino que solo existen en otra cosa, estas realidades evidentemente se llaman accidentes. En cambio, la sustancia es aquella realidad que, por su naturaleza, es apta para ser en sí misma y no en otra cosa. Por ejemplo, Tizio no existe en Cayo o Sempronio, existe en sí mismo. Y todo lo demás, todas sus propiedades existen en Tizio. Si yo digo: "Tizio es erudito, Tizio puede pensar teológicamente, Tizio sabe tocar el piano, Tizio corre, Tizio es un buen atleta", todas estas cosas se adhieren a Tizio.
----------Así también en el pan nosotros tenemos una sustancia y el sujeto al que pertenecen todas las cualidades del pan y luego están precisamente las propiedades del pan. Existe su extensión, su medida, su blancura, su sabor, su fuerza nutritiva, su composición química. Todo esto son los accidentes del pan. Yo, a través de los accidentes, reconozco el pan como sustancia, pero no es que yo vea la sustancia.
----------Detrás de los accidentes digo: esta debe ser la sustancia, que llamo pan. Por ejemplo, es sobre todo el análisis químico que me hace decir: dada la composición de esta materia, se identifica como pan. Pero no es la composición química lo que es la sustancia, sino que ella revela la sustancia.
----------En este prodigio de la transustanciación sucede esto, que la sustancia oculta, invisible, pero que es todo el ser, es decir, el fundamento del ser, se convierte en otra sustancia, mientras permanecen todas estas propiedades, todos estos accidentes. He aquí el prodigio. Los accidentes permanecen sin su sustancia propia. ¿Cómo puede suceder esto? Solo el buen Dios lo sabe. Como es posible, solo el buen Dios lo sabe.
----------Pero ello no es una cosa imposible, evidentemente hay que admitirlo. Porque, como sabemos, tampoco Dios puede hacer cosas intrínsecamente imposibles. No porque el buen Dios no tenga la fuerza suficiente. No. Sino porque las cosas no factibles no son para hacer (vale decir, no son intrínsecamente factibles). En cambio esta continuación en la existencia, esta permanencia de los accidentes, no es una cosa del todo imposible. ¿Por qué? He aquí, les diré brevemente, porque este es un discurso extremadamente difícil y también fatigoso e incluso un poco aburrido, también lo admito. Porque, verán, el hecho es este: que aquí está en juego la distinción entre el ser y la esencia. Dios no produce tanto las esencias en su particularidad, sino que Dios da a las esencias el ser y con el ser da (crea) también la esencia misma.
----------En las escuelas de filosofía y de teología, en los seminarios por ejemplo, cuesta explicar este punto, que no es realmente nada fácil. Nuestra esencia humana es lo que el hombre es en su constitución fundamental de ser hombre. Sin embargo, si consideramos todas las propiedades y cualidades del hombre, no hay ninguna que diga que el hombre deba existir. Por lo tanto, el ser es algo que no se debe a la esencia humana. Ahora bien, Dios produce el ser y en el ser la esencia. En cambio las criaturas producen esencia que ya tiene el ser, que Dios infunde en ella. Este es el misterio de la acción de Dios. Por lo tanto, Dios siempre alcanza a las criaturas dándoles el ser, todo el ser, la plenitud de ser que tienen las criaturas.
----------En cambio, una criatura siempre actúa sobre otra de manera parcial, de modo que nuestros padres, por ejemplo, en el momento de la generación, nos dan nuestra naturaleza humana, pero no nos dan nuestro ser, precisamente porque el ser nos viene de Dios. Este análisis metafísico bastante profundo es precisamente muy importante. Como vemos, la metafísica es tendencialmente muy devota.
----------En efecto, quien percibe esta relación del hombre con Dios, hombre por decirlo así beneficiado de esta recepción del ser, relación con Dios, Benefactor en el plano del ser, Aquel que da el ser, ha comprendido ya en el plano natural todo lo que es la premisa de la vida sobrenatural, lo que dice san Pablo Apóstol: "En Dios nosotros nos movemos, vivimos y existimos".
----------Precisamente un alma que verdaderamente hace este razonamiento y que llega a hacerlo en pleno, tiene esta sensación de que Dios la sostiene más que lo que nos sostiene el suelo.
----------En este punto comprendemos que Dios da a estos accidentes del pan y del vino, un ser, una existencia, de manera autónoma, es decir, de modo tal que puedan mantenerse en el ser, incluso sin la sustancia propia. Pero, repito, es un verdadero milagro. Por lo tanto, es un milagro, pero es algo factible de Dios.
----------Por supuesto, en el cielo los miembros del cuerpo del Salvador están separados entre sí. Por ende, está la extensión. Pero está la extensión no en virtud de la extensión del pan. Sino que existe la extensión en virtud de esa extensión que es propia del cuerpo del Salvador. También se puede hablar de la extensión del cuerpo del Señor no a modo de accidente, sino a modo de sustancia. El cuerpo de Jesús eucarístico no toma la extensión de la hostia, sino que mantiene su extensión a modo de esa sustancia del cuerpo del Señor que está en el cielo.
----------Por lo tanto, nuestro Señor Jesucristo está presente extenso en la Eucaristía, pero no de manera extensa. Así que no está dicho que a cada parte de su extensión deba corresponder una parte de la extensión del pan. Entonces el misterio de la transustanciación nos da la posibilidad de comprender, al menos hasta donde nos es posible, es decir, de hacer al menos plausible este hecho de que el Salvador está presente realmente, pero sustancialmente, y por lo tanto no de manera local y temporal.
----------Lo que también nos explica cómo puede estar presente el único sacrificio de Cristo. Y ahora podemos ver a dónde quería llegar. El único sacrificio de Cristo, el mismo que Él ofreció al Padre en la cruz, puede estar presente en muchos momentos diferentes de la historia humana y simultáneamente en varios lugares de la tierra. Es siempre el único sacrificio presente en diferentes formas externas sacramentales de sacrificar. Pero la identidad del cuerpo, sacrificado de una vez y para siempre, es siempre, siempre la misma.
----------Por lo tanto, esto sucede en virtud de la transubstanciación. Vemos así cómo este misterio ilumina el significado del sacrificio del Salvador. Por lo tanto, un solo cuerpo sacrificado, ofrecido al Padre de una vez y para siempre en la cruz, y glorificado, porque el Padre se ha complacido en aceptar el sacrificio. Y así hubo este intercambio de gloria entre Jesús y su Padre. Jesús dio gloria al Padre sacrificándose en la cruz, y el Padre lo glorificó en la gloriosa resurrección.
----------Este es precisamente el Cuerpo Pascual de nuestro Señor Jesucristo, con lo que tenemos así una meditación para la Cuaresma y la Pascua que hemos vivido apenas hace semanas atrás. Este Cuerpo Pascual, muerto y resucitado del Salvador, está presente en la Eucaristía, aunque el modo de ofrecerlo sacramentalmente sea un modo diferenciado en diferentes momentos del tiempo y de la historia humana y en diferentes lugares de la tierra. Reflexionar sobre este Misterio es realmente una cosa muy difícil, y podemos estar contentos si en la práctica no hubieran dificultades sustanciales. Eventualmente, si fuera necesario, los lectores me pueden plantear preguntas, que en el foro de comentarios las responderé.
Estimado Padre: Muchas veces he intentado razonar sobre este misterio, que es el corazón de nuestra fe. Pero solo hace poco tiempo he encontrado alguna respuesta leyendo los pasajes del Resucitado en Lucas y Juan, en particular cuando pide comida a los discípulos sorprendidos de verlo vivo entre ellos. Ese gesto, el comer pescado, es un acto real, físico, que responde a leyes físicas. Pero no es la física de nuestro mundo. Es la física del Resucitado, dotado de un cuerpo verdadero, aunque con características inmensamente diferentes a las nuestras. El Resucitado, por lo tanto, no tiene un cuerpo falso sino real, que también puede comer. "Hemos visto al Señor" le dicen a Tomás, no dicen simplemente que ha resucitado, sería demasiado abstracto como concepto, sino que lo han visto y visto comer en medio de ellos. El cristiano está odo está allí, el cristiano es aquel que ha visto con sus propios ojos. Creo, por tanto, que la Eucaristía es esto, razonando de manera inversa a comer del Resucitado: es decir, quien come de la Eucaristía, come según la física de este mundo lo que ya no es de este mundo sino, "físicamente", del otro. Gracias Padre Filemón.
ResponderEliminarEstimado Horacio,
Eliminarla comparación que usted ha hecho entre el comer de Jesús Resucitado, por un lado, y, por otro lado su cuerpo glorioso en la Eucaristía, es muy interesante y profunda. Efectivamente estamos en dos niveles de la física: la física terrenal, que es la de Jesús Resucitado comiendo, porque se trata de una alimentación según las leyes de la física terrenal, y la física misteriosa del cuerpo de Jesús Resucitado en la Eucaristía, de la cual tenemos una señal en las especies eucarísticas, las cuales sin embargo no nos permiten ver el cuerpo del Señor, velado por las especies eucarísticas, porque ahora lo vemos solo por medio de la fe y no por medio de los sentidos. En cambio, en el paraíso del cielo lo veremos también con los sentidos, sentidos que ya no serán de esta tierra sino que serán espiritualizados por la visión beatifica.
Es interesante la observación de san Agustín de Hipona: él dice que, mientras el alimento terreno se transforma en nuestra persona, el alimento eucarístico hace a nuestra persona partícipe de la vida divina.
Querido padre, leyendo su artículo se puede notar cómo usted insiste particularmente en la característica de la extensión de los cuerpos en el espacio (por cierto Einstein, a este respecto, decía que los cuerpos no están colocados en el espacio, sino que están espacialmente extendidos) y cómo esta característica no puede atribuirse a las especies eucarísticas. En efecto, parece implicar precisamente la diversidad que existe entre las leyes físicas que regulan el mundo y las "leyes físicas" que "regulan" el mundo de lo sobrenatural. El comer del Resucitado, y también la misma transubstanciación, son fenómenos sí sobrenaturales, pero que no prescinden de la física, una "física" para nosotros incomprensible pero no por esto inexistente. No son fenómenos mágicos, sino reales, por misteriosos que sean. Misterios de la fe, nos enseña la Iglesia, pero que no prescinden de las razones de la fe misma. Por eso hay que decir que la fe es racional, en cuanto deriva del haber visto. Pero la fe no es toda igual: "¡Bienaventurados los que no vieron y creyeron!" (Jn 29,29). En efecto, mientras que la fe de quien ha visto hace tomar conciencia de Dios, la fe de quien no ha visto mueve las montañas y el corazón mismo de Dios. Los milagros, precisamente, son eventos sobrenaturales que inciden en las leyes de la creación, transformándolas. Gracias Padre Filemón.
EliminarEstimado Horacio,
Eliminarla extensión espacial no puede ser atribuida al cuerpo de Jesús Eucarístico, porque este Cuerpo posee su extensión solo en el cielo. En cambio las especies eucarísticas, es decir los accidentes o cualidades sensibles del pan y del vino, según nuestra experiencia están evidentemente extendidas en el espacio.
Estimado Horacio,
Eliminarel comer del Resucitado estuvo regulado ciertamente por una física que ya no era la de nuestro mundo, sino por una física que, aun manifestándonos una verdad objetiva, como el hecho sensible de comer, fue realizada por Dios como simple signo de credibilidad del hecho que el Cuerpo de Jesús Resucitado era su verdadero cuerpo, aunque transfigurado por su condición de cuerpo glorioso.
Por cuanto respecta a la transubstanciación, aquí tenemos una física que asocia lo natural con lo sobrenatural.
En efecto, los accidentes eucarísticos son objeto de nuestra física terrenal, mientras que el Cuerpo del Señor pertenece a una física trascendente y misteriosa, que ciertamente podemos calificar como milagrosa, porque el hecho de un cuerpo, como el de Jesús eucarístico, que sea pura sustancia sin accidentes, es un milagro que solo puede ser obrado por Dios y no entra en absoluto en las capacidades de la naturaleza física, según las leyes de esa física que conocemos.
La filosofía como tal distingue realmente sustancia y accidentes, pero el hecho de una separación entre ellos es solo un dato de la fe cristiana.
En efecto, nuestra fe nos habla de una sustancia sin accidentes, es decir, el Cuerpo eucarístico de Jesús, presente a modo de sustancia, y de accidentes sin sustancias, es decir, los datos sensibles del pan y del vino, como el color, el peso, el olor, el sabor y la dimensión, sin su sujeto ontológico, es decir, después de la transubstanciación, ya no existe la sustancia del pan y el vino, sino que existe la presencia real como sustancia del Cuerpo y de la Sangre, y la presencia por concomitancia del alma y divinidad de Jesús.
Estimado Horacio,
Eliminarpor último, la fe depende siempre de haber visto los signos de credibilidad, que inducen a creer. Por tanto, cuando Jesús dijo a Tomás que los que no vieron son bienaventurados, no se refería a las señales de credibilidad, es decir, a los milagros que había realizado para que la gente creyera en él, sino que se refería al hecho de que Tomás debería haber creído lo que le habían contado los apóstoles, sin pretender tener una prueba experimental.
Sin embargo Jesús en su bondad va al encuentro de él apareciéndose también a él. Jesús, sin embargo, lo reprende por no haber tenido fe, en el sentido de que no había creído al testimonio de los apóstoles. No se trataba de la fe teologal, sino de creer en el testimonio de los testigos.
Estimado Padre, obviamente solo la física sobrenatural, que sobrepasa infinitamente a la física natural, es capaz de transformar las cosas o incluso crear nuevas. Y de esta física, a nosotros los humanos, Dios nos ha dado la clave, que es la fe. Pienso, por ejemplo, en el episodio de la mujer que tenía pérdidas de sangre, en Lucas 8,43-48, cuando, al solo toque del manto de Jesús por parte de ella, éste, rodeado por la multitud, se vuelve como maravillado preguntando quién había sido y, al final, ella se le muestra a Él, recibe esas palabras: "Hija, tu fe te ha salvado".
Eliminar"Sentí que una fuerza salió de mí", dice Jesús inmediatamente después del toque de la capa por ella. La fe ha accionado esa fuerza que sale del Señor sin su conocimiento. Jesús no finge su propio asombro, al contrario, lo manifiesta plenamente en cuanto también hombre, además de Dios, ya que en Él ha actuado una fuerza igual y contraria, tal como para obtener inmediatamente el efecto milagroso: Una fuerza que puede producir efectos físicos. Podríamos definir una igualdad: Poder de Dios = fe. Esto quiere decir que si Dios puede todo, nosotros también podemos a través de la fe en Él.
Estimado Horacio,
Eliminareste episodio de la vida de Jesús es extremadamente interesante y también diferente de muchos otros, porque más que otros hace ver la diferencia en Jesús entre su poder divino y su limitación humana. Jesús hombre se da cuenta de que salió una fuerza divina, como resultado de un contacto físico recibido por una persona, sobre la cual él ni siquiera sabe quién es, mientras que el Evangelista habla de una mujer. Es interesante cómo Jesús mira alrededor y la encuentra, porque ella se adelanta.
¿Qué conclusión sacamos de este episodio extraordinario? Exactamente lo que usted dice, vale decir, que la fe, como dice Jesús mismo, mueve las montañas.
Uno podría preguntarse, ¿por qué no siempre somos escuchados? Evidentemente porque Dios, por razones misteriosas, no concede a todos ese acto de fe suficientemente fuerte para obtener el milagro.
Estimadísimo padre, en cuanto al acto de fe, creo que es lo único que realmente nos pertenece. Pienso que Él, en determinados momentos, concede la certeza de su presencia, la cual, cuando se manifiesta, no es posible malinterpretar de ninguna manera. Aquí es donde se pone la medida de nuestra fe, donde sería suficiente compararla con un grano de mostaza para determinar el milagro. Por lo tanto, creo que no todos los milagros son iguales. Podríamos clasificarlos así: milagros que surgen de la voluntad directa de Dios; milagros de intercesión; los milagros robados del Corazón de Dios. Estos últimos son fruto de una gran fe. Tanto es así que se podría afirmar que no existe en el mundo un poder más grande que quien tiene una fe total en Dios.
EliminarCreer en la presencia real de Jesús en las especies consagradas es en sí mismo un milagro, la concesión de Dios, probablemente, consiste en hacernos permanecer en esta convicción racional y misteriosa, pero la fe en ella nace de nosotros después de haber visto, si no con los ojos, como Tomás y los apóstoles, con el corazón.
Estimado Horacio,
Eliminarestoy de acuerdo.