lunes, 3 de febrero de 2025

Los errores de Karl Rahner: la perfección final (1/2)

En Karl Rahner está muy claro que la perfección final según el cristianismo no consiste en la liberación final y total de toda aporética, o sea de toda dificultad y contradicción, sino que, al contrario, implica el ápice de la aporética de la existencia humana. Se diría que esta es una imagen más adecuada para representar el infierno, y no el paraíso del cielo. Intentemos explicarlo. [En la imagen: fragmento de "Canto Terzo, La Barca", de la serie "Infierno", inspirada en La Divina Comedia, de Dante Alighieri, óleo sobre tela, 2018 obra de Marcia Schvartz].

Aquí, como es habitual, Rahner mantiene las palabras pero muta los conceptos
   
----------La vida cristiana tiene su plenitud final en la visión beatífica del Misterio absoluto divino, esto Rahner lo reconoce. ¿Pero en qué consiste esta perfección final según el pensamiento de Karl Rahner? Creo que nada mejor que comenzar por escuchar al propio Rahner: "Bajo el perfil cristiano, la misma perfección final será el ápice de la aporética de la existencia humana, [...] de aquella aporética, que consiste en el perderse sin reservas con amor en el Dios privado de formas. En la beatitud de la aceptación del misterio infinito, por tanto en la aporía absoluta, todas nuestras aporías, todos nuestros callejones sin salida, y nuestras desilusiones particulares desaparecen: se aceptan y esperan este final de nuestra existencia, estas actuales aporías no vienen eliminadas y canceladas, más bien vienen envueltas por el misterio, [...] y ellas son [...] y la mediación de esta aceptación del misterio incomprensible" (Nuevos ensayos, vol. X, op. cit., p.279).
----------Por tanto, para Rahner, está por demás claro que la perfección final según el cristianismo, la beatitud de la "aceptación del misterio infinito", vale decir, la beatitud de la aceptación del misterio de Dios, no consiste en la liberación final y total de toda aporética, o sea de toda dificultad y contradicción, digamos de todo mal de culpa y de pena, sino que, al contrario, implica el ápice de la aporética de la existencia humana. Se diría que esta es una imagen más adecuada para representar el infierno, y no el paraíso del cielo. ¿Pero cómo es posible llegar a una visión tan alucinante? ¿Dónde estaría la "beatitud", la felicidad, en una situación semejante? Viene a la mente la exhortación de Nietzsche, el cual decía que se necesita "danzar en el infierno". Y creo que los condenados, en su orgullo por siempre indomable, hacen precisamente así.
----------Hago observar, en efecto, que se puede perder en Dios sólo quien está purificado de toda culpa, para estar liberado de todo mal y de toda aporética. A menos que para Rahner la "aporética" sea un bien, y parecería precisamente ser así, dado que Dios mismo viene concebido como "aporía absoluta".
----------¿Pero por qué? Porque, como hemos visto, no es el verdadero Dios bíblico y cristiano, sino que es el Dios de Hegel, el Dios que deviene negándose y desmintiéndose a sí mismo, no es el Dios fiel, sino el Dios infiel, no es el Dios que mantiene las promesas, sino el Dios que traiciona, el Dios que cambia, no permanece idéntico a sí mismo, no mantiene idéntica su palabra, sino que la cambia, el Dios con el cual no nos entendemos, el Dios del equívoco y del malentendido, donde el concepto falla, la razón no sirve, el principio de no-contradicción no vale, de hecho es mejor negarlo, el Dios del cambio de los dogmas, el Dios de los modernistas.
----------El Dios de la coincidentia oppositorum (esta famosa expresión de Nicolás de Cusa, se puede por lo demás entender también en el sentido positivo, no de la contradicción, sino de la coexistencia de los opuestos en su distinción, como por ejemplo la coexistencia de lo grande y de o pequeño, o bien de lo blanco y de lo negro). No el Dios de la identidad, principio y garante de la identidad del pensamiento y de la identidad de las cosas, sino el Dios de la Contradicción, el Dios que contradice y que se contradice. El Dios, por consiguiente, al que tú puedes contradecir y no te sucede nada malo. El Dios de la "fe" de Lutero.
----------Esto, para Rahner, sería el "misterio incomprensible", donde las aporías desaparecen y sin embargo se mantienen, precisamente porque es el Dios de la Contradicción. Por tanto, según él, decir que el misterio divino es incomprensible no quiere decir, según el lenguaje de la Biblia, de los Padres, de los Doctores y de santo Tomás de Aquino, que no puede ser comprendido en los límites de nuestra inteligencia, por lo cual la comprensión que tenemos de él es finita; sino que quiere decir que es absurdo y que no comprendemos absolutamente nada, como ya hemos visto, ya que en lo absurdo el pensamiento no comprende nada, dado que objeto del pensar es el ser con su identidad y no un ser sin identidad, indeterminado, "sin formas".
----------Un Dios informe, sin formas, sin identidad, no identificable, irreconocible, sin belleza, sin inteligibilidad, del cual nada hay verdadero, ni sensato, ni coherente ni razonable se puede decir, sin rostro, es un "dios" deforme, horrible y monstruoso, como Dionisio, Proteo, Gorgona y Medusa, imagen no del verdadero Dios, el cual en cambio es la verdadera beatitud de los puros de corazón del pensamiento límpido y cristalino.
----------Aún con todo esto, debemos honestamente reconocer que el Dios de Rahner no se resuelve en el Dios de Hegel, sino que él en numerosos lugares de sus escritos presenta indudablemente un rostro de Dios que, por muchos aspectos, coincide efectivamente con el verdadero Dios cristiano.
----------Siempre respecto a la perfección final, Rahner habla, como hemos visto, de "vida eterna" y de "beatitud". Me pregunto, sin embargo, si todo lo que Rahner describe anteriormente pueda definirse verdaderamente "vida eterna" y "beatitud". Es su habitual costumbre de conservar las palabras cambiándoles su sentido. Es verdad que para Hegel el Dios "vivo" sería precisamente el Dios-Devenir y no el Dios idéntico a sí mismo, el cual en cambio sería un Dios "muerto" o "abstracto". Y esto porque Hegel, y Rahner con él, no han entendido que la "inmovilidad" o "inmutabilidad" divinas no excluyen sino que de hecho comportan el actuar divino, y Dios está de tal manera vivo y activo y de tal manera lo mueve todo, que él es Vida y Acción subsistente: y precisamente en esto Él es inmutable e inmóvil, no como los "bienes inmóviles" o "bienes inmuebles" del catastro, sino en el sentido filosófico de que no puede ser movido.
----------Venimos entonces a saber, como ya hemos visto, que la "vida eterna no viene unida a nuestra vida temporal como otra vida extendida igualmente en el tiempo, sino que es la definitividad de esta vida libre y digna de ser vivida en orden a su definitividad" (Nuevos ensayos, vol. VIII, op. cit., p.518).
----------Para Rahner, por tanto, no es que con la muerte cristiana nuestro vivir prosigue en una duración subsecuente y eterna, o sea sin final y sin término. Nada de esto en absoluto. Con la muerte, como ya hemos leído en él, todo el hombre muere, alma y cuerpo, porque el hombre es un todo uno: o existe todo o no existe nada. En esta vida existe todo, con la muerte no existe ya nada.
----------Pero he aquí la sorpresa, el giro de escena: Rahner no renuncia a la "plenitud de la personalidad y de la libertad", como hemos visto cuando hemos tratado de la muerte y de la inmortalidad, ¡no renuncia a la vida eterna! Pero entonces, ¿cuál es esta vida eterna? Muy simple: es la definitividad de esta vida terrena y temporal. No renuncia a la visión beatífica. ¿Pero ésta en qué consiste? Lo hemos visto en el experimentar a Dios como Suprema Aporía.
----------Según Rahner, está en mí decidir libremente, sobre todo en el momento de la muerte, momento de la suprema libertad y plenitud de vida (en sentido hegeliano: recordemos el ya citado principio dialéctico hegeliano; nada de vida sin muerte, nada de muerte sin vida; y esto vale también para Dios y para la vida eterna) que esta vida sea aquella definitiva experimentando a Dios aprióricamente en la experiencia trascendental, disfrutando esa gracia que no obstante los pecados no puedo perder porque es el complemento de mi esencia, disfrutando mi libertad autocreadora y por tanto esa salvación y esa beatitud que poseo ya desde ahora y de hecho desde el nacimiento (apriori); ya que, digámoslo francamente, Dios no es un Tú trascendente ante mí, un "objeto" que está frente a mí como aquel árbol o aquella persona cualquiera con la que hablo, sino que ¡Dios es el horizonte de mi trascendencia, es mi causa formal, es el secreto y el abismo de mi yo profundo, en el cual puedo hundirme cuando quiero, como la ballena se sumerge en el océano! ¿Y ésta no es vida eterna?
----------En base a esta visión, se da la concepción rahneriana de la virtud y de la santidad. Pero también aquí se mantienen las palabras, mutan los conceptos. En primer lugar -y podíamos preverlo- no existe para Rahner distinción entre virtudes naturales y virtudes sobrenaturales (cristianas, teologales): la naturaleza está en la gracia como lo posible (abstracto) está en lo actual (lo realizado). La virtud sobrenatural es la actuación de la natural. Este es el esquema de fondo.
----------Sin embargo, la mencionada confusión permite a Rahner jugar sobre dos registros: por una parte el de una aparente altísima y mística espiritualidad del "Misterio absoluto", que fascina a los ingenuos y a los falsos místicos (a propósito de la experiencia postulada por los modernistas, de la cual habla la Pascendi, el documento pontificio afirma que los modernistas "caen en la opinión de los protestantes y seudomísticos", n.13), según la cual tenemos toda la retórica del "humanismo sobrenatural", que ya hemos visto: el hombre como "ser sobrenatural", aprióricamente sujeto de la autocomunicación divina, necesariamente y siempre en gracia ya desde el momento de la concepción (como la Virgen María), proyectado hacia Dios como horizonte de la auto-trascendencia, santo y salvo, feliz de todas maneras y siempre.
----------Y ello incluso si se trata de un ateo, adúltero o blasfemo, sin que tenga necesidad de hacer penitencia ni reparaciones (la Confesión es inútil; lo importante es hacer la Comunión), dado que está siempre y de todos modos en buena fe (un ejemplo significativo de la pérdida del sentido del pecado, donde Rahner tiene ciertamente su parte, me es ofrecido no raramente en el confesionario, cuando le recuerdo al penitente que todos nosotros, en cuanto pecadores, poseemos, si bien en escasa medida, una cierta dosis de mala voluntad y de mala intención; pocos de ellos lo admiten a su respecto) y perdonado (Dios es misericordioso), destinado al paraíso del cielo desde el inicio de la carrera y, también como la Virgen, por inmediata asunción.
----------El otro registro, que es menos evidente, pero que también presente, es el "giro antropológico", del cual ya hemos hablado, de sabor evolucionista-materialista, y que desemboca en una ética secularista, toda terrena y negociadora o acomodaticia, en la cual Rahner fue virtuosísimo, cercano a la filomarxista teología de la liberación y a la antropología teilhardiana, como aparece en su libro El problema de la hominización. Aquí el ideal "cristiano" no tiene nada de original respecto a una simple ética de la honestidad natural, más o menos como podría surgir del estilo de un honesto masón o liberal o socialista moderado. A lo máximo existe la gracia, que por lo demás, según Rahner, al menos atemáticamente todos poseemos.
----------Veamos ante todo el discurso general de la relación virtudes naturales - virtudes sobrenaturales: "Una ética concretamente cristiana no necesita preocuparse demasiado de obrar una distinción entre virtudes naturales y virtudes sobrenaturales: en el orden efectivo de la voluntad salvífica universal de Dios las virtudes naturales de hecho están finalizadas sobrenaturalmente, y las virtudes sobrenaturales llegan a cumplimiento y se manifiestan en aquello que nosotros experimentamos y debemos poner en acto como virtudes naturales en nuestra sobria experiencia de la dura vida cotidiana" (Sacramentum mundi, vol. VIII, op. cit., voz "Virtud").
----------Dos errores. Primero: no se distinguen los fines de las virtudes naturales de los fines de las virtudes sobrenaturales. Se debe en cambio recordar que lo sobrenatural no es el fin de lo natural, sino que es un fin ulterior, superior y distinto, aún cuando sea verdad que también las virtudes naturales deben ser sostenidas por la gracia y orientarse, pero sólo indirectamente, a los fines sobrenaturales. La naturaleza tiene un fin propio, también él ordenado a la salvación, y que puede ser perseguido, aunque ineficazmente, también por el pecador privado de la gracia y no intencionado a acoger el orden sobrenatural. Pero como se sabe, para Rahner no existen pecadores privados de la gracia.
----------Segundo error. Existe una manifestación empírica distinta para las virtudes naturales y para las sobrenaturales. Estas indudablemente poseen y deben manifestarse a través de las virtudes naturales; pero permanece siempre que también ellas tienen manifestaciones empíricas propias, aunque indudablemente ellas sean auténticas sólo si están acompañadas por el ejercicio de las virtudes naturales. Por ejemplo, el ir a Misa o el obedecer al Magisterio de la Iglesia son actos empíricos que manifiestan la virtud sobrenatural de la fe, aún cuando ciertamente puede suceder que ellos sean cumplidos no con verdadera sinceridad cristiana.
----------Viceversa, existen actos externos de virtud cristiana específica, sobrenaturalmente motivados y finalizados, los cuales, mientras siguen siendo distintos de los actos simplemente naturales, pienso sobre todo en ciertos actos heroicos de caridad, o de misericordia o de prudencia o penitencia por amor de Cristo y de la Iglesia, que muy difícilmente por no decir en ningún caso pueden implicar la ficción o la hipocresía.

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