sábado, 6 de julio de 2024

Sobre la interpretación del Concilio Vaticano II (3/3)

La interpretación católica del Concilio Vaticano II la han enseñado los Papas del postconcilio, y ha sido descripta por Benedicto XVI con una fórmula que se ha convertido en célebre: "continuidad en la reforma" o bien "novedad en la continuidad": por un lado, novedad, que quiere decir progreso, por cuanto se refiere al avance en el conocimiento de los datos de la fe; por otro lado, reforma, por cuanto se refiere a las costumbres y a la conducta del católico. El primer término se refiere al aspecto doctrinal; el segundo, al aspecto moral-pastoral. Y además, continuidad, por cuanto se refiere a la inmutabilidad del dogma. [En la imagen: la multitud fuera de la Basílica de San Pedro en el Vaticano, aguardando la procesión inaugural de la primera sesión del Concilio Vaticano II].

Las causas de los malentendidos
   
----------Muchos son hoy los que se preguntan cómo se haya podido verificar un tal y tan vasto malentendido acerca del Concilio Vaticano II. Las razones de este malentendido serían muchas, pero aquí no tengo el espacio para referirme acerca de esto. Insinuaré tan sólo algunos puntos.
----------En primer lugar, como he dicho anteriormente, el lenguaje mismo de los documentos finales del Concilio, no es siempre claro y es pasible de ser instrumentalizado en sentido modernista.
----------Otro factor, motivo de malentendidos, es la dificultad de encontrar, en la gran mole de documentos, los puntos doctrinales verdaderamente vinculantes para el fiel católico. Esto ha permitido a conservadores y modernistas infravalorar la autoridad de las doctrinas conciliares.
----------Una actitud ingenuamente optimista se difundió en el episcopado mundial del post-concilio, con la consiguiente disminución de la vigilancia (tarea propia del obispo: epi-skopos=vigilante) frente al surgir de errores y herejías. Como dijo correctamente en su momento el padre Cornelio Fabro, el episcopado ha quedado "intimidado" por la marea ascendente modernista, óptimamente organizada y sostenida por grandes medios financieros. Surgió en el episcopado el temor de ser juzgado "reaccionario" o "preconciliar".
----------Las conferencias episcopales, instituidas como simple órgano de información y de coordinación de la pastoral, ya en lo interno de las labores conciliares, asumieron un tono de excesiva independencia de Roma y, con una forma de más o menos manifiesta intimidación psicológica, obstaculizaron la libre expresión de su sumisión al Papa en los individuales obispos, sobre todo en los más fieles a Roma.
----------Vale tener en cuenta también como motivo de malentendidos, la falta en los documentos del Vaticano II de los tradicionales "cánones", los cuales siempre en los Concilios precedentes han constituido un claro punto de referencia para poder saber de manera inequívoca qué es lo que ha querido decir el Concilio y para conocer de manera sintética y clara las doctrinas más importantes.
----------Al respecto, los Concilios del pasado siempre han tenido una forma jurídica, porque la prudencia jurídica es indispensable para mantener y defender, también con justas sanciones penales, la disciplina en cualquier comunidad humana -civil o eclesial- en la vida presente que sufre las consecuencias del pecado original. Sin esta disciplina que frena los extremismos y promueve paz, orden y justicia, el bien común viene comprometido y prevalecen los prepotentes y los ambiciosos.
----------Lamentablemente el Concilio Vaticano II ha sido carente desde este punto de vista, y de ello vemos hoy extensamente las consecuencias. Este defecto ha provocado una extendida mentalidad de desprecio -de sabor luterano- por el derecho canónico y por la profesión de canonista, planteando exigencias "pastorales" que han favorecido el desorden, la anarquía y la indisciplina (véase por ejemplo la liturgia, la organización de los estudios o la disciplina en los institutos religiosos) y se han convertido en lo contrario de una sana pastoral, con daño de esa "caridad" que se habría querido exaltar y promover.
----------Otro motivo de confusión es el retardo con el cual ha sido elaborado el Catecismo (¡recién en 1992!), mientras que durante muchos años se había difundido el espurio Catecismo Holandés, que falsamente se ha presentado como intérprete del Concilio, causando un gran daño a la Iglesia y a las almas.
----------A la línea pastoral del Concilio y del post-concilio es por tanto lícito y de hecho debido plantear reservas y aportar correcciones, porque sobre este plano las directivas de la Iglesia no son infalibles. En cambio, al católico no le está permitido poner en discusión o incluso rechazar las doctrinas dogmáticas del Concilio, porque ellas son testimonios infalibles de la Tradición, incluso aunque no se trata de dogmas solemnemente o explícitamente definidos como tales, pero se trata siempre de materia de fe donde la Iglesia no puede equivocarse ni cambiar.
----------Tales doctrinas por consiguiente, como enseñan los papas del post-concilio, deben ser vistas como una explicitación, un progreso y un desarrollo de la Tradición en continuidad con la precedente. Y quien no entiende esto no tiene el derecho de decir que el Concilio Vaticano II "rompe" con la Tradición, sino que quien así lo diga da señal de que no entiende los contenidos del Concilio. El caso Viganò es un signo impresionante y dramático de la confusión que el espíritu de la mentira viene sembrando desde hace décadas.
----------No obstante todos estos problemas, la verdadera renovación conciliar ha seguido adelante. El secreto para comprender el verdadero sentido del Concilio Vaticano II e implementarlo verdaderamente está en las palabras repetidamente expresadas por los Romanos Pontífices del post-concilio: es necesario ver en el Concilio un supremo testigo de la Sagrada Tradición, ciertamente no de una Tradición "congelada" (término usado por el papa Ratzinger), sino de una Tradición viva, que se transmite ininterrumpida y fiel desde los tiempos de nuestro Señor Jesucristo en la enseñanza oral o bien en la predicación de los Sucesores de los Apóstoles y que cada vez mejor en el curso de la historia viene a ser conocida, de modo de generar un continuo progreso en el conocimiento y en la práctica de la Palabra de Dios y del ideal cristiano.
   
La interpretación católica
   
----------La interpretación católica del Concilio Vaticano II la han enseñado los Papas del postconcilio, y ha sido descripta por el papa Benedicto XVI con una fórmula que ya se ha convertido en célebre: "continuidad en la reforma" o bien "novedad en la continuidad": por un lado, novedad, que quiere decir progreso, por cuanto se refiere al avance en el conocimiento de los datos de la fe; por otro lado, reforma, por cuanto se refiere a las costumbres y a la conducta del católico. El primer término se refiere al aspecto doctrinal; el segundo, al aspecto moral-pastoral. Y además, continuidad, por cuanto se refiere a la inmutabilidad del dogma. Se deberá explicar cómo el dogma permanece inmutable, sin que por ello se deba excluir un progreso en el conocimiento del mismo dogma. Es lo que haremos en la serie de artículos que seguiremos publicando.
----------Para afrontar el problema hermenéutico a fin de dar del Concilio una interpretación verdaderamente católica, será necesario sin embargo ante todo establecer los criterios, porque sólo con parámetros correctos se puede decidir la interpretación correcta. Pero mientras tanto veamos cuáles han sido de hecho las principales interpretaciones y qué métodos han sido usados. Enumeramos ahora una serie de criterios para reconocer esta característica del Concilio que ha sido tan claramente recordada por el papa Benedicto XVI.
----------Primero. Importantes son los criterios de juicio, que se deducen tanto del derecho natural como del derecho canónico. Desde un punto de vista racional, debe estar claro que las directivas o las enseñanzas o las leyes de una autoridad, deben ser interpretadas según la misma mens de la autoridad que las ha emanado. Por eso se deben tener en cuenta los documentos magisteriales postconciliares cuando proponen interpretaciones a los textos conciliares. Autorizadísima interpretación de ellos se puede considerar el Catecismo de la Iglesia Católica, mientras que el Catecismo holandés refleja la interpretación modernista.
----------Segundo. Desde un punto de vista canónico, como católicos sabemos que en materia de fe la voluntad de los Pontífices difuntos se rencuentra en el Pontífice reinante, que constituye el Magisterio vivo de la Iglesia. A él, por consiguiente, le corresponde la interpretación auténtica y definitiva de los documentos conciliares.
----------Tercero. Es necesario también hacer uso de la hermenéutica literaria aplicada sobre todo al lenguaje tradicional de la Iglesia, al lenguaje moderno y a los géneros literarios. Tal hermenéutica debe ser perfeccionada por la hermenéutica teológica aplicada a los documentos del Magisterio.
----------Cuarto. Otro criterio fundamental son la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición, pero, para nosotros católicos, ambas fuentes están mediadas por el Magisterio vivo de la Iglesias, recordando que todo Concilio es intérprete de la Escritura y de la Tradición, por lo cual no tendría sentido pretender interpretar o incluso juzgar las enseñanzas del Concilio "a la luz" de una Escritura o de una Tradición no mediadas por el Magisterio, a las que supuestamente se contacta directamente en modo privado o subjetivo: es el error de Lutero con la Escritura, y es el error de Lefebvre con la Tradición.
----------Quinto. El criterio interpretativo debe esforzarse por poner en luz la continuidad, sobre todo la dogmática, y no ponerla en duda o incluso negarla. En cambio, una cierta discontinuidad en las enseñanzas pastorales puede ser y es del todo justificada por la necesidad de tener en cuenta las circunstancias hodiernas y los progresos hechos por la pastoral. Algunas discontinuidades, en cambio, podrían ser para corregir.
----------Sexto. Debe tenerse en cuenta en los textos finales del Concilio Vaticano II la diferencia entre las enseñanzas dogmático-doctrinales y las morales-jurídico-pastorales. Las primeras son infalibles, incluso si no se dan en el Concilio definiciones solemnes de nuevos dogmas. En cuanto a las segundas, el católico presupone en línea de principio que sean sabias y correctas. Sin embargo, sobre este plano la Iglesia no es infalible, por lo cual no está prohibido plantear prudentes objeciones o reservas o críticas, de modo que los errores puedan en un futuro ser corregidos.
----------Esta distinción entre lo dogmático-doctrinal y lo moral-jurídico-pastoral es importantísima para evitar dos excesos típicos: por una parte, el de aquellos fanáticos del Concilio, para los cuales todo lo que el Concilio dice es verdad absoluta, salvo para después, como buenos modernistas, concebir lo "absoluto" como mutable, por lo cual la "verdad absoluta" de hoy está contra la "verdad absoluta" de ayer, de aquí su repudio a la Tradición. Por la otra, el exceso de aquellos que no reconocen en el Concilio nada infalible, con la excusa de que sería un Concilio sólo "pastoral" y no existen en él nuevos dogmas definidos.
----------Se trata de dos excesos de signo opuesto, como dice correctamente monseñor Agostino Marchetto, pero entrambos sostenedores de la "ruptura". Es necesario en cambio hacer la distinción que hacía también el recordado cardenal Giacomo Biffi en su libro Memorie e disgressioni di un italiano cardinale (Cantagalli, Siena 2010). Interesante esa precisión "italiano" en el título. Considerando la muy conocida argucia del ilustre Cardenal, acaso no me está prohibido pensar que esta indicación en el título del libro tenga un sabor veladamente polémico contra la ola de modernismo filoprotestante que ha llegado a Italia en el post-concilio de los países norte-centro europeos de notoria tradición protestante, bajo pretexto del "aggiornamento" conciliar, engatusando a muchos simplones o incluso también a algún zorro.
----------A tal respecto, contra un extendido prejuicio, común tanto a lefebvrianos como a modernistas, que descubren su modo de aprovecharse al confundir las cosas, se debe decir que el Concilio no ha sido sólo pastoral, sino también doctrinal, y no con la simple repetición de doctrinas ya definidas, sino con la enseñanza de doctrinas nuevas que desarrollan y explican mejor las definidas, en continuidad con ellas.
----------Esto resulta claramente de la enseñanza de los Papas del post-concilio, como por ejemplo las que a continuación indico. Dice san Paulo VI en la audiencia general del 12 de enero de 1966: "Es necesario prestar atención: las enseñanzas del Concilio no constituyen un sistema orgánico y completo de la doctrina católica; esta es bastante más amplia, como todos sabemos, y no es puesta en duda por el Concilio o sustancialmente modificada: sino que de hecho el Concilio la confirma, la ilustra, la defiende y la desarrolla, con autorizadísima apología, plena de sabiduría, de vigor y de confianza".
----------"Y es este aspecto doctrinal del Concilio Vaticano II, el que debemos destacar en primer lugar por el honor de la Palabra de Dios, que permanece unívoca y perenne, como luz que no se apaga, y para el consuelo de nuestras almas, que de la voz franca y solemne del Concilio experimentan cuál oficio providencial ha sido confiado por Cristo al magisterio vivo de la Iglesia para custodiar, para defender, para interpretar el 'depósito de la fe' (cf. Humani generis, AAS, 1960, p.567)".
----------"No debemos separar las enseñanzas del Concilio del patrimonio doctrinal de la Iglesia, sino ver bien cómo en él se insertan, como a él son coherentes, y como a él aportan testimonio, incremento, explicación, aplicación. Entonces, también las 'novedades' doctrinales, o normativas, del Concilio, aparecen en sus correctas proporciones, no crean objeciones hacia la fidelidad de la Iglesia a su función didascálica, y adquieren ese verdadero significado, que la hace resplandecer de luz superior".
----------Y también san Juan Pablo II, durante el discurso al Clero de la diócesis de Roma del 18 de febrero de 1988: "El Vaticano II ha sido verdaderamente una expresión de genio doctrinal y pastoral juntos", afirmando además que: "El Concilio nos ha donado una rica doctrina eclesiológica" (discurso al Congreso Internacional de Estudio sobre la aplicación del Concilio Vaticano II, del 27 de febrero del 2000).
----------Séptimo. Es necesario vincular las enseñanzas del Concilio Vaticano II con las del Magisterio precedente todavía válidas. Las enseñanzas doctrinales son siempre válidas, pero no está dicho que lo sean también todas las enseñanzas pastorales. Acerca de éstas, el Concilio puede haber corregido o superado oportunamente a algunas, por lo cual es necesario atenerse en esto a las prescripciones conciliares. En cambio, se podría dar el caso que algunos útiles usos pastorales del pasado hayan sido abandonados o hayan perdido sentido de modo indiscreto; un Concilio puede abrogar también alguna cosa que debe ser conservada; en ese caso se necesitará repristinarla, siempre por autoridad de la Iglesia.
----------Octavo. También es necesario tener presente que el Concilio Vaticano II es, ciertamente, casi una presentación complexiva de la doctrina cristiana expuesta en un lenguaje comprensible al mundo moderno, pero esto no autoriza a olvidar las precedentes enseñanzas del Magisterio, sea en cuanto afirmaciones doctrinales como en cuanto condena de los errores. Por tanto tales enseñanzas no han sido abolidas por el Vaticano II sino que, por el contrario, están presupuestas.
----------Ciertamente, es sabido cómo el Concilio Vaticano II pone en viva luz destacada los aspectos positivos del mundo moderno y en fuerte sordina sus errores, hablando de ellos más bien de modo muy genérico. Pero sería un gravísimo error, como el de los modernistas, creer que el Concilio haya abolido las condenas del pasado por el hecho de que no habla de ellas. Ello sería contra las palabras explícitas del papa san Juan XXIII en su discurso inaugural del Concilio, donde por el contrario él dice que la doctrina del Concilio debería presuponer la precedente de la Iglesia, comprendidos los errores ya condenados.
----------Por eso debe quedar claro que el Concilio sobreentiende la condena de los errores modernos que ya se encuentra en las enseñanzas del beato papa Pío IX relativos al indiferentismo, al ontologismo y al liberalismo; del Concilio Vaticano I con relación al fideísmo (heredero del luteranismo), del racionalismo (heredero del iluminismo), del idealismo panteísta (Hegel), del modernismo (fenomenismo, desprecio de la filosofía tomista, preconsciente atemático, exégesis liberal, falsa mística) condenado por el papa san Pío X, del falso ecumenismo condenado por el papa Pío XI, del inmanentismo, del existencialismo, del evolucionismo dogmático y antropológico y de la "nouvelle théologie" condenados por el papa Pío XII, por no hablar de la condena del comunismo iniciada por Pío IX y proseguida por Pío XII en 1949, y de la masonería, iniciada por el papa Clemente XII en 1738 hasta llegar al decreto de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 1983, y las confirmaciones en el actual pontificado de Francisco.
----------Un engaño perpetrado por los modernistas ha sido el de hacer creer a muchos que estas condenas ya no valieran por el solo hecho de que el Concilio no las renovaba, olvidando que las condenas doctrinales, las cuales involucran la infalibilidad del Magisterio, son irrevocables por el hecho de que atañen a valores inmutables.
----------Este engaño lamentablemente ha sido avalado por una cierta actitud de la Jerarquía que ha evitado renovar las condenas. Un caso flagrante y discutido de este tipo es la ausencia de la condena del comunismo. Si debo expresar una opinión personal, quisiera recordar que el comunismo ya había sido repetidas veces condenado, como he dicho líneas arriba, a partir de Pío IX, para llegar a Pío XI y a Pío XII. Baste por todos esos documentos la famosa encíclica de Pío XI Divini Redemptoris de 1937, como por lo demás el valiente papa Ratti en el mismo año condenó también al nazismo en la carta en alemán Mit brennender Sorge.
----------Por consiguiente, sin duda debía ser evidente para todo católico que el comunismo se mantenía severamente condenado, aunque el Concilio no hablara de ello. Sin embargo, en esta grave cuestión, existe también un aspecto que atañe a las opciones pastorales, las cuales como tales no se refieren a los contenidos -si el comunismo sea  verdadero o falso-, sino a la oportunidad o no de renovar la condena, un ámbito en el cual la Iglesia, en línea de principio, también se puede equivocar.
----------Como he dicho, en los próximos días continuaremos esta serie de notas sobre el Concilio Vaticano II, dedicadas a su interpretación católica, siguiendo el Magisterio de los Papas del postconcilio.

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