jueves, 13 de junio de 2024

Las vías para llegar al conocimiento del espíritu (4/4)

De lo que hoy se tiene carencia es de un verdadero discurso filosófico sobre el espíritu. La psicología ha perdido su articulación sapiencial y su apertura a los valores morales, para ser invadida por orientaciones sociológicas, politizantes, sensualistas, empiristas y materialistas, que la restringen a la vida en el horizonte terreno, apagan la interioridad proyectando hacia el exteriorismo, sin perspectivas trascendentes y sin apertura al absoluto divino. Y esto no es evasión hacia abstraccionismos que están lejos de la realidad concreta de la vida cotidiana del hombre y del cristiano, porque esta falta del discurso sobre el espíritu tiene hoy sus manifestaciones concretas en la moral y hasta en la liturgia cristiana, siendo ella fuente y cumbre de la vida cristina. [En la imagen: los famosos Querubines, detalle de la "Madonna con el Niño", óleo sobre lienzo pintado aproximadamente entre 1513 y 1514, obra de Rafal Sanzio, que se conserva en la Gemäldegalerie Alte Meister de Dresde, Alemania].

Las vías para llegar al conocimiento del espíritu
   
----------Lo espiritual no es solo lo inmaterial. No puede ser definido solo por negación. Tenemos necesidad de mirarlo a la cara; de lo contrario, ¿cómo podría su conocimiento ser nuestra alegría y nuestra felicidad? La visión de las cosas materiales conjuntamente con la afirmación de que esas cosas espirituales no son esas cosas materiales que vemos, ¿es suficiente para darnos a conocer el espíritu? Si digo que un león no es un elefante, habiendo visto al elefante y no habiendo visto nunca el león, ¿puedo saber qué es el león?
----------Entonces nos preguntamos: ¿cómo hace Platón, que era pagano, para ver las cosas del espíritu, ver las ideas? ¿Qué son las Ideas? ¿Qué operación ha realizado? ¿Qué es lo que en la Sagrada Biblia, libro del espíritu, que atrae el interés de la humanidad desde hace milenios? ¿Cómo hace el cristiano para alegrarse de aquello que san Pablo llama "las cosas de allá arriba"? ¿Qué cosas ve?
----------No se puede negar que estamos viviendo actualmente en Occidente un clima intelectual de desconcierto y desorientación. San Agustín de Hipona exhortaba: intellectum valde ama. ¿Pero quién ama hoy al intelecto? Por esto ya no se sabe qué es el espíritu; se ha perdido el gusto de las cosas espirituales, porque ya no se sabe qué es el intelecto, potencia espiritual que conoce el espíritu, espíritu él mismo.
----------Pero, ¿cómo se hace para poder vivir un cristianismo donde el cristiano se desinteresa del espíritu? Ciertamente, no faltan hoy los signos y las huellas del espíritu en tantos fenómenos sociales y eclesiales de caridad, misericordia, solidaridad y operosidad. No faltan los movimientos exaltadores del Espíritu Santo. El Papa habla a menudo del Espíritu Santo. La mística cosecha éxito.
----------En 1951, Jean Guitton publicaba Le travail intellectuel, un hermoso opúsculo que diez años después caía a mis manos, cuando me fue recomendado para dar seriedad a mi trabajo intelectual. Veinte años después, en 1970, se discutía sobre la crisis del intelectual en la sociedad moderna. Pero al menos, todavía por entonces, se seguía hablando de intelectuales. Hoy ya no se es capaz: las facultades de filosofía están llenas de charlatanes, y hoy hay doctores de filosofía que pasan su tiempo publicando charlatanería y chismorreo en blogs de internet. Esto quiere decir que la crisis ha empeorado. ¿Y qué remedio se proponía hace cincuenta años a la crisis del intelectual? La metafísica. Pero, ¿a quién le interesa la metafísica hoy en día? Sin embargo, es precisamente la metafísica la que nos eleva al conocimiento del espíritu, con la ayuda de una sana gnoseología.
----------Es precisamente la metafísica la que permite la edificación de una teología para la cual Dios es el ipsum Esse per se subsistens. La palabra misma metafísica es indicativa: más allá de la física, es decir, más allá de la materia hacia el espíritu. ¿Es posible hablar de Dios y del Espíritu Santo ignorando la metafísica?
----------Existe actualmente una difundida antipatía hacia todo lo que huela a intelectual, a teórico, a especulativo, a doctrinal y a abstracto, etiquetado apresuradamente como "ideología", y existe a la par un excesivo insistir en lo concreto, en la historicidad, en la praxis, en la subjetividad, en la experiencia, que denota una repugnancia por el ejercicio mismo del pensamiento, cuyo elemento natural es lo abstracto, así como el agua es el hábitat del pez. Es cierto que existe un abstractismo indiscreto y estéril, allí donde es necesaria la concreción. Pero esto no justifica ciertas obstinadas hostilidades de principio cuando el abstraer es necesario para la ciencia de la verdad y para el normal funcionamiento del intelecto.
----------A este respecto es necesario recordar que la intelección de la realidad espiritual ofrecida por la metafísica se alcanza mediante un proceso abstractivo que comporta tres grados, en cada uno de los cuales el intelecto abstrae de una propiedad categorial del ente, hasta llegar a la máxima y más alta abstracción, que prescinde de la cantidad, es decir, de la materia, para considerar al ente como ente, indiferente a lo material y a lo espiritual. En este punto el intelecto, mediante un juicio de existencia, que separa los cuerpos de los espíritus, niega la materialidad del espíritu, y así considera al espíritu en sí mismo.
----------Ahora bien, ¿cómo se hace para mirar a la cara al espíritu? ¿Cómo poner al espíritu ante los ojos de nuestra mente? Pues bien, un acto muy simple es el de la reflexión precisamente sobre los actos de nuestro espíritu: el pensar, el concebir, el juzgar, el mismo reflexionar, el razonar, el intuir, el contemplar, el recordar, el querer, el desear, el esperar, el amar, el temer, el calcular, el medir, etc.
----------Si reflexionamos sobre estos estados y estos actos, nos encontramos inmediatamente en el mundo de lo inmaterial, de lo suprasensible, de lo supratemporal y supraespacial, en el mundo del espíritu, donde callan los sentidos y la imaginación y habla en el silencio y en la soledad nuestro espíritu o escuchamos mensajes espirituales, palabras interiores, emergentes del inconsciente o de la memoria o quizás provenientes de algún otro espíritu o de Dios, o advertimos estímulos e impulsos espirituales a la acción, al amor o al odio, a la esperanza o al temor, a la paciencia o al coraje, a la mansedumbre o a la severidad, a la caridad o a la justicia o a la misericordia, al sacrificio, a la plegaria o a la adoración.
----------Percibimos aquí lo espiritual no en el concepto sino por experiencia, ciertamente no una experiencia sensible, sino interior, no menos cierta y clara que la externa. Y al mismo tiempo nos damos cuenta y experimentamos tener un alma que forma todos estos actos. Soy yo quien piensa, soy yo quien sé, yo el que quiero, que reflexiono, que decido, que elijo, que considero estos contenidos invisibles al sentido pero no a mi intelecto, no a mi conciencia. He aquí que estoy en el mundo del espíritu.
----------Otro modo de considerar el espíritu en sí mismo, es el de concebirlo como principio de los trascendentales relacionales, es decir, de aquellos trascendentales que no dependen de la simple consideración del ente (unum, aliquid, res), sino que son el efecto de una relación, precisamente la relación con el espíritu, que es ese ente capaz de devenir intencionalmente cualquier ente.
----------El alma, como dice Aristóteles, es de algún modo todo (anima est quodammodo omnia), porque el alma puede conocerlo todo. El privilegio del espíritu sobre el cuerpo está dado por el hecho de que éste tiene su forma y está cerrado en su forma, mientras que el cognoscente, ya sea el animal, pero mucho más el hombre gracias a la abstracción de lo universal, amplía su forma natural más allá de sí mismo con la adquisición de formas intencionales, tomadas de la realidad externa, por las cuales deviene intencionalmente y cognoscitivamente el otro distinto de sí. Esta es la virtud y la maravilla del espíritu.
----------Y así a este ente que es el espíritu, el ente, todo ente, aparece como verdadero a su intelecto y bueno a su voluntad. Al espíritu el ente le aparece como bello, precisa Platón, al intelecto al cual le agrada ver (pulchrum, quod visum placet, dice el Aquinate) porque lo bello es bueno y amable al verse. Ahora, entonces, el placer toca el afecto y es expresión del querer. Por eso, como señaló correctamente Kant en su Crítica del Juicio, lo bello es el punto de pasaje del conocer al actuar.
----------Lo faciendum aparece bello al verse y deseable al querer. Pero entonces, si es tal, empuja a la praxis y justifica la praxis. Verdadero, bueno y bello es la triada trascendental descubierta por Platón, objeto del espíritu que conoce y ama, que quiere e intelige, ya sea humano ya sea angélico o ya sea divino.
----------Mediante el intelecto el espíritu interioriza lo real externo en la conciencia. Esta interiorización mediante la representación conceptual y el acto del juicio hace surgir en el espíritu una segunda potencia de contacto con lo real conocido, que es la voluntad.
----------Pero el contacto, esta vez, no está finalizado o dirigido a adecuar el espíritu a la realidad externa contactada por los sentidos. Esta vez es el sujeto mismo que se mueve existencialmente hacia el objeto externo, que es el fin de la acción, es el bien amado, practicado o deseado, es la obra producida, es el proyecto realizado. Si el intelecto llega a lo inmaterial partiendo de los sentidos, la voluntad es una fuerza inmaterial que hace uso y se expresa en las pasiones y en la sensibilidad.
----------En la vida presente, ligados como estamos a los sentidos, no podemos tener una intuición intelectual inmediata de la existencia espiritual objetiva, externa a nosotros. Conocemos el espíritu solo por analogía con las cosas materiales, por símbolos, por metáforas, por participación, por negación, negando la materialidad, por eminencia, es decir, por superlativos, por causalidad, lo cual es decir, como causa de las cosas materiales. Así similarmente, ahora no podemos ver de inmediato la esencia de Dios, aunque podamos hacer de ella un concepto de razón y de fe; pero solo conocemos a Dios por medio de las criaturas, filosóficamente, y la divina revelación, por fe. Solo en el paraíso del cielo podremos verLo cara a cara.
----------Un caso singular en la filosofía, de mezcla de empirismo ockhamista e idealismo cartesiano en el conocimiento del espíritu, es el de George Berkeley, quien por una parte quisiera aceptar la gnoseología ockhamista, según la cual el objeto del intelecto es el individuo sensible material, por lo cual el intelecto no abstrae la esencia universal del singular concreto, sino que sustituye lo universal por un nombre colectivo, pero, por otra parte, Berkeley quisiera negar incluso la existencia de la sustancia material, en nombre de la convicción de que el objeto del intelecto es el espíritu, a la manera cartesiana.
----------¿Cómo hace Berkeley para poner juntas estas dos tesis contradictorias? Interpreta a Ockham a la luz de Descartes: Ockham dice que el intelecto intuye inmediatamente el ente sensible individual en su individualidad sin mediación conceptual y por lo tanto sin abstraer la esencia universal del singular concreto.
----------Berkeley sostiene que el espíritu o el intelecto, por él confundido con el sentido, percibe inmediatamente el ser espiritual no en sí mismo, sino en cuanto percibido o, usando el lenguaje de Descartes, en cuanto ideado. En otras palabras, confunde la sensación con la idea, el ser con el ser pensado, lo perceptible con lo percibido y por lo tanto el espíritu real con el espíritu pensado.
----------Se entiende así que Berkeley reduce lo espiritual a lo sensible por el hecho de que él considera que el espíritu sea el primum cognitum de nuestro saber, cuando en cambio el primum cognitum son las cosas externas sensibles, por el conocimiento de las cuales, por negación, causalidad y analogía, se recaba el conocimiento de las realidades espirituales, aparte de la autoconciencia por la cual podemos tener una experiencia de nuestra alma. Por lo tanto, y en definitiva, el espiritualismo de Berkeley esconde una gnoseología sensista, como en el fondo era también la gnoseología de Ockham, e idealista, como es la gnoseología de Descartes, puestas juntas, porque lo ideado es el sentido, y el ser coincide con el ser pensado e ideado.
----------Por consiguiente, toda la indignación que expresa Berkeley contra los materialistas es en realidad una puesta en escena, porque bajo las apariencias del espiritualismo, Berkeley es en realidad un sensista, pero sensista idealista, que identifica la idea con lo ideado, el sentir con lo sentido y el ser con el ser pensado: esse est percipi. El espíritu no es el espíritu real extramental, sino el espíritu pensado. Dios es un Dios pensado y no el verdadero Dios que trasciende el cielo y la tierra.
----------Por todo lo que vengo diciendo, aquello de lo cual hoy tenemos enorme carencia es de un verdadero discurso filosófico sobre el espíritu. La psicología ha perdido su articulación sapiencial y su apertura a los valores morales, para ser invadida por orientaciones sociológicas, politizantes, sensualistas, empiristas y materialistas, que la restringen a la vida en el horizonte terreno, apagan la interioridad proyectándonos hacia el exteriorismo, sin perspectivas trascendentes y sin apertura al absoluto divino. Y no piense el lector que me estoy evadiendo hacia abstraccionismos que están lejos de la realidad concreta de la vida cotidiana del hombre y del cristiano, porque la mencionada falta del discurso sobre el espíritu tiene hoy sus manifestaciones concretas en la moral y hasta en la liturgia cristiana, siendo ella fuente y cumbre de la vida cristina.
----------Son demasiadas en la Biblia las referencias a las realidades espirituales para que de hecho no se hable de ellas en nuestros ambientes católicos. Pero a menudo parece prevalecer el emotivismo y la indisciplina, por no decir el fanatismo, sobre lo que debería ser un sólido fundamento racional teológico. La convicción presuntuosa de ser instrumentos del Espíritu Santo lleva a algunos a dejarse seducir por ideas heréticas o por opciones cismáticas en el campo de la moral o de la liturgia.
----------El espíritu en la vida presente en esta tierra, vida ligada inevitablemente a los sentidos, no se manifiesta directamente en sí mismo, el espíritu no nos revela directamente su rostro, sino en la experiencia de la autoconciencia, es decir, la experiencia que el alma tiene de sí misma o de los productos inmateriales de nuestro espíritu, íntimos a nuestro espíritu y a nuestra conciencia.
----------Existe una manifestación sensible de la actividad de nuestro espíritu, que es la palabra, el lenguaje. Aquí el pensamiento se expresa en signos o símbolos sensibles, tanto convencionales como naturales, eventualmente acompañados por gestos externos, expresiones faciales significativas, tonos de voz o mensajes escritos u orales, que remiten al contenido del pensamiento o a las intenciones de la mente o de la voluntad.
----------La palabra es un producto del espíritu funcional a la comunicación y ordenado a la comunión. En otros términos: la palabra parte de un espíritu y sirve para iluminar la inteligencia y para mover la voluntad de otro espíritu. De tal manera, la Palabra de Dios mueve eficazmente la voluntad del espíritu creado, pero dejándolo libre. Nuestra palabra puede argumentar, puede estimular, puede excitar; pero no puede causar en el otro su asenso o consentimiento. El otro sigue siendo libre de acogerla o no.
----------La palabra genera entre los espíritus o el acuerdo o el conflicto. El espíritu queda libre de acoger, de escuchar o de rechazar, de discutir. La palabra es el lugar espiritual donde juega la verdad y la mentira. La palabra expresa tanto el amor como el odio. Induce tanto a la justicia como al pecado. Comunica tanto la sabiduría como puede ser también signo de necedad. Edifica o hiere. Ilumina o confunde. Consuela o amarga. Libera o encadena. Subyuga o deja indiferente. Involucra o repugna. Consuela o desalienta. Une o divide. Desata la pasión o enardece el amor. Induce a la tentación o estimula a la virtud.
----------La palabra domina a los otros espíritus o somete al espíritu a la obediencia. Engaña o desengaña. Honra o difama. Prohíbe o permite. Revela u oculta. Asiente o disiente. Ilusiona y desilusiona. Son incontables los actos del espíritu que se manifiestan en la palabra. En cada uno de ellos tenemos una manifestación del espíritu. Bajo este aspecto del lenguaje y de la palabra, no digamos por tanto que es difícil conocer el espíritu.
----------Lo que falta, en cambio, en la cultura contemporánea, al menos en los grandes números, no es tanto esta proliferación del lenguaje, a menudo vacío e inútil (se habla por hablar), sino que falta ante todo el interés por el gran tema del alma, de sus facultades, de sus manifestaciones, de su origen, de su destino, de su dignidad, de sus posibilidades, de su relación con Dios, de la vida del más allá, de su relación con el cuerpo, de su formación y educación espiritual, de su iluminación, purificación y progreso, de su salvación y santificación, de su beatitud y condenación, de su modalidad masculina y femenina.
----------La experiencia de la presencia activa de Dios en mí es la experiencia de un beneficio espiritual, como por ejemplo el ser consolado o perdonado o incluso solo un beneficio físico, como por ejemplo un peligro evitado o una curación, una gracia recibida o una bella sorpresa, cosas que siento que no vienen de mí, siento que me vienen donadas gratuitamente, no las he producido yo, sino que vienen de fuera y de arriba de mí, más allá de aquello que yo podía hacer con mis fuerzas, más allá de las mejores expectativas.
----------Esta aparición o manifestación sensible o interior del espíritu puede venirme directamente de la aparición de un amigo, de una amiga, de la bondad del prójimo o de la belleza y maternidad de la naturaleza, pero me doy cuenta que detrás de estos beneficios está Dios, que los causa. Pero si pienso también en aquello que hago yo, ¿cómo podría hacerlo si no estuviera Dios que me ha creado y que me ha movido? Aristóteles ya lo había entendido con su famoso "Motor inmóvil", neciamente maltratado por los ignorantes.
----------Alta experiencia espiritual es la experiencia religiosa: la experiencia del cumplimiento de un sacrificio, de la consagración, de la oración, del rendir culto a Dios, de la presencia de lo sagrado, de la comunidad orante, de la solemnidad litúrgica, de la conmoción mística y de la experiencia extática.
----------Fuerte experiencia espiritual es la experiencia moral, de la propia responsabilidad, de la obligación moral, de la angustia, de la aridez, de la culpa, del arrepentimiento, de la caridad, de la misericordia, de la ternura, de la paz de la conciencia, de la reconciliación, de la conversión.
----------La experiencia psicológica es de por sí una experiencia sensitiva, pero que media la moral: es la experiencia de la preocupación, de la incertidumbre, de la duda, del miedo, del sufrimiento, del odio, de la tristeza, de la alegría, del entusiasmo, del placer sexual.

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