miércoles, 1 de mayo de 2024

La falsedad como principio de la violencia (1/4)

¿Por qué hoy parece que el poseer una verdad y expresarla es violento para los demás? ¿Por qué pareciera que actualmente la posesión de la verdad, que suscita en el alma tanta alegría, la fuerte adhesión a lo verdadero, sentida como  deber absoluto a cualquier precio, verdad tal vez conquistada después de fatigosas búsquedas y victoria sobre la duda, después de haber respondido a objeciones insidiosas y seductoras, debería ser incentivo o principio de violencia, por qué debería conducir a ser violentos con el prójimo al manifestarla o al enseñarla? ¿No se debería más bien estar agradecidos? [En la imagen: fragmento de "La Verdad y la Falsedad", escultura de Alfred Stevens, producida entre 1857-1866, en el Victoria and Albert Museum, Londres, Inglaterra].

El respeto a la verdad es un deber moral
   
----------Dios nos ha creado con una inclinación espontánea de nuestro intelecto hacia el conocimiento y el amor por la verdad, es decir, para reconocer las cosas tal como son y para adecuar nuestros juicios a la realidad de las cosas. Si permitimos que nuestra razón recorra hasta el fin su camino natural, sentimos la necesidad y el deseo de conocer la verdad primera, suprema y última, la verdad absoluta, subsistente y eterna, que es Dios, fuente, principio, criterio y causa de cualquier otra verdad, encontrando en la visión de esta verdad nuestra beatitud.
----------Pero, a causa del pecado original, por el cual el hombre se ha dejado seducir por el demonio, padre de la mentira, existe también en todos nosotros una tendencia contraria, existe también una repugnancia hacia la verdad, que es el deseo de no adecuar nuestro intelecto a las cosas tal como son, hay una tendencia a seguir nuestra inclinación al pecado y, para dar una apariencia de justificación al pecado que queremos cometer, tenemos tendencia a inventar falsas razones o motivos.
----------Si, por ejemplo, la realidad no es de nuestro gusto, negamos que exista una realidad fuera de nosotros, sosteniendo que el objeto del saber no es esa realidad inexistente, sino nuestras ideas, a las que llenamos de los contenidos que a nosotros nos gustan. Si nos da fastidio que Dios nos prohíba ciertas acciones, negamos que Dios exista y decimos que el principio del ser no es Dios, porque Dios no existe; sino que el principio del ser somos nosotros. Y así con cosas similares.
   
La caridad es la práctica de la verdad
   
----------Un truco interesante inventado por Gianni Vattimo [1936-2023] para hacernos repugnante la verdad acerca de la metafísica, la teología natural, la antropología, nuestros deberes morales, los artículos de fe y los dogmas de la Iglesia católica, es el de rechazar la pretensión de conocer en estas materias la verdad, en nombre de la caridad, como si la caridad no fuera precisamente la puesta en práctica de la verdad. Y aquí me estoy refiriendo al libro en coautoría entre René Girard y Gianni Vattimo, ¿Verdad o fe débil? Diálogo sobre cristianismo y relativismo (en versión española de la Editorial Paidós, Barcelona 2011).
----------Ahora bien, es necesario decir en cambio que el conocimiento y la posesión cierta de la verdad acerca de Dios y del hombre es el principio de la buena voluntad y de la caridad, por las cuales, habiendo alcanzado la posesión de la verdad, sabiendo que ella es bien común deseado por todos, somos inducidos por nuestro amor al prójimo a hacerlo partícipe, a comunicar en el lenguaje y en los juicios, la verdad que hemos descubierto, aprendido y conocido, sobre todo si se trata de la verdad sobre el hombre y sobre Dios.
----------Pero el conocimiento mismo de la verdad, obtenido ya sea por intuición o por razonamiento o bien por aprendizaje o por fe en Cristo, es principio de la benevolencia y de la caridad hacia el prójimo y de su liberación del error, del engaño, de la ilusión, de la falsedad y del mal.
----------Es lamentable que hoy en día esté muy extendida la opinión contraria, a saber, que aquellos que poseen o sienten poseer de modo incontrovertible, o en todo caso sinceramente firme, convicciones de razón o de fe acerca de los valores religiosos o morales, y trabajan esforzadamente para convencer o persuadir a los demás a abrazarlos o a practicarlos, usen violencia hacia ellos.
----------De hecho, lo que hoy viene puesto en duda o negado, es la misma posibilidad de poseer fírmemente conocimientos ciertos, fundados y objetivos o de expresar juicios objetivos y serenos, irrefutables, sin prejuicios, imparciales y desapasionados, en estas delicadas materias, donde efectivamente desde siempre las opiniones son discordantes y contrastantes incluso entre filósofos y teólogos, mientras que a algunos les parece que el mismo Magisterio de la Iglesia, al que san Pablo llama "columna y fundamento de la verdad" (1 Tim 3,15), niega hoy lo que en el pasado siempre ha dado como inmutablemente verdadero.
----------¿Por qué la posesión de la verdad, que suscita en el alma tanta alegría, la fuerte adhesión a lo verdadero, sentida como  deber absoluto a cualquier precio, verdad tal vez conquistada después de fatigosas búsquedas y victoria sobre la duda, después de haber respondido a objeciones insidiosas y seductoras, debería ser incentivo o principio de violencia, por qué debería conducir a ser violentos con el prójimo al manifestarla o al enseñarla? ¿No se debería más bien estar agradecidos?
----------¿Qué mayor bien hay para el hombre que la posesión de la verdad? ¿Qué mayor alegría que gozar juntos de la fruición de la misma verdad? ¿Qué mayor caridad que dar a los demás el bien de la verdad? ¿Qué mayor caridad que dar al prójimo esa verdad que abre el alma a los valores supremos, enseña la disciplina moral e instruye acerca de cómo dominar las pasiones, vencer los vicios, edificar una sociedad justa y pacífica bajo el gobierno de la divina providencia? ¿Qué mayor obra de misericordia, como dice santo Tomás de Aquino, que conducir al hermano desde las tinieblas del error a la luz de la verdad?
----------¿Quién podría negar que, en el fondo, en aquel iluminismo del siglo XVIII, hubiera un óptimo intento de usar rectamente de la razón, que es un bien universal propio de todo hombre, para conocer la verdad objetiva y alejar las tinieblas de la ignorancia, del prejuicio, del fanatismo, de la magia, de la intolerancia y de la superstición, para eliminar injusticias y desigualdades, y en resumidas cuentas para educar a la humanidad en la virtud, en la libertad, y conducirla a la felicidad?
----------Por consiguiente, la verdad, muy lejos de generar violencia, es en cambio fuente de libertad, como enseña el mismo Cristo (Jn 8,32). Mientras que la realidad, al solicitar a la voluntad a hacer, ciertamente, que el intelecto se adecue a lo real, no ejerce ninguna violencia ni sobre el intelecto ni sobre la voluntad, sino que, por el contrario, la realidad, sometiendo a sí al intelecto como verdad del ser, abre a la voluntad el abanico de sus posibles opciones, de modo que el sujeto se extienda en el campo de sus posibles elecciones a la luz de la verdad que conduce al ejercicio de la libertad.
----------Por el contrario, como también nos enseña Cristo, es lo falso lo que ejerce violencia sobre nosotros y es engañando a los demás como ejercemos violencia sobre ellos. El violento es aquel que hace esclavos a los demás. Pero el medio para hacerlos esclavos es precisamente el engañarlos y subordinarlos a nuestros intereses. Es la falsedad, no la verdad, lo que esclaviza. La falsedad bloquea el movimiento de la voluntad, cuyo horizonte, reducido por el error, restringe violentamente el espacio de la libertad. Quien está en el error, por lo tanto, es un esclavo y un violentado, como fácilmente se deduce de las palabras de Cristo.
----------En cambio, ¡cuánta alegría he sentido en la experiencia de la verdad, tan estrechamente conjugada a la experiencia de la libertad en el aprender las enseñanzas de mis maestros, de un santo Tomás, del Magisterio de la Iglesia, de los Santos Padres y Doctores de la Iglesia! ¿Y por qué no debería experimentar alegría quien aprende de mí cuanto yo he aprendido de ellos? Si hubiera encontrado una perla preciosa y se la regalara a un amigo, ¿acaso le haría violencia? ¿Acaso no lo haría feliz? ¿A quién puede repugnar la verdad sino a los malvados? Si estamos hechos para la verdad, ¿cómo debería hacernos sentir violentados escuchar la verdad? ¿Cómo es posible que escuchar la verdad de una persona que está cierta de ella no debería generar en nosotros a nuestra vez certeza? ¿Quienes hablan sin convicción cómo hacen para generar personas convencidas?
----------¿Cuál es entonces esa tontería de pensar que estar convencidos de la verdad nos vuelva violentos o que para no hacer violencia al prójimo es necesario tener convicciones débiles y frágiles, que se derrumban al menor empujón? ¿Cómo se hace para resistir a los ataques violentos o insidiosos del error, si no se es firme en la verdad? ¿Cómo se hace para hacerse escuchar de los duros de orejas si no se habla en voz alta?
----------Indudablemente, la certeza del saber puede hacer cosquillas en nuestro orgullo y en el deseo de dominar sobre los demás. Ciertamente, no es la voz fuerte la que demuestra nuestra convicción, ni convence a los otros, pero, si no se es imprudentes o fanfarrones, no se tema gritar cuando se está fuertemente convencidos, como manda Dios al profeta: "¡Grita a voz en cuello, no te contengas!" (Is 58,1).
----------¿Cómo es posible creer que quien piensa poseer una verdad absoluta, una verdad para todos, quien admite valores no negociables, quien habla de inmutabilidad de la verdad, quien sostiene la inmutabilidad de la naturaleza humana o de la ley natural, de los derechos humanos o de los mandamientos divinos, la existencia de obligaciones morales universales o los actos humanos intrínsecamente buenos o malos sin excepción o acepta los dogmas de la Iglesia católica, pueda ejercer violencia sobre el prójimo, sus destinatarios de estos mensajes?
----------Ciertamente la caridad requiere la mansedumbre, la dulzura y la ternura. La caridad es la virtud de un alma pacífica, dialogante, comprensiva, misericordiosa, tolerante y acogedora. La caridad es una virtud unitiva, conciliadora, asociativa, que sabe ver las convergencias y las posibilidades del acercamiento, virtud que produce armonía, concordia y comunión en la alegría, incluso en la diversidad de las diversas posiciones y preferencias, porque encuentra el punto de unión y el valor común, une lo que es recíprocamente complementario, y es hermana de la libertad.
----------La caridad ama la flexibilidad, la ductilidad y la adaptación, evita el absolutismo, las durezas, las rigideces y, allí donde no es necesario, evita la intransigencia. La caridad deja espacio al otro, admite otras posibilidades, favorece el pluralismo y la diversidad, no impone el propio punto de vista como la única posibilidad.
   
La mente humana es falible, pero puede conocer infaliblemente la verdad
   
----------El intelecto humano, la mente humana, está hecha para la búsqueda y el encuentro con la verdad; y sin embargo, accidentalmente y también con frecuencia, puede cometer errores, y de hecho lo hace. Es decir, lo que afirma no corresponde con lo que es, ya sea porque afirma y comunica lo falso conscientemente con el propósito de engañar, y aquí tenemos el pecado de falsedad o de fraude, que es una culpa moral, o porque involuntariamente, debido a la falta de atención o bien por precipitación o por un impulso pasional o por miopía intelectual, la mente humana se engaña o es engañada ya sea por su propia falibilidad o por culpa de un impostor, y aquí podemos tener un error en buena fe, el cual no constituye culpa moral, sino que puede atenuar la culpa. El sujeto confunde lo falso por lo verdadero sin darse cuenta.
----------Lo falso, del latín fallere, implica la idea del venir a menos, del fracasar, del faltar, del decaer, de lo inacabado o incompleto: pensemos en el español fallar, fallido, fallecer o desfallecer (me vienen a la mente las consideraciones de Heidegger sobre el concepto de lo falso en su libro Parménides). Lo falso en general es un juicio, una cosa o una persona que falla en su fin o deber de captar lo verdadero y por tanto no corresponde o es diferente o deforme de la realidad o de la verdad objetiva: falsedad gnoseológica.
----------O bien existe el juicio falso o erróneo acerca de algo que difiere o es deforme de su ideal, de su fin, de su medida, de su modelo, de su norma: falsedad ontológica; una persona cuya conducta no es conforme a la ley moral, a su fin, a su deber, a la voluntad de Dios: falsedad moral.
----------Es necesario prestar atención a que incluso lo falso tiene su propia verdad, que es regla de cuanto afirmamos o decimos de ello, como sería una persona o una proposición o una cosa falsa, por ejemplo una moneda falsa. En efecto, se puede decir o juzgar lo falso acerca de la verdad sobre lo falso, acerca de algo que es verdaderamente falso, de modo de decir lo falso en lugar de lo verdadero sobre lo que es objetivamente falso. De hecho, una cosa o una doctrina puede ser falsa y parecer verdadera. Si alguno dice que es falso, miente sobre esa cosa y dice lo falso. No sólo lo verdadero sino también lo falso merece el respeto de nuestra inteligencia, no en el sentido de que nos autorice a juzgar falsamente o a ser falsos, sino en cuanto que la verdad de lo falso exige que nosotros juzguemos verazmente lo falso tal como es. Pensar lo falso no quiere decir necesariamente estar engañados, si lo que consideramos falso es verdaderamente falso.
----------El error no es un simple no saber algo. Esto es ignorancia. El error es un no saber tal por el cual se toma una cosa por otra. Una cosa es ignorar lo que sea una cosa determinada o ignorar su existencia: la mente está privada del conocimiento de esa cosa determinada. Los Medioevales ignoraban la existencia de América. El errar, en cambio, es un conocer, pero un conocer equivocado o insuficiente. El italiano Cristóbal Colón sabía que existía América, pero él creía que se trataba de la India.
----------La medida de la verdad del pensamiento o del juicio o del saber, son las cosas o los entes que están frente a nosotros o a nuestro alrededor, la realidad visible e invisible que nos circunda, que está debajo de nosotros, que está a la par de nosotros -las otras personas- y la realidad que nos supera a nosotros -Dios y los ángeles- incluyendo la realidad de nuestra propia persona, los "objetos", de ob-jectum: puesto-delante.
----------El sujeto cognoscente capta lo verdadero adecuándose al objeto. Este objeto, por otra parte, puede ser externo, pero también puede ser interior, producido por nuestra mente -el ente de razón o ideal- para conocer las cosas: nuestras ideas, nuestros conceptos, nuestros pensamientos, nuestro mismo yo, objetos de nuestra conciencia. Así, con la autoconciencia, el sujeto puede hacer de sí mismo objeto del saber. En tal sentido, ser objetivo quiere decir ser veraz, conocer y decir las cosas tal como son y tal como están, tanto las interiores como las externas, no mentir, no decir las cosas diferentemente a como son.
----------La verdad objetiva es la verdad del objeto, del ente o de la cosa objeto del intelecto, ya sea un objeto externo o ya sea un objeto interno, ya sea objeto real o ya sea objeto ideal. Ahora bien, si la mente relaciona las propias ideas a la realidad y las adecua a la realidad, tenemos el realismo y la verdad del saber, tenemos la verdadera filosofía y la verdadera ciencia; si por el contrario queremos relativizar la cosa a nuestras ideas, entonces tenemos el subjetivismo, y también tenemos la sofística, el quod videtur est verum, es decir, el sujeto, en lugar de relacionarse con el objeto, hace al objeto totalmente relativo al sujeto.
----------Naturalmente, esto no impide la posibilidad de que, en ciertas ocasiones, nosotros adecuemos la realidad a nuestras ideas. Esto sucede cuando ponemos en práctica en nuestro actuar moral un ideal moral o cuando realizamos una idea artística en la realidad externa.
----------Podemos entonces hablar también de un sano relativismo, que no es sinónimo de subjetivismo, sino que es objetivismo. Sin embargo, cuando la mente toma como su objeto la idea de la cosa y no la cosa misma, tenemos el vicio del idealismo. Por tanto subjetivismo, relativismo, idealismo y sofística son cuatro nombres para designar una errada teoría del saber, del pensamiento o de la verdad.
----------Agreguemos que la mente se da cuenta de estar en el error o ser víctima de la falsedad, al reexaminar la cuestión o al escuchar una advertencia de otros, confrontándose con lo verdadero, ya sea porque fue advertida por alguien o porque ha examinado mejor la cosa, después de haber descubierto lo verdadero, es decir, como son realmente las cosas, ya que si por principio no se pudiera conocer la verdad, es decir, las cosas como son en sí mismas, objetivamente, tanto sensibles como inteligibles, tanto materiales como espirituales, no tendría el término de comparación, la medida o el criterio para saber que se ha equivocado.

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