sábado, 17 de febrero de 2024

Los pequeños grupos ideologizados (8/13)

Está claro y a la vista que, lamentablemente, ninguno de los dos partidos, ni los modernistas, ni los indietristas, ha comprendido cuál es la verdadera instancia escatológica del Concilio Vaticano II, porque ellos no saben conjugar pasado, presente y futuro, uniéndolos en su sucederse en continuidad en la Palabra de Aquel que ha dicho: "cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán". Nuestro Señor Jesucristo conjuga la historia con su Palabra. En cambio, mientras los modernistas con el pretexto de la historia cambian el dogma, los lefebvrianos con el pretexto del dogma bloquean la historia. [En la imagen: fragmento de "Una joven niña leyendo", también conocido como "La lectura", óleo sobre lienzo, pintado hacia 1769 por Jean-Honoré Fragonard, conservado y expuesto en la Galería Nacional de Arte de Washington D.C., USA].

Los términos del conflicto
   
----------Un cosa penosa que salta a los ojos es que falta entre los dos partidos la escucha recíproca. Las críticas al otro mezclan cosas verdaderas y cosas falsas. Se necesitaría que los dos partidos tuvieran la humildad y/o el discernimiento para aceptar las críticas correctas y, en cambio, lamentablemente, al rechazar la corrección que vendría de la otra parte, perseveran obstinadamente y orgullosamente en su unilateralidad, con la pretensión de representar la verdad contra la otra parte, que también sigue perteneciendo a la Iglesia.
----------El papa Francisco, cuyo carisma, como el de todo Romano Pontífice, es el de la unidad, es rico de calidez humana y se distingue por su atención a los pobres y a los que sufren, ha hecho gestos históricos a favor de la paz, pero le cuesta mucho mantener una posición de imparcialidad en la Iglesia ejerciendo de hecho una excesiva indulgencia hacia los modernistas, los secularistas y los laxistas, y una excesiva severidad hacia los indietristas, los rígidos y los rigoristas. Los primeros lo lisonjean y lo instrumentalizan, queriendo hacerlo pasar por su líder, falsificando el significado del Concilio; los segundos llevan a cabo una crítica sistemática, despiadada e injusta, en obstinada oposición al Concilio.
----------Los católicos normales, que están en la verdadera comunión con el Papa, fieles al Concilio, atentos tanto a la tradición como al progreso, parecen todavía ser mayoría, son tironeados por los dos partidos que contienden por ellos para fortalecerse, sufren por el esfuerzo que el Papa hace para promover la concordia, la justicia y la paz. La justicia es ignorada a causa de una falsa misericordia, la diversidad se confunde con la conflictualidad, el ecumenismo roza el indiferentismo, la evangelización se asemeja a la filantropía.
----------Existe en la Iglesia una malsana dialéctica, se diría hegeliana. Es una dialéctica que no conduce a la conciliación, sino que provoca una guerra permanente. La oposición tesis-antítesis no encuentra una síntesis. Es decir, la síntesis es concebida de modo equivocado, ilusorio, a la manera de Hegel y no de Aristóteles. Y esto se debe a que la dialéctica no está estructurada como en Aristóteles de modo de preparar el acuerdo sobre la base de la verdad y del bien común reconocidos por ambas partes; no es capaz de unir las partes en conflicto, liberándolas del extremismo, que las hace irreconciliables entre sí, sino que simplemente las cubre, las arrima o las yuxtapone la una a la otra tal como son, sin indicar cómo eliminar el contraste y por tanto sin indicar el verdadero camino de la conciliación, del acuerdo y de la paz.
----------En la mentalidad modernista, la dialéctica no viene concebida a la manera aristotélica, como accidental, provisoria y preparatoria al saber, que es el único factor de la unidad y de la paz, sino a la manera hegeliana como la esencia misma del saber y, por lo tanto, como factor suficiente para la síntesis que crea la tranquilidad y la concordia. La dialéctica sólo afecta a la libertad de opinión, pero no puede tener la pretensión de unificar el saber. La dialéctica deja intactas las divisiones, divisiones legítimas, pero incapaces por sí solas de fundar la universalidad y la objetividad necesarias para la paz de la comunidad.
----------De hecho, Aristóteles demuestra que la síntesis entre los opuestos o bien la solución de las antinomias no es creada por la dialéctica sino por la ciencia o bien por la analéctica, porque sólo la ciencia, mediante el método de la analogía, sabe disolver esas antinomias, que la dialéctica por sí sola no es capaz de eliminar. Con la sola dialéctica el conflicto no se resuelve sino que deviene institucional.
----------Un aspecto del contraste entre el partido de los indietristas y el partido de los modernistas, que los sitúa a ambos en disonancia con el verdadero catolicismo y la verdadera comunión con la Iglesia y con el Papa, es su modo de entender la reforma de la Iglesia: los indietristas rechazan la reforma conciliar convencidos de que la Iglesia debe volver hacia atrás, a como era la Iglesia antes del Concilio, mientras los modernistas proponen un modo de ir hacia adelante que en realidad es retroceder, poniendo en discusión lo que ya ha sido definido, por lo cual se extravían. Los lefebvrianos tienen la percepción de los valores no negociables, pero quieren conservar lo que hay que abandonar, mientras que los modernistas tienen el sentido de la historia, pero quieren cambiar lo que hay que mantener. Mientras los modernistas relativizan y desprecian la tradición, los lefebvrianos la esclerotizan privándola de su apertura a la novedad.
----------Los aportes del Concilio Vaticano II a la eclesiología no cambian en absoluto su esencia, como temen Romano Amerio, Carlo Maria Viganò y Marcel Lefebvre. Esos aportes no constituyen en absoluto una nueva eclesiología, una Iglesia distinta en clave de historicidad, como creen complacidos Küng, Metz y Gutiérrez, porque la esencia de la Iglesia, aunque asuma diferentes formas históricas, trasciende la historia y pertenece al orden de lo eterno. Cristo no nos promete vivir en la historia; eso ya lo hacemos por nosotros solos, sino que nos promete la vida eterna en los cielos: esto es lo que no podemos lograr solos, sin Él.
----------Y este conflicto entre los dos partidos depende del hecho de que ninguno de los dos entiende que toda reforma y progreso de la Iglesia es al mismo tiempo recuperación y fidelidad a la tradición, mediante una indagación histórico-crítica del pasado, así como de explicitación, clarificación y profundización de la tradición con el recabar de ella el progreso que ella requiere para el presente y que virtualmente prevé para el futuro.
----------Pero si queremos aclarar hasta el fondo el problema de qué es lo que ha sido el Concilio Vaticano II y qué es lo que ha querido hacer, debemos decir que, por primera vez en la historia de los Concilios Ecuménico, éste, el 21° Concilio Ecuménico, no ha sido un Concilio de reforma, sino un Concilio profético.
----------Todos los documentos conciliares dejan transparentar esta mirada dirigida hacia la escatología: la Misa es profecía de la Pascua, la divina revelación es la visión de Jesús resucitado, la Iglesia es la humanidad futura de la resurrección, el mundo está en camino hacia una humanidad donde no habrá más guerras ni injusticias sino sólo la paz y justicia, el amor conyugal preanuncia la unión varón-mujer en la resurrección; el laico es el hombre nuevo, el sacerdote es ministro del Resucitado, la misma vida religiosa es testimonio de la vida resucitada, María es la Mujer mesiánica, el ecumenismo es el camino común hacia la unidad escatológica, etc.
----------No se trata ya tanto de retornar a un pasado perdido, cuanto de progresar, moverse y avanzar hacia nuevos caminos para un futuro conocido en sus grandes líneas por el dato revelado apocalíptico y profético, y al mismo tiempo cargado de misterio, que nos será revelado cuando lleguemos a la meta que por ahora sólo es pregustada y objeto de la esperanza. He aquí el típico progresismo del Concilio.
----------La mistificación modernista de estas enseñanzas se mueve sobre dos líneas: por una parte, la mística agnóstica rahneriana, que con el pretexto de que el futuro escatológico es misterio, habla de "futuro absoluto", donde no se entiende y no se ve nada; entonces lo mismo vale interesarse sólo de esta tierra, donde hasta cierto punto entendemos cómo van las cosas; y por otra parte, la teología de la liberación, que inmanentiza lo escatológico poniéndolo no en el más allá, sino en el más acá.
----------Anteriormente los Concilios siempre se habían reunido ya sea para restituir forma a aquello que se había deformado (re-forma), por ejemplo el Concilio de Trento, o para aclarar datos revelados ya presentes en la Tradición o en el Símbolo de la fe o en la Escritura, por ejemplo los Concilios cristológicos.
----------En los precedentes Concilios se trataba, por lo tanto, de mirar al pasado: volver a observar (de ahí la calificación de "observancia" que se daba a las reformas sobre todo de los Institutos religiosos) una regla de vida que había sido traicionada o abandonada, o aclarar y confirmar un dato de fe ya presente en la Tradición o en la Escritura. El propio Lutero había enfocado la reforma según este esquema.
----------En cambio, el Concilio Vaticano II abandonó tal esquema y quiso asumir uno que mirara hacia el futuro, hacia el fin último, a realizar, hacia lo escatológico, al modelo apocalíptico, a los nuevos cielos y nueva tierra, hacia la Jerusalén celestial, donde reinará la paz, la justicia, la libertad y la hermandad.
----------Llegados a este punto, nos podríamos preguntar: ¿cómo le ha venido en mente al papa san Juan XXIII la idea de enfocar un Concilio de este modo tan novedoso? El Santo Pontífice del siglo pasado, sensible a los problemas históricos y al desarrollo histórico en la sociedad y en la Iglesia, dotado de espíritu profético, había aprendido del humanismo que, nacido con el iluminismo, se había ampliado hasta convertirse en los grandes proyectos humanísticos y sociales del comptismo, del socialismo y del marxismo del siglo XIX. El Concilio ha sabido recoger esta instancia escatológica y darle la justa respuesta y satisfacción.
----------Observamos, sin embargo, que lamentablemente ninguno de los dos partidos actualmente en lucha, ni los modernistas, ni los indietristas, ha comprendido cuál es la verdadera instancia escatológica del Concilio Vaticano II, porque ellos no saben conjugar pasado, presente y futuro, uniéndolos en su sucederse en continuidad en la Palabra de Aquel que ha dicho: "cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán". Cristo conjuga la historia con su Palabra. En cambio, mientras los modernistas con el pretexto de la historia cambian el dogma, los lefebvrianos con el pretexto del dogma bloquean la historia.
----------Este contraste entre los dos partidos, lefebvriano y modernista, se ha formalizado, se ha vuelto rígido e institucionalizado de algún modo en las últimas décadas en lo que yo llamaría el conflicto de los Catecismos. Los unos y los otros han comprendido la importancia del Catecismo, por lo cual los lefebvrianos han querido rechazar las innovaciones doctrinales en base al Catecismo de San Pío X, mientras que los modernistas se han expresado mediante una deformada interpretación del Concilio primero con el Catecismo Holandés, de 1966, y luego con el Curso Fundamental sobre la Fe, de Rahner, en 1978. Lamentablemente, la Iglesia no tuvo la tempestividad pastoral que tuvieron los dos partidos, por lo cual se mantuvo en desventaja en la labor de difusión de las doctrinas conciliares, que requerían ser codificadas en un nuevo Catecismo.
----------Lamentablemente, hubo que esperar hasta el pontificado de san Juan Pablo II, en 1992, para que finalmente fuera publicado el Catecismo de la Iglesia Católica, en una situación eclesial en la cual las dos facciones llevaban treinta años luchando entre sí, cuando en cambio de ello, si, tal como había ocurrido en el Concilio de Trento, en que la Iglesia proveyó inmediatamente a la formación con el Catecismo, san Pablo VI hubiera tenido la prontitud y la tempestividad de publicar inmediatamente un nuevo Catecismo, ciertamente podemos suponer que habría frenado el movimiento de disolución eclesial hoy en acto.
----------Así fue que, en cambio, el Catecismo de la Iglesia Católica vino a encontrarse frente a dos bandos organizados y definidos, cada uno con su propio programa, los rahnerianos y los schillebeeckxianos por un lado y los lefebvrianos por el otro, los unos contra los otros armados, entrambos en disonancia, por opuestos motivos, con la verdadera reforma conciliar y la verdadera comunión con el Papa y con la Iglesia.
----------También Lutero estuvo advertido de la importancia de codificar su concepto de Iglesia y su modo de entender la doctrina cristiana organizando la Confesión Augustana y escribiendo un Catecismo. Pero Lutero había declarado abiertamente su ruptura con el Papa y la Iglesia católica.
----------Lo que en cambio actualmente suscita mucha perturbación y gran dolor entre nosotros los católicos, es el hecho de que tanto los modernistas como los indietristas han tenido la pretensión de publicar una síntesis de su doctrina haciéndola pasar por "católica", y con la pretensión de continuar permaneciendo ellos más que nunca en la Iglesia católica, desafiando las críticas, quejas, lamentaciones, correcciones y censuras provenientes de obispos, teólogos y autoridades romanas.

12 comentarios:

  1. ¿"Indietristas"? Es evidente que también el padre Filemón nos desprecia... ciertamente parece que no es suficiente que nos llamen tradicionalistas, sino que es necesario subrayarlo de manera negativa...

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    1. Estimada Roxi,
      no siento ningún desprecio por los así llamados indietristas. Mi hábito es el de encontrar lo bueno en cualquier formación humana, incluso en la más peligrosa, como podrían ser los terroristas. Con cuanta mayor razón aún, yo siento a los indietristas como mis hermanos, aprecio sus cualidades; sólo que quisiera, como lo quiere también el Papa, verlos avanzar y no retroceder en busca de cosas que ya no se usan. Existe una forma de retorno al pasado que es beneficiosa en cuanto se recuperan del pasado valores que son útiles para el hoy.

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    2. Estimado padre, me parece ofensivo generalizar llamándolos indietristas sólo porque son fieles a la Tradición. Éste es un término acuñado recientemente por Bergoglio y no lo comparto. No todo lo que se considera progreso es correcto y bello, así como gran parte de lo que concierne al pasado no debe desecharse sino conservarse y valorizarse.

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    3. El modernismo...... en algunos casos coincide con el indietrismo... Bah

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    4. Lo del modernismo que coincide con el indietrismo... Me refiero a lo sucedido días atrás, con el Papa y los Cardenales reunidos con la "obispa" anglicana Jo Bailey Wells, Secretaria General de la Comunión Anglicana... Bah...

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    5. Estimada Roxi,
      ya le he dicho que aquellos que son fieles a la Tradición no son en absoluto aquellos a los que el Papa llama indietristas. De hecho, el Papa es el representante de la Tradición, y es impensable que llame a los fieles a la Tradición con un título que huele a reproche. El problema no es este.
      El punto a tener presente es que cuando el Papa habla de indietristas se refiere a católicos, los cuales entienden la Tradición de un modo equivocado, ya sea confundiéndola con usos y costumbres del pasado, que hoy ya no son actuales, o bien colocándola erróneamente en contraste con las nuevas doctrinas del Concilio Vaticano II, las cuales no están en absoluto en contraste con la Tradición, no son modernistas, sino que explicitan y aclaran el contenido de la Tradición.
      Por consiguiente, si usted quiere permanecer fiel a la Tradición, es necesario que usted acepte también las nuevas doctrinas del Concilio y siga al papa Francisco, que es el garante y el intérprete de la Tradición.
      Por cuanto respecta al progreso, es cierto que es necesario hacer un examen y valoración del pensamiento de aquellos que se definen como progresistas, porque sucede que a veces no representan el verdadero progreso promovido por el Concilio, sino que representan una falsificación modernista de este progreso.

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    6. Estimada Roxi,
      por cuanto respecta a la reunión del Papa y los cardenales, con la presencia de la obispo anglicana, eso no se trata de modernismo.
      Dado que se trata de un encuentro que tuvo lugar en la Santa Sede, no se trata de modernismo, sino de un normal diálogo interreligioso.
      Indudablemente, para quienes participan en este difícil diálogo, no es nada fácil ser prudentes, pero creo que debemos tener confianza en estas actividades de la Santa Sede.
      El Papa ha dicho con extrema claridad que la mujer no puede ser sacerdote y sabemos que entre los Anglicanos existen mujeres sacerdotes.
      Sin embargo, también se sabe que las ordenaciones anglicanas no constituyen un verdadero sacramento, sino que son simples ministerios eclesiales, que como tales también pueden ser ejercidos por mujeres.

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    7. Querido Padre... Realmente me gustaría creerle....

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  2. Estoy absolutamente segura de que argumentar sobre determinadas cuestiones, como la que examina el padre Filemón de la Trinidad, compete, precisamente, a personas como él: ministros o laicos que tienen un particular carisma o un encargo dentro de la Iglesia, personas dotadas de autoridad, sea ésta oficial o carismática.
    Dicho esto, sinceramente y con toda honestidad, no me siento con ánimo de criticar ni de lanzar anatemas a nadie en absoluto, y prefiero examinar detenidamente mi alma y mis pecados.
    Obviamente, la situación descrita por el padre Filemón es en absoluto lamentablemente cierta: la Iglesia, Esposa de Cristo, se encuentra en una gran tempestad cuyas características muchas veces se acentúan diabólicamente... ¿y todo esto podría hacernos flaquear la fe?
    Ahora bien, lo digo claramente: no, nunca...
    Leyendo y meditando la Palabra de Dios resulta evidente que Cristo está con nosotros hasta el fin y más allá... la esperanza es certeza... hemos sido redimidos no al precio de cosas corruptibles sino de la sangre del Cordero Inmolado... por lo tanto nosotros, simples laicos bautizados, nos ofrecemos a Cristo y nos entregamos a Su Iglesia a cualquier costo, y ningún poder, terrenal o infernal, podrá jamás separarnos de Cristo. y la Iglesia... ni los indietristas, ni los progresistas, no, nosotros somos de Cristo, y estamos protegidos por María Santísima... en una palabra somos Católicos... esta es nuestra fe y de esto nos jactamos, en la Gracia del Espíritu Santo, en la redención del Hijo y en la promesa de Dios Padre.

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    1. Estimada Rosa Luisa,
      aprecio mucho lo que usted dice y estoy plenamente de acuerdo.
      Considerando los hermosos dones de los cuales usted me da prueba, esto me anima a estimularla a dar también su contribución a la edificación de la paz, ciertamente con modestia y humildad, pero también con coraje y aquello que el Papa llama parresía, o sea franqueza, que es un término usado por san Pablo.

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  3. Queridísimo padre Filemón, concuerdo perfectamente con usted con lo que hasta aquí ha explicado y escrito sobre las divisiones dentro de la Iglesia católica después del Concilio Vaticano II. Desgraciadamente, como se dice, es "el aire que se respira", también en nuestras comunidades parroquiales y en los distintos movimientos y asociaciones católicas.
    Personalmente me considero un hijo del Concilio y siempre me he guiado, en mi servicio a la Iglesia local primero como laico y ahora como ministro ordenado, por la invitación a educarnos para escudriñar los "signos de los tiempos", es decir, prestar atención a la realidad humana tal como se expresa en la historia a través de la lectura e interpretación de los hechos, de los acontecimientos, de los fenómenos marcados por la complejidad de nuestro tiempo, tal como nos recuerda la Constitución pastoral Gaudium et spes: "Es deber permanente de la Iglesia escudriñar los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz del Evangelio, para así poder responder, de modo adaptado a cada generación, a las preguntas perennes de los hombres sobre el sentido de la vida presente y futura y sus relaciones mutuas" (GS n.4).
    Es necesario adquirir una capacidad de discernimiento para poder captar en los acontecimientos históricos lo que es positivo y resultado de los esfuerzos humanos guiados y sugeridos por la búsqueda de la verdad y del bien común y que, en cuanto tales, reflejan la acción del Espíritu Santo que tales deseos suscita en cada hombre.
    En mi acción pastoral, orientada al crecimiento de las comunidades que me han sido confiadas, siempre he puesto en el centro la Revelación, el estudio y la escucha de la Palabra de Dios como elemento fundante y continuamente regenerador de la vida cristiana, evidenciando cómo los acontecimientos de la historia de la salvación, narrada por la Escritura, revelan la acción de Dios que educa y guía a su pueblo y, a través de él, a toda la humanidad y nos ayuda a leer los acontecimientos de nuestro tiempo como una historia de salvación, todo ello luego mediado por el Magisterio de la Iglesia, tal como la ha definido Pablo VI nuestra Madre y maestra: "¿No es la Iglesia nuestra madre, en el orden de la gracia; nuestra maestra, en el orden de la fe? ¿No es el arca de nuestra salvación? ¿No es la familia de Dios, donde la comunidad cristiana, toda la humanidad en proceso de redención, se encuentra reunida por la caridad y para la caridad?" (Pablo VI, Audiencia general, miércoles 20 de octubre de 1965).
    Serían suficientes estas consideraciones, que en mi opinión expresan el auténtico espíritu del Concilio Vaticano II, para superar las actuales contraposiciones y divisiones en nuestra Iglesia entre los llamados conservadores o indietristas ​​y los progresistas, modernistas.

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    1. Estimado padre José Vicente,
      sus consideraciones, por su sabiduría y adhesión a las enseñanzas actuales de la Iglesia, son más que adecuadas para favorecer un clima de diálogo, de mutua comprensión, corrección y colaboración, según las cualidades propias de las diversas tendencias que operan en el contexto eclesial.
      Aprecio mucho su sensibilidad frente a la urgente necesidad de trabajar con todas nuestras fuerzas y la ayuda del Señor para promover la paz y la concordia en la Iglesia, porque hemos llegado a una situación que parece ir a peor.
      Por otro lado, valoramos positivamente el esclarecimiento de las dos posiciones en contraste, de modo tal que esto facilita el trabajo de conciliación.
      En cuanto al Santo Padre, tengo la impresión de que está asumiendo una posición de verdadera imparcialidad, como Padre de toda la Familia eclesial. Esto le procurará a él mayor autoridad y prestigio, como verdadero Pastor Universal, entre todos aquellos, cualquiera que sea el partido al que pertenezcan, que desean la paz en la Iglesia en una acción concorde de testimonio ante el mundo necesitado de paz, que el mundo encontrará en nosotros testigos creíbles de la paz sólo si estamos en paz entre nosotros.

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