Los modernistas no saben qué es la Iglesia porque son inmanentistas historicistas. La máxima categoría de su mente estrecha, terrena y "carnal", como diría el apóstol san Pablo, es la categoría de la historia, es decir, de lo mudable, de lo transitorio, de la temporalidad, de lo incierto, de lo precario y de lo corruptible. No pueden pensar en nada que trascienda el tiempo, el devenir, la historia, nada que no sea esencialmente la materia. No tienen el concepto de la eternidad. Todo pasa, nada permanece. Es la filosofía de Heráclito. Pero nuestro Señor Jesucristo dice "el cielo y la tierra pasarán; mis palabras no pasarán". Por consiguiente ¿cómo hacen para llamarse católicos? [En la imagen: fragmento de "María Madre de la Iglesia", fresco de la Capilla de la Virgen realizado por la Escuela de Siena del siglo XIV, Monasterio de San Benito, Sacro Speco, Subiaco, Roma, Italia].
Los errores metafísicos de los modernistas
----------Veníamos diciendo que en comparación con sus errores gnoseológicos, la exposición de los errores metafísicos de los neo-modernistas se presta a un cuadro sintético más breve, que podemos resumir en cuatro puntos: 1) ser y pensamiento; 2) ser y devenir; 3) ser y actuar; 4) ser y aparecer.
----------1. Ser y pensamiento. Es el principio idealista y en consecuencia panteísta de la identidad o coincidencia del pensar con el ser. Implica la negación del ser extramental y del primado del ser sobre el pensamiento o, como se expresa el Papa, del primado de la realidad sobre la idea.
----------El papa Francisco ha condenado esta metafísica propia del modernismo que implica no sólo el idealismo, en cuanto reducción del ser al pensamiento, sino también el materialismo, como identificación del pensamiento con el ser material. En efecto, si, como sostiene Berkeley, esse est percipi, el ser es el ser pensado, y si por tanto el ser material es un ente mental, invirtiendo la tesis, se dará que el ser material es pensante, como precisamente sostendrá Locke, invirtiendo el idealismo en materialismo. De aquí surgirá la teoría darwiniana del simio pensante como anillo de conjunción entre el mono y el hombre.
----------2. Ser y devenir. Para la metafísica modernista el ser coincide con el bien y con el querer. Esta visión del ser converge fácilmente con la que identifica el ser con el devenir, porque el actuar es un devenir. Por otra parte, converge también con el existencialismo, porque la esencia abstracta e inmutable, objeto del intelecto, es rechazada en nombre de la existencia y de lo concreto, campo de la acción.
----------Ahora bien, es necesario considerar que existen dos modos de relación ser-devenir, del relacionarse de lo que está detenido o estable con el movimiento o animación o ejercicio. Aristóteles distingue un movimiento hacia un término, que él expresa con la palabra dynamis y que la filosofía escolástica llama potentia, el poder ser, el actuar por un fin, el tender hacia un fin o hacia la perfección.
----------Existe luego el movimiento que promana del ser, del ente quieto o estable, una potencia activa, que Aristóteles llama energheia y la filosofía llama actus, acto de la potencia pasiva del ente. Así, un móvil en movimiento tiende al reposo como término del movimiento. Aquí tenemos el devenir ordenado al ser.
----------En cambio, la actividad del ente es un movimiento que expresa la perfección del ente, como los rayos que emanan del sol, que no en vano son llamados "energía solar". Aquí tenemos el devenir que sigue al ser. Así similarmente ocurre con la Iglesia. La Iglesia es un ente que, con su progresar en la historia, tiende hacia la quietud del fin: el reino de Dios. Y aquí tenemos la instancia sanamente progresista.
----------Pero es también con su ser estable, con su esencia inmutable, que la Iglesia es ente viviente que irradia y emana movimiento, calor y vida. Y aquí tenemos la sana instancia de la tradición y de la conservación. Pero los dos aspectos de la relación ser-devenir son inescindibles y se reclaman el uno al otro.
----------También existe la pretensión modernista del intelecto o del pensamiento de sustituir el querer, de sustituir la voluntad. Lo abstracto, lo pensado, viene entificado o hipostasiado, como ocurre en el idealismo platónico. Son las formas del idealismo, donde el ser y, por lo tanto, el movimiento, el querer o el actuar son reducidos al pensar, al ideal. El sujeto no actúa, sino que se contenta con pensar en actuar sin actuar realmente. Para el modernismo la acción es simplemente la acción pensada, dado que el ser es el ser pensado. En suma, es una manera cómoda para sustraerse de las propias responsabilidades.
----------También es necesario considerar aquello que es el motus imperfectus, el llegar a ser o devenir, el pasaje de la potencia al acto o de lo posible a lo actual, el fieri, la generación y la corrupción, la maduración y el envejecimiento, la alteración, la mutación, el cambio, la transformación, el desplazamiento, el desarrollo, la concentración y la dispersión, el progreso y el regreso o retroceso, el aumento o crecimiento y la disminución, la ampliación o expansión y la restricción, la explicitación, la implicación, la inducción y la deducción.
----------3. Ser y actuar. Según esta visión metafísica modernista, el actuar no sigue al ser, sino que el ser sigue al actuar o se resuelve en el actuar. Además, por cuanto respecta a la dinámica de la acción, existe la forma normal, que está dada por la correcta relación con el saber y existen también dos formas anormales, que podríamos llamar con el nombre de accionismo, praxismo, activismo o voluntarismo, donde el querer o voluntad pretende operar en el puesto del conocimiento, vale decir, sustituir al saber.
----------Tenemos la forma extrema y una forma mitigada. La forma extrema (Ockham, Fichte, Marx, Nietzsche) disuelve el intelecto en la voluntad y hace coincidir sin más el ser con el querer o con el hacer y lo verdadero con el bien. Lo verdadero no se sigue del ser y el bien no se sigue de lo verdadero, sino que el bien está determinado sólo por el querer, por la voluntad. La voluntad no quiere lo que es visto por el intelecto, sino que la voluntad se quiere a sí misma. La verdad no depende del intelecto, sino de la praxis.
----------En el voluntarismo, el actuar no es la puesta en práctica de una doctrina, de una teoría, de una ley, de un ideal preconcebido por el intelecto, sino que el actuar mismo coincide con la práctica de la teoría y de la norma moral. El ser no está finalizado por la acción, no tiene como objetivo la acción, sino que es el querer el que produce el ser. El conocimiento y la verdad no siguen al acto del intelecto, sino al querer, a la voluntad.
----------La forma mitigada (que encontramos en Platón, Lutero, Descartes, Blondel, etc.) distingue el intelecto de la voluntad, pero sostiene que el intelecto no puede por sí solo conocer sin el concurso del querer. En Platón está el origen tanto del idealismo intelectualista (la idea más allá del ente) como del voluntarismo (el bien más allá del ente). Aquí tenemos la llamada ontología del amor de Giovanni Colzani y Piero Coda; y también el bien que sustituye al ser (Jean-Luc Marion, por ejemplo).
----------Además, otros temas metafísicos del modernismo son estos: en Parménides, valorizado por Severino, está el origen del panteísmo: todo es uno. En Heráclito, valorizado por Hegel, está el origen del historicismo y del fenomenismo relativistas. En Demócrito, valorizado por Marx tenemos el origen del materialismo determinista. En Epicuro, valorizado por Freud, está el origen del pansexualismo. En Anaximandro y en el budismo, valorizado por Heidegger, tenemos el origen de lo incognoscible (cf. la Pascendi al n.11) y del "Dios-sin-nombre", del "misterio absoluto" o bien del misticismo nihilista y atemático de Rahner.
----------4. Ser y aparecer. Aquí tenemos la característica confusión hegeliana de la dialéctica con la ciencia (confusión que, entre nosotros, encontramos en el último Manuel Gonzalo Casas). En efecto, mientras, como explica Aristóteles, la dialéctica es el debate entre el sí y el no, por lo cual la conclusión es sí y no, sin llegar a una conclusión unívoca y cierta, sino sólo probable y por tanto aparente, pasible de ser desmentida o negada, aquello que Platón llamaba doxa, opinión, la ciencia, así, inversamente, comprobando demostrativamente y con certeza la verdad en la superación de las hipótesis mutuamente opuestas, se pronuncia decisivamente, definitivamente e irrevocablemente, claramente y unívocamente por un sí claro contra un no, vale decir, reconociendo y aceptando lo verdadero y rechazando lo falso.
----------La ciencia nació de la necesidad de superar el fenomenismo (como se sabe, denunciado por la encíclica Pascendi Dominici gregis en el n.7) kantiano, según el cual no podemos conocer la cosa en sí sino sólo cómo se nos aparece. La dialéctica hegeliana ya está prefigurada en la "dialéctica trascendental" kantiana de la razón, con la diferencia de que mientras para Kant esta dialéctica no es ciencia, sino que implica una forma de irresolución natural de la razón (¿tal vez herencia del pesimismo luterano?) frente a los problemas fundamentales de la existencia, para Hegel la dialéctica deviene ciencia. Lo que quiere decir que el intelecto no se detiene en el sí, sino que siempre admite también el no.
----------Para Kant, la dialéctica no da la verdad, no da conocimiento sino sólo el aparecer. Hegel también la piensa de esa manera, pero por otra parte quiere con ella fundar el saber, para lo cual realiza un acto de fuerza, obligando a la dialéctica a desempeñar el oficio del saber, aunque sin tener los títulos suficientes para ello, que sería la posesión del puro sí, sic et simpliciter.
----------El hecho es que tanto Kant como Hegel no aceptan el concepto aristotélico de ciencia como ciencia del ente, sino que están ligados al concepto cartesiano del saber como supresión forzada de la duda voluntaria. Por eso sucede que Hegel no elige entre el sí (tesis) y el no (antítesis), sino que los pone juntos en la así llamada "síntesis", que no es en absoluto una síntesis, sino un "servir a dos señores".
----------Por otra parte, el fenomenismo hegeliano supone también la doctrina cartesiana de la sensibilidad, según la cual los sentidos no nos dan cualidades objetivas, sino sólo apariencias subjetivas. Y supone también el subjetivismo luterano, según el cual la interpretación de la Escritura es remitida a la conciencia subjetiva.
----------Diferente del parecer es el aparecer entendido en cuanto es aparición, manifestación, desvelamiento o revelación. La apariencia, la doxa, puede engañar. El parecer no es el ser, no es lo verdadero. La manifestación o revelación, por el contrario, es la verdad, porque es la revelación del ser, de la realidad. Pero aquí es necesaria una advertencia. Esta concepción de la verdad presente en Husserl y en Heidegger no es errónea; sin embargo, al concebir el ser que se me aparece, debo prestar atención a no poner como propiedad del ser el hecho de que se me aparezca, como si, en el caso que se me apareciera a mí, fuera nada. No, la realidad existe aunque no sea yo quien piense en ella. No soy tan indispensable para la existencia de la realidad.
----------Los modernistas parten del concepto hegeliano del ser como devenir, pero no del verdadero devenir tal como lo concibe Aristóteles, sino del modo equivocado, dialéctico, como lo concibe Hegel. En efecto, como es sabido, Hegel parte del concepto de ser como si la noción de ser debiera abstraer de toda determinación, debiera abstraer de todo: por fuerza, al final de este proceso falso, el ser aparece como completamente vacío, insignificante e idéntico a la nada, un puro fantasma de la mente de Hegel. Pero éste no es en absoluto el verdadero proceso abstractivo con el cual formamos y captamos la noción metafísica del ser. Tal proceso abstrae dejando permanecer implícitamente aquello de lo cual se abstrae, es decir, las cosas, todo lo real. Por eso, en lugar de dejar todo, conserva todo y representa todo.
----------Esto quiere decir entonces que la verdadera noción del ser no es unívoca, sino analógica, como para decir que el significado de la noción del ser es, sí, intuitivo, pero no es en absoluto uno y simplicísimo, como creía el beato Duns Scoto, al contrario: si bien la noción de ser es una y universal, es al mismo tiempo virtualmente polisémica, polivalente, múltiple y diversificada, debiendo representar, aunque más no sea implícitamente y potencialmente, todas las infinitas diferencias y diversidades del ser.
----------Por lo tanto ella no tiene nada que ver con una nada vacía, sino que está plenísima de infinitos significados, aunque implícitamente, dada obviamente la limitación de nuestra inteligencia. En segundo lugar, Hegel tiene la infeliz idea de concebir el devenir como oposición de ser y nada, haciéndolo por tanto parecer como contradictorio, una idea absolutamente injustificada, porque en realidad el devenir, como intuyó Aristóteles, no es más que pasaje del ser en potencia al ser en acto, está siempre en el plano del ser; la nada no tiene nada que ver con el devenir, sino que introducir la nada para explicarlo sólo crea confusión y contradicción. Es cierto que lo que ha devenido ya no es y lo que sucederá o está deviniendo aún no es, pero es lógico que el devenir en acto excluya lo devenido y lo que será. La necedad consiste en querer insertar por la fuerza la nada o la negación en el acto mismo del devenir, que es acto del ser deviniente.
----------Los modernistas por otra parte (y esto aparece evidente en Hans Küng) asumen el panteísmo hegeliano, que supone la conocida confusión idealista del ser con el concepto de ser. En efecto, por poner un ejemplo, una cosa es el concepto de ser infinito y otra cosa es el ser infinito.
----------Está claro que nuestra razón es incapaz de comprender lo infinito, y nuestra razón es infinitamente superada por lo infinito, mientras que es cierto que nuestro concepto del ser, como concepto universalísimo, tiene por debajo de sí como diferencias lo finito y lo infinito. ¡Pero esto no quiere decir que nosotros podamos tener un concepto racional exhaustivo del infinito! La "ciencia absoluta" de Hegel no es otra cosa que el gnosticismo que recientemente el Papa ha denunciado y condenado.
----------Es también interesante cómo gnosticismo y agnosticismo (cf. la Pascendi en los nn.9-10), conocimiento total e ignorancia total, son la imagen especular el uno del otro, se reclaman y se requieren mutuamente, porque el vicio de fondo es siempre el mismo: siempre es el yo humano que, en el resultado final del cogito cartesiano, considerándose lo absoluto y autoconciencia absoluta, se siente autorizado ya sea a la afirmación absoluta del yo en posesión del saber absoluto o a la afirmación absoluta del fenómeno frente al misterio absoluto del cual nada se puede saber, de modo que ya no se distingue la mística del ateísmo.
----------El Concilio Vaticano II no ha propuesto una eclesiología que cambie la esencia de la Iglesia, como afirma Romano Amerio, sino que delinea las tareas y los valores de la Iglesia de hoy y del futuro (véase por ejemplo, de Maritain, De l’Eglise du Christ. La personne de l’Eglise et son personnel, Desclée de Brouwer, Bruges 1970), que no coinciden con cuanto Enzo Bianchi (cf. Dove va la Chiesa? Edizioni San Paolo, 2023) quisiera hacernos creer, ligado como está más bien a un modelo de Iglesia de impronta protestante, es decir, modelo privado de la institución jerárquica y de impronta exclusivamente carismática, donde la escatología carece de contenido dogmático y se presenta sólo como el futuro histórico y terreno de la libertad, de la fraternidad, de la justicia y de la paz. El mismo enfoque encontramos en las eclesiologías llamadas conciliares, pero en realidad modernistas, de Küng (La Iglesia Católica, Editorial Debate, Madrid 2013), Rahner, Albert Nolan, Edward Schillebeeckx (Per una Chiesa dal volto umano, Editrice Queriniana, Brescia 1986), Johann Baptist Metz (Marcel Xhauffaire, Introduzione alla ‘teologia politica’ di Johann Baptist Metz, Editrice Queriniana, Brescia 1974) y Gustavo Gutiérrez (Teología de la Liberación, Editorial Sígueme, Salamanca 1972).
----------Los modernistas no saben qué es la Iglesia porque son inmanentistas historicistas. La máxima categoría de su mente estrecha, terrena y "carnal", como diría san Pablo, es la categoría de la historia, es decir, de lo mudable, de lo transitorio, de la temporalidad, de lo incierto, de lo precario y de lo corruptible. No pueden pensar en nada que trascienda el tiempo, el devenir y la historia y, por tanto, en sustancia, la materia. No tienen el concepto de la eternidad. Todo pasa, nada permanece. Es la filosofía de Heráclito. Pero Jesús dice "cielo y tierra pasarán; mis palabras no pasarán". Por consiguiente ¿cómo hacen para llamarse católicos?
----------Por eso, los modernistas no comprenden la inmutabilidad del dogma católico, porque no saben comprender el valor de la esencia abstracta, que obviamente, prescindiendo del espacio-tiempo, es inmutable. En sustancia, el intelecto de los modernistas está tan inmerso en la imaginación, que a ellos se les escapa el puro ser, lo puro inteligible, lo eterno, lo absoluto, lo infinito; no saben elevarse al plano de lo trascendente y de la metafísica para hacer verdaderamente teología y no mitología.
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