Se tiene la impresión que no existe ya ningún pudor en fomentar la división, las sectas, los partidos, en el interior de la Iglesia católica. Sin embargo, tanto un sano progresismo como un sano tradicionalismo son lícitos e incluso necesarios en la Iglesia, y esto ya lo he explicado en varios artículos de este mismo blog. Se trata de dos sensibilidades o inclinaciones que los fieles católicos pueden tener, e incluso son necesarias, siendo ambas tendencias recíprocamente necesarias; siempre que se esté alejado de los extremos heréticos y cismáticos: el tradicionalismo lefebvrista o filolefebvrista, y el progresismo modernista o filomodernista.
----------Naturalmente, no se trata aquí de una mera cuestión de palabras, sino principalmente de conceptos. Hay católicos a quienes no les agrada la palabra progreso y, menos aún la palabra progresismo. Hay otros católicos a quienes no les agrada la palabra conservación, y menos aún la palabra tradicionalismo. Pero el problema no son las palabras, el problema no es que las palabras nos gusten o disgusten; sino que el problema es tener claros los conceptos que las palabras intentan expresar. Por eso los viejos tratados de filosofía o teología escolástica, con buena sabiduría pedagógica, comenzaban cada una de las cuestiones que afrontaban con un primer paso, absolutamente necesario, y era el de aclarar los conceptos expresados por las palabras que se utilizarían en el desarrollo de determinada cuestión. Vale decir, determinar de entrada de qué se iba a hablar. Porque de lo contrario, al no aclarar los conceptos, se corre el riesgo de generar diálogos de sordos, pseudo-diálogos. Pongámonos primero de acuerdo en qué queremos decir con progreso en la Iglesia, o con tradición, y para eso nada más adecuado que utilizar los mismos documentos del Magisterio; y entonces nos daremos cuenta claramente que es lícito y necesario en la Iglesia un sano progresismo y un sano tradicionalismo, alejados ambos de los extremos. Pues bien, me referiré a este tema, reuniendo algunos apuntes antes dispersos.
Necesidad de distinguir falso y sano progresismo, y falso y sano tradicionalismo
----------Para referirme tan sólo al actual Romano Pontífice, han sido ya varias las ocasiones en que se ha referido al "progresismo", y a un "progresismo adolescente, es decir, propenso a seguir los valores más fascinantes propuestos por la cultura dominante", "en nombre del cual no se duda en negar las propias tradiciones y la propia identidad"; también ha hablado en solemnes ocasiones de "la tentación de los progresistas y liberales", o cuando recientemente se refirió a "la Iglesia, entendida con las categorías de conflicto -derecha e izquierda, progresista y tradicionalista-, fragmenta, polariza, pervierte y traiciona su verdadera naturaleza"; o cuando se preguntó si los cristianos "¿creen realmente en la fuerza del Espíritu Santo que está en ellos? ¿Y tienen la valentía de echar la semilla, de entrar en el juego, o se refugian en una pastoral de conservación que no deja que el Reino de Dios crezca?"; o cuando en la Misa del último domingo de Pentecostés dijo que "hoy, si escuchamos al Espíritu, no nos centraremos en conservadores y progresistas, tradicionalistas e innovadores, derecha e izquierda. Si estos son los criterios, quiere decir que en la Iglesia se olvida el Espíritu".
----------Reconozcamos, sí, que el Santo Padre, lamentablemente, no ha sido claro sobre los conceptos que quiere expresar con palabras como progresistas y tradicionalistas. A decir verdad, no ha explicado esas palabras. Ahora bien, si se examina el contexto de los discursos en que las usa, se cae en la cuenta de que en realidad se está refiriendo a las posiciones del progresismo extremista y del tradicionalismo extremista, vale decir, las posiciones de los modernistas o filomodernistas y de los lefebvrianos o filolefebvrianos; porque el Papa no puede manifestarse en contra de la necesidad, en la Iglesia, de procurar el progreso en el conocimiento de la fe y de la vida cristiana y de ser fieles a la tradición; realidades ambas, progreso y tradición, de las cuales habla innumerables veces el Concilio Vaticano II; negar ambas realidades sería cosa imposible en un Romano Pontífice. De ahí que conviene hablar de un sano progresismo y de un sano tradicionalismo, como dos posturas o sensibilidades lícitas y necesarias (recíprocamente) en la Iglesia.
----------De modo que debemos permitirnos hacer algunas observaciones a esas referencias del papa Francisco al progresismo o al tradicionalismo. Ante todo, es necesario distinguir conservación de conservadurismo. Ahora bien, el conservar diligentemente y celosamente el sagrado depósito de la divina Revelación, sin acomodamientos, sin añadir y sin quitar (cf. Gal 3,15; Ap 22,19) y serle fiel a costa de la vida, es deber absoluto de todo católico, en primer lugar de los obispos y del Papa.
----------El conservadurismo, en cambio, al cual probablemente alude el Papa, es una conservación tonta e inútil. Es el conservar lo que ya no sirve más, es el permanecer apegado ya sea por miopía, o por pereza o inercia, o por miedo, o por interés, a ideas, costumbres, usanzas, hábitos, tradiciones superadas o abandonadas por la Iglesia, es confundir con modernismo el justo progreso, el quedar bloqueado en una determinada fase histórica del camino de la Iglesia hacia el Reino, es el cerrar los ojos a "los campos que ya se blanquean para la mies" (Jn 4,35); es cerrar nuestros oídos a la voz del Espíritu, que "renueva la faz de la tierra", que "renueva nuestra mente" (Rm 12,2) y renueva nuestro hombre interior día a día (cf. 2 Co 4,16). Efectivamente, el Espíritu Santo impulsa a la Iglesia al progreso, pero en el sentido indicado por aquellas palabras del Señor, que Él tiene la función de hacernos recordar (Jn 14,26) y por tanto de estimularnos a hacer dar fruto.
----------Admitido (inadmisible pensar de otro modo) que el Romano Pontífice habla de conservadurismo y no de legítima conservación, no parece corresponder a la verdad, como parece querer insinuar el papa Francisco, que haya una vasta difusión del conservadurismo, que sin embargo existe en los lefebvrianos; sino que lo que hoy más aflige y perturba a la Iglesia es una difusión mucho más vasta del modernismo o de un falso progreso y/o de una falsa interpretación de la renovación promovida por el Concilio. Y el Papa nunca habla de estos males, totalmente llevado por una exagerada y sesgada polémica contra el tradicionalismo, donde arriesga hacer un manojo de todas las hierbas, agarrándosela también con aquel sano tradicionalismo que, junto con una sana conservación, son factores esenciales de la estructura y del progreso de la Iglesia.
----------Si Francisco quiere ser un reformador de la Santa Sede, debe comenzar por alejar o detener a aquellos falsos colaboradores que están infectados de modernismo y de rahnerismo, y aceptar como colaboradores verdaderamente leales y fieles al Magisterio pontificio y enemigos no solo del lefebvrismo, sino también del modernismo, aunque abiertos a los buenos lados de los unos y los otros.
----------Es necesario saber que existe un cierto conservadurismo obstinado, miope y presuntuoso que, con el pretexto de la fidelidad a la Sagrada Tradición, acusa a los Papas postconciliares de desconocerla y desatenderla, y por lo tanto quisiera retornar al clima doctrinal y pastoral preconciliar, como si el Concilio Vaticano II no hubiera sucedido, olvidando que, cuando un Concilio hace un progreso doctrinal, como casi siempre sucede, la Iglesia, más iluminada por el Evangelio y habiendo superado ciertos errores, dada la infalibilidad de su doctrina, ya nunca retrocede, mientras que puede suceder que un nuevo Concilio corrija una práctica pastoral defectuosa iniciada por un Concilio precedente, o restaure o recupere ciertas prácticas pastorales abandonadas por aquel Concilio, porque sobre este nivel, debido al cambiar las contingencias históricas o por la falibilidad de los mismos hombres de la Iglesia, ella puede cambiar o errar y por lo tanto puede corregirse, después de haber experimentado las consecuencias dañosas provocadas por el error cometido.
----------Así, el Concilio Vaticano II, saliendo al encuentro de una exigencia del tiempo en el cual fue celebrado, insiste mucho en la renovación de la pastoral y en este sentido da muchas directrices, que afectan a todos los aspectos de la vida eclesial. Pero después de cincuenta años de aplicación de estas directrices, muchos observadores y pastores imparciales y amantes de la Iglesia nos han llevado desde hace años a darnos cuenta claramente de que la pastoral conciliar, en algunos aspectos, tiene necesidad de una corrección de rumbo, que quizás sólo un nuevo Concilio o un gran Papa reformador podrá implementar.
----------Esto no significa en absoluto que se deba retornar in toto a la pastoral del pre-concilio, pero sí significa mantener las conquistas pastorales del post-concilio -por ejemplo, un sano ecumenismo o el diálogo interreligioso-, depurándolos de ciertos excesos buenistas y demasiado optimistas frente al mundo moderno, tanto es así que hoy, debido a la falta de vigilancia de los obispos, asistimos a un impresionante retorno del modernismo, mucho peor y más insidioso que el de la época de san Pío X, también porque, si bien este había echado raíces sólo en el bajo clero y entre los teólogos y exegetas, aquel contagia el propio cuerpo episcopal sobre todo en la forma sutil y astuta del rahnerismo.
----------Todos los buenos católicos, fieles y pastores, se han dado cuenta ahora de esta enorme estafa, excepto, por alguna razón, los mismos modernistas, los cuales o caen de las nubes o fingen no saber o permanecen sordos a los reclamos y advertencias o ignoran desdeñosamente las acusaciones que se les hacen o bien las rechazan con indignación o, pasando por pobres víctimas calumniadas, cuando son hipócritas finísimos, persiguen a los pocos valientes que descubren sus complots.
----------El gran problema pastoral hoy ya no es el que toda la Iglesia se impuso hace cincuenta años, como mandaba el Concilio, de abandonar una pastoral demasiado conservadora, anacrónica, estática, repetitiva, demasiado defensiva, sospechosa, temerosa, recelosa y agresiva frente al mundo moderno, por lo demás, mal conocido y a veces incluso incomprendido, y pasar a un renovado enfoque benévolo hacia la modernidad, un enfoque abierto, leal, sanamente crítico, ciertamente prudente como la serpiente, pero también simple como la paloma, sabiendo que el mundo reserva insidias, pero también que el mundo creado por Dios ofrece muchos valores para ser reconocidos, salvados y conducidos a Nuestro Señor Jesucristo.
----------En el camino de la renovación, es decir, del devenir, del cambio, del rejuvenecimiento, del desarrollo y del progreso, ha habido mucha insistencia y se ha ido muy adelante en estos cincuenta años, y ciertamente el verdadero progreso nunca jamás termina; pero no siempre se ha avanzado en el camino correcto, y más que avanzar, en muchos casos, nos hemos desviado o alejado del correcto camino y de la fidelidad a las verdaderas enseñanzas del Concilio; no siempre nos hemos movido con la debida iniciativa, moderación, cautela y sabiduría, en obediencia a la guía de los Pontífices o a la doctrina del Catecismo de la Iglesia Católica, de hecho muy a menudo cayendo en la red del modernismo, que es un enfoque engañoso de la modernidad, en la cual es necesario distinguir el trigo del lolio, pues los modernistas han confundido lo uno y lo otro.
----------Aquello que, por consiguiente, hoy es necesario hacer, sobre todo para promover una pastoral sana, eficaz y equilibrada, adaptada a las necesidades de la presente hora, que es diferente y en algunos aspectos opuesta a la situación histórica, que el Concilio Vaticano II tuvo que afrontar y resolver, ya no es tanto reprender al conservadurismo, aunque todavía existe esa necesidad, sino que el Papa se decida, en el momento oportuno, con franqueza y coraje, independientemente de las posibles carcajadas de los modernistas, denunciar el modernismo rampante, mucho más peligroso y nocivo que la nocividad del lefebvrismo o el conservadurismo, considerando el inmenso daño que ha hecho el modernismo, tanto en la Iglesia como en la sociedad, en estos cincuenta años y lo sigue haciendo, con el pretexto de la renovación conciliar.
----------Y aquí hago notar que ya desde 1966 Jacques Maritain, apenas concluido el Concilio, denunciaba el grave peligro del modernismo. Y no es que Maritain fuera precisamente un conservador. No se debe insistir en modo unilateral sobre el desarrollo o progreso en el conocimiento de la fe, dejando en sordina la conservación del depósito de la fe. Se necesita hacer al revés, después de cincuenta años de retórica progresista, que ha terminado degenerando en el modernismo y en polémicas partidistas contra la conservación.
El verdadero futuro de la Iglesia y de la humanidad
----------Es necesario plantarse firmemente de una vez por todas contra un relativismo y un historicismo de origen hegeliano, denunciado en varias ocasiones por el papa Benedicto XVI sobre las huellas de la condena al evolucionismo modernista hecha por el papa san Pío X.
----------Porque el devenir supone el ser; y lo relativo sólo tiene sentido en relación con lo Absoluto y la historia tiene un fin sólo en relación con lo Eterno. En cambio, es necesario redescubrir los principios y valores absolutos de la razón y de la fe, hoy largamente olvidados, desatendidos, incomprendidos, mal interpretados, despreciados, befados y ridiculizados, entre quienes deberían custodiarlos y enseñarlos, incluidos los obispos. Valores que en cambio siempre han sido enseñados y siempre serán enseñados para la salvación de la humanidad, por la sana filosofía, en cuanto racionales, y por la Iglesia, en cuanto valores de fe. Es necesario saber con certeza cuáles son estos valores de la razón y de la fe, es necesario saber por qué son estos y no otros, es necesario distinguirlos de las opiniones subjetivas y transitorias. Es necesario distinguir el dogmatismo y el fundamentalismo de la certeza de fe y de la certeza racional.
----------Es necesario saber distinguir los valores inmutables, inmortales e incorruptibles de aquellos que cambian y se corrompen. Es necesario distinguir las verdades inmutables y supra-temporales de aquellas mutables y temporales, lo que es verdad hoy y siempre ha sido verdad y siempre será verdad -las verdades filosóficas, morales teológicas- de lo que es verdad hoy y podrá no serlo mañana bajo ciertas condiciones o realidades históricas o instituciones jurídicas o políticas o eclesiales.
----------Es con la razón y con la fe que sabemos qué es de razón y qué es de fe. En este punto tenemos bajo nuestros pies no las arenas movedizas, sino la roca sobre la cual construir la casa, el terreno firme sobre el cual apoyarse y caminar. Sabemos cuáles son los valores que nunca fallarán. Sabemos cuál es el sentido de la existencia y de la vida. Sabemos quiénes somos, de dónde venimos y dónde podemos, queremos y necesitamos andar. Sabemos que Dios existe. Sabemos en quién confiar. Conocemos el por qué del bien y del mal. Sabemos que no existe término medio entre el sí y el no.
----------Conocemos nuestra vocación y nuestro deber. Percibimos nuestro destino eterno y podemos perseguirlo con esperanza, constancia y valentía, sabiendo que no seremos decepcionados. Sabemos que podemos hacerlo. Sabemos cuáles son los valores y los bienes, por los cuales vale la pena sacrificar nuestra vida, sabemos cuáles son los valores a los cuales no podemos ceder, ni siquiera a costa de la vida. Sabemos lo que es el martirio. Sabemos que podemos vender todo, negociar todo, comerciar todo, menos nuestra alma. Así compraremos Todo. Sabemos que es imposible la salvación sin estos valores, por lo cual son estos los valores que garantizan la salvación. Si nosotros abandonamos la consigna que nos ha sido dada por Cristo, considerándola superada o envejecida o ya no válida o ya no actual, por un futuro inventado por nosotros en la idea de que venga del Espíritu Santo, no somos innovadores, no hacemos ningún verdadero progreso, pero somos traidores, desertores e infieles; ya no estamos bajo la guía del Espíritu Santo, sino del demonio.
----------En cambio, es necesario que tengamos siempre ante los ojos del intelecto y del corazón los valores y los bienes absolutos, perennes e inmutables, la Palabra de Dios que no pasa -Verbum Domini manet in Aeternum- que ilumina nuestro camino, nos indica nuestros deberes, nos hace saborear la ley divina, inflama el corazón, nos empuja a la santidad -caritas Christi urget nos-, corrige nuestros errores, perdona nuestros pecados, conduce al verdadero progreso, fundado en la verdad divina conocida cada vez mejor eodem sensu eademque sententia. En cuanto a la apelación a la "Tradición" para saber qué es de fe y qué no lo es, de por sí no basta, e incluso es ilícito e impío, si se pretende apelar directa y subjetivamente a la Tradición, para impugnar o contradecir o "corregir" la enseñanza doctrinal de un Papa o de un Concilio, dado que son precisamente los custodios e intérpretes supremos y definitivos de la Tradición.
----------El error se agrava entonces, si entre los contenidos de la Tradición no es posible discernir cuáles son aquellos verdaderamente permanentes, inviolables e insuperables, y cuáles en cambio son los contenidos viejos y superados. La Tradición no es cuestión de duración temporal, sino del valor intrínseco de verdad, por encima del tiempo, del contenido de la Tradición. Es necesario saber distinguir en la Tradición lo que está ligado al tiempo y a las contingencias históricas pasajeras, de lo que esencialmente pertenece a lo Eterno y lo Absoluto, es decir, a la voluntad institucional de Cristo ("derecho divino") -por ejemplo los sacramentos- que no podrá jamás ser, ni será jamás cambiado o abandonado por la Iglesia.
----------Así que no es suficiente en todo caso decir: "desde hace 2000 años" -admitiendo que lo sepamos con certeza- "siempre se ha pensado o hecho así", porque en cambio no está dicho que se deba continuar haciéndolo siempre así. Hay un pasado que es ahora pasado muerto y sepultado. No tendría sentido sacar un cuerpo de la tumba como si fuera la restauración de los valores del pasado. Lo que es justamente pasado, es bueno que permanezca pasado, de lo contrario sería como querer traer de vuelta esas "cosas pasadas" (2 Co 5,19), de las que habla San Pablo. Sin embargo, una verdad antigua es mejor que un error nuevo.
----------Existen, por lo demás, con respecto a la Tradición, novedades absolutas, que nunca antes habían existido. Sin embargo, si la Iglesia instituye cosas nuevas ignotas para la Tradición precedente, como por ejemplo los ministerios femeninos o el novus ordo Missae, los cuales no son una ruptura con la Tradición, sino simplemente quiere decir que esas cosas estaban implícitamente contenidas en la Tradición.
----------Estas son las líneas del verdadero "giro profético", de la verdadera reforma que esperamos del papa Francisco. Por supuesto que no debe escuchar a los laudatores temporis acti, y hace bien en rebatirlos, pero sobre todo no debe escuchar a los aduladores y los falsos amigos, sino a los que lo quieren realmente bien, que lo exhortan a unir doctrina y pastoral, conservación y desarrollo, continuidad y progreso, fidelidad e inventiva, incluso si el verdadero amigo puede tener el tono del recordatorio o del reproche. Las "revoluciones" populistas, descriteriadas y de bajo precio, hay que dejárselas a los dictatoriales ambiciosos, barrigudos y demagogos de aquellas naciones que ustedes ya saben..., sin rebajar su sagrada dignidad de Vicario de Cristo.
----------El Papa nos llama la atención sobre la necesidad de manifestar misericordia frente a los oprimidos. Sin embargo, si el Papa quiere ser padre de los pobres, como parece claro de sus intenciones, imite a su Señor Jesucristo y a los innumerables Santos padres de los pobres y deje en paz a Don Lorenzo Milani, Fidel Castro o Helder Cámara. Los oprimidos no son solo los inmigrantes. Invitamos al Santo Padre a ejercitar su misericordia también con los oprimidos por los modernistas, a no tener demasiada confianza con los opresores modernistas.
----------Es cierto que los lefebvrianos también hablan de los "modernistas", pero distorsionan el sentido del concepto, cuando caen en la herejía acusando de "modernismo" al Papado postconciliar y a las doctrinas del Concilio Vaticano II, confunden el progreso con el modernismo, o a Maritain con Rahner, o confunden la Misa novus ordo con la Cena Luterana. Es comprensible lo que ha dicho el papa Francisco: "La realidad, de hecho, es que el grano tiene el poder dentro, la levadura tiene el poder dentro y también el poder del Reino de Dios viene desde dentro; la fuerza viene de dentro, el crecer viene de dentro..."
----------No hay duda acerca de la verdad de cuanto aquí dice el Papa. Sólo que la imagen evangélica del grano de trigo no es la única imagen que Nuestro Señor Jesucristo propone de su Palabra. No hay duda de que en el curso de la historia, la Iglesia la conoce cada vez mejor in eodem sensu eademque sententia, como dice San Vicente de Lerins, con el desarrollo de la dogmática eclesial.
----------Para aclarar la cuestión de la función conservadora de la pastoral y evitar así el conservadurismo, es necesario hacer referencia a las afirmaciones o comparaciones de Nuestro Señor Jesucristo, en las cuales emerge la perennidad, la estabilidad, la inmutabilidad, la incorruptibilidad, la eternidad de la Palabra de Dios, como cuando, por ejemplo, se la parangona con un "tesoro", o se la compara a una "perla preciosa", a un "dracma", o una "roca". Es una palabra que "no pasa" dice Nuestro Señor; es una palabra de "vida eterna". Las cosas preciosas deben conservarse con cuidado y celosamente. Este es un principio de buen sentido común, que todos comprenden. Y cuánto más entonces hay que conservar intacto e íntegro, a cualquier precio, sin cambios, sin correcciones, sin añadir y sin quitar, aunque haya que hacer continuas explicaciones, aquel divino mensaje de salvación, que nos asegura y promete la vida eterna.
----------Ciertamente, el mensaje del Evangelio no es como un alimento perecedero, que se corrompe si no está bien guardado y conservado. De hecho, no teme el desgaste del tiempo ni los agentes corrosivos. No está hecho de materia corruptible, sino de puro espíritu inmortal. Es un tesoro que, si está bien guardado, "el ladrón no puede robar y la polilla no puede atravesar". Quien puede corromperse es su poseedor, quien es infiel, negligente y descuidado en el conservarlo y custodiarlo y por lo tanto también puede perderlo. He aquí la apostasía. Puede concebirlo mal y puede tergiversarlo. He aquí las herejías. Puede administrarlo mal. He aquí el respeto humano, la pereza, la desidia, la negligencia y el descuido de los pastores.
----------De la misma forma, explicó el papa Francisco: "si nosotros queremos conservar para nosotros el grano de trigo, será solo un grano. Si nosotros no lo mezclamos con la vida, con la harina de la vida, la levadura, permanecerá solo la levadura...". Aquí el Papa toca un aspecto del conservadurismo. Evidentemente, él no niega que sea necesario conservar el grano: de lo contrario, ¿cómo se hace para darlo? Podemos dar lo que hemos conservado con cuidado. Pero, si son valores para dar, y este es precisamente el caso de la Palabra de Dios, se necesitará también darlo. Estas son las mismas palabras de Jesús: "Si el grano de trigo no muere, queda solo; si en cambio muere, produce mucho fruto" (Lc 12, 24).
Cómo poner de acuerdo conservación y progreso
----------Puede progresar el viviente que tiene su propia estable identidad. De hecho, el verdadero progreso es el mejoramiento de las condiciones y de las actividades del sujeto. Lo que obviamente supone la conservación del sujeto. Es cierto que la vida es movimiento, es devenir, es cambio. Pero para que sea verdadera vida debe ser desarrollo o explicación en la dirección correcta del sujeto preexistente. El progreso, el movimiento, debe ser sano, es decir, ordenado y bien guiado y no patológico, desordenado o incoherente y divagante. Incluso un loco furioso está lleno de movimiento, pero nadie le envidia su condición.
----------El sujeto que divide o cambia negando la propia identidad o sea cesando de conservarse a sí mismo, inicia un movimiento que no comporta progreso, sino disolución o desintegración. Es el proceso que conduce a la muerte. Es cierto que el muerto ya no ejercita las actividades vitales. Sin embargo, la rigidez de la muerte no excluye en absoluto en el cadáver un devenir que es su disolución. Por tanto, el puro y simple devenir, el simple cambiar o mutar no es un bien en sí mismo. Cada devenir tiene una dirección.
----------No hay que confiar en un devenir confuso y contradictorio. Para verificar si se trata de progreso y no de corrupción, es necesario ver hacia dónde tiende. Si tiende a mejor, es progreso; si tiende a peor es regresión. En definitiva, es necesario que sea el devenir, el desarrollo o el acrecentamiento o el mejoramiento de un sujeto que se supone mantiene en existencia su propia identidad. De lo contrario, el devenir no es vida sino muerte, no es progreso sino regresión, no es evolución sino involución, no es avance sino retroceso, no es crecimiento sino decadencia. La preocupación por conservar la propia identidad supuestamente sana, es una preocupación más que legítima y necesaria, que nada tiene que ver con el conservadurismo y no sé qué "cierre al otro". Esa preocupación falta en sujetos masoquistas y corresponde a aquello que en el reino animal es el instinto de conservación, sin el cual ese animal pronto sería destruido por los agentes contrarios.
----------Es necesario que el Papa, como sumo custodio, sostenedor, garante y moderador de la unidad, de la concordia y de la paz en la Iglesia, asuma sus propias responsabilidades. Debe ubicarse en la posición de juez imparcial que le corresponde, dando prioridad a los principios universales de la Iglesia, para que ambas partes del conflicto -lefevrianos y modernistas- puedan reconocerse como católicos.
----------Es necesario, en segundo lugar, que reconozca la parte de verdad y de justicia -mencionada en este artículo-, presente y llevada adelante por ambas partes. Las dos partes, colocadas una al lado de la otra, encajan perfectamente, como las dos mitades de una esfera rota, porque Dios las ha creado precisamente para que, unidas, hagan una cosa sola, que es la misma realidad de la Iglesia.
----------El papa Francisco debe hacer todo el esfuerzo posible, poner todo su empeño, para que las dos partes, tradicionalistas y progresistas, se acerquen y se encuentren, superando viejos rencores, odios y desconfianzas. Debe abandonar su actual propensión hacia los modernistas, de lo contrario no puede pretender suscitar la confianza de los lefebvrianos, y los modernistas seguirán confirmados en sus errores y asumirán una actitud arrogante, que no conducirá a ningún resultado. El Papa debe hacer de modo que los lefebvrianos se sientan comprendidos y apreciados en sus buenas razones, cosa que hasta ahora el Papa hasta ahora no ha hecho, cayendo por el contrario en el desprecio y en el insulto. Sin embargo, por parte de ellos, deben esforzarse por acoger con confianza todas las doctrinas del Concilio Vaticano II, como les ha exhortado repetidamente el papa Benedicto XVI y, en consecuencia, el magisterio pontificio subsiguiente hasta el Pontífice actual.
----------Por cuanto respecta a los modernistas, el Papa debe seguir el mismo método aplicado para los lefebvrianos: reconocer los lados buenos y corregir los defectos. El lado bueno de los modernistas, que se les ha escapado a los lefebvrianos, que lo han malentendido, es la atención al pensamiento moderno y la voluntad de modernización y progreso de la Iglesia. Pero si para la Iglesia es relativamente fácil remediar los errores de los lefebvrianos, que al fin de cuentas son pocos en número y un conjunto bastante compacto de doctrinas y de costumbres, en cambio aparece como una empresa gigantesca y por encima de las fuerzas de la Iglesia la obra de corregir los errores de los modernistas, tanto porque ellos están esparcidos por toda la Iglesia, entre los pastores y entre los fieles, como porque los errores son variadísimos y afectan a todos los dogmas de la fe. Si queremos hacer una comparación extraída de la recolección urbana de basura, limpiar el campo lefebvriano comparado con limpiar el campo modernista es, respectivamente, como hacer limpieza en una ciudad suiza y ocuparse de la limpieza de las calles de Buenos Aires.
----------Sin embargo, un punto de acuerdo entre el Papa, los lefebvrianos y los modernistas, se podría encontrar en torno al problema representado por Karl Rahner sus obras, de tanto daño en el postconcilio. De hecho, mientras los modernistas consideran a Rahner su más grande teólogo, los lefebvrianos han identificado agudamente en Rahner el mayor peligro para la Iglesia de hoy. Llegados a este punto, el Papa -y sería ahora- debería decidirse con valentía, suceda lo que suceda, a condenar los errores de Rahner, dando una justa satisfacción a los lefebvrianos y a todos los amantes de la verdad y de la Iglesia. Sin embargo, las cosas no son tan simples, porque en realidad Rahner ha hecho una contribución a las doctrinas del Concilio. Es en este punto que los lefebvrianos se pasan al lado equivocado y por eso es necesario que el Papa los corrija, porque ellos consideran como modernista la contribución rahneriana al Concilio. De ahí su rechazo de tales doctrinas como modernistas, lo cual es falso, porque los lefebvrianos interpretan esas doctrinas en el sentido del modernismo rahneriano; y en cambio, Rahner ha hecho allí una contribución positiva, de lo contrario no habría sido aprobada por el Concilio. Si el Papa lograra mostrar a los lefebvrianos y a los modernistas los puntos en los cuales se encuentran entre sí y si los unos y los otros aceptaran las correcciones pontificias, se haría la paz.
----------Que el Espíritu Santo y la Virgen sostengan al Papa en su misión de guiar a la Iglesia en la verdad, en la unidad, en la santidad, en un sano pluralismo y en la armonía, en una renovada evangelización, que ensanche los confines de la Iglesia visible, venza las fuerzas a ella hostiles a ella, convierta las religiones a Cristo, reconduzca a los hermanos separados a la Santa Madre Iglesia, mostrando al mundo el rostro de Dios justo vindicador de los humillados, misericordioso consolador de los afligidos, libertador de los oprimidos, vencedor del pecado y de la muerte.
Estimado padre,
ResponderEliminarSi las cosas están hoy como usted dice, que no debemos confiarnos en discursos confusos y contradictorios cuando en la Iglesia actualmente se usan palabras como progreso y conservación (y ciertamente este es el caso: confusión, ambigüedad y contradicción), ¿significa esto que no debemos confiar en el inquilino de Santa Marta? Mi pregunta (que intento sea respetuosa) surge de un hecho que parece evidente: ¿acaso quién es el primero en la Iglesia en ser ambiguo y contradictorio? ¿O bien para usted él es todo lo contrario?
Estimado Marino,
EliminarEl discurso confuso y contradictorio es el que propalan, provocan e invocan los modernistas. El Papa, como Sucesor de Pedro, nos guía en el camino del Evangelio. Sin embargo, es cierto que de vez en cuando el papa Francisco tiene algunas expresiones, que pueden hacerlo parecer un modernista, o para decirlo de otro modo, expresa las cosas de tal modo que malintencionadamente puedan ser entendidas sus enseñanzas como expresión de modernismo. Y sobre todo, su defecto pastoral es que no corrige a los modernistas como debería, no responde a quienes le piden aclaraciones sobre sus enseñanzas y no niega las malas interpretaciones de sus palabras.
Por último, déjame, como amigo, que te dé en esta ocasión un pequeño tirón de orejas por llamar al Papa "inquilino de Santa Marta". Sé que tú conoces bien quien es el Papa en la Iglesia. De modo que cuando quieras expresar una verdad de la que tú tengas certeza, no hace falta que la expreses de modo que suene a desprecio o mala educación o falta de respeto. Sé que no has tenido esa intención, pero cuida tu estilo la próxima vez.
Estimado Fr Filemón,
ResponderEliminarQuiero preguntarle: ¿por qué intenta conciliar la tradición con la modernidad?
Si Rahner es un hereje, ¿por qué Ud. afirma que ha aportado algo positivo al Concilio Vaticano II?
¿Por qué para Ud. considerar el Concilio un medio o instrumento fracasado sería una tragedia?... y a la vista de sus resultados después de 50 años, me haría otra pregunta: ¿por qué condenar el error ya no es bueno en la actualidad?
¿Cómo se hacía en el preconcilio? El Concilio ha abierto la libertad religiosa y aquí tenemos el resultado: toda Europa está en manos de religiones falsas y las almas se pierden, hasta el punto que se dice que todas las religiones conducen a Dios. Es el Santo Padre quien lo ha afirmado públicamente: judíos, musulmanes, cristianos, budistas, todos somos hijos de Dios, pero esto no se lo inventó Bergoglio, sino que es consecuencia de Nostra Aetate y de las aperturas conciliares.
Gracias, al menos por leer este mensaje; aunque agradecería muchísimo que me respondiera.
Estimado Don Benja,
EliminarEs necesario conciliar la tradición no con la modernidad tomada en bloque, in toto, sino con cuanto de bueno exista en ella examinada según el Evangelio. Este es el examen que ha hecho el Concilio Vaticano II. Por ello este Concilio sigue siendo todavía actual, porque es necesario seguir haciendo este examen frente a los nuevos problemas que surgen, y que no existían en la época del Concilio, hace cincuenta años, como por ejemplo la difusión del Islam o de la masonería o la cuestión de los inmigrantes. Por lo tanto, no es el Concilio el que ha fracasado, sino la falsa reforma conciliar promovida por Rahner y por otros.
Yo no trato de conciliar la tradición con la modernidad tomada en bloque, sino solo con aquella parte de sana modernidad, que se concilia con la tradición. En efecto, la vida de la Iglesia y, en consecuencia, la vida del cristiano, nace de la experiencia de la tradición, por la cual la Iglesia (y el cristiano) conserva los valores perennes, los profundiza continuamente, los hace fructificar, los desarrolla, los mejora, los hace progresar y los moderniza, sin cambiarlos en la sustancia, sino conservándolos intactos en su inmutable identidad.
Rahner, como sucede con todos los herejes (Lutero, Lammenais, Lefebvre, etc.), contiene en sus obras o enseña algunas verdades. Este es el aspecto positivo del pensamiento rahneriano, pero no lo son ciertamente sus herejías. Hay que recordar y reconocer que Rahner, siendo perito del Concilio, ha hecho una contribución válida a las enseñanzas que luego se han expresado en los documentos del Concilio. De igual manera, mons. Marcel Lefebvre, siendo padre conciliar, y desarrollando enorme y meritoria labor durante las cuatro sesiones del Concilio. En ambos casos, hay que distinguir verdades y errores, y el criterio del examen siempre es el mismo: la Escritura y la Tradición tal cual son enseñadas por el Magisterio.
Considerar al Concilio como un medio o instrumento fracasado, o incluso como un fracaso a medias, sería una tragedia, porque en realidad sus enseñanzas doctrinales son preciosas. Si el Vaticano II tiene un defecto, esto afecta a su parte pastoral, donde encontramos un cierto ingenuo buenismo, como si todos los hombres fueran de buena fe y de buena voluntad, y un cierto ingenuo optimismo frente al mundo, casi como si en el mundo no existieran las consecuencias del pecado original y la acción del demonio.
De allí viene una actitud demasiado benévola hacia las otras religiones, que descuida el recordar sus aspectos o lados negativos. Esto ha dado lugar a ese indiferentismo relativista, que tú denuncias y que parece estar presente en la predicación del papa Francisco. Pero en realidad este error del relativismo religioso no ha sido autorizado por el Concilio, pues el Concilio reafirma el primado del cristianismo sobre las otras religiones.
Teniendo esto en cuenta y sin ir en contra, la doctrina de la libertad religiosa, correctamente entendida, debe aceptarse con serenidad, porque no tiene nada que ver con el relativismo, sino que simplemente ordena al Estado que no perturbe y no interfiera en las convicciones religiosas de las comunidades pertenecientes a diferentes religiones, presentes en su territorio, siempre que no pongan en peligro el bien común y la convivencia civil. No pertenece al estado, sino a la Iglesia establecer cuál es la verdadera religión.
Padre Filemón.
ResponderEliminarUd. escribe: "El conservadurismo, en cambio, al cual probablemente alude el Papa, es una conservación tonta e inútil".
Entonces, ¿cree Ud. que el Papa Francisco tenga una mente tan iluminada y una cultura tan profunda como para ser perfectamente capaz de distinguir "conservadurismo" de "conservación"?
Querido Anónimo,
EliminarEl papa Francisco, en cuanto Maestro de la Fe, tendría a su disposición los criterios para hacer esta distinción, pero lamentablemente, acaso desconcertado por su afán de éxito, y/o influenciado por colaboradores modernistas y/o confundido por su temperamento humoral, parece que no sea capaz de ello. En nada afecta este defecto a su infalibilidad doctrinal en cuanto Maestro de la Fe, incluso en su magisterio ordinario. En cambio lo afecta en el modo pastoral de su enseñanza, que resulta siendo recortada, parcializada, ambigua de interpretar.
Si se quiere, hay algo peor en este artículo, porque el ilustre autor escribe que hemos tenido "cincuenta años de retórica progresista, que ha terminado degenerando en el modernismo".
ResponderEliminarBastaría sólo con preguntarse, a partir del principio de causa/efecto, ¿quién o qué ha generado, favorecido, protegido y llevado a cabo esta "retórica"? ¿O acaso se trata de una "retórica" sine causa que tiene la causa única y exclusivamente en sí misma?
Estimado "Paracelsomol",
Eliminaresta retórica así llamada "progresista" fue secretamente preparada, con hábil ficción, fingimiento e hipocresía (hoy todo esto se sabe bien), por una organización internacional con el secreto apoyo del mundo comunista y de la masonería, y preparada ya en el propio interior de los trabajos del Concilio. Durante las labores del Concilio, los complotistas o conspirados se enmascararon, se disfrazaron, bajo la etiqueta de "progresistas", para no generar sospechas y se ganaron la estima de muchos obispos.
El adjetivo "progresista" expresa una virtud, una cualidad valiosa, en la Iglesia y en el cristiano, lo mismo que el adjetivo "conservador" expresa también una virtud en la Iglesia y en el cristiano. Ambos, la Iglesia y el cristiano, deben ser a la vez conservadores y progresistas, y esto surge de las mismas palabras de Nuestro Señor Jesucristo. Los confabulados sabían esto, y se autodenominaron "los progresistas".
Un defecto del Concilio fue el de no organizar un robusto sistema de defensa contra la herejía (el modernismo enmascarado de progresismo), porque entre los obispos, o sea, los padres conciliares, había demasiada confianza en que no era necesario.
Finalizado el Concilio, los modernistas, seguros de la impunidad a causa del prestigio que habían adquirido a través del engaño, salieron audazmente al descubierto, dando a entender a muchos que ellos eran los verdaderos y auténticos protagonistas de la renovación conciliar (también compraron este "relato" los lefebvristas y los que hoy muy sueltos de cuerpo se autodenominan "anti-progre", sin advertir que caen en el defecto contrario, el conservadurismo).
En este punto los obispos, para no dar la imagen de retrógrados anticonciliares, tomados a contrapié, desconcertados, no tuvieron el coraje de denunciar a los falsos progresistas (en realidad, modernistas). Lamentablemente, los mismos Papas del postconcilio, cercados y engañados por esta masa ruidosa y creciente de falsos progresistas (repito: modernistas), que en cierto sentido, por lo demás, habían hecho una contribución válida al Concilio, no tuvieron la fuerza para detenerlos.
Éstos son los orígenes de la tragedia de hoy, con un Papa que no llega a gobernar la nave en la tempestad, incapaz de pilotar la barca en medio de la tormenta, alardeando de ser un "revolucionario".
Yo personalmente, con todos mis años, he vivido todos estos acontecimientos.
Hoy necesitamos aclarar estas cosas a los jóvenes.
Le agradezco la ocasión para decirlo.
Te equivocas, Paracelsomol: ¡para lo peor nunca hay final!
ResponderEliminarPorque el padre Filemón de la Trinidad también dice que: "Existen, por lo demás, con respecto a la Tradición, novedades absolutas, que nunca antes habían existido", entre las que habría que incluir los "ministerios femeninos", lo cual significa que pronto en su blog lo leeremos aprobar y explicándonos la excelente novedad del diaconado femenino y también de ese presbiterado para los hombres casados que ya ha sido discutido y solicitado al Papa en el último Sínodo Panamazónico... y el padre Filemón, por supuesto, nos explicará que esto de ninguna manera constituye una "ruptura con la tradición" ya que es algo "implícitamente contenido en la tradición", y, por supuesto, también nos ofrecerá sus argumentos acrobáticos para explicar cómo está contenido en la tradición.
Estimado Anónimo,
EliminarEl respeto por la Tradición (que debe existir siempre en la Iglesia y en cada cristiano) no excluye la facultad del Papa de introducir novedades absolutas, que no estén en contraste con la Tradición. Lo nuevo o moderno no está necesariamente en contraste con lo antiguo o viejo, sino que puede existir algo antiguo -y esto precisamente es la Tradición- que puede dar espacio a algo nuevo, como la Tradición ha venido dando espacio a lo nuevo a lo largo de dos mil años. Y un ejemplo de ello es precisamente la introducción de los ministerios femeninos, los cuales no niegan la existencia de los ministerios ordenados propios del varón (propios del sacramento del Orden Sagrado), sino que se suman a ellos, así como lo femenino se suma a lo masculino y no lo niega.
Lo mismo puede decirse del eventual sacerdocio de los hombres casados (solicitado al Papa en el último sínodo), que por lo demás ya existe en las Iglesias Orientales. El sacerdocio uxorado no negaría el valor permanente y preeminente del sacerdocio celibatario, sino que se le agregaría como una forma diferente de ser sacerdotes.
Ahora bien, diferente es la cuestión del diaconado femenino. Aquí es necesario distinguir. El proyecto impulsado por el Papa no consiste en absoluto en instituir para las mujeres el Diaconado como primer grado del sacramento del Orden Sagrado (ello sería ciertamente una ruptura con la Tradición) sino en repristinar, restaurar, en una nueva forma el antiguo "diaconado femenino", que fue y sigue siendo un ministerio laical.
Querido padre, permítame hacerle aquí una pregunta, aunque fuera de tema.
ResponderEliminarHe leído de usted en algún otro artículo suyo, que escribe que... el Papa debería dejar en paz al obispo brasileño Hélder Câmara. Esto me lleva a preguntarle: ¿Está usted bien informado? Tenga en cuenta que la Santa Sede ya ha ratificado dar luz verde para la introducción de la causa de canonización del obispo brasileño de las favelas (como hace un tiempo escribía Stefania Falasca en L'Avvenire). Por otra parte, la concesión del "nihil obstat" para la causa de beatificación ya se firmó el 25 de febrero de 2015.
Hermana Claudia (25 años como misionera en Brasil).
Querida Hermana Claudia,
Eliminarno está dicho que una Causa de Beatificación que ha sido iniciada llegue a puerto, vale decir, no porque se inicie una Causa necesariamente se concreta, pues en el curso de las investigaciones pueden surgir hechos en relación con el Siervo de Dios, que pueden ser considerados escandalosos o malos ejemplos o testimonios contrarios, que disuadirán quizás a las autoridades eclesiásticas de continuar con el proceso.
Hermana Claudia,
ResponderEliminarLe hago observar que el Padre Filemón también ha dicho tiempo atrás que el Papa Francisco también debe dejar estar al padre Lorenzo Milani, y estoy de acuerdo con él.
Me temo que, además de Cámara, quizás próximo santo canonizado, el padre Filemón olvidará que el Papa Francisco ha rendido honores a todas las tumbas de alto riesgo, honrando por ejemplo no sólo al padre Lorenzo Milani y luego al padre Tonino Bello, pasando de uno a otro, en la zona de Grosseto, en la Toscana, a rendir homenaje al padre Zeno Saltini (Dios lo bendiga) fundador del kibutz o cooperativa católica-socialista de Nomadelfia. ¡Pensar que el Papa estaba solo a unos cincuenta kilómetros de autopista, y sin embargo se cuidó mucho de no pasar a rendir homenaje a Santa Catalina de Siena!, doctora de la Iglesia, que tanto sufrió y se preocupó por los confundidos Papas (como él) en Aviñón, antigua homóloga de la futura casa de Santa Marta.
Lo que no se entiende del padre Filemón es que por un lado lo critica y por otro lado lo justifica y casi lo exalta, como si una crítica pacata debiera de inmediato ser seguida por una insensata e indignada, que lave la culpa de haberlo criticado muy suavemente.
Por supuesto, debo ser yo que no soy capaz de entenderlo, de hecho estoy bastante seguro de que no entiendo, y entonces... ¡quién soy yo para juzgar!
Estimado Rubén,
EliminarEs cierto que yo lo critico y lo defiendo al papa Francisco. Pero mis críticas y mi defensa del Santo Padre no se refieren al mismo terreno, por lo cual no me contradigo en absoluto. De hecho, si por una parte soy libre de criticarlo en su conducta moral y en su gobierno de la Iglesia, porque aquí él puede pecar (y el memorial de mons. Viganò del 2018 lo demuestra, ¡pero sólo hablo de ese memorial de 2018!, y no de los desequilibrios heréticos y cismáticos del Viganò posterior y actual), por otra parte, el Papa, como Maestro de la Fe, posee, y lo posee de manera inamisible, imperdible, concedido por Cristo, un don de infalibilidad (también en su magisterio ordinario), no obstante el lenguaje a veces ambiguo y a veces deshonesto; vale decir un don de infalibilidad por el cual en el campo de las verdades de fe no puede engañarse, ni puede engañar.
Por lo tanto, yo critico a este Papa, por ejemplo, por su imprudencia y por su visión estrecha de la santidad, que se limita a la consideración de los trabajadores sociales o eventualmente de los agitadores políticos, dejando fuera a los místicos, contemplativos, monjes, ermitaños, filósofos, teólogos, magistrados, militares, escritores, artistas, poetas y científicos; así como también lo critico, por ejemplo, por la ingenuidad o negligencia y descuido en no informarse lo suficiente de cuanto realmente han hecho ciertas personas a las que él parece admirar. Dicho esto, no podemos negar (como lo negó Lutero y lo niegan hoy tantos, algunos explícitamente, y otros implícitamente), que él sea el Sucesor de Pedro y, por lo tanto, no podemos negarle el respeto que se le debe como tal. Asimismo, santa Catalina de Siena reprobaba al Papa precisamente para recordarle el correcto cumplimiento de ese oficio petrino, del cual debemos tener el mayor respeto.
Estimado padre Filemón,
ResponderEliminarSoy un apasionado de la filosofía, pero Ud. ya me conoce, un apasionado a la filosofía pero muy limitado, o debería decir mediocre, muy pequeño. Pero debo decirle con franqueza: o bien es que soy yo el que no entiendo, o es Ud. quien me confunde, o bien es Ud. el que está confundido... pero como Ud., probablemente, no puede estar confundido, entonces soy yo el que está confundido, porque si Ud. dice que el Papa "debe hacer todo el esfuerzo posible, poner todo su empeño, para que las dos partes, tradicionalistas y progresistas, se acerquen y se encuentren", entiendo que esto también se aplica a los lefebvrianos y a los modernistas, como polos extremos del tradicionalismo y del progresismo; pero en tal caso, esto significa decir que tesis y antítesis deben armonizarse juntas y que los opuestos contrarios pueden unirse de manera armoniosa. ¿Pero cómo puede ser aceptado esto? Me parece imposible filosóficamente.
Gracias, de todos modos, porque leyendo sus artículos realmente se aprendes muchas cosas nuevas.
Querido Ross,
EliminarAnte todo, y porque te conozco, no te subestimes tanto, pues indudablemente conoces filosofía mejor que muchos. Aunque en el presente caso manifiestas estar bajo la tentación del idealismo, confundiendo el pensamiento con la realidad. Me explico:
Lefebvrianos y modernistas no son dos entidades abstractas como lo son la tesis y la antítesis de la dialéctica hegeliana. Por supuesto, está claro que si "A" es verdadero, no puede ser verdadero "no-A". Pero las cosas en el presente caso no son tan simples ni sencillas.
Lefebvrianos y modernistas son dos realidades humanas y eclesiales históricas, concretas y colectivas, con sus lados buenos y sus lados malos, con sus errores y sus verdades, como siempre ocurre en las realidades humanas.
Me preguntas acerca de lo que yo expresé como un urgente y primordialmente necesario deber del papa Francisco en la hora actual: el tratar de unir los dos bandos eclesiales en pugna, las dos vagas sectas que se han formado en estas últimas décadas, es decir, los anti-progre y los anti-tradi, dos partidos que no alcanzan a ser católicos en el sentido propio de la palabra, y no llegan a darse cuenta de que conservación y progreso son dos necesarias funciones en la Iglesia y, por ende, en cada cristiano.
Ahora bien, para hablar, tal como tú me preguntas, de los extremos polos de esas dos corrientes (anti-progre y anti-tradi), como son los lefebvrianos y los modernistas; hay que distinguir, como dije antes, el nivel de lo abstracto universal y el nivel de lo real concreto. Es claro que, a nivel abstracto, tanto el lefebvrismo como el modernismo son herejías, e implican cismas (formal o implícito, respectivamente), pero otra cosa bien distinta es el nivel de lo real, de las personas que están inmersas en esas dos corrientes.
Por lo tanto, no se trata de unir lo verdadero con lo falso, no se trata de unir abstractamente el lefebvrismo con el modernismo. Por el contrario, de lo que se trata es que el Papa, en lugar de mimar continuamente a los modernistas y de maltratar a los lefebvrianos, debería, regañando y argumentando contra los defectos de los unos y de los otros, intentar recoger los valores que se encuentran en los unos y en los otros, porque siempre algo que es verdadero está de acuerdo con otro algo verdadero. Si algo es verdadero no está en contradicción con otro verdadero. No hay verdades opuestas.
Es cierto, como usted dice, Padre Filemón, que nosotros no podemos decir que si desde hace 2000 años algo siempre se ha pensado de una manera y siempre se ha hecho de esa manera, siempre tengamos que seguir haciéndolo de esa manera. Lo entiendo. Eso sería conservadurismo rígido. Sin embargo, yo, que soy un divorciado vuelto a casar civilmente, no voy a recibir la comunión, aunque vaya a misa todos los domingos, porque sé que no puedo recibirla. Y cuando con todas las garantías dadas en este sentido por los sacerdotes, otros que están en las mismas condiciones que yo van a comulgar, porque los sacerdotes le dicen a los divorciados que el papa Francisco ha abierto la comunión a los divorciados vueltos a casar, yo no voy, porque sigo creyendo aquello que la iglesia siempre ha enseñado.
ResponderEliminar¿Cree Ud. que está mal hacer lo que siempre se ha hecho?
Gracias por sus artículos.
Querido Anónimo,
EliminarHaces bien en hacer lo que haces. El papa Francisco en Amoris Laetitia (nota 351) no ha dado en absoluto el permiso para la Comunión a los cónyuges en una condición como la que tú vives, sino que simplemente ha dicho que podría dar ese permiso en el futuro. Pero hasta ahora no lo ha hecho así. Entonces los sacerdotes que dan la Comunión a esas parejas, en realidad están desobedeciendo al Santo Padre.
En cuanto a tu situación, tienes como punto de referencia la disposición del n.84 de la Familiaris consortio, en conformidad con la cual, los cónyuges, en el cumplimiento de sus deberes cristianos, pueden estar seguros de vivir en gracia.
Estimado Anónimo,
ResponderEliminarTe hablo como sacerdote, no como gran teólogo, no lo soy y no habría podido serlo nunca, y menos como especialista en dogmática sacramental o en moral sacramental, no lo soy y nunca podría haberlo sido, pues tengo la cabeza dura como el Cura de Ars. Te hablo como un sacerdote que, con la necesaria teología básica, conoce el catecismo.
Tú haces bien en hacer como haces y Dios tendrá en cuenta tus méritos y te los recompensará.
En el 2019, antes de la pandemia, por segundo año consecutivo, para las primeras comuniones en la parroquia, me hice reemplazar por un hermano sacerdote, pues no tenía la intención de hacerme cómplice de las comuniones sacrílegas por parte de miembros de asambleas compuestas no solo por divorciados vueltos a casar (los divorciados vueltos a casar al menos asumen ellos algunas responsabilidades) sino de una plétora de convivientes fuera del matrimonio (del cual matrimonio declaran públicamente no creer) y que hacen la fila como todos en el momento de la comunión.
Si yo tuviera 10 feligreses como tú en la iglesia, sería el párroco más feliz de toda mi diócesis. En cambio tengo 100 que han abandonado el confesionario desde hace años, y viven en situaciones irregulares, incluidas provocativas parejas homosexuales que exigen plena legitimización de su situación y que vienen y te dicen que la comunión "es mi derecho" y que luego agregan que "el papa Francisco dijo ¿quién soy yo para juzgar?".
Por ahora me he salido con la mía, porque tengo un obispo ya bastante mayor, de pura escuela Juan Pablo II, y no se cuantos quedan por estos lares, pero creo que pocos.
Mañana no sé, cómo me las arreglaré con lo nuevo que vendrá, y que sabe Dios qué será, pero nunca le daré a nadie "a comer su propia condenación".
Sin embargo, ten en cuenta que solo tengo un poquillo de teología y más bien lo que conozco y aplico es el Catecismo, de modo que lo que aquí te digo sólo es válido... por lo que vale.
Que Dios te bendiga.
Querido padre Roberto,
EliminarHaces bien en atenerte a cuanto dispone la Familiaris consortio, porque, como ya lo he expresado repetidas veces, la nota 351 de la exhortación Amoris laetita, que habla en modo condicional, no es una verdadera ley en vigor, sino sólo una hipótesis de ley. Ahora bien, una ley no se expresa en el modo condicional ⦋"podría ser", "se podría"⦌, sino en el modo indicativo o en el modo imperativo.
Estimado Don Roberto,
ResponderEliminares dolorosa la situación que Ud. vive. Seguramente otros sacerdotes pasarán por situaciones similares.
Lo que no me quedó claro de su narración es lo siguiente: Ud. se hizo reemplazar por un sacerdote para evitar dar la comunión a personas que no están en condiciones de comulgar. Pero supongo que tendrá claro que quien lo reemplazó sí les dio la comunión. Entonces no evitó que comulgaran, solamente evitó que lo hicieran de sus manos. Pero incluso lo hicieron con su beneplácito, visto que Ud. es el párroco.
Tal vez yo entendí mal y fue de otro modo.
El padre Filemón dice que Bergoglio es el "sumo custodio, sostenedor, garante y moderador de la unidad, de la concordia y de la paz en la Iglesia".
ResponderEliminar¿Esto quiere decir entonces que todas las divisiones y las luchas que se han producido desde hace ocho años, y actualmente en marcha, han sido desatadas por los pérfidos modernistas bajo la pobre e inocente mirada papal, mientras el pobre Papa prisionero en el albergue de Santa Marta, no sabe cómo hacer para mantener con su lenguaje siempre tan claro y unívoco este concordia y esta paz?
En el antiguo lenguaje marxista de 1968 se habría dicho que "Bergoglio es víctima inocente del sistema imperial capitalista".
Estimado "Paracelsomol",
Eliminartodo Romano Pontífice ha recibido de Cristo la tarea de garantizar, fundar, asegurar y promover en la Iglesia la unidad, la paz y la concordia entre sus variados componentes, tendencias, corrientes y sensibilidades. Para cumplir este oficio pastoral o de gobierno, todo Romano Pontífice recibe una gracia de estado específica, a la cual sin embargo puede no ser dócil y, por lo tanto, un Papa puede equivocarse o puede pecar en el cumplimiento de su oficio pastoral y de gobierno, como tantas veces ha ocurrido en la historia de la Iglesia.
Ahora bien, hablando del caso concreto del papa Francisco, aunque por derecho y encargo divino tenga este mismo oficio, podemos discernir al observar estos ocho años que lleva en el trono de Pedro, que no ejerce este oficio con la debida prudencia, justicia, diligencia, caridad e imparcialidad, sino que, acaso por su sed de éxito (entre otras posibles conjeturas), favorece indebidamente a los modernistas o filo-modernistas, concediéndoles un poder exorbitante y maltrata a los filo-lefebvrianos (no digo a los lefebvrianos, pues ellos están formalmente fuera de la Iglesia) manteniéndolos alejados de la participación en la dirección de la Iglesia. Para que se me entienda: el papa Francisco es al mismo tiempo culpable y víctima de este sistema que él mismo ha creado.
"Y el Papa nunca habla de estos males, totalmente llevado por una exagerada y sesgada polémica contra el tradicionalismo, donde arriesga hacer un manojo de todas las hierbas, agarrándosela también con aquel sano tradicionalismo que, junto con una sana conservación, son factores esenciales de la estructura y del progreso de la Iglesia".
ResponderEliminar¿Y según Ud., padre Filemón, por qué el Papa nunca habla de estos males? ¿Alguna vez Ud. ha pensado que lo que para Ud. es malo, en cambio para el papa Francisco no sea malo en absoluto?
Estimado Carlos,
Eliminaryo no juzgo al Papa en base a aquello que a mí me parece, sino en base a lo que la Iglesia misma enseña sobre los deberes del Romano Pontífice. Si el Papa considera bien lo que yo indico como malo, él no actúa contra mi parecer, sino contra los deberes que le son impuestos por Cristo y por la Iglesia.
¡Escuchen! ¡Escuchen! Bergoglio está rodeado de "falsos colaboradores que están infectados de modernismo y de rahnerismo".
ResponderEliminarPadre Filemón: ¿Y por que está rodeado de ellos? ¿Quién los puso donde están? ¿Se han nombrado a sí mismos en sus cargos? Y cuando han cometido desastres, ¿quién los ha protegido y quién los ha mantenido cerca (mons. Ricca, por ejemplo)?
Y el cardenal Mueller, que no estaba entre los "infectados de modernismo y de rahnerismo", ¿qué final ha tenido?
Lo siento, a veces no puedo entender al padre Filemón, pero... seguramente debe ser por mi culpa.
Querida Dulcinea,
Eliminarsoy de la idea de que el Santo Padre no sea sólo culpable de haberse rodeado de colaboradores lisonjeros, aduladores, corruptos, astutos y heréticos, y también de otros realmente incapaces, sino que él, por su ingenuidad, ambición e imprudencia, sea también víctima de esta situación (y esto de varios modos posibles, algunos de los cuales ya he conjeturado y publicado), tanto que, si hoy no cumple con su deber de ser la guía segura de la Iglesia, no es solo por culpa suya, sino también de los malhechores que lo engañan y lo bloquean.
Padre Filemón, soy argentino, pero vivo desde hace años en Palermo, en una gran familia de varias generaciones aquí. Estuve aquí en Palermo durante la visita del papa Francisco en septiembre de 2018, en medio de una capital siciliana prácticamente indiferente. Otra cosa muy distinta me cuentan que fue la visita de Juan Pablo II hace un cuarto de siglo; pero este no es el tema...
ResponderEliminarY Palermo, usted sabe, me sugiere una comparación...
Querido padre Filemón, los modernistas no persiguen a nadie. ¡¡¡No lo necesitan!!! Como para decir que la mafia, que tiene todo el territorio bajo pleno control, con los hombres adecuados en los lugares adecuados, estuviera persiguiendo y haciendo atentados con cargas explosivas a tres gatos locos de la asociación antimafia que la critican. En todo caso, lo que hará la mafia será dar algunas subvenciones a esa asociación.
Estimado Marino,
EliminarTu apreciación es interesante, tu comparación también, pero en mi modesta opinión tengo que corregir tu parecer con algunos matices. Si bien en gran medida en estos temas nos movemos en el ámbito de lo conjetural, contamos con algunas certezas que son fundamentales.
Es cierto que los modernistas se sienten poderosos y que hoy, en realidad, son poderosos, ubicados como están en puestos clave en la Iglesia. Pero ellos saben que su poder está fundado sobre la mentira y sobre la violencia. Saben que son un cuerpo extraño en la Iglesia, y que tienen buenos católicos en contra. Ciertamente el Santo Padre, lamentablemente, tiende a ceder frente a ellos, pero cuando lo hace así él no está cumpliendo con su deber de custodiar el rebaño de Cristo, aunque, quizás el propio papa Francisco, engañado por los propios modernistas, crea que lo está haciendo bien, también por el éxito que obtiene, a lo cual, por otra parte, está demasiado apegado.
Pero el poder de los modernistas no es tan tranquilo y seguro como tú crees y suele creerse (tu opinión es la de muchos). Te pido que reflexiones en esta verdad: los modernistas (conscientes y activos) no pueden ser de buena fe, saben que Nuestro Señor Jesucristo está en contra de ellos.
Por lo demás, y ahora desde el punto de vista fáctico, hoy el lobby modernista está sacudido hasta sus cimientos, en concreto desde hace dos años, a partir del tremendo escándalo denunciado en 2018 por el memorial de mons. Viganò, que ha involucrado al Papa mismo y que ha suscitado indignación contra ellos en toda la Iglesia y que ha obligado al Papa a tomar medidas concretas, incluso a nivel canónico (siempre aclaro que cuando hablo de mons. Viganò, sólo lo menciono positivamente respecto al memorial del 2018, porque la actuación posterior y actual del ex nuncio no es la de un católico auténtico). A partir de aquel hecho, los modernistas vienen tratando afanosa y furiosamente de mantenerse a flote con las invectivas, las calumnias, las persecuciones, y hasta con acciones concretas como el Sínodo en Alemania, pero todo ello no les evita percibir, como están percibiendo, desesperados, aunque todavía arrogantes, que su fin está próximo, quizás no con el actual Pontífice (o sí, no lo sé), pero las promesas del Señor son infalibles.
Padre, si como usted dice... el Concilio se hubiera limitado a "abandonar una pastoral demasiado conservadora, anacrónica, estática, repetitiva, demasiado defensiva, sospechosa, temerosa, recelosa y agresiva frente al mundo moderno"... ¿hoy nos encontraríamos en la situación en la que nos encontramos?
ResponderEliminarPregunto: ¿cuál ha sido la situación de la Iglesia en las décadas posteriores al Concilio de Trento y cuál es la situación de la Iglesia hoy, cinco décadas después del Concilio Vaticano II? Concilio del cual yo nunca jamás he puesto en discusión su autoridad y sus documentos (soy un sacerdote ya jubilado, aclaro).
A mi me parece, con toda modestia, que cuando las cosas van bien es mérito de la Iglesia y de todas sus personalidades iluminadas, cuando las cosas van mal es culpa del mundo, de la sociedad, de la política, de los acontecimientos históricos...
En esto, la así llamada iglesia preconciliar y la iglesia posconciliar se han mantenido idénticas en una línea de continuidad perfecta e invariable.
Estimado padre J.M.C,
EliminarEl Concilio Vaticano II ciertamente no se ha limitado a hacer lo que yo he mencionado en este artículo, sino que ha propuesto un aggiornamento, una modernización, una reforma y un avance de la Iglesia, para volverla más eficaz evangelizadora del mundo moderno, asumiendo, a la luz del Evangelio, cuanto de bueno existe en la modernidad y rechazando lo malo de la modernidad.
Si el Concilio Vaticano II no ha dado los espléndidos frutos que dio en su momento el Concilio de Trento, esto no se debe a las enseñanzas (doctrinales) y a las directivas (pastorales) del Vaticano II en sí mismas, sino al hecho de que inmediatamente después del Concilio ha seguido, de hecho, una fortísima, insidiosísima e inesperada oleada de modernismo, disfrazado de "progresismo" (adjetivo virtuoso, hoy malentendido por muchos), unneo- modernismo que los Papas del post-concilio, aun siendo Santos, no han sido capaces de frenar.
El Pontífice actual, hoy por hoy, en lugar de corregir algunos defectos pastorales del Concilio Vaticano II, como por ejemplo una cierta tendencia buenística y demasiado optimista hacia el mundo, los ha agravado con su equívoco misericordismo, por lo cual hemos llegado a la situación actual.
Me pregunto si la frase del padre Filemón: "hoy, debido a la falta de vigilancia de los obispos, asistimos a un impresionante retorno del modernismo" pretende ser una expresión chistosa o pretende ser una expresión seria. Si la expresión es seria, debemos preguntarnos: ¿quién es el que nombra a los obispos que no vigilan, y quién debería vigilar a los obispos que no vigilan?
ResponderEliminarQuerido Ángel,
Eliminarel fenómeno de los obispos que no vigilan ya está cumpliendo cincuenta años. Sin embargo, antes del papa Francisco hemos tenido Papas Santos, los cuales han intentado frenar el avance del modernismo, y para ello se han esforzado por velar por los obispos y vigilarlos, aunque con escaso éxito. El Papa actual, en cambio, lamentablemente, al ser demasiado benévolo con los modernistas, nos da obispos aún peores.
Padre Filemón:
ResponderEliminarUsted dice que: "la pastoral conciliar, en algunos aspectos, tiene necesidad de una corrección de rumbo, que quizás sólo un nuevo Concilio o un gran Papa reformador podrá implementar".
Con todo respeto, me temo que al escribir esto ha perdido por el camino algún pequeño... matiz... que Benedicto XVI había intentado hacer.
¿Recuerda sus últimos discursos pronunciados después del anuncio de su dimisión, cuando dijo que el Vaticano II no era un "super-concilio" y un "super-dogma"? ¿Recuerda también el destino que le estaba reservado a Benedicto XVI antes de que llegara a su dimisión? ¿No cree Ud. que el Papa Benedicto, que asistió como perito al Concilio, haya llegado a comprender que en el Vaticano II varias cosas no funcionaban como debían? ¿De qué otra manera interpretar las frases de sus últimos discursos sobre el Vaticano II, acerca de que no debería ser tomado como un "super-concilio" y un "super-dogma"?
Mi opinión es que el Papa Benedicto dimitió dejando entender que los graves problemas de la Iglesia se debían buscar en aquello que no había funcionado en el Vaticano II. Si el problema hubiera sido el modernismo, nos lo habría dicho con la misma claridad antes de retirarse a Castel Gandolfo a la espera del cónclave para elegir a su sucesor.
Querido Cristero Argentino,
Eliminardebo decirte, aclarando y en parte negando lo que tú afirmas, que en realidad el papa Benedicto XVI denunció esos defectos pastorales del Concilio, a los cuales yo he hecho mención en este artículo, pero al mismo tiempo el anterior Papa (hoy emérito) ha confirmado la validez de las doctrinas del Concilio. Es cierto que él no ha utilizado el término "modernismo", pero debes tener en cuenta que ha usado expresiones que son equivalentes, como cuando ha hablado de la difusión del subjetivismo y del relativismo, de la falsa exégesis bíblica, de las filosofías irracionalistas, de la "hermenéutica de la ruptura", de la crisis generalizada de la fe, de la "inmundicia" en la Iglesia, y cuando como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe ha condenado muchos errores modernistas, especialmente los errores rahnerianos.
No existen los peligrosos modernistas de una parte, y las víctimas inocentes de los modernistas por otra; en cualquier caso existe la debilidad de san Pablo VI y el gran personalismo de san Juan Pablo II, quienes solo estaban interesados en los discursos relacionados con la moral sexual, mientras en las iglesias se realizaban misas creativas, se bailaba, se hacían conciertos, se realizaba teatro, mientras los cimientos de la casa temblaban bajo los golpes del terremoto, pero era suficiente que en África no se usaran los anticonceptivos, y todo estaba bien.
ResponderEliminarEn ese momento me licencié en literatura clásica, luego hice mis estudios teológicos con gran pasión, y más tarde fui profesora de religión en las escuelas.
En 1997 me despidieron de la escuela secundaria donde estaba enseñando porque pegué un resbalón: en el tema de la anticoncepción, al hablar con los alumnos del último curso; y cuando me llamaron de nuevo cometí el error de insistir en sostener mis razones, que eran erróneas, pero sintiéndome llamada a la batalla, me volví aún más terca.
Para muchos lo mío podría parecer insólito, pero quien pidió que me readmitieran fue el obispo de la diócesis (en aquel momento), aunque no lo logró.
Mis colegas, que se la pasaban explicando que los milagros de los Evangelios eran alegorías y no hechos reales e históricamente sucedidos, continuaron enseñando hasta su jubilación, pero no se resbalaron con el tema de los anticonceptivos bajo el gran "pontificado moral" de Juan Pablo II.
Entonces, yo me pregunto: ¿quién ha protegido a los modernistas de los que Ud. habla, comenzando por los hijos de Bultmann que se sentaban en las cátedras de los colegios donde yo enseñaba y me despidieron?
A mis 78 años, gracias a Dios, llegué a la serenidad y a la paz con ciertas vicisitudes del pasado, y considero inútil preguntarle (aunque escriba retóricamente la pregunta): si no nos hubiéramos limitado a defender solo el "no a los preservativos", ¿las cosas podrían haber sido diferentes?
Todos hemos contribuido a esta situación, eclesiásticos y laicos, por eso Padre Filemón yo le admiro por la forma en que Ud. identifica los "orígenes" y las "culpas" en los demás, como si en las últimas décadas Ud. hubiera vivido en una isla feliz, mientras todo esto cobraba vida.
¡Ni siquiera ha habido uno, uno solo, que estuviera dispuesto a admitir que todo esto es culpa nuestra!
No. Para nada.
Todos dispuestos a admitir que es culpa de los demás, ya se llamen a sí mismos modernistas o rahnerianos, mientras que los progresistas señalan como culpables a los conservadores o tradicionalistas lefebvrianos.
Mientras tanto, la casa se cae a pedazos, pero... siempre es culpa de los demás...
Querida Profesora,
EliminarUsted se refiere oportunamente a un aspecto esencial del cristianismo: el reconocimiento de nuestras culpas, que nos lleva al arrepentimiento, a la petición del perdón a Dios y a nuestros hermanos, obteniendo con ello la divina misericordia, lo cual nos empuja a la reparación y a la corrección de nuestros defectos.
Ahora bien, en este proceso de conversión no está prohibido acusar al hermano de alguna culpa, siempre y cuando seamos nosotros los primeros en liberarnos de nuestras propias culpas (por el mismo proceso: examen, arrepentimiento, petición de perdón, reparación).
En efecto, es cosa útil para Ud., a fin de que Ud. haga penitencia, y es cosa también útil para la comunidad, a fin de que la comunidad evite seguir su ejemplo.
Así, de la misma manera, si entre lefebvrianos y modernistas se hacen acusaciones recíprocas, esto no es necesariamente un inconveniente que rompa la caridad mutua, a condición de que las acusaciones sean siempre bien fundadas y sean constructivas.
En efecto, de tal modo se realiza la recíproca corrección fraterna, incluso con respecto al Papa, aunque siempre siga siendo él el supremo custodio de la unidad fraterna, y árbitro en las controversias y en el solucionar las divisiones, llamado por Cristo a crear la paz, la concordia y la paz y la reconciliación entre los hermanos.