miércoles, 9 de julio de 2025

Caminar juntos en la verdad: la sinodalidad como forma de Iglesia

El papa León XIV ha aprobado los próximos pasos a seguir en el itinerario sinodal 2025-2028. Invito al lector a una lectura serena del proceso sinodal en la Iglesia actual, a la luz de la Tradición viva, frente a las resistencias ideológicas y en fidelidad al Evangelio de la comunión. [En la imagen: fragmento de "Vista de Castel Gandolfo y del lago Albano", óleo sobre lienzo, c.1754, obra de Richard Wilson, perteneciente a colección privada].

El Espíritu y la Esposa dicen: ‘¡Ven!’.
Y el que escucha debe decir: ‘¡Ven!’ (Ap 22,17)
   
Redescubrir lo esencial bajo nuevas luces
   
----------En el permanente y progresivo discurrir de la vida eclesial, hay momentos en que el Espíritu parece soplar con una insistencia particular, como si reclamara de nosotros una escucha más atenta, una disponibilidad más dócil. No se trata ciertamente de novedades espectaculares ni de rupturas estridentes, sino de una invitación a redescubrir lo esencial bajo nuevas luces. La sinodalidad -una palabra que para algunos suena aún hoy extraña o sospechosa- es, en realidad, una de esas luces que, sin deslumbrar, revelan con mayor nitidez el rostro de la Iglesia en su peregrinación por la historia hacia la Patria del cielo.
----------Desde hace ya varios años, el proceso sinodal, convocado en su momento por el papa Francisco, ha suscitado una variedad de reacciones: entusiasmo en la inmensa mayoría, escepticismo en algunos, en no pocos una mezcla de esperanza y desconcierto, y en algunos incluso un abierto rechazo. Pero más allá de las interpretaciones apresuradas o de las resistencias previsibles, lo cierto es que este camino ha ido configurando una experiencia eclesial que merece ser acogida con discernimiento, con gratitud y también, cuando sea necesario, con una crítica siempre enraizada en el Evangelio.
----------Como ha recordado el papa Francisco, "la sinodalidad no es el capítulo de un tratado de eclesiología, y menos aún una moda, un slogan o el nuevo término a utilizar o manipular en nuestras reuniones. ¡No! La sinodalidad expresa la naturaleza de la Iglesia, su forma, su estilo, su misión". Y en continuidad con esta visión, el papa León XIV ha afirmado recientemente que "la sinodalidad es un estilo, una actitud que nos ayuda a ser Iglesia promoviendo experiencias auténticas de participación y comunión".
----------En este artículo quisiera detenerme, con la calma que permite la distancia y el deseo de comprender, en tres momentos: primero, una lectura del reciente documento Pistas para la fase de implementación del Sínodo, 2025–2028, publicado por la Secretaría General del Sínodo y aprobado por el papa León; luego, una necesaria respuesta a algunas reacciones venidas de las extremistas corrientes pasadistas, las cuales, pertinazmente refractarias al progreso en la explicitación de nuestra fe y al progreso en una vida eclesial más evangélica, han contestado inmediata y violentamente a dicho texto; y finalmente, una reflexión teológica más amplia sobre la sinodalidad como forma de la vida eclesial, no como moda pasajera ni como estrategia pastoral, sino como expresión profunda del misterio de comunión que la Iglesia está llamada a ser.
   
Una guía para la recepción eclesial del camino sinodal
   
----------El pasado 7 de julio, la Secretaría General del Sínodo publicó el documento titulado Pistas para la fase de implementación del Sínodo, 2025–2028, aprobado por el papa León XIV como continuación del itinerario iniciado por su predecesor. Se trata de un texto sobrio, de tono claramente pastoral y eclesial, que no impone directrices uniformes, sino que ofrece orientaciones prudentes para que cada Iglesia particular pueda acoger, discernir y aplicar lo ya reflexionado en las etapas anteriores del proceso sinodal.
----------El documento se articula en torno a una convicción fundamental: la sinodalidad no es una técnica de gobierno ni una novedad pasajera, sino una forma de vida de la Iglesia, enraizada en su naturaleza de comunión y en su misión de anunciar el Evangelio. Como se afirma en sus primeras páginas, “la forma sinodal de la Iglesia está al servicio de su misión, y cualquier cambio en su vida tiene como finalidad hacerla más capaz de anunciar el Reino de Dios y de testimoniar el Evangelio del Señor a los hombres y mujeres de nuestro tiempo”.
----------La propuesta se desarrolla en tres etapas sucesivas: Primera Etapa, 2025–2026: aplicación en las diócesis y parroquias, mediante la constitución de equipos de trabajo y el fortalecimiento de los organismos de consulta y corresponsabilidad ya existentes. Está prevista una peregrinación jubilar de estos equipos a Roma en octubre de 2025. Segunda Etapa, 2027: revisión del camino recorrido, a nivel diocesano y nacional, con espacios de escucha y evaluación. Tercera Etapa, 2028: discernimiento a nivel continental y celebración de una nueva Asamblea en Roma, como momento de síntesis y proyección.
----------El texto insiste en que esta etapa no consiste en producir nuevos documentos, sino en traducir en decisiones concretas lo ya discernido: cultivar una vida eclesial más participativa, abrir espacios reales de consulta, y asumir con mayor responsabilidad la misión común. Se recuerda que esta tarea no corresponde únicamente a los obispos o a los teólogos, sino a todo el Pueblo de Dios: fieles laicos, religiosos, ministros ordenados, jóvenes, ancianos, familias, pobres… todos llamados a colaborar según su vocación y estado. Como enseñó el Concilio Vaticano II, “el conjunto de los fieles que tienen la unción del Santo […] manifiesta esta propiedad mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo” (Lumen gentium, n.12), y es precisamente este sensus fidei el que debe ser escuchado y acogido en el discernimiento eclesial.
----------Una novedad significativa es la creación de dos nuevas comisiones por parte del Santo Padre: una sobre la sagrada liturgia en clave sinodal, y otra sobre el estatuto teológico y jurídico de las conferencias episcopales y los sínodos locales. Con ello se reconoce que la sinodalidad no puede limitarse a lo consultivo, sino que debe alcanzar también las estructuras y los lenguajes de la vida eclesial.
----------Se puede decir sin duda ninguna que, en conjunto, el documento ofrece una propuesta serena, realista y esperanzada. No ignora las dificultades ni las resistencias, sino que invita a afrontarlas con libertad interior y con espíritu de fe. Como afirma el texto, “la finalidad es que cada Iglesia particular reciba el impulso sinodal con creatividad, pero también con fidelidad al camino común recorrido”.
   
El rechazo pasadista al camino sinodal
   
----------Desde los primeros pasos del proceso sinodal convocado por el papa Francisco, no han faltado voces que, en nombre de la fidelidad a la tradición, han manifestado una profunda desconfianza -cuando no un rechazo frontal- hacia esta propuesta eclesial. En muchos casos, este rechazo no se dirige tanto al contenido concreto del camino sinodal cuanto a su forma, a su lenguaje, o incluso a su sola existencia. Se percibe como una amenaza a la estabilidad doctrinal, como una concesión al espíritu del mundo, o como una ruptura con el pasado. Esta actitud, que podríamos llamar pasadista o indietrista en sentido estricto, no se limita a una legítima preocupación por la continuidad, sino que se convierte en una resistencia sistemática a toda forma de renovación, incluso cuando esta brota del mismo corazón de la Tradición viva de la Iglesia.
----------El Concilio Vaticano II, en su constitución dogmática Lumen gentium, enseñó con claridad que “la Iglesia peregrinante es por su naturaleza misionera” (n.17), y que todo el Pueblo de Dios participa, según su condición, en la vida y misión de la Iglesia. La sinodalidad, en este sentido, no es una invención reciente, sino una expresión concreta de esa participación ordenada y jerárquica, en comunión con los pastores y bajo la guía del Espíritu Santo. Sin embargo, para quienes conciben la tradición como un depósito inerte, toda forma de participación que no se limite a la obediencia pasiva puede parecer sospechosa.
----------Un ejemplo reciente de esta actitud puede encontrarse en el editorial publicado por el portal Infovaticana el 8 de julio de 2025, bajo el título El Vaticano ratifica el camino del sinodalismo. Más allá de su contenido concreto, este texto resulta ilustrativo de una postura que no busca comprender, sino descalificar; que no parte de una lectura honesta del documento, sino de una sospecha previa que lo tiñe todo.
----------El primer indicio de esta actitud se encuentra ya en el uso insistente del término “sinodalismo”, repetido en el título y a lo largo del artículo. La palabra no es inocente: no aparece en el documento de la Secretaría del Sínodo, ni ha sido empleada por el magisterio reciente. Su uso deliberado sugiere una crítica velada, como si se tratara de una ideología o de una deriva eclesiológica sospechosa. Pero ¿acaso el texto habla de “sinodalismo”? ¿No insiste, más bien, en que “la sinodalidad es una dimensión constitutiva de la Iglesia” y que “el camino sinodal es, de hecho, poner en práctica lo que el Concilio enseñó”? Es indudable que este editorial de Infovaticana quiere presentarnos una caricatura de la sinodalidad y comienza por el lenguaje.
----------El segundo aspecto llamativo es la selección -o más bien, omisión- de los temas abordados. Infovaticana reprocha al documento que “no hay una sola línea sobre la crisis vocacional”, ni sobre “el derrumbe de la práctica sacramental”, ni sobre “la persecución real” de los cristianos en diversas partes del mundo. Se trata, sin duda, de cuestiones graves, pero ¿es justo exigir que cada documento eclesial aborde todos los males de la Iglesia contemporánea? ¿No conviene, más bien, acoger el texto según su naturaleza propia -una ayuda para el discernimiento eclesial-, y no exigirle respuestas que pertenecen a otros ámbitos del magisterio?
----------Más aún, el editorial de Infovaticana acusa al documento de diluir la centralidad de la Eucaristía en “una nebulosa de expresiones genéricas como ‘cultura del encuentro’ o ‘comunión misionera’”. Pero esta crítica ignora que la comunión misionera no es una consigna vacía, sino una expresión profundamente enraizada en la eclesiología del Vaticano II (cf. Ad gentes, n.2; Lumen gentium, n.26), y que la cultura del encuentro ha sido reiteradamente propuesta por los últimos pontífices como forma concreta de caridad pastoral.
----------Finalmente, Infovaticana se burla de las expresiones del documento, como cuando señala que se anima a los obispos a “promover dinámicas de discernimiento” o a los equipos sinodales a “experimentar nuevas formas de escucha”. Pero ¿no es precisamente el discernimiento una de las tareas más nobles del ministerio episcopal? ¿No ha sido la escucha -desde los Hechos de los Apóstoles- una actitud fundamental en la vida de la Iglesia?
----------En suma, el editorial de Infovaticana no ofrece una crítica teológica seria, sino una reacción ideológica, marcada por el temor a todo lo que no encaje en una visión estática de la Iglesia. No se trata de negar las legítimas preocupaciones que puedan tener algunos fieles, sino de invitar a una lectura más honesta, más fiel al texto y más abierta al Espíritu. Como enseñaba san Vicente de Lérins, la verdadera tradición no es la repetición inmóvil, sino el crecimiento orgánico: eodem sensu eademque sententia.
----------Estas reacciones críticas de ámbitos mediáticos pasadistas filo-lefebvrianos, de los que forma parte Infovaticana, aunque a menudo sean reacciones desproporcionadas, nos invitan a volver a las fuentes y a preguntarnos con serenidad: ¿qué significa, en verdad, que la Iglesia sea sinodal por naturaleza? ¿Qué raíces tiene esta afirmación en la tradición teológica, en la vida de los santos, en el magisterio de los siglos? Para responder a estas preguntas, conviene ahora detenernos en una reflexión más amplia sobre la sinodalidad como forma natural o esencial de la vida eclesial, no como novedad impuesta desde fuera, sino como expresión fiel del misterio de comunión que la Iglesia está llamada a encarnar.
   
La sinodalidad como expresión de la comunión jerárquica
   
----------Para comprender con mayor profundidad el sentido de este camino eclesial, conviene ahora detenernos en su fundamento teológico. No basta con responder a las objeciones, se debe volver a las raíces. La sinodalidad, si ha de ser acogida con fe y no solo como estrategia, debe ser contemplada desde su inserción en el misterio mismo de la Iglesia, tal como ha sido recibido, vivido y transmitido por la Tradición.
----------1. Sinodalidad es, en definitiva, una Iglesia que camina unida, aunque no una mera democracia, sino comunión ordenada. La sinodalidad, entendida en su sentido más auténtico, no es una forma de democratización eclesial ni una cesión del gobierno pastoral a las mayorías. Es, más bien, la expresión concreta de la comunión jerárquica que estructura la Iglesia desde sus orígenes apostólicos. La Iglesia no es una asamblea de iguales que delibera por consenso, sino el Cuerpo místico de Cristo, en el que todos los miembros -aunque diversos- están ordenados entre sí por la caridad y por la verdad.
----------Como enseña el Concilio Vaticano II, “todos los presbíteros, a una con los obispos, de tal forma participan del mismo y único sacerdocio y ministerio de Cristo, que la misma unidad de consagración y misión requiere su comunión jerárquica con el orden de los obispos” (Presbyterorum ordinis, n.7). Esta comunión no es meramente funcional, sino sacramental: nace del mismo Espíritu que consagra y envía, y se manifiesta visiblemente en la unidad del Obispo con su presbiterio, y del Colegio Episcopal con el Sucesor de Pedro.
----------La sinodalidad, en este clarísimo marco subrayado por el Magisterio, no sustituye la autoridad, sino que la purifica y la orienta al discernimiento común. Viviendo la sinodalidad eclesial, el Obispo no deja de ser principio visible de unidad en su Iglesia particular (cf. Lumen gentium, n.23), sino que su ministerio se enriquece cuando escucha, consulta y discierne junto con los fieles. No se trata de diluir la autoridad, sino de ejercerla en clave de comunión, como servicio a la unidad y a la edificación del Cuerpo de Cristo.
----------No otra cosa distinta expresaba el papa León durante su homilía del pasado 29 de junio de 2025, cuando nos enseñaba con claridad: “La comunión a la que el Señor nos llama es una armonía de voces y rostros, no anula la libertad de cada uno. […] Esta comunión nace del impulso del Espíritu, une las diversidades y crea puentes de unidad en la variedad de los carismas, de los dones y de los ministerios”.
----------2. La fraternidad eclesial implica igualdad ontológica, diversidad funcional. La sinodalidad también se apoya en una verdad fundamental de la antropología cristiana: todos los bautizados participan de la misma dignidad como hijos de Dios, miembros del Cuerpo de Cristo, templos del Espíritu Santo. Igualdad ontológica que no contradice, sino que presupone, la diversidad de funciones y carismas en la Iglesia.
----------El Concilio Vaticano II lo expresó con suprema fuerza: “Aunque algunos, por voluntad de Cristo, han sido constituidos doctores, dispensadores de los misterios y pastores para los demás, subsiste entre todos una verdadera igualdad en cuanto a la dignidad y a la acción común a todos los fieles en la edificación del Cuerpo de Cristo” (Constitución dogmática Lumen gentium, n.32).
----------Lo que debemos tener siempre presente es que la fraternidad cristiana no anula la jerarquía, así como la caridad no anula la verdad. La verdadera fraternidad eclesial no es niveladora, sino armónica: cada miembro tiene su lugar, y todos contribuyen, según su vocación y su carisma, a la edificación del todo. La sinodalidad, cuando es bien entendida, no es una amenaza para la autoridad, sino su contexto natural: una autoridad ejercida como servicio, en diálogo con los hermanos, en fidelidad al Evangelio.
----------Tocando este punto, viene bien recordar que el papa León, en su mensaje a los sacerdotes durante el Año Santo, expresó eso mismo así: “Ser constructores de paz y de unidad significa servir y no dominar. […] El sacerdote está llamado a promover la reconciliación y generar comunión”.
----------Esta visión no es, como creen los pasadistas, una concesión a la modernidad, sino una recuperación del espíritu evangélico y apostólico. La Iglesia primitiva vivía esta tensión fecunda entre autoridad y fraternidad, entre jerarquía y carisma, entre unidad y diversidad. La sinodalidad, lejos de ser una invención reciente, es una forma concreta de vivir hoy esa misma tensión, a la luz del Espíritu y en fidelidad a la Tradición.
   
Escuchar al Espíritu en el tiempo que nos toca
   
----------En medio de las tensiones, las esperanzas y las resistencias que acompañan el camino sinodal, conviene volver a lo que es absolutamente esencial. ¿Y qué es lo esencial? Que la Iglesia no se pertenece a sí misma, sino que es de nuestro Señor Jesucristo y vive por el Espíritu Santo. No caminamos por iniciativa propia, sino porque hemos sido convocados, enviados, sostenidos por una gracia que nos precede y nos acompaña. La sinodalidad, en este sentido, no es una estrategia pastoral ni una moda eclesial, sino una forma concreta de dejarnos conducir por el Espíritu en este tiempo de la historia.
----------No se trata de idealizar el proceso ni de ignorar sus límites. Toda experiencia eclesial está marcada por la humana fragilidad de quienes la vivimos. Pero también es cierto que, cuando nos abrimos con humildad a la escucha mutua, cuando buscamos juntos la voluntad de Dios, cuando nos dejamos interpelar por la voz de los pequeños, de los pobres, de los que no suelen tener palabra en la Iglesia, entonces algo del Evangelio se hace carne entre nosotros. Entonces la Iglesia se vuelve más transparente al misterio que la habita.
----------Al fin de cuentas, quizás el mayor desafío de la sinodalidad no sea organizativo ni doctrinal, sino espiritual, vale decir, aprender a caminar juntos sin perder la orientación, a hablar con libertad sin romper la comunión, a discernir con fidelidad sin caer en rigideces ni en superficialidades. Es un arte difícil, pero profundamente evangélico. Y es también una escuela de santidad, porque nos obliga a salir de nosotros mismos, a confiar en el otro, a dejarnos guiar por el Espíritu más que por nuestras seguridades.
----------Que María, Madre de la Iglesia y figura de la sinodalidad vivida en fe y silencio, nos acompañe en este camino. Que sepamos, como ella, guardar todas estas cosas en el corazón (cf. Lc 2,19), y esperar -con esperanza activa- que el Espíritu siga haciendo nuevas todas las cosas.
   
Fr Filemón de la Trinidad
Mendoza, 8 de julio de 2025

83 comentarios:

  1. Ignorar que el sínodo está instrumentado por el modernismo es ser idiota util. Basta leer lo que ha dicho el secretario Grech, peligroso oportunista que respalda el diconado femenino y que calificó como hirientes las palabras del Catecimo de la Iglesia Católica respecto de los homosexuales. El sinodalismo no es más que el traslado del asambleísmo revolucionario a la Iglesia, poniendo en crisis todo su acervo doctrinario. Infovaticana da en la diana.
    No sé si este artículo lo escribió usted o Julio, pero es muy infeliz.

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    1. Estimado Ludovicus,
      le agradezco por su comentario. Comienzo por una aclaración necesaria: todos los artículos publicados en este blog están escritos por mí, padre Filemón de la Trinidad. No hay coautorías, aunque sí cuento, en ocasiones, con la valiosa colaboración de un sobrino mío, Paolo Fitzimons, quien modera los comentarios, y de un cofrade, el padre Julio, que revisa algunas de mis notas. Pero la autoría de cada texto me corresponde íntegramente.
      En cuanto a sus afirmaciones, lamento profundamente el tono y el contenido. Calificar de “idiota útil” a quien no comparte su diagnóstico sobre el proceso sinodal no es solo una falta de caridad, sino una expresión que se aleja del espíritu evangélico y del respeto debido a los hermanos en la fe. La crítica teológica, cuando es seria, no necesita del insulto.
      Respecto al cardenal Grech, es legítimo disentir de algunas de sus expresiones o enfoques. Pero reducir su figura a la de un “peligroso oportunista” es una descalificación personal que no contribuye al discernimiento eclesial. La Iglesia no se edifica desde la sospecha sistemática, sino desde la verdad dicha con caridad.
      Sobre el proceso sinodal, comparto que existen riesgos de confusión o de instrumentalización ideológica. Pero afirmar que se trata simplemente de un “traslado del asambleísmo revolucionario a la Iglesia” es una caricatura que ignora la tradición sinodal de la Iglesia desde sus orígenes. La sinodalidad, bien entendida, no es una moda ni una traición, sino una forma de vivir la comunión eclesial en fidelidad al Evangelio.
      Permítame, además, una advertencia fraterna: algunas de sus expresiones se alejan gravemente de la fe católica en la autoridad del Papa y en su magisterio. La doctrina católica, definida solemnemente en el Concilio Vaticano I y reafirmada en el Vaticano II, enseña que el Romano Pontífice, cuando ejerce su oficio de Maestro de todos los cristianos, goza de una asistencia divina que garantiza la fidelidad de su enseñanza en materia de fe y costumbres. Negar sistemáticamente esa autoridad, o presentar al Sucesor de Pedro como un agente de error, no es ya crítica legítima: es una ruptura con la comunión católica. No lo digo como juicio sobre su persona, sino como constatación del contenido y la lógica de sus palabras.
      Por último, no me sorprende el tono irónico y despectivo de su comentario. Quienes frecuentamos ciertos espacios digitales estamos ya habituados a ese estilo, tan reconocible como constante. No es necesario identificar nombres para advertir una firma que se repite, incluso cuando se disfraza.
      Si el artículo le ha parecido infeliz, lo lamento. Pero le aseguro que nace del deseo de pensar con la Iglesia, no de oponerme a ella.

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    2. Padre Filemón, con todo respeto, ya le había advertido —en privado y en este mismo foro— sobre la personalidad de Ludovicus y sobre lo que muchos intuimos respecto de su identidad. No merece que usted le dedique respuesta alguna: su estilo no es nuevo, ni su retórica, ni su modo de esconderse detrás de pseudónimos para lanzar juicios que no resistirían una conversación cara a cara.
      Su psicología no tolera el razonamiento sereno ni el sentido común eclesial. Necesita del conflicto, de la ironía hiriente y del disfraz retórico para sostener una postura que, en el fondo, se alimenta de resentimiento. Quienes lo hemos leído en otros espacios —aunque firmara con otro nombre— reconocemos el tono, las obsesiones y hasta las pausas.
      No se desgaste, padre. Su respuesta fue clara, firme y pastoral. Y eso, para algunos, es insoportable.

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    3. Anónimo, coincido... Ludovicus ha sido refutado una y otra vez, con doctrina, con fundamente, con elegancia, con cortesía, con misericordia... y una otra vez ha respondido con el silencio... o con la burla airada...

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    4. Querido Padre, respecto a Ludovicus, usted ya sabe. Y ya sabe mi parecer. Hago lo que usted diga.

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    5. Estimado Anónimo,
      agradezco su advertencia y la confianza con que la formula. Entiendo la inquietud que suscita el estilo de ciertos interlocutores, y comparto la necesidad de cuidar el tono y el sentido eclesial del diálogo. Sin embargo, creo que incluso cuando el lenguaje se disfraza de ironía o se esconde tras pseudónimos, puede contener preguntas que merecen ser respondidas. Yo trato de responderlas, pero no me hago ilusiones acerca de mi interlocutor, sino que las respondo más bien para todos los demás lectores que, en silencio, asisten al diálogo, y esperan esa respuesta.
      Y responder a un lector irrespetuoso o necio no es siempre validar sus actitudes: a veces es simplemente ofrecer una palabra que desactive el ruido y devuelva el centro. Si mi respuesta fue clara y pastoral, como usted señala, entonces ha cumplido su propósito.

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    6. Estimado Rosa Luisa,
      gracias por su palabra, que expresa con claridad una experiencia compartida por muchos. Coincido en que el diálogo exige no solo argumentos, sino también disposición interior. Cuando esta falta, incluso la refutación más serena puede ser recibida como amenaza.
      Mi intención al responder a "Ludovicus" no fue polemizar, sino ofrecer una palabra que, si no es acogida por él, al menos sirva a quienes buscan comprender. La misericordia no excluye la firmeza, pero tampoco se deja arrastrar por la provocación. "Ludovicus" es una de esas personas (lo muestra en todas sus publicaciones) a las que se les suele llamar "provocadores profesionales", aunque sorprende su bajeza de estilo y desprecio hacia los demás (que él vive seguramente sin advertirlo). Pero no se le debe responder con la misma melodía.

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    7. Querido Paolo,
      gracias por tus servicios, y por el cuidado permanente con el que moderas este espacio. Respecto a Ludovicus, como bien dices, ya lo conocemos y conocemos su estilo y sus efectos. Mi intención ha sido responder con claridad pastoral, sin alimentar el ruido. Paolo, si consideras oportuno cerrar este hilo, lo dejo a tu criterio.

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    8. Ludovicus (a quien algunos conocen también bajo otros alias que circulan en ambientes más recónditos) se presenta en el foro con la solemnidad de quien ha descendido del Sinaí con tablas de mármol, aunque esta vez parece que las inscripciones están hechas con tiza. Su lectura de la sinodalidad recuerda a esos relojes antiguos que, aunque bellos, ya no marcan la hora del pueblo que camina. Hay en su tono una mezcla de alarma y nostalgia, como si el Espíritu sólo soplara en los pasillos de la curia romana del siglo XIX.
      La insistencia en que “caminar juntos” es una amenaza para la verdad revela más bien una dificultad para caminar, no para discernir. Se diría que contempla la Iglesia como un museo de vitrinas doctrinales, donde cada paso debe ser autorizado por un custodio invisible. Pero la verdad, como bien sabe quien ha peregrinado por desiertos y cloacas, no siempre se encuentra en la rigidez del mármol, sino en el barro compartido, en la escucha que incomoda, en la armonía que no se impone sino que se descubre.
      Quizá el problema no sea la sinodalidad, sino el espejo donde se mira: uno que devuelve la imagen de un custodio doctrinal, pero no la del hermano que se deja interpelar. Y si el Espíritu sopla donde quiere, como dice el Evangelio, ¿no será que ha cerrado las ventanas por temor a que se le desordenen los papeles?

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    9. Estimado Anselmus,
      su comentario, provocador y bien construido, señala con justeza ciertos excesos en la defensa doctrinal por parte de esta figura bien conocida del ambiente pasadista. Sin embargo, me preocupa que la ironía pueda reducir lo que merece ser interpretado con mayor compasión. Hay temores legítimos bajo algunas resistencias, y no todo apego a las formas implica cerrazón.
      Caminar juntos exige apertura, pero también comprensión hacia quienes aún no han dado ese paso. Tal vez antes que señalar los espejos ajenos, convenga preguntarse cómo facilitar que cada hermano descubra su propio reflejo en comunión.

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    10. La cantidad de razones, por llamarlas de alguna manera, esgrimidas contra mí, al par de las variadas y calenturientas versiones sobre mi identidad, nunca adivinada, muestra cómo escuece la verdad. Lo del sinodalismo es tan evidente que tienen que recurrir al victimismo, el insulto y la desacalificacion facil.

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    11. Sergio Villaflores10 de julio de 2025, 10:51

      Anónimo: acabo de leer su mensaje. Estoy seguro que a nadie le interesa su identidad, ni su anonimato, ni si acierta quien le atribuye un nombre u otro. La curiosidad no gira en torno a usted, sino a lo que usted afirma con tanta suficiencia.
      Que “la verdad escuece”, dice usted. Quizás. Pero esa verdad que escuece, si la hubiera, se defendería mejor sin declamaciones ni exabruptos. Porque si lo que quiere es ser escuchado, convendría que expusiera razones en lugar de pavoneos. Y si lo que pretende es corregir errores ajenos, sería deseable que lo hiciera sin incurrir en los que acusa.
      Lo que preocupa aquí no es su nombre, sino el tono —grosero, despectivo, altisonante— con que decide intervenir en un espacio que procura el diálogo serio y respetuoso. Nadie ha recurrido al “victimismo” ni al “insulto”, salvo en el retrato que usted pinta y firma. Si la causa del sinodalismo merece ser defendida, hágalo con altura. Y si lo que dice puede resistir un intercambio honesto, ofrézcalo sin escudos ni fanfarrias.
      En lo personal, no me interesa quién sea usted. Pero sí me importa cómo trata a los demás. Y en esto, sí le reprocho: porque por encima de cualquier diferencia teológica, permanece la exigencia evangélica de hablar con mansedumbre, y escuchar con humildad.

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    12. Se mueren por saber quién soy, Villa Flores. Ni lo adivinan...

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    13. Sergio Villaflores10 de julio de 2025, 11:01

      No, no tengo ningún interés en saber quién eres. Ni me inquieta tu identidad.
      En este blog discutimos ideas, no enigmas personales. Y lo importante no es cómo te llamas, sino qué dices, cómo lo sostienes y con qué respeto participas.
      Tu frase —“Se mueren por saber quién soy”— no dice nada sobre el sinodalismo, ni aporta luz alguna a lo que estamos tratando. Aquí nadie se muere por descubrir tu nombre; sencillamente, ya sabemos bien quién es Ludovicus. Y no por un carnet, sino por un estilo.
      Porque más allá del alias, Ludovicus se presenta siempre igual: agitador, burlón, incapaz de ofrecer razones, experto en la frase altiva y en el sarcasmo fácil. Si piensas que eso te hace más libre o más audaz, es asunto tuyo. Pero convendrás que así no se construye nada serio.
      Si tenías algo que aportar al debate —algo que de verdad esclareciera el problema del sinodalismo— ya lo habrías dicho. Pero si lo único que puedes escribir es una frase altiva sobre tu anonimato bien guardado, entonces te has equivocado de conversación.
      Aquí nos interesa la verdad, no las bravatas. Ni los misterios forzados. Ni la pose. Si algún día decides hablar con claridad, con respeto y con ganas de aportar, serás escuchado como cualquiera. Hasta entonces, solo haces ruido.

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    14. Mira Villa Flores, el punto es que la estrategia del sinodalismo es una maniobra clásica de cooptación revolucionaria dirigida a erosionar la noción de Ecclesia docens y convertirla en una mesa redonda de escucha donde se puede decir y proponer cualquier cosa. Nada ha salido de esas mesas, más que montañas de celulosa que no lee nadie y especies periodísticas, eso sí, de “cambio doctrinal” que sirven de caramelo de madera para el cismatico episcopado aleman y la progresía cristiana y atea, primos hermanos. Es todo lamentable y tan, pero tan trillado, desde el juramento de la cancha de pelota en 1789 hasta hoy, pasando por los soviets y las asambleas estudiantiles. Da asco.

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    15. En todo caso, admito que sean tan ingenuos como para desdeñar la experiencia histórica pero no pretendan que lo seamos todos.

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    16. Sergio Villaflores10 de julio de 2025, 11:42

      Mira, anónimo: si tu intención era escandalizar, has conseguido justo lo contrario. Has dejado claro que no buscas el debate, sino el efecto.
      Llamar “caramelo de madera” a los procesos sinodales, comparar la escucha eclesial con soviets y asambleas estudiantiles, y concluir con un “da asco” no constituye una crítica, sino una rabieta.
      Y no, no se trata de defender el sinodalismo como si fuera incuestionable. Se trata de hablar con seriedad. Porque si de verdad sostienes que todo lo que ha surgido de esos encuentros es papel mojado, podrías al menos señalar qué textos has leído, qué propuestas conoces y qué razones tienes para juzgarlas así. Pero no: prefieres la exageración, el sarcasmo, el ruido.
      La Ecclesia docens no se debilita por escuchar. Se debilita cuando quienes deberían enseñar se dedican a vociferar. Y si lo que te incomoda es que se escuche a los fieles, sería prudente que revisaras qué entiendes por comunión eclesial.
      Aquí no nos interesa el escándalo. Nos interesa la verdad. Y esa, créeme, no se defiende con furia, sino con argumentos.
      Porque —y este es el fondo del asunto— salta a la vista que tu eres de los que “asisten” a la Misa celebrada por el cura, no a la que celebra la comunidad. Y eso lo explica casi todo.

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    17. Sergio Villaflores10 de julio de 2025, 11:42

      Ah, la experiencia histórica… ese recurso que algunos invocan como si fuera un oráculo infalible, pero que rara vez se detienen a examinar con rigor.
      Mira, anónimo: nadie aquí desdeña la experiencia histórica. Lo que se cuestiona es el uso que tú haces de ella —como si bastara con evocar 1789, los soviets y las asambleas estudiantiles para cerrar cualquier discusión. Eso no es experiencia; es estampita ideológica.
      La historia, cuando se la toma en serio, no se reduce a analogías apresuradas ni a paralelismos de brocha gorda. Requiere discernimiento, contexto, y sobre todo humildad para reconocer que no todo lo nuevo es repetición de lo viejo, ni todo lo viejo es argumento contra lo nuevo.
      Así que no, no pretendemos que todos sean ingenuos. Pero tampoco aceptamos que se nos trate como si fuéramos ciegos por no compartir tu lectura apocalíptica. Si tienes algo que decir sobre el sinodalismo, dilo con argumentos. Y si vas a invocar la historia, hazlo con respeto por su complejidad.
      Porque aquí, como ya te dije, nos interesa la verdad. No la nostalgia revestida de superioridad.

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    18. Anónimo: ¡Ay, hijo… tanta palabra para tan poca verdad!...
      Si lo del sinodalismo “da asco”, como tú decís, pues no lo comas. Pero no vengas a escupirlo en la mesa donde otros lo están discerniendo....
      Y esto de que nadie lee los textos… ¿los leíste tú? Porque no basta con citar la Revolución Francesa o los soviets para parecer profundo. Eso lo hace cualquiera con una enciclopedia y algo de rabia acumulada....
      Y sí, la Iglesia escucha —aunque no siempre oiga lo que quisiera—. Pero mejor eso que los que sólo vienen a gritar como si el Evangelio fuera un altavoz para su enojo....
      Que al final, perdóname que te diga, pareces de esos que sólo van a misa para controlar si el cura se arrodilla o no… pero ni por un segundo se preguntan si el Espíritu Santo quiere decirles algo....

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    19. Si Villa Flores y Rosa Lisa dicen que leyeron todos los textos sinodales, o son masoquistas o mentiroso. Nadie los lee. La inflación doctrinal genera devaluacion y pobreza

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    20. Me has agarrado con el celular en la cocina,... pero igual te contesto, anónimo...
      Pues yo no sé si son muchos o pocos los textos, pero si uno no los lee, luego no venga a decir que no sirven. Que eso es como criticar la sopa sin haberla probado. Y encima llamando mentirosos a los que sí la probaron. ¡Qué genio!

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    21. Sergio Villaflores10 de julio de 2025, 11:58

      Ah, ya estamos en el terreno de los diagnósticos fulminantes. “Masoquistas o mentirosos”, dices. Qué elegante.
      Mira, anónimo: no hace falta haber leído todos los textos sinodales para saber que muchos de ellos contienen reflexiones valiosas, otras confusas, y algunas francamente prescindibles. Pero decir que “nadie los lee” es una afirmación tan gratuita como tu estilo. Algunos los leemos, sí. No por masoquismo, sino por respeto a la Iglesia y por deseo de entender lo que se está diciendo —aunque a veces sea con dificultad.
      Y eso de la “inflación doctrinal” es una imagen interesante, pero mal usada. Porque si hay pobreza teológica, no es por exceso de documentos, sino por falta de criterio al leerlos. La doctrina no se devalúa por cantidad, sino por superficialidad. Y si tú no lees, no culpes al papel: culpa a tu desgana.
      Por cierto, me llamo Villaflores. No “Villa Flores”. Pero entiendo que en medio de tanta indignación, los detalles se te escapen.

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    22. Tema no menor, estos textos kilométricos, impresos, afectan al medio ambiente. No parece importarles la destruccion de bosques y la huella de carbono que generan las inútiles impresiones de decenas de millones de páginas que nadie lee.

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    23. Mire, caballero, si por cada queja suya se plantara un árbol, ya tendríamos bosque nuevo.
      Y eso de que “nadie lee” es muy fácil decirlo cuando uno no ha abierto ni una página. El papel no contamina más que la arrogancia.
      Ahora disculpe, que se me está pasando el arroz.

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    24. Sergio Villaflores10 de julio de 2025, 12:02

      Ah, ahora resulta que el problema ecológico de la Iglesia es el papel de los textos sinodales. Qué descubrimiento.
      Mira, anónimo: si de verdad te preocupa el medio ambiente, podrías empezar por moderar el tono, que también contamina. Porque no hay bosque que resista tanta arrogancia impresa en frases como “nadie los lee” o “todo es inútil”.
      Y sobre la “inflación doctrinal”, te diré que la pobreza no viene por exceso de reflexión, sino por falta de lectura. Los textos no se vuelven inútiles por ser largos, sino por ser ignorados. Y si tú no los lees, no los acuses de contaminar: el problema no es el papel, sino el prejuicio.
      Además, muchos de esos documentos se publican en formato digital, sin tocar un solo árbol. Pero claro, eso no encaja en tu relato.
      Así que no, no somos masoquistas ni mentirosos. Somos lectores. Y tú, por lo visto, prefieres el eslogan al argumento.
      Y si me permites una última observación: tú eres de los que “asisten” a la Misa celebrada por el cura, no a la que celebra la comunidad. Y eso, créeme, se nota en cada línea que escribes.

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    25. Toma cualquier texto del sínodo, Villa Flores. Son insufribles, al igual que los kilométricos parrafos infinitos de Bergoglio, que llegue a leer hasta que descubrí que eran más últiles que la melatonina, servían para dormir. Miles de páginas para no decir nada, repetir lugares comunes como el grito de la tierra, el grito de los pobres, el grito de las ballenas.... Tostones lamentables que nadie lee. Nadie los lee, el que dice

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    26. Yo también tengo mis reservas sobre el sinodalismo, sobre todo cuando se desdibuja la enseñanza clara en medio de tanta consulta. Pero no por eso dejo de leer, ni de seguir este blog, que pone sobre la mesa lo que muchos prefieren callar.
      Villaflores dice bien: la Iglesia no se erosiona por escuchar, sino cuando los que deben enseñar dejan de hacerlo con convicción. Y Rosa Luisa, con su estilo, recuerda que no basta con quejarse —hay que ponerse a mirar de frente.
      Así que sí, yo también creo que nos estamos desviando. Pero si vamos a volver al centro, será con verdad y con paciencia. Y para eso, a veces hace falta leer incluso los textos que nos incomodan.

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    27. Ludovicus, si lo que buscás es provocar, ya lo hiciste. Pero si lo que querés es que te tomen en serio, vas por mal camino.
      Decís que los textos sinodales son “tostones lamentables” y que “nadie los lee”. Pues yo los leo. No todos, claro, pero los suficientes como para saber que hay cosas valiosas, otras discutibles, y sí, algunas que podrían decirse en menos páginas. Pero eso no los convierte en basura.
      Y comparar la reflexión eclesial con melatonina… ¿eso es crítica o chiste de sobremesa? Porque si tu argumento es que te aburren, no estás hablando de contenido, sino de tu paciencia.
      Además, si el “grito de la tierra” y el “grito de los pobres” te parecen lugares comunes, quizás el problema no está en que se repitan, sino en que siguen sin ser escuchados. Y si te molesta que se hable de las ballenas, tal vez sea porque nunca te preguntaste qué tiene que ver la creación con la fe.
      Así que no, no me dejás KO con tus frases. Pero si querés seguir boxeando con papel, al menos traé algo más que sarcasmo. Porque acá, aunque no lo parezca, algunos todavía creemos que la verdad merece ser leída, incluso cuando cuesta.
      Y si te da sueño, pues dormí. Pero no nos pidas que soñemos contigo.

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    28. Yo también soy lector, pero de lo que vale la pena. Las Escrituras, los Padres, Santo Tomás, Newman, Lewis, Bouyer, los básicos... una página vale más que quinientas parrafadas mal escritas y redundantes...

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    29. Ludovicus, que seas lector nadie lo discute. Pero ojo: leer no es hacer inventario de autores que uno aprueba. Y menos aún cuando se convierte en una forma elegante de decir “yo sí sé lo que vale”.
      Que cites a los “básicos” está bien —eso se agradece, incluso se admira—. Pero si todo lo que no está en esa estantería es “parrafada mal escrita”, entonces no estás defendiendo la tradición: estás encerrándote en ella.
      La página breve y luminosa puede valer más que un documento entero, cierto. Pero también puede esconder más soberbia que lucidez cuando se usa para descalificar en bloque lo que no gusta.
      Y que me disculpen algunos, pero hay quienes llevan años escribiendo con brillantez, siempre y cuando no se les contradiga. Eso también lo sabemos leer.
      Así que si querés seguir leyendo sólo lo que ya pensás, adelante. Pero no le digas “verdad” a tu lista de preferidos. Que para eso está el Evangelio —y ese, a veces, se pronuncia con párrafos largos y dolores nuevos.

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    30. Mauro, el grito de los pobres y de las ballenas una vez está bien, es una linda metáfora. Repetida y repetida, como los cuentos malos que contaba Bergoglio o sus falsas anécdotas o sus críticas a los rígidos aburre y aburre.
      Inflación doctrinal, donde en vez de comer al Verbo almorzamos con decenas de miles de palabras, neologismos, absurdos. Nadie los lee. Nadie. Afortunadamente, la poca gente que lee lee el Evangelio.

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    31. Ludovicus, si el Evangelio te basta, léelo de verdad. Porque ahí también se habla de escuchar, de caminar juntos, de cuidar la creación.
      Y si te aburren los textos largos, no los leas. Pero no digas que nadie los lee —porque algunos sí lo hacemos, sin dormirnos ni burlarnos.
      La pobreza doctrinal no viene por exceso de palabras, sino por falta de humildad.
      Y si el grito de los pobres te parece repetido, quizás es porque todavía no lo has escuchado.

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    32. Mirá, Ludovicus... si el Evangelio te alcanza, bárbaro... pero hay que leerlo entero, ¿eh?... no sólo los versículos que te acomodan.
      Eso de que te duermen los textos... mirá que hay gente que se duerme sin leer nada... y después se despierta gritando.
      Y lo de los “gritos”... decís que se repiten... pero quizás es porque nadie escucha... y cuando uno no escucha, el grito se hace necesario...
      Así que no nos vengas con melatonina ni con que “nadie lee”... vos no leés, y listo... no nos metas a todos en tu siesta...
      Porque sabés qué, hijo... hay silencios que dicen más que mil páginas... y también hay gritos que vienen del Espíritu... aunque algunos, como vos, no quieran oírlos...

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    33. No, por supuesto que no me aburren los textos largos, para nada. Lo que es insufrible son los textos largos y vacíos, mal escritos, repetitivos.
      El magisterio se ha devaluado a niveles insoportables a medida que se alarga. La pobreza intelectual de Bergoglio no se ha arredrado ante la pagina en blanco, al contrario, se desplegó como nunca. Bergoglio cubre varios tomos del Migne y supera en extensión a todos sus predecesores.

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    34. Es el mismo principio de la inflación. La oferta de palabras supera la demanda de ideas, ergo, la palabra se devalúa.

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    35. Ludovicus... si el problema fuera la extensión, Santo Tomás estaría en el índice de los aburridos...
      Decís que el magisterio se ha devaluado por volverse largo... pero lo que lo devalúa no es la cantidad de páginas, sino la falta de lectura honesta.
      Y si Bergoglio escribe mucho, será porque el mundo no cabe en un párrafo... ni en una consigna.
      Compararlo con Migne para burlarte no dice nada del contenido... sólo de tu fastidio. Y eso, perdoname, no es argumento... es impaciencia con disfraz de erudición.
      Acá algunos leemos... incluso lo que no nos gusta. Porque la verdad no siempre viene en formato breve.

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    36. Ay, Ludovicus... qué lindo suena eso de “la oferta de palabras supera la demanda de ideas”... pero sabés qué... a veces el problema no es la oferta... sino que hay gente que ya no quiere ideas...
      Y si la palabra se devalúa... no es por cantidad... sino por falta de escucha...
      Porque cuando uno repite que “nadie lee”... lo que está diciendo, en el fondo... es que no quiere leer nada que lo saque de su libreto...
      Así que menos inflación y más humildad, hijo... que el Verbo no se mide en parrafadas... sino en carne compartida...

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    37. En un todo de acuerdo, Rosa.
      Ludovicus... si el magisterio se devalúa por escribir mucho, entonces los Padres de la Iglesia estarían en bancarrota.
      No es la cantidad lo que agota... es la falta de disposición para leer con humildad.
      Y si Bergoglio te parece pobre intelectualmente, perfecto... pero medir la verdad por el número de páginas es como juzgar el Evangelio por el grosor del misal.
      Acá no se trata de contar palabras... se trata de buscar sentido. Y eso, a veces, exige más lectura que prejuicio.

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    38. Ya te dije Mauro, el problema no es la extensión sino la falta de ideas, la indigencia intelectual que no se reconoce y se suple escribiendo cientos de páginas. Ratzinger era un genio, escribió mucho y bien. Bergoglio era un mediocre que no pudo salir de su título de asistente de química y la mayoría de lo que escribió sobra.

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    39. Ludovicus... si medir la verdad por títulos académicos te parece serio, entonces el Evangelio lo habría escrito un doctor en letras... no pescadores.
      Ratzinger fue un genio, sí... pero no por escribir poco, sino por pensar con hondura. Y Bergoglio, te guste o no, ha dicho cosas que incomodan... no por mediocres, sino porque no entran en tu molde.
      Decís que lo que escribió “sobra”... pero lo que sobra, en todo caso, es tu desprecio envuelto en erudición.
      Porque si la pobreza intelectual se mide por tu fastidio, entonces no hay texto que te alcance... ni verdad que te toque.
      Y si el magisterio te aburre, quizás no es por lo que dice... sino porque ya decidiste no escuchar.
      Acá no se trata de comparar cerebros... se trata de abrir el corazón. Y eso, Ludovicus... no lo enseñan en química.

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    40. Ningún fastidio Mauro, Ratzinger escribió mucho y muy bien. Denso, fundamentado, cordial, alimento sólido.
      El sabio enseña, el mediocre repite platitudes, slogans, lugares comunes...como Bergoglio.

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    41. Ratzinger enseñó con hondura... y Bergoglio incomoda con insistencia... eso no lo hace mediocre, lo hace distinto.
      Si repetir lo esencial te parece pobreza, quizás el problema no es el mensaje... sino que ya no te dice nada.
      Y si el sabio enseña, como decís... convendría escuchar antes de clasificar. Porque a veces, el que llama “lugares comunes” a todo... es el que ya no quiere moverse de su lugar.

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    42. Ludovicus... no hace falta usar palabras difíciles para esconder ideas flojas.
      Decís que Bergoglio repite... pero vos venís diciendo lo mismo en cinco tonos distintos.
      Y si el magisterio te parece pobre, quizás es porque lo mirás con soberbia... no con fe.
      Acá no gana el que habla más elegante... gana el que dice algo verdadero.
      Y vos, por ahora, sólo estás haciendo ruido.

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    43. Y por supuesto, no está nada mal ser mediocre, en la medida en que se reconozcan los propios límites y se escriba lo menos posible.

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    44. Ludovicus... si escribir poco fuera señal de virtud, el silencio sería magisterio.
      Reconocer los límites está bien... pero usarlos como excusa para no decir nada, no.
      La mediocridad no mejora por callarse... sólo se nota menos.
      Y vos, por lo visto, querés que te celebren por no molestar... no por aportar.

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    45. Yo enseño con mi silencio... anodada por la vacuidad de Ludovicus...

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    46. Si vos enseñás con el silencio, Rosa... entonces Ludovicus debería estar en curso acelerado desde hace rato...
      Y si el vacío lo deja anodada... vos con un suspiro ya decís más que él con cinco párrafos.
      Así que cuidado... que tu silencio está empezando a hacer ruido.

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    47. Cuando el argumento se queda sin disfraz... viene el silencio.
      Y eso está bien... porque el ruido no aclara.
      Pero ojo, Ludovicus... que el silencio no siempre es humildad... a veces es sólo falta de réplica.
      Acá seguimos leyendo... incluso los que ya no responden.

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    48. Mauro... vos decís sin gritar lo que muchos piensan sin animarse... eso vale...
      Y cuando te ponés serio, el hilo se ordena... como cuando uno acomoda las sillas después de una reunión larga...
      Así que no te aflojes, hijo... que no todo lo que pesa es inútil... y no todo lo que brilla viene con prólogo...
      Yo sigo barriendo por acá... pero te leo, ¿eh?... aunque parezca que estoy en otra cosa... vos hablás... y el aire cambia...

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    49. Sergio Villaflores10 de julio de 2025, 14:55

      Bueno... parece que me perdí el combate estelar... y por lo que leo, Ludovicus terminó en la lona sin que nadie alce la voz.
      Rosa Luisa con sus pausas hizo más ruido que cien micrófonos... y Mauro, como siempre, no tiró golpes: tiró frases con filo.
      Yo apenas entro... pero si esto fuera boxeo, hay que decirlo: no fue por knockout técnico... fue por abandono de argumentos.
      Brillante lo que han hecho... y más aún lo que han dicho sin necesidad de gritar.
      A veces, el mejor round se gana con calma. Y ustedes, hoy, dieron clase.

      Sergio Villaflores (Valencia, España)

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    50. Sergio Villaflores10 de julio de 2025, 17:45

      ¿Ludovicus hablaba?... Yo pensé que estaba practicando caligrafía con palabras largas y frases vacías...
      Y si eso era contenido, entonces el silencio de Rosa Luisa es una enciclopedia...
      Aunque, ahora que lo pienso... ¿ya salió del hospital?... Porque el golpe de Rosa fue silencioso, pero clínico...
      Y qué curioso que te moleste tanto que una mujer diga algo desde la cocina... ¿No será que te incomoda más quién lo dice que lo que dice?...
      Porque si hervir arroz te parece irrelevante, quizás no entendés que hay verdades que se cocinan a fuego lento...
      Y si esto te parece una “orgía de palabras”, como decís... puede que lo que te moleste no sea el ruido... sino que ya no sos el único que habla.

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    51. Ludovicus... vos seguís escribiendo como quien quiere tapar el sol con adjetivos.
      Y si te molesta que una mujer diga algo desde la cocina, quizás no es por lo que dice... sino porque no esperabas que dijera nada.
      No me ofende tu desprecio... me confirma. Porque cuando el argumento se agota, aparece el tono... y el tuyo, hijo, ya no disimula.
      Yo no vine a discutir... vine a quedarme. Y eso, por lo visto, te incomoda más que cualquier palabra.
      Así que seguí nomás con tus tapices... que acá, mientras tanto, se sigue cocinando verdad a fuego lento.

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    52. ¿Ya está de vuelta, Ludovicus...? Qué recuperación exprés.
      Y eso que el golpe de Rosa Luisa no fue menor... silencioso, sí, pero con diagnóstico reservado.
      Volver tan rápido no siempre es señal de salud... a veces es puro apuro por seguir hablando.
      Pero cuidado... que salir del hospital no cura la alergia al sentido común.
      Y vos, por lo visto, todavía tenés fiebre de adjetivos

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    53. Sergio Villaflores10 de julio de 2025, 19:13

      Ludovicus... si lo mejor que pudiste decir es que “se le pasó el arroz”, entonces confirmás que no entendiste nada.
      Porque cuando una mujer habla claro, desde donde vos no esperabas que hablara, el recurso fácil es el chiste... y el tuyo, además de pobre, es revelador.
      No es Rosa Luisa la que se pasó de cocción... es tu desprecio el que ya huele a quemado.
      Y si pensás que con una frase burlona vas a tapar lo que se dijo, entonces no estás groggy: estás en modo automático, repitiendo fórmulas que ya no convencen ni al espejo.
      Así que sí, alguien tenía que cantarte las cuarenta... y acá están, sin gritos, pero con filo.
      Porque cuando el arroz se cocina con verdad, no hay sarcasmo que lo eche a perder.

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    54. Ay, Ludovicus… cuando el arroz se pasa, se calla. No se grita “se pasó” como si fuera mérito.
      Y cuando una mujer te incomoda porque no necesitó latín ni sotana para decirte lo justo… entonces el problema no está en el arroz, hijo. Está en tu estómago.
      Ya le pusiste nombre falso, ya le pusiste tono, ya le pusiste distancia… ¿y ahora también receta?
      Mirá que el evangelio no se cocinó en mármol. Y lo pastoral, aunque te empache, no es empanada fría.
      Así que sí, seguí revolviendo tu olla… que acá, en silencio, ya se sirvió lo que había que decir.

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    55. Estimados Mauto P.H., Rosa Luisa, Domna Mencía, y Sergio Villaflores,
      deseo expresar mi profunda gratitud por sus intervenciones en la reciente conversación en esta entrada. Han dado testimonio de cómo se puede caminar juntos en la verdad incluso cuando el diálogo se vuelve arduo. Gracias por no perder la paz ni el respeto, incluso ante provocaciones dolorosas.
      También quiero disculparme, como parte de la administración del blog, por no haber retirado antes los últimos comentarios del señor Ludovicus (o los que haya empleado bajo otros alias, y dejando siempre en el anonimato su verdadera identidad). Lamentablemente, cuando el diálogo ya no fue espacio de búsqueda ni de fraternidad, sino cauce de burlas, de miseria misógina y de ofensas a diestra y siniestra, se hacía necesario cerrar esa puerta con firmeza.
      Ustedes, sin embargo, no se dejaron arrastrar por la violencia del lenguaje. Con serenidad, con sentido del límite y con respeto por los demás, hicieron visible esa dignidad que queremos custodiar aquí. Les agradezco de corazón ese testimonio.
      Con esperanza renovada, los encomiendo al Señor que nos llama a construir juntos su Reino, incluso en los rincones pequeños y digitales donde se siembra la caridad y la verdad.

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    56. Estimado Ludovicus,
      me veo en la obligación de dirigirle unas breves palabras, no en tono de disputa, sino como quien advierte que se ha cruzado un umbral que ya no es propio del diálogo, sino del agravio.
      Sus últimas intervenciones, en esta entrada y en otras de estos dias, han causado escándalo por la violencia de sus palabras, por el desprecio que ha mostrado hacia las mujeres, y por las ofensas directas no digo a la ética cristiana, sino incluso a la más básica ética humana y natural, advirtiéndose en usted la lamentable carencia de las mínimas normas educativas y de trato con los demás. Lamento que la administración del blog no haya actuado con más prontitud. Aun así, confío en que comprenda usted que este espacio no puede ser instrumento de burla, ni de provocación vacía.
      Le invito sinceramente a reflexionar sobre lo ocurrido. No somos enemigos; buscamos juntos la verdad. Pero ella no se impone con golpes, ni con sarcasmo. Si alguna vez desea volver a dialogar, será necesario un cambio real de actitud, no solo para respetar a los demás, sino para honrar lo que aquí intentamos custodiar.
      Y permítame agregar, señor "Ludovicus" —o como prefiera nombrarse: "Wanderer", "Poroto", "Paseador de perros", entre otros alias que ha utilizado aqui y en diversos espacios, ocultando su verdadera identidad—: en lo que toca a un hecho pasado, bien conocido por usted y por nosotros, le expreso humildemente una disculpa en nombre de mi sobrino Paolo Fitzimons, quien colabora conmigo en la moderación de este blog, si alguna actitud suya le causó molestia u ofensa en sus blogs "Wanderer". No he participado de aquella situación, ni la he consentido, y ni siquiera la conocía en su momento, pero la lamento sinceramente. Que este gesto sirva también para abrir un espacio donde se atisbe la misericordia.
      Lamentablemente, no se ha advertido de su parte ni la humildad para reconocer que sus interlocutores le han dejado sin respuestas válidas, ni siquiera la honestidad de admitir que sus propios argumentos eran vacíos de contenido. El silencio puede ser ocasión de aprendizaje, pero no si se llena con burlas y desdén.
      Por lo demás, es importante que sepa que sus mensajes —así como aquellos que se identifiquen como suyos bajo otros nombres— no volverán a ser publicados en este blog, a menos que en ellos se advierta una actitud distinta: sin ofensas, sin burlas, sin desprecios hacia la mujer, y con verdadera voluntad de dialogar. Hasta ahora, lamentablemente, tal disposición no ha sido visible.
      Que el Señor le conceda la luz que transforme el corazón, y lo guíe por caminos de verdad y misericordia.

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  2. He leído con atención su entrada, padre Filemón, y no puedo sino agradecerle la claridad con la que ha expuesto el sentido profundo de la sinodalidad como forma de Iglesia. En contraste, el artículo de Infovaticana al que usted hace referencia no solo resulta intelectualmente pobre, sino que revela una postura editorial cada vez más alejada del sensus Ecclesiae.
    En Infovaticana no se trata ya de una crítica legítima o de una preocupación teológica fundada, sino de una narrativa sistemáticamente negativa, marcada por una nostalgia ideológica que ha dejado de dialogar con la realidad viva de la Iglesia. El texto en cuestión —como tantos otros en ese portal— no busca comprender, sino desacreditar; no discierne, sino que caricaturiza. Y lo hace desde una lógica que, aunque se revista de “tradición”, se sitúa en los márgenes de la comunión eclesial.
    La línea editorial de Infovaticana se ha ido consolidando como una suerte de refugio virtual para una burbuja pasadista, que necesita existir en internet porque ha perdido toda relevancia pastoral y eclesial en la vida concreta de las comunidades. Su filiación ideológica —filo-lefebvriana, aunque cuidadosamente disimulada— se manifiesta en la desconfianza sistemática hacia el magisterio del Papa, en la descalificación de todo lo que huela a renovación conciliar, y en una visión de la Iglesia reducida a bastión cultural.
    El Concilio Vaticano II no fue una concesión al mundo, sino una gracia del Espíritu para que la Iglesia pudiera hablar con voz profética en medio de él. Quienes lo niegan o lo relativizan, se alejan no solo del presente, sino también de la Tradición viva que el Concilio representa.
    Por eso, padre, celebro que usted y su blog no se dejen arrastrar por esa lógica de sospecha y descalificación, y que usted proponga, en cambio, un camino de fidelidad lúcida, de comunión crítica y de esperanza activa.

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    1. Estimado Mauro,
      le agradezco su lectura atenta y su comentario, que manifiesta una comprensión profunda del vínculo entre sinodalidad y Tradición. Coincido en que la crítica eclesial, para ser legítima, debe fundarse en el sensus fidei y orientarse hacia la edificación del Cuerpo de Cristo.
      La línea editorial que usted menciona parece, en efecto, deslizarse hacia una hermenéutica de la sospecha, donde la Tradición es invocada no como fuente viva, sino como instrumento de exclusión. Tal postura, cuando se absolutiza, corre el riesgo de confundir lo opinable con lo vinculante, y de reducir la comunión a afinidad ideológica.
      El Concilio Vaticano II, como acto magisterial solemne, pertenece al depósito de la fe en cuanto interpretación auténtica de la Tradición. Negarlo o relativizarlo no es simplemente una opción teológica: es una ruptura con la forma católica de pensar la Iglesia.
      Por ello, agradezco su reconocimiento al intento de este blog por sostener una fidelidad lúcida: aquella que distingue entre doctrina y opinión, y que responde con misericordia, sabiendo que toda persona, por pecadora o equivocada que fuere, es redimible.

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  3. Lo de la actitud sinodal que repite León XIV me suena demasiado a ambientación pastoral, más que a proposición eclesiológica. ¿Actitud? ¿Nos alcanza hoy con la actitud cuando lo que falla son las estructuras, las mediaciones, los órganos de discernimiento verdadero? No es que le niegue profundidad a sus discursos —de hecho, el de Pentecostés tiene un aroma a Romano Guardini que no puedo despreciar—, pero me preocupa que se nos vuelva a proponer una primavera que no florece porque el terreno sigue siendo el mismo: sin roturar, sin trabajo.
    Y a eso lo llamamos caminar juntos… ¿hacia dónde, si no sabemos quién define el rumbo? ¿Los episcopados nacionales, los laicos organizados, los algoritmos sinodales? Le tengo respeto a León XIV, pero todavía no me queda claro si está abriendo una senda o si simplemente se ha encontrado con una vereda ya trazada por asesores y equipos que piensan en procesos más que en destino.

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    1. Yo no desprecio la palabra actitud, aunque sé que tiene el riesgo de diluirse en gestos sin carne. Pero tampoco quisiera caer en el desprecio estructural, como si todo lo que no reformara al milímetro el andamiaje institucional fuese vano. A veces —y lo digo como quien ha pasado años en el desierto espiritual de una parroquia sin dirección— la actitud sí cambia el clima, aunque no mueva las columnas.
      León XIV me parece un papa que escribe con timidez, como si supiera que cada palabra puede ser piedra o pan. Por eso habla de perfume, de escucha, de comunión: porque antes que rehacer las estructuras, quiere rehacer la confianza. ¿Es ingenuo? Tal vez. Pero no me parece falso.
      Caminar juntos en la verdad será siempre más una danza torpe que un desfile ordenado. Y quizá, de tanto tropezar, aprendamos a mirarnos distinto.

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    2. Te entiendo, Anónimo. Y te respeto, porque tu modo de hablar no es concesivo, sino contemplativo. Pero ahí es donde yo siento que estamos bailando en una pista que ya tiene grietas. Hablar de actitud en medio de una crisis de representatividad no me consuela. Que el clima parroquial mejore es algo, claro... pero ¿cuánto dura ese perfume si el frasco está agrietado?
      ¿Rehacer la confianza antes que las estructuras? Puede ser... pero cuidado, porque el discurso pastoral, sin apoyatura institucional, termina siendo un voluntarismo emocional. Y te lo digo desde mi experiencia en consejos pastorales que no decidían nada, y sínodos que no escuchaban más que a los que ya estaban en el guión.
      No quiero ser profeta de catástrofes, pero sí sentinela ante los errores de antaño. Si caminamos juntos, que sea con mapas y brújulas. Y si hay danza, que no sea solo litúrgica —porque la danza también puede ser manipulación estética de una inercia sin decisión. León XIV es sutil, de eso no hay duda. Pero la sutileza también puede esconder zonas de ambigüedad que, si no se afrontan, se cristalizan.

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    3. El papa dijo algo hermoso la tarde de su elección: ‘Dios no es soledad. Dios es con en sí mismo —Padre, Hijo y Espíritu Santo— y es Dios con nosotros.’ Me parece que ahí está el corazón de la sinodalidad como intuición profunda, antes que como organigrama. Porque si la Iglesia no es estructura, sino sacramento, entonces lo sinodal no puede reducirse a procedimiento: es un modo de ser.
      Entiendo tu punto, Amurallado —no es suficiente que nos miren con buena actitud si después todo se resuelve en circuitos burocráticos. Pero tampoco es justo pensar que cada gesto sin estructura es humo. Yo he sentido ese ‘con’ divino en encuentros sencillos, en retiros, en asambleas donde no se decidió nada pero algo cambió.
      Tal vez lo que León XIV propone es una reforma más lenta, que no pase por decretos, sino por el perfume —ese que nombró en Pentecostés— y que, aunque se evapora, deja rastro.

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    4. Perfume, sí… Pero hay aromas que encubren la humedad de los sótanos. Recuerdo aquella reunión ‘sinodal’, de una diócesis que no voy a nombrar, en la que todos parecíamos actores improvisados de una obra escrita por asesores diocesanos con slogans prearmados. Se nos pedía que soñáramos juntos, mientras ya estaban impresas las conclusiones.
      Un joven sacerdote planteó con timidez que el lenguaje del documento base le parecía poco teológico, casi publicitario. Lo silenciaron con una sonrisa y le dieron una estampa con la frase: ‘Juntos hacia la esperanza’.
      Más tarde, en el café, otro laico —profesor de historia— comentó que todo eso le recordaba al estilo de las juntas vecinales durante el último gobierno populista: mucha consulta, poca escucha real. ¿Qué hicimos? Nada. Aplaudimos, firmamos y nos fuimos.
      Eso también es sinodalidad, dicen. Pero yo lo llamo simulacro. Que me disculpe el papa, con todo respeto.

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    5. Caminar juntos, dicen… ¿pero cuántos saben leer el mapa? A veces la sinodalidad parece una peregrinación sin santos, sólo guías turísticos. Cuidado con confundir Espíritu con estrategia. Y canon 212, §3 no es poesía.

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    6. Leí también la nota de Peretó. Y aunque reconozco su agudeza, me inquieta su prisa. ¿No habíamos acordado esperar? Evaluar a un papa por un nombramiento es como juzgar una sinfonía por su primer compás.
      Sobre la sinodalidad, Peretó dice que es una ‘democratización eclesial’. Yo no lo veo así. León XIV ha hablado más bien de una conciencia de caminar juntos, no de una asamblea deliberativa. En su discurso al Consejo del Sínodo, dijo: ‘La sinodalidad es un estilo, una actitud que nos ayuda a ser Iglesia, promoviendo auténticas experiencias de participación y comunión.’
      ¿Es eso democratización? No necesariamente. Puede ser simplemente una forma de recordar que la autoridad no se impone, sino que se recibe y se comparte. Y que el Espíritu sopla donde quiere, incluso en los silencios del pueblo fiel.

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    7. Peretó ya rompió el ayuno de los cien días. ¿No era él quien pedía prudencia? Ahora pontifica desde su cátedra de bloguero. La sinodalidad, dice, es ‘democratización eclesial’. ¿Y su propio blog, qué es? ¿Una monarquía ilustrada?

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    8. ¡Ah, Peretó! El mismo que hace seis meses escribía que ‘la Iglesia necesita silencio para escuchar al nuevo Papa’, y ahora ya lo examina como si fuera alumno suyo. Lo leí hace un rato, claro. No me pierdo sus notas, aunque me provoquen urticaria.
      Dice que la sinodalidad es ‘una forma de democratización eclesial que diluye la autoridad apostólica’. ¿Y qué propone él? ¿Volver a los obispos feudales que gobernaban como señores de horca y cuchillo?
      Y no olvidemos —aunque él sí lo hace— aquella vez cuando se le escapó que ‘la Iglesia debe recuperar su perfil de fortaleza frente al mundo moderno’. ¿Fortaleza? ¿Muralla? ¿No era eso lo que criticaba en otros?
      Peretó juega a ser el centinela, pero a veces parece más bien el arquitecto de su propio bastión. Y ahora, con León XIV, se le nota la incomodidad: no sabe si elogiar su estilo o temer que le desarme el andamiaje.
      Yo no le niego inteligencia, pero sí le reprocho la impaciencia. Que espere, como prometió. O que admita que nunca quiso esperar.

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    9. ¿Inteligente? ¿Perretó? Y dale que dale con el centinela ilustrado... Mirá que yo lo leía antes, eh, cuando se hacía el agnóstico de sacristía. Pero ahora… escribe como si fuera el auditor general de la Iglesia. Cien días pidió, ¿te acordás? Ni aguantó la cuaresma. Ya está midiendo al Papa con la vara del propio blog.
      Y encima se pone exquisito con la sinodalidad, como si tuviera un scanner doctrinal en la retina. Yo a veces pienso: ¿no será que lo que le molesta es que el Papa no lo cite a él?

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    10. Es cierto que Peretó tiene posturas rígidas, a veces demasiado rápidas en sus juicios. Pero su inquietud no es del todo infundada. Hay miedo —en algunos sectores— a que la sinodalidad se convierta en algo tan amplio que pierda forma.
      Pero lo que veo en León XIV no es desfiguración, sino tentativa. En su alocución del 2 de julio, dijo: ‘La sinodalidad no sustituye la jerarquía: la purifica, la vuelve servicio, la abre al Espíritu.’ Eso es clave.
      ¿Que hay simulacros, como decía El Amurallado? Claro que los hay. Y habrá. Pero también hay espacio para lo auténtico. Tal vez la lucha está ahí: entre el simulacro y la autenticidad, en cada encuentro, en cada gesto. No en los grandes documentos, sino en cómo se encarna esa palabra: caminar.

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    11. Anónimo: rescatas la frase del Papa: ‘la sinodalidad purifica la jerarquía’. Noble intento… pero ¿cuántas veces hemos oído verbos como purificar, renovar, renovar-nos, y todo ha quedado en verbos? Yo vengo de ver el ejercicio jerárquico convertido en formalismo: obispos que ‘escuchan’ para redactar lo que ya estaba decidido en Roma, curas que ‘participan’ mediante formularios de Google, y laicos que creen que caminar juntos es compartir una fotito en las redes con un hashtag piadoso.
      Y esto lo dice el Papa —Vicario de Cristo, sí, como bien recuerda Paolo cuando se pone escolástico—. Pero también habría que recordar que la purificación es una obra del Espíritu… y también una prueba. ¿Qué jerarquía quiere ser purificada? ¿La que se acomoda al lenguaje sinodal para evitar el conflicto, o la que realmente cede espacios de poder para abrir lugar a los carismas humildes?
      La sinodalidad es hermosa en boca de León XIV. Pero yo estoy viejo para entusiasmos líricos. Si no toca las llagas —y las estructuras que las perpetúan— seguirá siendo poesía para reuniones. Y lo peor: puede volverse la nueva forma de eclesiología terapéutica, donde todo parece acompañamiento pero nadie decide nada.
      Purificar es quemar. Y no veo incienso: sólo perfumes.

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    12. El Amurallado habla de llagas, y lo entiendo. Las ha visto, las ha tocado, y ha olido más fragancias falsas que perfumes sinceros. Pero incluso esas heridas —no lo digo por consuelo, sino por convicción— pueden ser lugar de revelación.
      Yo no sé si la sinodalidad purifica como fuego, como dice él. Pero sí creo que, si es real, tiene que acercarse a las llagas sin anestesia. El papa, en su discurso a los párrocos romanos, dijo algo que me marcó: ‘La sinodalidad no es método ni formato. Es aprender a mirar como Cristo: no desde arriba, sino desde el costado herido de la humanidad.’
      Eso para mí lo cambia todo. No es estrategia, es óptica. No reforma, es mirada.
      Y si esa mirada es verdaderamente eclesial —no clerical, no ideológica— entonces también puede ver las estructuras sin disfrazarlas, y los corazones sin manipularlos.

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    13. El costado herido es real. Pero ojo: también hay heridas inventadas para justificar protagonismos. No toda llaga es estigma. Y no todo estigma es cruz. A veces, lo sinodal es telón para una escena ya ensayada.

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    14. Mastico una frase, Anónimo. ‘No toda llaga es estigma. Y no todo estigma es cruz.’ La tiró ese Eremita invisible que comenta como quien raspa paredes. Y tiene razón, aunque me duela.
      Porque en esta Iglesia nuestra, tan llena de diagnósticos, hay quienes exhiben heridas como credenciales: el cura incomprendido, el laico maltratado, el obispo aislado… Todos tienen su relato, su momento, su micrófono. Pero a veces me pregunto si no estamos convirtiendo el dolor en argumento, y la sinodalidad en sala de testimonios donde cada uno exige su lugar no por vocación sino por herida.
      Y yo, que también tengo heridas —y algunas que no cicatrizan—, me resisto a ese juego. Porque cuando la cruz se convierte en estandarte personal, dejamos de mirar al Crucificado y empezamos a mirarnos demasiado.
      León XIV habla del ‘costado herido’ como óptica eclesial. Yo digo: que no sea excusa para el espectáculo del sufrimiento. Que sea, sí, lugar de encuentro —pero no pedestal para protagonismos. Porque en esta época de sensibilidades exacerbadas, hasta las llagas pueden ser instrumentalizadas. Y eso sí que no es Iglesia: es circo litúrgico.

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    15. El Amurallado dice algo que pesa: ‘Cuando la cruz se convierte en estandarte personal, dejamos de mirar al Crucificado’. Y me parece que ahí toca una llaga que no necesita espectáculo: la tentación de hacer del sufrimiento una identidad, una legitimación.
      Pero también me atrevo a pensar que no toda memoria de heridas es vanidad. Algunas cicatrices ayudan a discernir. Recuerdo una liturgia penitencial —en una capilla de hospital, sin ornamentos ni cantos— donde un hombre confesaba haber vuelto a la fe porque su hijo moría. No pedía lugar en ninguna mesa, no exigía voz: sólo quería que Dios lo escuchara.
      Eso también es sinodalidad: no como estructura, sino como sintonía profunda con el dolor que no se exhibe, el que no se convierte en retórica. León XIV, en su primer encuentro con los enfermos, dijo: ‘El Pueblo de Dios no tiene sólo voz: tiene temblores. La Iglesia que escucha el temblor está más cerca del Evangelio que la que sólo escucha discursos.’
      Caminar juntos, sí. Pero escuchar los pasos desparejos, los ritmos entrecortados, los silencios —eso también es parte del mapa. Y si alguna vez nos animamos a mirar desde ese costado herido, quizá no busquemos protagonismo, sino consuelo. No reforma, sino redención.

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  4. Estoy leyendo, che. Y no voy a negar que hay cosas que me tocaron. El Amurallado está más filosófico que de costumbre —y el Anónimo… bueno, lo banco, porque le pone poesía sin anestesia.
    Pero te voy a decir algo que me nace, quizá por lo que aprendí de mi tío Filemón, o por lo que pienso cuando lo visito al monasterio y hablamos sin reloj: la sinodalidad no es una palabrita suave para evitar líos, es una forma de testimonio. Y si no hay testimonio, no hay Iglesia.
    No sé si el costado herido es óptica —como dice el Papa— o método, o estilo. Pero sí sé que si no nos mueve a más fidelidad, a más amor por la verdad, a más obediencia al Crucificado, entonces es un adorno doctrinal.
    León XIV tiene una chance —una grande. Y no hablo de reformar estructuras o armar equipos, sino de reencender la fe sin politizarla. Porque la sinodalidad que no lleva al martirio cotidiano es sólo maquillaje. Y yo, qué querés que te diga, estoy podrido de los maquillajes.

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    1. Lo que propone Paolo —militancia, fidelidad, cuerpo— me interpela. Porque es verdad que a veces espiritualizamos tanto las cosas que se nos escapan de las manos. Y sin embargo… lo que me resuena es que no hay oposición entre profundidad y concreción.
      Testimonio, sí. Pero también contemplación. Acción, sí. Pero también comunión. Sinodalidad no es solo agenda de parroquia ni es solo poema místico: es esa línea delgada donde se cruzan el pan compartido y la palabra dicha con temblor.
      La Iglesia necesita manos, pero también escucha. Necesita doctrina —yo defiendo la tradición con convicción— pero también discernimiento pastoral. Porque si no sabemos leer el temblor del Pueblo de Dios, como dijo el Papa, podemos terminar defendiendo estructuras vacías creyendo que estamos siendo fieles.
      Lo que propone León XIV —y lo que ustedes están diciendo, cada uno desde su rincón— me suena como un llamado a mirar con profundidad y actuar con humildad. No como quienes tienen todo resuelto, sino como quienes se dejan purificar.
      A veces, caminar juntos no es avanzar rápido, sino caminar sin empujar.

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    2. Entonces, vamos cerrando la ronda como se cierran las vísperas en mi monasterio imaginario: sin ruido, con una última vela encendida.
      Los escuché, los leí, los respeté. Y aunque sigo creyendo que la sinodalidad corre el riesgo de convertirse en vestuario pastoral —mucho ropaje, poco martirio— también reconozco que hay palabras que esta noche me hicieron pensar.
      Paolo habla de poner el cuerpo. El Anónimo habla de escuchar los temblores. Yo, que suelo hablar de estructuras y diagnósticos, esta vez me quedo con algo más sencillo: la fidelidad lúcida.
      Si caminamos juntos, que sea sin consignas. Y si escuchamos, que sea sin liturgias escenográficas. Prefiero el silencio orante de quien acompaña sin agenda, a la algarabía sincrónica de quien acompaña por protocolo.
      En fin... que el papa León XIV sea más pastor que gestor. Que se anime a incomodar sin dividir. Y que quienes lo leemos, no lo usemos para reafirmar nuestras trincheras, sino para dejar que alguna piedra se mueva.
      Ahora sí, me retiro. La noche está madura. Y aunque la Iglesia no duerme, sus centinelas también necesitan cerrar los ojos para soñar con claridad.

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    3. Leí lo de El Amurallado y me quedé mirando al rincón donde se apagan las velas. Fidelidad lúcida, dice. Me gusta. Porque no es resignación, ni entusiasmo ciego. Es ese modo de permanecer sin imponerse, de creer sin ruido, de acompañar sin figurar.
      Yo también me voy a dormir pronto, pero me llevo algo en el corazón: esta noche no cambiamos estructuras, no resolvimos programas pastorales, ni armamos propuestas. Y sin embargo, algo se movió.
      Tal vez caminar juntos sea eso: permitir que, en medio del desacuerdo y la diferencia de tonos, se diga una verdad que no tiene dueño. Que se escuche una voz que no busca vencer, sino resonar.
      Gracias por esta ronda nocturna. Y por no temerle al silencio, que a veces —como decía un viejo cartujo— es más eclesial que cien discursos.

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    4. “Bueno, che... ya está. Se habló, se pensó, se rezó un poco también, aunque nadie lo diga. El Amurallado bajó el tono, el Anónimo lo subió sin levantar la voz, y yo me metí por la ventana con un mate y un par de convicciones que no se me van.
      Y lo digo como moderador del blog y como sobrino del cura más paciente del mundo: Linum Fumigans esta noche fue Iglesia. Sin galas, sin decretos, sin flashes. Una mesa digital donde se cruzaron llagas, ironías, esperanzas, y alguna que otra estocada.
      Ahora se apagan las luces. Se cierran las pestañas. Y se queda abierto el misterio —como todo buen sacramento.
      Nos vemos en el próximo hilo, si Dios quiere. Buenas noches, gente. Que la Virgen los cuide. Y que León XIV, pobre tipo, pueda dormir aunque le lean hasta los sueños.”
      🕯️🌙🧉

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    5. Bueno, me retiro. No como quien se va a dormir, sino como quien cierra un portón sin llave: dejando que el viento lo abra si hace falta.
      Gracias por este hilo —aunque me incomodó, aunque no me convenció del todo, aunque me hizo pensar más de lo que quería. La sinodalidad seguirá siendo una palabra incómoda para mí, pero esta noche fue también una palabra compartida.
      Agradezco a los que no se conformaron con entusiasmos. Y también a los que, como el Anónimo, supieron decir sin imponer.
      Hasta la próxima. Si la hay.

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    6. Buenas noches a todos. Y gracias —sobre todo por no esquivar las preguntas difíciles.
      Hoy conversamos con respeto, con profundidad, con libertad. No sé si eso es sinodalidad, pero sí sé que eso es Iglesia.
      Que Dios nos conceda seguir caminando —a veces juntos, a veces solos, pero siempre hacia Él.”
      🕯️🌙📜

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    7. Gracias por dejarme participar...

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